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Egaña, Juan (1764-1836).

Juan Egaña.

Intelectual, escritor y político ilustrado peruano, nacido en 1764 en Lima y muerto en 1836 en Santiago de Chile. Participó en la independencia chilena, particularmente en los aspectos constitucionales, como el Proyecto de 1812 y la Constitución de 1823, de la que fue responsable en gran parte.

Era hijo de Manuel de Egaña, natural de Vizcaya, y de Josefa del Risco, criolla limeña. Recibió una educación esmerada y a los siete años ingresó en el colegio seminario de Santo Toribio, pasando luego a la universidad de San Marcos, donde fue profesor de filosofía y teología. Tras la muerte de su padre, su madre decidió enviarlo a España para que solicitara alguna plaza de oidor en Indias. El regente Moreno y Escandón, que había sido oidor en Lima y conocía a su familia, le invitó a quedarse en España. Se matriculó en Leyes en la Universidad de San Felipe y tras graduarse como abogado fue catedrático de derecho, retórica y latín. Radicado definitivamente en Santiago, Juan Egaña se casó con Victoria Fabres en Santiago y en 1793 nació su hijo Mariano, que posteriormente sería ministro y un personaje muy influyente de Chile.

En 1810 se adhirió a la causa patriota y a la Junta de Gobierno. Al año siguiente fue diputado al Congreso y se alineó con el grupo de exaltados, junto con O´Higgins y Enríquez, sugiriendo a Carrera reformas radicales. Colaboró con la Aurora de Chile y participó en el proyecto constitucional de 1812. Integro luego la Junta de Gobierno de 1813 y fundó el Instituto Nacional. Egaña propuso a la Junta gubernativa un plan de libre comercio que consistía en comprar las mercancías en el Pacífico, en vez de importarlas desde Buenos Aires. Sugirió así mismo terminar el canal de Maipo; imponer una alcabala doble o triple a los propietarios de tierras que quisieran aumentar sus dominios, con el fin de facilitar a los desposeídos el acceso a tierras; arreglar los caminos para mejorar el comercio regional, y establecer una política de reparto de aguas. Como medidas políticas urgentes propugnó disminuir el número de pleitos, introducir una imprenta, fomentar las diversiones honestas, e invitar a los restantes países hispanoamericanos a un congreso en el que se estableciera el sistema de unión y de régimen interior que debía mantenerse hasta que se convocasen unas Cortes Generales, única forma de evitar nuevas disensiones civiles.

Al sobrevenir la nueva ocupación española, tras la batalla de Rancagua, Egaña fue deportado con otros 43 patriotas a la isla de Juan Fernández (9 de noviembre de 1815). Este destierro le produjo una impresión enorme que nos dejo plasmada en su "Coloquio de dos desterrados", incluido en la edición del El Chileno consolado publicada en Londres. Regresó al continente tras Chacabuco (1817) y se reintegró a su cátedra universitaria. Tuvo muchas disensiones con O´Higgins y fue criticado por haber pertenecido a la Junta de plenipotenciarios que eligió a Ramón Freire por director y Jefe Supremo provisorio. En 1817 fue miembro del Cabildo y en 1824 presidió el Senado.

Egaña fue un ferviente admirador del enciclopedismo francés y seguidor incondicional de Rousseau, pero conjugó su ilustración con el respeto y fervor por la religión católica, a la que consideraba garante del orden político-social. Tuvo así una ideología compleja, formada con elementos de la democracia griega, la ilustración francesa y la región católica, lo que quedó reflejado en su obra, y particularmente en la Constitución que hizo en 1823. Representó una especie de conservatismo progresista, si bien en su época no llegó a existir ningún partido político. Su mejor labor fue la constitucional, como dijimos. Participó junto con Agustín Vial, Joaquín Larraín, Juan José Echeverría y Manuel de Salas en la comisión nombrada por el Congreso de 1811 para elaborar una Constitución, que no pudo concluirse. Egaña elaboró luego un anteproyecto constitucional que se publicó en 1813 y que le sirvió de base para otro que hizo en 1823. Estableció en el mismo la división de poderes, con un director supremo como ejecutivo, un Senado permanente y una Cámara de Diputados convocada sólo en casos especiales. Egaña quiso que esta Constitución reflejara los aspectos de la vida pública y privada de los ciudadanos, lo que imposibilitó su aplicación. Fue aprobada el 27 de diciembre de 1823, pero Freyre la suspendió a los seis meses, asumiendo la dictadura. Egaña fue elegido senador en 1824 y al año siguiente diputado por Santiago. En 1827 presidió la Asamblea Provincial de la capital.

Egaña escribió textos docentes, como Elocuencia Escolástica, Gramática Latina y Apuntes sobre un idioma universal de facilísima inteligencia y aprendizaje. Publicó también obras literarias, tales como las Cartas Pehuenches o el citado Chileno consolado en los presidios, otras filosóficas como Filosofía de la Religión e incluso piezas teatrales: El amor no halla imposibles, El marido y su sombra, Poliforonte o el valor ostensible y El amor vence al desdén, que se ha perdido, aunque llegó a representarse en el palacio de Gobierno. Escribió también algunos poemas y unas Cartas Pehuenches. Una de sus principales obras fue escrita durante los dos años y tres meses de presidio político que pasó en la isla de Juan Fernández El Chileno Consolado en los Presidios o Filosofía de la Religión. Memorias de Mis Trabajos y Reflexiones Escritas en el Acto de Padecer y de Pensar, publicada en Londres en 1826 y cuya dedicatoria señala: “A mi amada hija Doña Isabel Egaña y sus hermanos”. Es ésta una narración de carácter autobiográfico que comprende la historia de lo que él y otros patriotas vivieron durante el destierro en la ya mencionada isla, condenados por el gobierno de Marcó del Pont. A la relación histórica, Egaña añade algunas disquisiciones de tipo moral, filosóficas y religiosas, acerca de la necesidad de tolerar con paciencia las adversidades de la vida. Su relato destaca en la redacción de las escenas cotidianas en torno a las cuales teje una narración fuerte, directa y un retrato agudo de los personajes y las situaciones que les tocó vivir, logrando impresionar profundamente al lector. Por todo ello es considerado el primer autor literario chileno

Bibliografía

  • ENCINA, FRANCISCO A. Resumen de la Historia de Chile. Santiago de Chile, Zig Zag, 1970.

  • EYZAGUIRRE, J. Fisonomía histórica de Chile. Santiago de Chile, Editorial Universitaria, Colección Gran Imagen de Chile, 1978.

  • VILLALOBOS, S. et al. Historia de Chile. Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1989.

Autor

  • Andrea Viera