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PolíticaHistoriaBiografía

Franqueza Esteve, Pedro. Marqués de Vilallonga (1547-1614).

Político y noble español, nacido el 29 de junio de 1547 en Igualada (Barcelona) y muerto hacia finales de 1614, en Torres de León (León). También es conocido con el nombre catalán de Pere Franquesa i Esteve. Fue Secretario de Estado, secretario del rey y secretario personal de la reina Margarita de Austria. Su caso fue paradigmático, incluso para su época, del auge político, económico y social que alcanzaron ciertos personajes a la sombra de los validos o privados de los monarcas de la casa de Austria conocidos como Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II). También es paradigmático el ocaso de Pedro Franqueza, con prisión incluida, aunque no fuera condenado a muerte, como ocurrió en otras ocasiones cuando se cambiaba de un valido a otro.

Linaje

Pedro Franqueza y Esteve descendía de una acomodada y distinguida familia de notarios de la localidad de Igualada. Desde el siglo XV, en concreto desde 1418, se tenían noticias de un antecesor suyo que ejerció dicha profesión y que se llamaba Juan Franqueza. Dicho cargo de notario público fue sucesivamente heredado por los miembros de la familia Franqueza. Tal oficio permitió además que los miembros de la familia fueran considerados como una de las grandes fortunas locales de Igualada, de forma que estaban en posesión de diversas fincas urbanas, así como de diversas propiedades solariegas en los alrededores de la mencionada localidad barcelonesa. Por otro lado, la casa solariega de la familia estaba situada en una plaza de la población en la cual estaban, además, asentadas las residencias de los miembros económicos y mercantiles más sobresalientes de Igualada. Tanto la profesión notarial como el patrimonio económico relativamente elevado hicieron que miembros de los Franqueza intervinieran de forma muy significativa en la vida política de la ciudad. Esta participación se hizo tanto en órganos de gobierno municipales como en aquellos puestos que estaban relacionados con otros ámbitos de poder, esta vez supralocales, dentro de Cataluña. Un ejemplo fue el de Martín Juan Franqueza, padre de Pedro, quien además de notario de Igualada fue, entre 1536 y 1572, miembro perpetuo en el ayuntamiento de la localidad y en algún momento consejero (conseller) del mismo, pero es que además actuó como representante ante el virrey de Cataluña, Francisco Sandoval, duque de Gandía y padre del Duque de Lerma, a cuya sombra y protección se produjo el auge de Pedro Franqueza.

Martín Juan Franqueza fue padre de una nutrida prole. El primogénito masculino, y quien por ello heredó el cargo de notario, fue Jaime Pablo franqueza, que nació en agosto de 1533. A éste le habían precedido Bonadona Franqueza, que nació en enero de 1527, y Juana Franqueza, que nació en septiembre de 1528. Después del heredero masculino nacieron Martín Juan Franqueza, en diciembre de 1535; Margarita Franqueza, que nació en agosto de 1538; Mariana Franqueza, que nació en mayo de 1540; Manuel en agosto de 1542; Magdalena en 1544, y finalmente el menor de todos ellos, Pedro Franqueza, en 1547. Habría que añadir otros dos hermanos que murieron en la infancia. Con esta prole y según el Derecho privado catalán, que daba al primogénito la herencia familiar a excepción de una parte que era conocida como “legítima” y que se repartió en su momento entre todos los hermanos, las posibilidades iniciales de progreso económico y social de Pedro Franqueza eran muy reducidas. De hecho y como ya se comentó, su hermano Jaime Pablo heredó el cargo de notario y además fue asesor jurídico de los duques de Cardona, e igualmente desempeñó varios cargos en la administración de la monarquía. Martín Juan estudió derecho y se doctoró en leyes, de tal forma que en 1571 logró un puesto en la Real Audiencia de Cataluña, que tenía su sede en Barcelona. Manuel ingresó en la Iglesia y se doctoró en Derecho canónico. En 1577 Pedro Franqueza se casó con Ana Gabriel, que era hija de Pedro Gabriel y de Ana Román, quienes vivían en Alcalá de Henares pero no habían nacido allí. Los padres de su esposa tenían en el momento de la boda una posición económica mucho más que desahogada y compraron una casa en Madrid para el nuevo matrimonio. Fue una matrimonio de conveniencia para las dos partes. Pedro Franqueza era por entonces un joven y prometedor funcionario del rey pero escaso de recursos, y Ana Gabriel era la joven y rica heredera de un propietario rural que buscaba así cierto reconocimiento social. De este matrimonio nacieron además numerosos hijos. El primero fue Martín Valerio Franqueza, que nació el 9 de febrero de 1587, el resto de hijos varones fueron Francisco, Diego Luis y José. Las féminas fueron Luisa, Mariana, Isabel y Catalina. El primogénito y heredero, Martín Valerio Franqueza, obtuvo en 1600, por insistencia de su padre, el hábito de la Orden Militar de Santiago, además accedió en 1606 a un puesto de corregidor en el concejo de Madrid y su padre concertó su boda con Catalina de la Cerda y Mendoza, hermana del conde de la Coruña y miembro de una de las familias de la alta nobleza más destacadas de la monarquía.

