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LiteraturaBiografía

Fernández y González, Manuel (1821-1888).

Escritor español, nacido en Sevilla el 6 de diciembre de 1821 y muerto en 1888. Creció en un ambiente castrense de espíritu liberal. Fue amante de la lectura y discreto autor de versos, que publicó precozmente en un volumen titulado Poesías (1835). Se licenció en Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad de Granada, mostrando una afición particular por la historia. En esta época de formación fue jaranero, vividor, estudioso y literato, y perteneció a diversas sociedades granadinas. Fruto de la atracción por Walter Scott, escribió su primera novela corta, El Doncel de Don Pedro de Castilla (1838), que publicó como folletín del periódico local La Alhambra, y el drama histórico El bastardo y el rey, estrenado en Granada. Estos éxitos le llevaron a escribir nuevas novelas siguiendo la línea de la novela histórica romántica: El horóscopo real, Los hermanos Plantagenet, Martín Gil. En esta primera etapa, novela escrita entera o por entregas, sólo le interesa el tema histórico.

Licenciado del ejército, se trasladó a Madrid con la intención de introducirse en los ambientes literarios. Como mostrara excesiva arrogancia, impropia de un recién llegado, fue mal recibido. Se vengó hablando mal de los escritores consagrados en el periódico satírico El diablo con antiparras. Retornó a Granada, donde siguió su carrera de escritor con la novela de tradiciones granadinas Allah-Akbar ¡Dios es grande! (1849), el drama Traición con traición se paga y el relato El laurel de los siglos (1850) que dejó inconcluso. De nuevo en la capital del reino, realizó una actividad desbordante, aunque sin acabar de congeniar con el público. El año 1849 inició una fructífera colaboración con el famoso editor Gaspar y Roig en novelas como Aventuras de don Juan (1849), El Condestable don Álvaro de Luna (1851), El bufón del rey (1853) y, sobre todo, Men Rodríguez de Sanabria (1853), novela histórica de gran éxito que le lanzó definitivamente a la fama.

Comenzaba a vivir en la cumbre de su posición: rico, famoso, estrafalario, bohemio, caprichoso. Se permitía todos los placeres y, aunque ganaba mucho (del editor Manini recibió en poco tiempo la cantidad de un millón de reales), tal vez los vicios y el despilfarro le obligaron a escribir a destajo. Así consiguió un público asiduo, profundo admirador de su talento, que vibraba al compás de su fértil imaginación. Amplió su producción escribiendo crítica teatral y folletines para los periódicos La Discusión, El Museo Universal, El Mundo Pintoresco. Y empezó también a colaborar para la editorial de los hermanos Manini para quienes escribió, entre otras, Doña Sancha de Navarra (1854) y Enrique IV, el impotente (1854). Gustaba recorrer los barrios bajos, las tabernas, y observar sus tipos y personajes, tanto por esnobismo como para obtener una información directa de estos ambientes. En el folletín de La Discusión publicó Luisa o el ángel de redención (1857), que alcanzó varias reediciones. Era entonces un escritor popular, leído y estimado por todos. Participaba también en la tertulia del periódico La Discusión, sito en la Carrera de San Jerónimo, frente al Congreso, donde se hablaba de arte, política, toros y teatro. Como su creación se multiplicaba, tuvo necesidad de hacerse ayudar por un escribiente al que dictaba y, más tarde, un taquígrafo. Se fugó a París con una estanquera de la que se había enamorado locamente, dejando obras sin concluir. En la ciudad del Sena publicó, para sobrevivir, varias novelas en los folletines de los diarios locales (Los desheredados, Los grandes infames, Amparo...) e hizo traducciones. La Revolución del 68 le sorprendió en la capital francesa, y allí fue a visitarle la exiliada Isabel II, amiga y admiradora del escritor. Vuelto de nuevo a Madrid, pudo comprobar que el mercado de la novela había cambiado radicalmente: La entrega había iniciado un proceso de decadencia, pues las circunstancias sociales captaban la atención de los potenciales lectores. Sin embargo, aún siguió escribiendo novelas (El alcalde Ronquillo, 1868; María. Memorias de una huérfana, 1868; La sangre del pueblo, 1869...) y participando en la tertulia del Ateneo. Para defenderse económicamente ante las dificultades de edición, fundó en compañía de los folletinistas Ortega y Frías, y Tárrago y Mateos el Periódico para todos, en el que también colaboró Pérez Escrich, y que publicaba entregas de novelas. Aquí apareció El rey del puñal (1884-1885). Poco a poco su fama fue decayendo. Los editores ya no le llamaban con tanta frecuencia y su vista menguaba. En enero de 1888 fallecía en Madrid este hombre que lo había conseguido todo en amores, fama, dinero, y que moría olvidado en la miseria.

