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Ferrán Clúa, Jaime (1852-1929).

Médico español nacido en Corbera del Ebro (Tarragona) en 1852 y fallecido en Barcelona en 1929. Hijo de un médico rural, obtuvo el título de licenciado en Medicina por la Universidad de Barcelona en 1873. Tras una breve temporada en Pla de Penedès, se afincó en Tortosa, donde trabajó como médico y oftalmólogo, colaborando con su amigo, el químico Inocente Paulí, bajo la influencia del astrónomo y geólogo José Joaquín Landerer.

Entre sus trabajos de dicha época se encuentran unos estudios sobre telefonía que le permitieron, en 1878, lograr con aparatos de construcción propia una comunicación telefónica entre Tortosa y Tarragona, solamente dos años después de la primera comunicación de Graham Bell. Mayor atención dedicaron entonces Ferrán y Paulí a la fotografía. En 1879 publicaron un procedimiento instantáneo basado en una emulsión de bromuro de plata y gelatina, que años más tarde motivaría un ruidoso pleito entre las firmas Young y Kodak. También realizaron investigaciones sobre medios fotográficos al carbón y a las tintas grasas, que resultaron de gran utilidad en su obra posterior.

El interés de Ferrán por la microbiología se debió inicialmente a su admiración por la obra de Pasteur, cuyos trabajos pudo estudiar en la biblioteca de Landerer, sobre todo los publicados en las Comptes Rendus de la Academia de Ciencias de París. El microscopio de petrógrafo que tenía el propio Landerer le sirvió para realizar sus primeros ensayos prácticos en 1880, que prosiguió después con otro que adquirió en París. Pronto se convirtió en un diestro microbiólogo, que consiguió preparar las vacunas contra el carbunco y mal rojo del cerdo. En 1884 la Real Academia de Medicina de Madrid premió su Memoria sobre el parasitismo bacteriano.

El mismo año fue nombrado miembro de una comisión que el Ayuntamiento de Barcelona envió a Marsella, con motivo de haberse desencadenado el cólera en el sur de Francia. En colaboración con Paulí, que se desplazó a su costa, trabajó en los hospitales para coléricos de Marsella y Tolón hasta conseguir aislar y cultivar el vibrión que Robet Koch había descrito meses antes. El siguiente paso fue el desarrollo de una vacuna a partir de gérmenes vivos; a su regreso a Tortosa, gracias a disponer de un cultivo virulento de vibrión colérico, Ferrán pudo provocar un cólera experimental en un cobaya y comprobar la acción inmunizadora que provocaba su inyección. Esta fue la base de su vacuna anticolérica, consistente en la inyección subcutánea de gérmenes vivos que al principio consideró preferible a la inmunización con vibriones atenuados o muertos. Tras aplicársela a sí mismo y a una serie de voluntarios, comunicó su descubrimiento a la Academia de Ciencias de París, en marzo de 1885. Con motivo de una epidemia de cólera en Valencia, se procedió a una primera vacunación masiva (se vacunaron más de cincuenta mil personas), lo que supuso la aparición de enormes disensiones en la comunidad científica; baste decir que acudieron a Valencia casi una veintena de comisiones españolas y un gran número de comisiones y personalidades científicas extranjeras, así como corresponsales de toda la prensa mundial.

Un aspecto de dicha polémica que conviene deslindar es el relativo a su hipótesis sobre el ciclo biológico del vibrión. En principio, resulta explicable que Ferrán intentara seguir el mismo planteamiento que había conducido a Koch a descubrir el papel de las esporas en la etiología del carbunco e incluso que relacionara el vibrión colérico con las Peronosporaceae, entonces en primer plano en el ambiente micrográfico. Menos razonable fue proponer un barroco ciclo de la que llamó Peronospora barcelonae, que partía de filamentos espirales y esporas para llegar a "cuerpos muriformes" y "oosferas", aunque puede entenderse como la hipótesis imaginativa de un científico joven y ambicioso. El momento en el que Ferrán chocó frontalmente con los patrones de comportamiento propios de la comunidad científica fue, no obstante, cuando no supo encajar la crítica de su hipótesis que, en mayo de 1885, le hizo el propio Koch, poniendo de relieve que se basaba en una interpretación errónea de formas involutivas, en la línea que luego siguieron otros investigadores, entre ellos, Santiago Ramón y Cajal, amigo suyo en aquel momento.

Como hemos adelantado, la polémica se inició en Valencia, pero se extendió casi inmediatamente al resto de España y a la comunidad científica internacional. Los factores que la condicionaron fueron muy complejos. En primer lugar, se produjo en torno suyo una polarización ideológica paralela a la ocasionada por teorías científicas como el darwinismo o por innovaciones técnicas como el submarino Peral: en principio, "ferranista" fue sinónimo de liberal o progresista, y "antiferranista" de conservador o inmovilista. Esta polarización se imbricó de forma no siempre sencilla con la actitud de los médicos y científicos del momento ante la teoría microbiana de la infección. Los que no la admitían militaron, por supuesto, entre los adversarios de la vacunación, como sucedió, por sólo citar un ejemplo destacado, con la comisión de la Royal Society y la Universidad de Cambridge, que no aceptaba que el vibrión colérico fuese el agente causal del cólera. Un tercer factor que enmarañó todavía más el problema fue la mentalidad propia del imperialismo científico, que alcanzó su culminación en el informe de la comisión francesa presidida por el médicolegista Paul Brouardel, que se limitó a manifestar sus prejuicios sin molestarse en reunir una mínima información.