Vida y carrera política

Con poco más de ocho años de edad, Pedro Franqueza entró como aprendiz en la escribanía barcelonesa de Jerónimo Gassol, que era oficial de la Cancillería Real y más adelante llegó a ser protonotario y regente del Consejo de Aragón en la corte. El inicio de esta relación entre maestro y aprendiz, que era habitual en muchas otras profesiones, adquirió un matiz nuevo debido a los progresos políticos y administrativos de Jerónimo Gassol dentro de la administración de la monarquía. Cuando éste marchó a Madrid, Pedro Franqueza, que contaba con no más de dieciséis años, lo acompañó. Esta progresión hizo que Gassol, además de su carrera administrativa, adquiriera una faceta cortesana cuando se convirtió en un personaje cercano y de confianza de Mateo Vázquez de Leca, quien era por entonces secretario personal del rey Felipe II. Por otro lado, durante su estancia en la corte, Gassol, como miembro del Consejo de Aragón, adquirió también ciertas responsabilidades de la monarquía en asuntos relacionados con los dominios italianos de la misma. Durante su evolución en la Corte, Gassol mantuvo su patronazgo y protección sobre Pedro Franqueza. Éste avanzó en su aprendizaje de tal forma que de aprendiz de escriba pasó a ser considerado como ayudante de Gassol, tal y como se constató en las reuniones de Cortes de 1563. Este proceso formativo se dio por concluido en 1571, cuando de la mano de un puesto modesto y de escasa importancia, Pedro Franqueza entró al servicio de la administración de la monarquía. En ese año ocupó un puesto de escribano en el registro del Consejo Supremo de Aragón o Consejo de Aragón, en la corte real en Madrid. Coincidió además que en ese año su hermano Martín Juan vivió la consolidación de su nombramiento como magistrado de la Real Audiencia de Cataluña. Pero es que además, en 1574 y pocos meses después de que su hermano Jaime Pablo obtuviera en 1573 un gran éxito en la lucha contra el bandolerismo catalán en el marco del virreinato de Fernán Álvarez de Toledo, Pedro Franqueza fue promovido en su primer ascenso al cargo de escribano de mandamiento en el Consejo de Aragón. Este ascenso mostró además los lazos clientelares de los Franqueza, ya que coincidió con la llegada a Madrid de Miguel Terça en calidad de regente del Consejo de Aragón y que poco después se convirtió en suegro de Martín Juan Franqueza, hermano de Pedro y subordinado de Terça. Éste se rodeó de personas de confianza que colaboraron en la labor política que desarrolló en Madrid. En 1574, y ya en su puesto de escribano de mandamiento, Pedro Franqueza recibió una orden expresa por la que realizó una serie de gestiones personales ante Juan de Coloma, que era el lugarteniente general del rey en la isla de Cerdeña. En 1577 Pedro Franqueza se casó y en 1578, en el marco de su progresión administrativa dentro de la monarquía, entró a formar parte de la lista de oficiales reales que formarían el séquito del rey y que participarían en las sesiones de las Cortes de la Corona de Aragón, previstas para ese año pero que finalmente no se celebraron.

Finalmente, las citadas Cortes tuvieron lugar en 1585, tras la incorporación de Portugal a la monarquía hispánica, asunto que ocurrió en 1580 y cuya preparación propició que no se celebraran en 1578. Estas Cortes de 1585 fueron convocadas por Felipe II para ser celebradas en Monzón, y era una convocatoria general de Cortes unitarias de la Corona de Aragón, es decir, del reino de Aragón, el de Valencia y los condadoa de Cataluña. Para esta asamblea, la primera que convocó el rey después de muchos años, los asuntos pendientes eran muy numerosos, lo que motivó que fueran concienzudamente preparadas tanto por partes de las instituciones y estamentos aragoneses, valencianos y catalanes como por parte de la propia administración de la monarquía. Ésta incluyó una nutrida representación de funcionarios de prestigio pero también de eficaces juristas, así como a la gran mayoría de los miembros del Consejo de Aragón. Entre estos últimos se encontraba Pedro Franqueza, por su condición de escribano de mandamiento del mencionado Consejo, así como Mateo Vázquez de Leca, hombre de confianza del rey. El desarrollo de estas cortes se desenvolvió en dos planos. Por un lado el plano institucional y oficial, con reuniones, asambleas, comités y votaciones. Por otro lado, tanto el rey como sus oficiales mantuvieron reuniones más informales bien con personas a título personales bien con representantes de corporaciones. Estas segundas reuniones pretendían agilizar algunos temas que estaban enquistados y eran de difícil resolución según los intereses de la monarquía. Para su resolución se urdió un amplio abanico de posibilidades y opciones de actuación frente a los interlocutores, abanico que iba desde la promesa de contrapartidas a las coacciones y amenazas, pasando por el soborno.

