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FilologíaLiteraturaBiografía

Díez Canedo, Enrique (1879-1944).

Poeta, ensayista, traductor, crítico literario y diplomático español, nacido en Badajoz en 1879 y fallecido en Cuernavaca (México) en 1944. Autor de una brillante obra poética que supo aunar las diferentes corrientes modernistas europeas e hispanoamericanas, dejó también un fecundo legado crítico que, diseminado en artículos periodísticos y volúmenes de ensayos, le configura como uno de los mejores conocedores de las Letras hispanoamericanas de la primera mitad del siglo XX. Fue uno de los firmantes del manifiesto noventayochista que, en 1905, con motivo de la concesión del Premio Nobel a José Echegaray, negaba cualquier representatividad del dramaturgo madrileño en la literatura española del momento.

Vida

Impulsado desde su temprana juventud por una acusada vocación humanística, pronto se dio a conocer como crítico literario merced a los agudos artículos que publicó en diferentes medios de comunicación, como los periódicos El Globo, Diario Universal y El Sol (donde ejerció la crítica teatral), y las revistas Índice, Tierra firme y, ya en el exilio mexicano, Taller. Durante muchos años, compaginó esta fecunda actividad crítica y periodística con las labores docentes que desempeñó en la Escuela Central de Idiomas, que le permitieron también revelarse como uno de los mejores traductores de su tiempo.

En la Segunda República, después de haber prestado apoyo a Federico García Lorca en su proyecto teatral de "La Barraca", cumplió misiones diplomáticas en calidad de embajador en las legaciones españolas de Montevideo y Buenos Aires; pero, al estallar la Guerra Civil, abandonó las tierras ultramarinas para regresar a España y hacerse cargo de la dirección de la revista Madrid. En aquellos turbulentos años, se significó por su valiente apoyo a la causa republicana, tanto en los artículos que publicó en la revista Hora de España como en su participación activa en el Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia en 1937, donde tuvo ocasión de tratar con las figuras más relevantes de las Letras hispanoamericanas del momento, como los chilenos Pablo Neruday Vicente Huidobro, el peruano César Vallejo, el mexicano Octavio Paz y los cubanos Alejo Carpentier y Nicolás Guillén. Un año después, ante la progresión de las fuerzas militares sublevadas, se vio obligado a abandonar España para pedir asilo político en México, donde ejerció la docencia en la Casa de España y en la Universidad Autónoma, y continuó desarrollando su fecunda labor literaria, crítica y ensayística hasta que la muerte le sorprendió, en la ciudad de Cuernavaca, en 1944. Su hijo Joaquín Díez-Canedo prolongó, en suelo azteca, la labor cultural emprendida por el inquieto humanista pacense, primero por medio de su propio sello editorial ("Joaquín Mortiz") y después colaborando con la prestigiosa sociedad editora "Fondo de Cultura Económica", en la que publicó más de setecientos títulos. Su hija María Luisa Díez-Canedo contrajo matrimonio, en México, con otro ilustre exiliado español, el poeta, ensayista y traductor Francisco Giner de los Ríos, sobrino nieto del fundador de la Institución Libre de Enseñanza.

Obra

En su faceta de escritor, Enrique Díez Canedo se dio a conocer como poeta a comienzos del siglo XX, cuando dio a la imprenta una serie de poemarios que le situaron plenamente en la estela de los autores modernistas de la época. Entre las singularidades que individualizaban sus versos, la crítica contemporánea pronto señaló en la obra lírica del escritor pacense una acusada influencia de los poetas parnasianistas franceses y de los principales autores de la moderna poesía hispanoamericana, cuyas obras conocía a la perfección Díez Canedo gracias a sus labores de crítico y traductor. Su producción poética -considerada, por estos rasgos, como la más "americana" del modernismo español-, comprende títulos tan destacados como Versos de la hora (1906), La Visita del Sol (1907), La sombra del Ensueño (1910), Algunos versos (1924) y Epigramas Americanos (1928). Las dos primeras, ancladas firmemente en el ya mencionado substrato modernista, acusan un claro influjo de las obras de Rubén Darío, Paul Verlaine y Juan Ramón Jiménez; el resto de su producción revela una mayor originalidad, que culmina en un volumen plagado de revelaciones íntimas, perteneciente ya a la literatura española en el exilio y publicado bajo el título del El desterrado (1940).

En su condición de traductor, Enrique Díez Canedo volcó al castellano algunas de las mejores obras del alemán Heinrich Heine, el inglés John Webster y los franceses Michel de Montaigne, Francis Jammes, Charles Baudelaire y Jean Hippolyte Giraudoux, que entraron a forma parte del acervo cultural de toda una generación de escritores españoles merced al brillante trabajo del humanista pacense. Sin embargo, su mejor aportación en este campo fue, sin duda alguna, la espléndida versión que realizó del poemario Hojas de hierba, del escritor estadounidense Walt Whitman, todavía hoy considerada como un ejemplo modélico de la traducción de obras líricas. Otra de sus traducciones más leídas fue una antología de poetas franceses contemporáneos.

Su destacada presencia como crítico literario quedó plasmada en algunos ensayos tan lúcidos y perspicaces como El teatro y sus enemigos (1939), La nueva poesía (1941) y Juan Ramón Jiménez en su obra (1944), el último de los cuales ha sido considerado unánimemente como la mejor obra de Enrique Díez Canedo en todos los géneros que cultivó. Además, dio a la imprenta otros ensayos tan destacables como Sala de retratos (1920), Conversaciones literarias (1921) y Los dioses en el Prado (1931). A todos estos títulos hay que sumar el texto de su brillante discurso de ingreso como miembro de número de la Real Academia Española (1935), titulado Unidad y diversidad de las letras hispanas, así como la recopilación de sus Artículos de crítica teatral, publicada en México, en varios volúmenes, durante la década de los años sesenta.

Autor

  • JR