La auténtica crítica científica de los planteamientos de Ferrán tuvo que enfrentarse con todos estos factores tanto como con la adhesión entusiasta que sus aportaciones habían despertado, no sólo en España, sino en Francia, Gran Bretaña, Alemania y otros países europeos. Dicha tarea puede ejemplificarse en los informes españoles de Santiago Ramón y Cajal y Eduardo García Solá y en los análisis objetivos y rigurosos del francés Jean B. A. Chauveau y el norteamericano Edward O. Shakespeare. Aparte de desmentir el ciclo biológico de la supuesta Peronospora barcelonae, insistieron en la necesidad de estadísticas rigurosas y amplias para verificar el valor profiláctico de la vacuna, otra de las limitaciones indudables de Ferrán y sus colaboradores. Sin embargo, conviene recordar que los primeros controles estadísticos realmente válidos de la vacunación anticolérica no fueron realizados hasta mediados del siglo XX y que, por otra parte, George H. Bornside ha demostrado recientemente la eficacia de la vacunación Ferrán de 1885 mediante un análisis post hoc de los datos estadísticos de la época.

A comienzos del presente siglo, superados en gran parte los factores condicionantes de la polémica, la comunidad científica internacional reconoció que la vacunación anticolérica de 1885 había sido un importante hito en la historia de la salud pública. La Academia de Ciencias de París concedió a Ferrán el premio Bréant en 1907 y los más destacados especialistas en bacteriología e inmunología, comenzando por máximas figuras como Pierre Roux y Paul Ehrlich, lo consideraron como el primero que había demostrado "la acción patógena del vibrión colérico en los animales y que éstos pueden ser inmunizados", le atribuyeron la iniciativa de "la inmunización preventiva del hombre contra el cólera" y lo calificaron como "el científico que ha conseguido en primer lugar la inmunización efectiva del hombre por bacterias".

Sin embargo, resultan también innegables las graves limitaciones de la aportación de Ferrán. Una audacia, cercana en ocasiones a la ligereza e incluso a la irresponsabilidad, le llevó a poner en peligro vidas humanas sin las debidas garantías y a defender, durante cierto tiempo, una morfología fantástica del vibrión o medidas preventivas pintorescas. Por otra parte, cometió el imperdonable error de intentar mantener el "secreto" de su vacuna para explotarla comercialmente.

Las dos vertientes contradictorias de la personalidad de Ferrán condicionaron igualmente su obra posterior como microbiólogo. Por iniciativa suya, el ayuntamiento de Barcelona creó un Laboratorio Microbiológico Municipal en una fecha tan temprana como 1887. El propio Ferrán, con la aprobación explícita de Pasteur, fue el primer director del nuevo centro, al que se incorporaron como colaboradores Inocente Paulí, Luis Comenge y Ramón Turró, entre otros. Tras numerosos incidentes, acabó siendo destituido en 1906, a causa de sus ligerezas y abusos, que procuraron ser exagerados por la actitud de manifiesta e interesada enemistad de Turró, quien le sucedió en el cargo.

A partir de entonces se refugió en su laboratorio privado, al que llamó "Instituto Ferrán", donde hizo diferentes aportaciones en el desarrollo de vacunas contra el tifus; Ferrán fue el primero que preparó y aplicó la vacuna antitífica en sí mismo y en varios obreros de las alcantarillas de Barcelona (1887), pero interrumpió sus trabajos sobre el tema sin llegar a fundamentarlos rigurosamente.

Por otra parte, figuró entre los pocos bacteriólogos europeos que trabajaron en la inmunización experimental antidiftérica antes del descubrimiento del suero por Emil Adolf von Gehring y Shibasaburo Kitasato (1890). También contribuyó al estudio del bacilo tetánico (1898) y al de la peste, este último con motivo de la epidemia de Oporto (1899). Se ocupó asimismo del mal rojo del cerdo, sobre todo en relación con una epizootia que hizo estragos en Mallorca (1892), e hizo notables trabajos zimotécnicos referentes a las fermentación de los vinos y de los productos lácteos. Más discutibles fueron las bases científicas de su "método supraintensivo" de vacunación antirrábica (1888), que intentó superar al de Pasteur. Algo parecido puede decirse de sus estudios en torno a la tuberculosis, centro de su actividad a partir de 1897. Se apoyaban en una hipótesis ciclogénica del bacilo tuberculoso, consistente en mutaciones que partían de un "bacilo alfa" semejante al colibacilo, con el que pretendió preparar una "vacunación antialfa".

La labor de Ferrán se considera hoy como la primera desarrollada en el ámbito de la moderna vacunoterapia; no obstante, su enemistad con Ramón y Cajal no le benefició para nada y ha impedido en gran medida el reconocimiento de su obra. Ferrán publicó más de un centenar de trabajos entre libros, folletos y artículos aparecidos en revista médicas y científicas españolas y extranjeras, sobre todo francesas y alemanas, los cuales no han sido recogidos todavía de manera sistemática.

Bibliografía

Fuentes

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Estudios sobre la rabia y su profilaxis. (Barcelona; Suc. de N. Ramírez, 1889).
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"Ueber das aerobische Verhalten des Tetanusbacillus". Centralblatt für Bakteriologie, vol. 24 (1898).
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Estudios

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AGUILAR BULTÓ, FRANCISCO. Historia de la vacunación anticolérica de Ferrán. (Tesis de Valencia, 1967).
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BÁGUENA CERVELLERA, M. J. "La microbiología". En: LÓPEZ PIÑERO, J. M. et al., Las ciencias médicas básicas en la Valencia del siglo XIX, (Valencia, Edicions Alfons el Magnànim, 1988, pp. 197-262).

José María LÓPEZ PIÑERO

Autor

  • José María LÓPEZ PIÑERO