Fue en esta segunda faceta de las Cortes de 1585 donde destacó la labor de Pedro Franqueza e igualmente fue aquí donde se tuvo la constancia del inicio de sus actividades y actuaciones irregulares, ya que empezó a comprometer reiteradamente la palabra del rey para sus asuntos privados e incluso llegó a sustituir, sin autorización, la firma de aquél en algún acuerdo. Otro hecho significativo en el que se notó su mano fue que, en la documentación de estas Cortes, Pedro Franqueza aparecía nombrado como protonotario, cargo que no tenía y que era superior al de notario de mandamiento. Este cargo de protonotario fue ostentado en estas cortes por Miguel Climent, y en todo caso las acciones de Pedro Franqueza podrían ser como lugarteniente del protonotario, aunque tampoco había recibido oficialmente tal cargo. Otro aspecto que destacó de estas Cortes fue que su protagonismo no fue sólo personal, sino que estaba relacionado con su parentela y grupo clientelar, protagonismo que se hizo extensivo no sólo a la duración estricta de las Cortes, sino incluso después de ellas. Este protagonismo posterior vino dado por la labor que se centraba en la obtención y recopilación de los escritos que reflejaban los numerosos acuerdos que se habían alcanzado en el desarrollo de las Cortes y con los que se redactaban posteriormente los llamados capítulos de Cortes, así como las nuevas constituciones que habían surgido de las resoluciones que se aprobaron. De toda esta labor salió un texto definitivo que se editó y llegó en forma de copia a Barcelona en 1586.

La sorpresa fueron las grandes modificaciones que existían entre los acuerdos que se tomaron y el contenido que estaba reflejado en el texto escrito, diferencias que eran siempre a favor de la administración de la monarquía. Diversas instituciones catalanas iniciaron una investigación que dio como resultado la implicación de la familia Franqueza y su entorno en las mencionadas manipulaciones. Tras estas investigaciones se elevó un requerimiento a la monarquía en 1587 por el que se solicitaba un castigo ejemplar contra, entre otros, Pedro Franqueza, que era acusado de la redacción última de los falsos acuerdos. Él se defendió y dijo que las acusaciones formaban parte de un complot instigado por el abad del monasterio de Poblet contra él y su familia. En todo caso, el efecto de su intervención y papel en las Cortes aragonesas de 1585 fue justamente el contrario al que se pretendía desde las instituciones catalanas. Cuando finalizaron tanto las sesiones de Cortes como las posteriores labores de redacción, Pedro Franqueza y los miembros de su familia, así como los allegados a ésta, empezaron a recibir todo tipo de compensaciones, tanto honoríficas y de títulos como de tipo pecuniario. Pedro Franqueza recibió de forma oficial el ascenso al puesto de protonotario del Consejo de Aragón, con la notable mejora económica que ello suponía. Fue también tras estas Cortes cuando dio inicio a su voracidad por la acumulación y escalada de cargos y puestos, sin que le importase ni cómo los obtenía ni a quién tenía que perjudicar.

La primera víctima, a partir de 1588, fue precisamente el protonotario del Consejo de Aragón, Miguel Climent, quien se quejó ante Mateo Vázquez de Leca, a quien considerada protector de Franqueza, de las acciones tomadas por éste para suplantarle en el cargo. Sin embargo, cuando en 1589 falleció el protonotario, el cargo fue concedido a Jerónimo Gassol, el antiguo maestro y todavía protector de Pedro Franqueza, que había emparentado con Vázquez de Leca cuando se casó con su hermana. Pedro Franqueza actuaba así protegido a favor de sus parientes y personas con las que había forjado unos poderosos lazos clientelares. Otro beneficio que logró fue que en 1586 el rey le concediera la naturalización como castellano. Esta naturalización, una especie de concesión de nacionalidad castellana, fue solicitada por él en la creencia de que así habría menos inconvenientes, con el fin de lograr un mayor ascenso y reconocimiento dentro de las instituciones de la monarquía. Por otro lado, en 1587 obtuvo también del rey beneficio sobre media escribanía del veguer, representante del rey, en la ciudad de Mallorca. En 1588, a la edad de cuarenta años, recibió el puesto de secretario ordinario. Finalizó de esta manera su carrera burocrática e inició la carrera política en el seno de la monarquía.

