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LiteraturaBiografía

Díez de Medina, Fernando (1908-1990).

Poeta, narrador, dramaturgo, ensayista, crítico de arte y de literatura, periodista y diplomático boliviano, nacido en La Paz en 1908 y fallecido en su ciudad natal en 1990. Humanista fecundo y polifacético -dotado de una vasta formación cultural que comprendía los más variados campos del saber, y de una asombrosa sensibilidad artística que le permitió expresar sus ideas, emociones e inquietudes a través de los más variados géneros literarios-, desplegó también una intensa labor de promoción cultural y una brillante carrera diplomática al servicio de su nación, por lo que puede afirmarse que fue una de las figuras precipuas de la intelectualidad boliviana del siglo XX.

Durante muchos años, Fernando Díez de Medina representó a su país como agregado comercial Washington (Estados Unidos de América) y miembro del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, cargos a los que llegó después de una fructífera trayectoria como escritor, pensador y analista de la sociedad hispanoamericana de su tiempo. Fue también una de las voces más autorizadas de la prensa boliviana contemporánea, en la que dejó numerosas muestras de su brillante prosa (tanto en artículos de información y opinión como en escritos de creación literaria) dispersas en algunos rotativos y revistas tan difundidos como El Diario, La Razón, Última Hora y La Noche. En estos medios de comunicación se destacó también por su agudeza y lucidez en el ejercicio de la crítica literaria y artística, a la que aportó -además de estos trabajos en prensa- algunas monografías de tanto interés como la titulada El arte nocturno de Víctor Delhez.

En su faceta de escritor, Fernando Díez de Medina se reveló pronto como uno de los autores más prolíficos y variados de las Letras bolivianas, a las que dejó un valioso legado impreso compuesto por más de cuarenta volúmenes. Aunque no ha pasado a la historia de la literatura hispanoamericana por su obra en verso, conviene empezar por recordar que demostró ser un poeta exquisito en su cancionero titulado La clara senda, si bien es cierto que otras inquietudes intelectuales y otras preferencias literarias le arrastraron hacia el cultivo profuso de otros géneros, en menoscabo de su acreditado acento lírico. Mayor renombre alcanzó como prosista de ficción, con algunas novelas tan notables como Mateo Montemayor (La Paz: Los Amigos del Libro, 1969) y María Montevelo (1985), y -años antes de haber dado a la imprenta estas narraciones extensas- con una espléndida recopilación de relatos breves que vio la luz bajo el título de La enmascarada (1956). Asimismo, cosechó un notable éxito en su faceta de dramaturgo, en la que destacó sobre todo por su obra Ollanta, el jefe kolla (1970).

Con todo, esta proteica consagración al cultivo de la creación literaria halló sus mayores cotas de calidad estética y rigor intelectual en su consagración al género ensayístico, al que aportó una serie de ideas que contribuyeron en gran medida a forjar los cimientos de esa gran corriente nacionalista surgida y difundida en Bolivia a lo largo de los años cuarenta, y denominada por los estudiosos posteriores "mística de la tierra". Merced a sus extraordinarios ensayos (y también, aunque en menor medida, a sus cuentos, novelas, poemas y piezas teatrales), Fernando Díez de Medina se convirtió en uno de los principales representantes (tanto en su dimensión teórica como en su plasmación literaria) de ese vehemente espíritu nacionalista, cuya principal proyección hacia el futuro inmediato parecía augurar a Bolivia un vasto período histórico de progreso y bienestar fundamentado en la consolidación y aceptación -por parte de todos sus grupos sociales- del mestizaje.

En esta línea de pensamiento, Díez de Medina recogió el legado del poeta, filósofo y político boliviano Franz Tamayo (1879-1956), a quien precisamente dedicó uno de sus más lúcidos y penetrantes ensayos, titulado Franz Tamayo, hechicero del Ande. Relato al modo fantástico (Buenos Aires: Puerta del Sol, 1944). Siguiendo las ideas de este relevante prócer, el humanista de La Paz confiere a la tierra andina sobre la que se asienta su nación una especie de poder espiritual capaz de determinar la peculiar sensibilidad estética, moral y religiosa del pueblo boliviano (idea central -sobra advertirlo- de esa "mística de la tierra" mencionada en el parágrafo anterior); y, al mismo tiempo, apunta que esta espiritualización procedente de la entraña misma de la tierra crea una especie de comunión panteísta entre todos los seres que la pueblan, de tal manera que existe una comunicación mutua que, además de ligar inexorablemente al hombre con la naturaleza, sienta las bases de una identidad nacional.

Estas ideas aparecen desarrolladas con mayor profundidad en otros ensayos inmediatamente posteriores a la publicación de Franz Tamayo, hechicero del Ande, como los titulados Thunupa (Buenos Aires: Imprenta López, 1947), Pachakuti y otras páginas polémicas (La Paz: Imprenta Editorial Artística Otero & Calderón, 1948), Sariri (1956) y Nayjama (La Paz: Gisbert, 1950), así como en su ya mencionada narración extensa Mateo Montemayor (1969), en la que la imponente visión natural de las cotas más elevadas de la cordillera andina se convierte en una poderosa fuerza telúrica capaz de gobernar las conductas de los personajes. Otro ensayo suyo que gozó de especial aceptación entre los lectores bolivianos de mediados del siglo XX es el titulado El velero matinal.

Esta contemplación espiritual del propio territorio nacional (que desprecia a veces la reflexión metafísica o el análisis sociológico para convertirse en un puro clamor místico) no implica, en la producción ensayística de Díez de Medina, un desprecio por la problemática sociopolítica que determinaba la actualidad de su pueblo y, en general, de la mayor parte de las naciones hispanoamericanas a mediados del siglo XX. Al contrario, el creciente auge de las clases medias mestizas y la sucesión de agitaciones sociales que desembocarían en la Revolución de 1952 sugirió al humanista de La Paz esa exaltación del mestizaje como futura -pero inminente- clave de poder, y, al mismo tiempo, como modelo de conducta espiritual que lleva implícita la identidad nacional y la asimilación de esa honda espiritualidad emanada de la tierra. Y, aunque en una lectura superficial de la obra de Díez de Medina puede adivinarse una especie de añoranza de esas mentalidades cultas y civilizadas que, procedentes de las clases privilegiadas del país, se imbuían de un talante liberal para presentarse como los mejores regidores del destino de la patria, lo cierto es que, a la postre, la salutación entusiasta de ese mestizaje pujante y emergente concilia al pensador de La Paz con el espíritu de la Revolución de 1952 y le permite encauzar perfectamente sus desvelos místicos en el presente histórico de su pueblo.

Bibliografía

  • FRANCOVICH, Guillermo: El pensamiento boliviano en el siglo XX, México: Fondo de Cultura Económica, 1956.

  • SANJINÉS, Javier: "Díez de Medina, Fernando", en MEDINA, José Ramón [dir. literario]: Diccionario Enciclopédico de las Letras de América latina (DELAL), Caracas: Biblioteca Ayacucho/Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1995, vol. I, pp. 1513-1514.

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.