Diego Cendoya, Gerardo (1896-1987).
Escritor español nacido en Santander el 3 de octubre de 1896 y fallecido en Madrid el 8 de julio de 1987. Está considerado uno de los grandes poetas españoles del siglo XX. Perteneció a la llamada Generación del 27, y reflejó en su obra una de las principales características de ese grupo de escritores: la mezcla perfecta entre lo nuevo y lo antiguo.
Vida
Desde niño dio muestras de poseer una gran sensibilidad artística, que le llevó a interesarse por la poesía y la música. A lo largo de toda su carrera literaria, esta afición a la música se haría notar en la belleza rítmica y sonora de sus versos.
De su juventud fue un perfecto humanista (hombre de Letras). Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Deusto (Bilbao), donde conoció a otro joven que también estaba muy interesado en la poesía: Juan Larrea. Ambos acabarían convirtiéndose en los dos máximos representantes, en España, de una corriente vanguardista llamada Creacionismo.
Al tiempo que se interesaba por estas innovaciones artísticas y culturales que intentaban romper con toda la tradición anterior (es decir, con los movimiento de la Vanguardia), Gerardo Diego sentía una fuerte admiración por la poesía clásica española (Lope de Vega, Góngora, etc.).
Siguió estudiando Filosofía y Letras en Salamanca y Madrid, y, una vez licenciado, comenzó a trabajar como profesor de instituto. Dio clases de Lengua y Literatura en distintos centros de enseñanza media de toda España (Soria, Gijón, Santander y Madrid), y siguió siendo un modesto profesor de instituto cuando ya era reconocido como uno de los grandes poetas españoles del siglo XX.
Mientras desarrollaba esta carrera docente, Gerardo Diego ejercía también una poderosa influencia en el mundillo literario. Fue uno de los principales promotores del homenaje a Góngora que, celebrado en 1927, dio nombre a su generación; además, fundó dos importantes revistas (llamadas Carmen y Lola) en las que publicaron sus poemas todos los jóvenes autores del momento.
También fue un gran crítico literario. En 1932 publicó un famosísimo libro titulado Poesía española. Antología (1915-1931), en el que recogía diferentes poemas de los jóvenes poetas españoles con los que había venido manteniendo alguna relación. Se trata de una de las obras capitales en la historia de las Letras españolas contemporáneas, pues en ella aparecieron reunidas, por vez primera, las composiciones de la Generación del 27. En la célebre antología aparecieron los versos de maestros consumados (Juan Ramón Jiménez) junto a jóvenes poetas que empezaban a despuntar (Aleixandre, por ejemplo, era casi un desconocido). Algunos de ellos, como el caso Juan Larrea, solamente pudieron ser leídos en España durante muchos años en dicho volumen. Pocas antologías pueden presumir de contener entre sus páginas a dos premios Nobel, antes de su concesión, como los citados J. R. Jiménez y V. Aleixandre.
En 1925 ganó el Premio Nacional de Literatura; después, a lo largo de toda su carrera poética, recibió otros galardones tan importantes como el Premio Cervantes (1979), que vino a reconocer la calidad de toda su obra. Fue elegido miembro de la Real Academia Española en 1947.
En abril de 2005 se inauguró la Fundación Gerardo Diego en Santander, en la rehabilitada Casa Museo Menéndez Pelayo. En ella se depositaron los más de quince mil volúmenes y la hemeroteca legada por el escritor santanderino a su ciudad natal.
Obra
En la obra poética de Gerardo Diego se unen los elementos procedentes de las corrientes innovadoras que florecían en Europa (Vanguardia) y los heredados de la mejor literatura española de siglos anteriores (tradición). Gerardo Diego es, en este aspecto, uno de los poetas más ricos y variados de todos los tiempos.
Cuando Gerardo Diego llegó a Madrid, estaban floreciendo en numerosos lugares de Europa las más variadas corrientes vanguardistas. Él se quedó fascinado por el Creacionismo de Huidobro, y en concreto por esa idea de crear, con el arte, un mundo propio en el que no tenía nada que decir la lógica del mundo real.
Al mismo tiempo, siguió escribiendo una poesía clásica de admirable perfección formal. Esta es, tal vez, la característica que mejor le define como poeta: su maravilloso dominio de cualquier técnica, que le permite brillar a igual altura como clásico y como innovador.
Este perfecto dominio de cualquier técnica poética le permitió, a su vez, practicar los más variados estilos. A veces, su poesía (tanto la moderna como la tradicional) presenta un lenguaje complejo, dirigido sólo a los "iniciados" en los secretos de la poesía; otras veces, es de una sencillez y una claridad sorprendentes. Pero todos sus versos, ya sean clásicos o vanguardistas, fáciles o difíciles de entender, son de una belleza deslumbrante.
Poesía clásica o tradicional
Gerardo Diego cultivó, desde sus primeros poemas hasta sus obras de vejez, la poesía clásica escrita según los modelos españoles del Siglo de Oro. Trató, en ella, los temas más variados: el amor, la religión, los paisajes (tanto del campo como de la ciudad) y sus propias aficiones (como la música y los toros).
Lo más interesante es que el poeta santanderino alternó al mismo tiempo esta forma clásica de escribir poesía con la elaboración de otros poemas totalmente distintos (los vanguardistas). No fue primero clásico, luego moderno, después otra vez clásico, etc.: fue clásico y vanguardista a la vez, supo asimilar al mismo tiempo, y con idéntico aprovechamiento, ambas influencias (la de lo antiguo y lo nuevo).
Sus poemarios más notables dentro de la esta línea clásica o tradicional son: El romancero de la novia (1918), Soria (1923), Versos humanos (1925), Ángeles de Compostela (1940), Alondra de verdad (1941), Sonetos a Violante (1961), Mi Santander, mi cuna, mi palabra (1961) y La suerte o la muerte (1963).
Gerardo Diego. "Romance del Duero".
Gerardo Diego. "El ciprés de Silos".
Poesía vanguardista
Gerardo Diego y su amigo Juan Larrea fueron, en España, los mejores representantes del Creacionismo, un movimiento de Vanguardia lanzado por el gran poeta chileno Vicente Huidobro. Los poetas creacionistas aspiraban a "crear", en sus versos, su propia realidad, muy distinta a la lógica del mundo existente.
Para ello, era necesario un lenguaje poético nuevo y, sobre todo, un mundo totalmente distinto al real, formado con imágenes originales e innovadoras. Gerardo Diego fue uno de los mejores autores de esas imágenes sorprendentes.
Sus principales libros vanguardistas son: Imagen (1922), Manual de espumas (1924) y Limbo (1951).