Evolución política y patrimonial

Pedro Franqueza había iniciado su carrera política en el seno de la vida municipal. En 1586 compró una plaza de regidor del concejo madrileño, plaza que vendió a su vez en 1590. En estos cuatro años su absentismo de las sesiones municipales fue más que notable, pero no obstante la pertenencia a dicho concejo le permitió dos cosas: por un lado, acrecentó su círculo de relaciones y contactos; por otro, le sirvió como cauce de prestigio social así como de contacto con la vida cercana a la corte. Fue en esta época cuando, al parecer, entró en contacto por primera vez con el entonces marqués de Denia, futuro conde y después duque de Lerma, que fue valido o privado de Felipe III. Lerma era un aristócrata con una situación financiera comprometida y con el que coincidió más adelante, aunque muy brevemente, en Valencia, cuando el marqués de Denia fue nombrado virrey del reino de Valencia en 1597. Entre marzo de 1589 y octubre de 1597, Pedro Franqueza vivió en Valencia debido a que fue nombrado y ocupó la secretaría de Valencia en el Consejo de Aragón. En esta labor realizó funciones tanto políticas como administrativas, con el consiguiente aumento pecuniario que el cargo tenía. Pero la mayor repercusión que este destino tuvo para él fue la de su implantación patrimonial en los territorios del reino de Valencia, donde compró innumerables propiedades rústicas, en especial una en las cercanías de la población de Alicante, propiedad a la que llamó Villafranqueza. Esta finca, con cultivos de secano, protagonizó un escándalo especulativo cuando desde su puesto oficial Pedro Franqueza impulsó la finalización del embalse de Tibi y sus canalizaciones. Dichas infraestructuras afectaron de tal forma a su propiedad que pasó a ser explotada en régimen de regadío, para lo cual incluso obtuvo de forma fraudulenta más agua de la que en derecho le correspondía.

Los años de esplendor de su carrera política (1598-1606)

Cuando murió el rey Felipe II y subió al trono su hijo Felipe III, en 1598, se inició el definitivo ascenso político y social de Pedro Franqueza. En las Cortes que se celebraron en Barcelona en 1599, que juraron al nuevo rey mientras éste se comprometió a respetar las leyes y costumbres de Cataluña, el monarca concedió a Pedro Franqueza rango nobiliario. Además, desde 1601, Franqueza no paró en su afán de que se le otorgasen nuevos reconocimientos nobiliarios, a él o a su familia, para lo cual se valió de su influencia política, como cuando se le concedió el hábito de la Orden Militar de Santiago a su hijo en 1600, o el de Montesa a él mismo en 1602. No cabe por ello duda de que tanto el éxito como el auge social y económico que protagonizó Pedro Franqueza se debieron a sus relaciones políticas, relaciones que se vieron además fuertemente impulsadas cuando accedió al trono Felipe III y éste tomó como valido o privado al marqués de Denia, futuro duque de Lerma, quien había sido gentilhombre del rey cuando éste era Príncipe de Asturias. El duque de Lerma se encargó de sustituir desde el primer momento a aquellos personajes que ocupaban cargos administrativos o que los obtuvieron durante el reinado de Felipe II, alzando en su puesto a hombres de su confianza, en especial miembros de la alta nobleza de Castilla así como familiares cercanos, lo que en un principio no pareció favorecer las expectativas de Pedro Franqueza. Fue este el momento que escogió para escribir un memorial que estaba dirigido al nuevo rey y en el que presentó soluciones concretas a cuestiones específicas, en especial la sustitución del antiguo personal de la administración de la monarquía, a los que consideraba “viejos”. Dichas propuestas fueron de hecho las únicas que durante sus primeros años implantó Lerma mientras gobernó.

Un nuevo hito en la vida de Pedro Franqueza fueron las mencionadas Cortes que se celebraron en la ciudad de Barcelona en 1599, que fueron precedidas por las bodas del rey en Valencia. La estancia del rey en estas dos ciudades se extendió desde octubre de 1598 a junio de 1599. Dicha visita fue organizada, según se decía, por Pedro Franqueza, Diego de Covarrubias y el duque de Lerma, de tal forma que impusieron un cambio en el lugar de celebración de los esponsales reales. Esta boda estaba prevista que se celebrase inicialmente en Barcelona, pero se cambió por Valencia y se celebró en febrero de 1599. Era en Valencia donde tanto Pedro Franqueza como el duque de Lerma tenían sus bases patrimoniales. Tras la boda, Franqueza intervino ante el rey y éste concedió diversos honores y prebendas a varias autoridades valencianas, según las sugerencias que le hizo Franqueza al monarca. Además, mientras duró la estancia del rey en Valencia, Pedro Franqueza negoció con las autoridades catalanas la presencia del rey en Barcelona, ya que en principio Felipe III no parecía muy dispuesto a ir hasta la Ciudad Condal, y mucho menos pensó en convocar reunión alguna de las cortes catalanas. Al final, Pedro Franqueza negoció y logró el viaje del rey y la convocatoria de las Cortes, de las que fue secretario a cambio de una sustancial contribución económica de las instituciones catalanas que, según dijo, tenían como fin paliar las estrecheces económicas de la monarquía.