En su vasta producción, desigual en calidad, caben todos los subgéneros narrativos de la novela por entregas. Cultivó, sobre todo, la novela histórica, en el período de 1845-55. Trató todos los temas de la historia de España, no siempre fiel a la verosimilitud histórica, desde la Edad Media hasta el siglo XVIII, definiendo el estilo característico de la novela histórica de aventuras: el Cid (Cid Rodríguez de Vivar, 1875); Alfonso II (Bernardo del Carpio, l858); Alfonso VI (Los amores de Alfonso VI, 1861); varios relatos sobre Pedro I de las que Men Rodríguez de Sanabria (l853) fue una de sus mejores obras; Ramiro I (Obispo, casado y rey, 1850); Juan II (Don Juan II o El bufón del rey, 1853); Enrique IV, Isabel la Católica, D. Álvaro de Luna... De los Siglos de Oro merecen destacarse: El alcalde Ronquillo (1858), en torno al reinado de Carlos V, y Los monfíes de las Alpujarras (1856) con recuerdos de las sublevaciones de los moriscos; sobre Felipe II Martín Gil (1850-51) y El pastelero de Madrigal (1862); El cocinero de Su Majestad (1857) y El Marqués de Siete Iglesias recuerdan el reinado de Felipe III. Del siglo XVIII solamente tiene El motín de Esquilache (1870-71). Escribió también relatos inspirados en motivos legendarios y sobre autores literarios.

A partir de 1857 con Luisa o el ángel de redención comienza a escribir novelas contemporáneas, con espacio urbano y contenido sentimental que presenta el característico dualismo moral, aunque no olvida el tema histórico. Dentro de este modelo escribe El martirio del alma (l860-61), La dama de noche (1861), Luz y sombra, historia de un hijo natural (1864), La hija del Carnaval (1867), María. Memorias de una huérfana (1868), entre otras, aunque su moral no sea tan empalagosa como la de Pérez Escrich. Otro grupo de novelas pinta con mayor atención el mundo obrero (dualismo social), haciendo gala de una postura paternalista, carente de emoción política. Siguen esta línea Los desheredados (1865), que se continúa en la obra Los hijos perdidos (1865-66); Los hambrientos (1867), La honra y el trabajo. Historia de las clases trabajadoras (1867) y La sangre del pueblo (1869).

Con Los siete niños de Écija (l863) inicia un nuevo ciclo temático de gran éxito en el mundo de la entrega: las historias de bandidos generosos, ladrones y contrabandistas, llenas de aventuras sangrientas y escenas amorosas. Luego publicará Diego Corrientes (1866), El guapo Francisco Estevan (1871), El rey de Sierra Morena (1871-74) y José María, el Tempranillo (1886). Experiencias más desusadas son una novela de crímenes (Los grandes infames, 1863) y algunas otras de carácter fantástico. Con Fernández y González llega a su culmen la novela por entregas. En su pluma se concretan todos los subgéneros narrativos, define su estructura formal, crea un mundo de tópicos temáticos, concreta un lenguaje literario y un estilo adecuado al mercado popular.

Su labor como dramaturgo es menos conocida, a pesar de que salieron de su pluma una treintena de dramas. Éstos pertenecen a todos lo géneros que agradaban al público menos exigente: drama sentimental (Volver por el tejado, 1846; Tanto por ciento o La capa roja, 1847; Traición con traición se paga, 1847; Un duelo a tiempo, 1851; Don Luis Osorio o Vivir por arte del diablo, 1853; Entre el cielo y la tierra, 1858; Padre y rey, 1860; Don Álvaro) e histórico (Cid Rodrigo de Vivar, 1862; La muerte de Cisneros, 1875; Los amores de Inesilla. El arzobispo de Vivar, Viriato...), comedia (La infanta Oriana, 1852; Aventuras imperiales, 1864; Los encantos de Merlín), tragedia (Sansón, 1848; Deudas de la conciencia, 1860). Varias de estas obras dramáticas no son sino arreglos de algunas de sus novelas.

Manuel Fernández y González es uno de los literatos más fecundos de nuestra historia literaria, aunque sus textos tengan vocación subliteraria. Ferreras le atribuye entre ciento setenta y doscientos títulos de novelas, algunas de gran extensión, fecundidad que cuenta con la admiración del gran novelista don Benito Pérez Galdós, o el elogio generoso de Blasco Ibáñez quien lo denominó "resucitador de la novela española".

Bibliografía

  • AA. VV.: Historia de la Literatura Española. Siglo XIX (I), coord. G. Carnero, Madrid, Espasa Calpe, 1997, 8, pp. 684- 687.

  • FERRERAS, J. I.: La novela por entregas (1840-1900), Madrid, Taurus, 1972.

  • HERNÁNDEZ-GIRBAL, F.: Una vida pintoresca: Manuel Fernández y González. Biografía novelesca, Madrid, B.C. Atlántico, 1931.

  • PALACIOS FERNÁNDEZ, Emilio: "La novela por entregas", en AA. VV., Historia de la Literatura española e hispanoamericana, coord. E. Palacios Fernández, Madrid, Orgaz, 1980, V, pp. 85-119.

  • RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, Tomás: Catálogo de dramaturgos españoles del siglo XIX, Madrid, FUE, 1994, p. 223.

  • ROMERO TOBAR, Leonardo: La novela popular española del siglo XIX, Madrid, Ariel, 1976.

EPF

Autor

  • MFE. EMILIO PALACIOS FERNÁNDEZ