Igualmente, obtuvo el consentimiento para que las cortes fueran breves, de no más de veintiocho días, con lo que realmente se pretendió el control de estas mientras se estaban celebrando. La convocatoria se clausuró el día 7 de julio, aunque no se pudo evitar que se produjeran situaciones conflictivas en el desarrollo de las mismas, conflictos que surgieron en especial durante los últimos días. Ello no impidió que nuevamente, como ya ocurrió en Valencia, se repartiesen multitud de prebendas y honores entre los naturales de Cataluña. Tampoco se libraron estas Cortes, como las de 1585, de los incidentes y manipulaciones respecto a la edición impresa definitiva de los acuerdos que se habían alcanzado. Estas Cortes supusieron además para Pedro Franqueza una nueva posibilidad de enriquecimiento y lucro personal. Recibió numerosas gratificaciones tanto de las propias Cortes, que le concedieron una recompensa expresa, como, y fue lo más significativo, de la nueva reina, Margarita de Austria, quien concedió estas gratificaciones no solo a Franqueza sino también a otros dignatarios, especialmente la clientela nobiliaria del secretario real.

Tras la celebración de estas Cortes y el final del viaje del rey, el papel de Pedro Franqueza se afianzó dentro de la monarquía, tanto respecto al rey como al duque de Lerma. Tal situación se hizo patente de forma rotunda cuando Franqueza fue nombrado secretario de Estado el 20 de abril de 1600, mientras que el 10 de julio del año siguiente fue nombrado secretario del rey, cargo este último que llevaba implícito dentro del mismo el de la secretaría de Italia. El nombramiento como secretario de Estado obedeció a dos circunstancias. Por un lado fue otra de las recompensas por su actuación en el viaje real y las cortes barcelonesas; por otro entraba dentro del planteamiento político que tenía Lerma y que consistió en que los puestos claves fueran ocupados por personas de su confianza, para así aislar al rey del contacto con posibles rivales políticos. Pero Pedro Franqueza no solo recibió tal nombramiento y los otros que se han visto: también fue objeto de otros muchos que le proporcionaron grandes beneficios económicos, bien fuera por los emolumentos propios de cada cargo o bien por la posibilidad de obtener remuneraciones extraordinarias (sobornos, recompensas, regalos...) en el desempeño de los mismos. Uno de los cargos más importantes y significativos fue el de secretario de la reina, tanto por el propio cargo en sí como porque de esta forma fue la persona encargada por Lerma que pasó a controlar los movimientos y acciones de la reina, privándola, como al rey, del contacto con posibles rivales políticos. Fue a partir de esta acumulación de cargos cuando se constató la participación de Pedro Franqueza en todas las instituciones y órganos de poder y gobierno de la monarquía, entre ellos el que se denominó como Consejo Privado del duque de Lerma o la llamada Junta de Tres.

Mención aparte mereció la actuación tanto de Lerma como de Franqueza en la administración de lo que se conocía como Patronato Real. La administración consistió en la dispensa de todo tipo de honores y prebendas entre los miembros de la nobleza. Lo que ellos hicieron fue desarrollar enormemente este aspecto y además se beneficiaron económicamente del mismo, tanto personalmente como para beneficiar a sus partidarios, familiares y amigos. Estas circunstancias hicieron que la administración de este Patronato derivase en una serie de prácticas corruptas, principalmente el cohecho, no solo en cargos políticos de la administración de la monarquía, sino también en cargos eclesiásticos, en especial los que tenían como motivo la concesión de sedes episcopales. Para recibir los emolumentos ilegales derivados de tal actividad, Pedro Franqueza usó a su familia, que eran quienes recibían los pagos en metálico o en especie, en calidad de “recompensas” o “agradecimientos” que le facilitaban los benefiaciados. Lo más grave es que cometió tales abusos e irregularidades sin ocultación ni disimulo, e incluso hizo ostentación de que tenía permiso del rey para recibir tales recompensas.

Durante este momento de máximo apogeo político y patrimonial de Pedro Franqueza, tuvo además lugar un hecho que acabó por reportarle nuevos beneficios económicos. Lerma convenció al rey del traslado de la corte desde la villa de Madrid hasta Valladolid. Este traslado tenía como fin último, al parecer, el que se evitasen los contactos del rey con determinadas personas, incluso con miembros de la familia real. Esto condujo, entre otras cosas, a un descalabro inmobiliario en la antigua capital. De este descalabro se aprovecharon tanto Lerma como Franqueza, quienes realizaron numerosas compras de inmuebles a bajo precio en las zonas de la antigua capital que tenían mayores expectativas. También, casi desde el primer momento, se empezaron a notar las graves deficiencias e inconvenientes que supuso el traslado a Valladolid, ya que esta ciudad carecía de las infraestructuras adecuadas para tal labor, cuestión que en vez de solucionarse se agravó con el paso del tiempo. Ambas circunstancias hicieron que, hacia 1606, un grupo de cargos municipales del concejo madrileño acudiera a personas cercanas a Franqueza para darle una suma muy elevada de dinero con el fin de que terciase en la vuelta de la capitalidad y de la corte hacia Madrid, cuestión que se llevó a cabo ese mismo año.

En 1603, en la cumbre de su apogeo, inició Pedro Franqueza su participación en lo que se denominó como Junta del Desempeño General, participación que se extendió hasta 1606. El objetivo que perseguía esta junta era el de finalizar con los empeños de la Hacienda del rey, aspecto que se había intentado ya llevar a cabo, infructuosamente, bajo el reinado de Felipe II. En aquella época, Pedro Franqueza mostró cierto interés en paliar la situación de teórica bancarrota de la monarquía y las consiguientes crisis financieras de la misma. Franqueza propició inicialmente la colaboración económica de los diversos estados de la monarquía fuera de Castilla con aportaciones económicas, como la contribución que en 1604 hicieron las cortes valencianas, territorio que realizó además posteriormente otra aportación extraordinaria. Lo que pretendió esta junta fue que cada dos años se regularizaran los ingresos y gastos ordinarios que estaban a cargo del Consejo de Hacienda, actuando de forma subordinada, al menos teóricamente, de éste.

Pero para lo que realmente sirvió fue para que a los miembros de esta junta, Pedro Franqueza incluido, se les abrieran nuevas posibilidades en forma de ingresos ilegales. Ello fue posible porque, por la condición misma de la junta, se tenían numerosos contactos y tratos con personas del gran mundo financiero de la época. No obstante, en 1604 se inició un escándalo respecto a la participación de Franqueza en el perdón general que se concedió por parte de la monarquía a los cristianos nuevos (en realidad criptojudíos o judíos conversos) del reino de Portugal. Este perdón se concedió a cambio de una muy generosa contribución económica a la Hacienda del rey y, en este caso, Franqueza fue acusado, ya que recibió una comisión por la resolución favorable de este perdón. Un año después, en 1605, se hicieron patentes las primeras críticas a la labor que desarrolló la Junta del Desempeño General, tal y como lo hizo patente fray Diego de Mardones, por entonces confesor del rey, a la vez que se constataba como las finanzas de la monarquía en lugar de mejorar empeoró, de forma que incluso no llegó para pagar los sueldos de los empleados del rey. El día 16 de diciembre de 1606 tanto el rey Felipe III como su valido Lerma avalaron las actuaciones de la junta y autorizaron una prórroga de la misma, ya que su fin estaba previsto a la conclusión del año.

Caída en desgracia y muerte (1607-1614)

El 26 de diciembre de 1606 fue detenido Alfonso Ramírez de Prado, que era colaborador de Pedro Franqueza en la Junta de Desempeño General. En la madrugada del 19 al 20 de enero de 1607 fue detenido en su domicilio, y por orden del rey, Pedro Franqueza junto con otros familiares y fue llevado preso a Ocaña (Toledo). El mismo día 19 había sido objeto de atención por parte del monarca en una fiesta que se celebró en el Alcázar madrileño. Además de la detención, se efectuó un minucioso registro tanto en su domicilio como en otras casas de su propiedad. La causa judicial contra él se había abierto el 22 de diciembre del año anterior, aunque la decisión de detenerle fue más tardía, del 18 de enero de 1607. Entre el 26 de diciembre y el 19 de enero Pedro Franqueza intentó ocultar, destruir y/o falsificar documentos que evitasen su inculpación en cualquier tipo de actividad irregular o delictiva, pero todo fue en vano. El fin último de esta detención se puso en relación con la lucha interna por el poder que se vivió en aquellos momentos en la Corte. Su caída, que Lerma consintió, se debió a que éste creía que de tal forma pararía las presiones que desde sus adversarios existían contra él. Estas presiones resultaron estar encabezadas por su propio hijo, el duque de Uceda, con lo que Franqueza se convirtió en una cabeza de turco en el combate entre facciones. El procedimiento judicial que se abrió contra Pedro Franqueza se mezcló con un procedimiento administrativo, el de la visita, que controlaba la labor que cada funcionario realizaba en función del cargo o cargos que ocupó. Este procedimiento había sido usado en alguna ocasión anterior como un medio de represalia política y una forma de ejemplarización ante el pueblo y otros responsables y cargos políticos y administrativos. Debido a este efecto como ejemplo, fue usado en muchas ocasiones sin que se aplicaran en el mismo ciertos derechos ni garantías jurídicas del acusado, que se veía de tal forma impedido de realizar una defensa certera. Esto fue lo que ocurrió en el caso del proceso de la visita contra Pedro Franqueza, a pesar de que fue notoriamente puntilloso y sistemático, por lo que se buscó documentación inculpatoria no solo en Madrid, sino también en Barcelona, Valencia e incluso en el solar familiar de Igualada.

Esta búsqueda no se ciñó únicamente a la documentación pública o que estaba relacionada con sus trabajos y funciones administrativas, sino que además se buscó incriminarle mediante documentación que era estrictamente privada. Igualmente se llegó a amenazar a aquellos que ocultasen o destruyesen pruebas o documentos, amenaza que llegó incluso a la pena eclesiástica de la excomunión. Esta situación se vio agravada debido a que, durante los primeros meses que duró su encarcelamiento, Pedro Franqueza no hizo intento alguno en su defensa, ya que confiaba en sus lazos clientelares y relaciones políticas. Lo que al parecer sí realizó fue un intento por el que se hizo pasar por loco, lo que ocurrió en agosto de 1607, intento que le perjudicó notablemente, ya que a las acusaciones se añadió la de obstrucción a la justicia. Quien sí se dedicó desde el primer momento a la defensa de Pedro Franqueza fue su hijo primogénito, Martín Valerio, quien se quejó al juez del trato que se dio a su padre, de la dilación injustificada del proceso y además preconizó la inocencia de su padre y solicitaba su puesta en libertad. En marzo de 1608 la familia de Pedro Franqueza designó por fin abogados defensores, los cuales buscó fuera del ámbito de la corte y de Castilla, de tal manera que fueron escogidos uno en Valencia y otro en Barcelona, los dos en el ámbito de la Corona de Aragón. El primero tenía sus orígenes familiares en Igualada y el segundo era sobrino de Pedro Franqueza. Ambos se encontraron con innumerables obstáculos, dilaciones y prohibiciones a la hora de poder ejercer de forma efectiva la defensa del acusado. La más asombrosa de esas prohibiciones fue la que les impidió verle ni entrevistarse directamente con él. A tal extremo llegó la situación que tanto sus abogados como su hijo recurrieron a solicitar el amparo del duque de Lerma, aunque éste les hizo más bien poco caso.

La situación era tan insostenible para mantener una defensa en condiciones que a finales del año 1608 los abogados de Pedro Franqueza renunciaron a su defensa. Desde entonces las acciones de la misma fueron encabezadas por su yerno Gerónimo Funes, aunque la situación de Pedro franqueza no mejoró situación que quedó reflejada en que nunca se presentó un escrito oficial de defensa ni pliego de descargo alguno. En tal circunstancia se llegó al final del procedimiento de visita. Era ya el verano de 1609, dos años y medio después de su detención y confinamiento en Ocaña. Como se ha comentado más arriba la investigación fue tan extensa y detallada que se llegaron a formular 474 acusaciones contra Pedro Franqueza, aproximadamente un tercio de las mismas, 160, correspondían al delito de cohecho. El pliego de acusación que se formalizó fue muy extenso pero con un estilo de redacción a veces farragoso y poco claro en las acusaciones que contenía. A finales de 1609 los jueces se encontraban ya en disposición de dictar sentencia. En el mes de octubre se mostraron partidarios de propiciar una sentencia ejemplar y moralizadora, pero rechazaron su condena a muerte debido a su edad, tenía ya sesenta y dos años, y a los servicios que prestó a la monarquía en las figuras de los reyes de Felipe II y Felipe III, sin embargo no se conoce muy bien la fecha en que se dictó dicha sentencia, en todo caso lo fue entre finales de 1609 y mediados de 1610. En la misma se le privó de todos sus cargos públicos así como de los honores recibidos e igualmente una pena de prisión a cadena perpetua. Por otro lado también se le impuso el pago de una compensación económica de 1.406.059 ducados a pagar a la Hacienda de la monarquía, cantidad que ante la imposibilidad de pagarla hizo que se le expropiaran numerosas propiedades. Tras la condena se le traslado desde Ocaña hasta Torres de León (León), donde murió a finales de 1614. Fue enterrado inicialmente en el convento de San Claudio en León. Tras un intento que se realizó de enterrarlo en una fosa común, su cadáver fue trasladado a Alcalá de Henares, la villa de donde era originaria su mujer, y allí fue enterrado al parecer en la iglesia de los Santos Justo y Pastor. Sin embargo su muerte no evitó el oprobio y las estrecheces económicas de su familia. La misma, en función de la pena pecuniaria que se impuso a Pedro Franqueza, fue privada de sus bienes e igualmente se les retiró el favor real. Ya desde el principio, con la detención de enero de 1607, sufrieron también arresto domiciliario mientras que a partir de 1608 fueron desterrados a la localidad de Torrejón de Ardoz (Madrid). Desde entonces, a parte de las infructuosas intervenciones a favor de su padre, Martín Valerio Franqueza se dedicó a la recuperación de la titularidad tanto de las tierras como de la jurisdicción del condado de Vilallonga. Tampoco tuvo éxito en esto y en 1622 debió renunciar a tal pretensión a favor de la monarquía. A cambio, ese mismo año recibió un cargo honorífico en la corte de Felipe IV, a la vez que el nuevo rey le reconoció sus derechos sobre los señoríos valencianos que acumuló su padre.

Nobleza y mecenazgo

Una de las máximas aspiraciones de Pedro Franqueza a lo largo de su vida fue la obtención de títulos y privilegios nobiliarios como fórmula por la que según creyó obtendría ascenso y reconocimiento social. Para esto actuó en dos vías de acción. Por un lado acumuló tierras y propiedades con la pretensión de que se le reconocieran privilegios de señorío sobre las mismas. Por otro lado buscó que tanto a su hijo primogénito como a él mismo se le concediese el hábito de alguna Orden Militar. En el primer aspecto actuó también en dos vías. Por un lado y tal y como se ha indicado, adquirió un importante patrimonio en territorios del reino de Valencia y sobre el mismo pretendió y logró que se le aplicase una antigua norma de época de la Reconquista, la Jurisdicción Alfonsina, según la cual cualquier persona que repoblase un territorio era considerado como señor de vasallos y tenía el mero y mixto imperio sobre las tierras y los habitantes de las mismas. Esto permitió a Pedro Franqueza transformar esas fincas de Villafranqueza en tierras de señorío y finalmente las cortes de Valencia de 1604 le reconocieron como señor de vasallos. Pero ya antes, en 1599 el rey Felipe III le reconoció en las cortes catalanas que se celebraron en Barcelona, la concesión de un título de nobleza, aunque este no se plasmó hasta 1603 con motivo de la boda de su hijo. Así, el rey nombró el 18 de septiembre de 1603 conde de Vilallonga a Pedro Franqueza, nombramiento que era perpetuo y hereditario. En este aspecto se mezcló la compra de terrenos y la búsqueda de un hábito de Orden Militar, puesto que fue en 1602 cuando empezó a comprar los terrenos del futuro condado de Vilallonga a la familia de los Borja, que atravesaba por dificultades económicas, como uno de los trámites para entrar en la Orden de Montesa. Esta Orden tenía su marco geográfico en la Corona de Aragón y muy especialmente en el reino de Valencia. Respecto a este aspecto, el que le llevó a obtener habito de Órdenes Militares para él y su hijo, los trámites se iniciaron con el segundo. Lo que quería era que entrase en la Orden de Santiago, que era la que gozaba de un mayor prestigio de entre cuantas existían en los reinos de la monarquía hispánica.

Además para ingresar en ella era preceptivo un profundo examen sobre los orígenes familiares de los candidatos, a fin de evitar que entrasen ni cristianos nuevos ni plebeyos. De una u otra manera esto suponia que a quien lograba entrar se le reconocía un cierto nivel de nobleza. Finalmente y tras este examen, que no estuvo exento de testimonios contradictorios, Martín Valerio Franqueza logró entrar como miembro de la Orden en 1600. Tras esto Pedro Franqueza, que había conocido las dificultades de su hijo para entrar, inició en 1601 los trámites con los que quiso ingresar en la orden de Montesa, de menor rango que la de Santiago. Aún así no se libró en el proceso de examen del candidato de las contradicciones sobre su rango nobiliario aunque de todas formas fue finalmente admitido en febrero de 1602. En la misma ingresó con el rango de clavero y se le dio la titularidad sobre la encomienda de Silla.

Junto con la consecución de un título, de reconocimiento nobiliario y la obtención de un elevado patrimonio personal, Pedro Franqueza desarrolló una faceta de mecenazgo cultural y también realizó obras que pudieron ser consideradas como suntuarias. Una prueba de esto fue que cuando se trasladó en Madrid desde la residencia que compraron sus suegros, la nueva vivienda estaba en el prado de San Jerónimo, que era la zona más apreciada por las clases altas madrileñas. Su nueva residencia era un gran palacio que fue residencia de Pedro de Médicis. Nuevamente la compra de esta propiedad se hizo de forma irregular, ya que para ello aprovechó su ascendiente político y el hecho de las dificultades económicas por las que pasó la familia de Pedro de Médicis a la muerte de éste. Estas dificultades hicieron que se vendiera en subasta judicial alguna de las propiedades, entre ellas ese palacio que fue adquirido por Franqueza. Otras acciones por las que demostró su poder y nivel económico fue mediante la construcción de retablos y obras de arte que encargó a prestigiosos artistas del momento. Igualmente hizo generosos donativos tanto a Iglesias como a fundaciones religiosas. En este aspecto obtuvo en 1606 el patronazgo del convento de la Orden de los Mercedarios en Madrid, situación que aprovechó para construir un rico panteón familiar que finalmente no pudo emplear. Tampoco se olvidó de su localidad natal, Igualada, lugar donde realizó grandes donativos para las obras de la Iglesia parroquial de Santa María, con la condición de tener una de las capillas laterales de la misma.

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Bibliografía

  • ESCUDERO, J. A., Los Secretarios de Estado y del despacho (1474-1724). Madrid, 1976.

  • PÉREZ BUSTAMENTE, C., La España de Felipe III. Vol. XXIV de la Historia de España de Ramón Menéndez Pidal. Madrid, Espasa-Calpe, 1998.

  • SOLÀ SOLÉ, J. M., «Don Pedro franqueza, conde de Vilallonga y privado de Felipe III». Vida, 15, 1947.

  • TORRAS RIBÉ, J. M., Poders i relacions clientelars a la Catalunya dels Àustria. Pere Franquesa (1547-1614). Vic, Eumo, 1998.

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