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Despuig y Dameto, Antonio (1745-1813).

Antonio Despuig y Dameto nació en Palma de Mallorca, en el palacio de Montenegro aún existente, el 30 de marzo de 1745.

Era el tercero de los ocho hijos de Ramón Despuig y Cotoner, tercer conde de Montenegro y quinto conde de Montoro, y de su esposa Maria Dameto y Sureda de Sant Martí, de la casa marquesal de Bellpuig. Después de cursar estudios primarios con preceptores privados, ingresó en el colegió jesuita de Montesión de Palma, donde en 1760 obtuvo el título de bachiller en artes. Este mismo año fue tonsurado y se le otorgó un beneficio de la catedral de Palma. Alumno del Estudio General Luliano de Mallorca, en él se licenció en filosofía en 1764.

Se trasladó seguidamente al feudo familiar de Montoro de Mezquita, en el Maestrazgo aragonés, donde existía una espléndida biblioteca, con intención de dedicarse al estudio, a la escritura y a la traducción de los clásicos. En la colegiata de Santa María de la vecina ciudad de Alcañiz recibió sucesivamente las órdenes menores (1768), el subdiaconado y el diaconado (1771) y la ordenación sacerdotal (1774). Una vez ordenado presbítero, fue nombrado canónigo de la catedral de Palma de Mallorca, cargo que asumió por poderes, puesto que éste comportaba la posibilidad de viajes de estudio y él ya se encontraba en Francia en aquel momento. Continuó su viaje por Italia, Alemania, los Países Bajos e Inglaterra, siguiendo las ciudades donde se habían celebrado concilios a fin de estudiar sus actas. Este periplo le permitió tener contactos con los grandes movimientos de la Ilustración europea, al tiempo que consolidaba una vasta cultura y el dominio de varias lenguas. Efectivamente, además de su catalán natal, hablaba español, francés, italiano, alemán, latín y griego.

En 1777 regresó a Mallorca con el nombramiento de juez conservador y vicario apostólico de la Orden de Malta en la isla. Intervino decisivamente en la fundación de la Sociedad Económica de Amigos del País de Mallorca, en cuyo seno organizó una escuela de bellas artes, de la cual fue nombrado director-censor en 1778. En la finca familiar de Raixa, en el interior de la isla, empezó a constituir una notable biblioteca que incluía una importantísima colección cartográfica medieval y numerosas obras de arte. Años después trasladaría a Raixa abundantes materiales procedentes de las excavaciones de Ariccia, en el Lacio, que él mismo había promovido.

En 1779 se doctoró in utroque iure en el Estudio General Luliano, universidad de la que ya era profesor y llegaría a ser sería rector entre 1783 y 1785. Antes, en 1780, había sido nombrado vicario general de los ejércitos de mar y tierra de Baleares. En 1782 fue nombrado académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1785 recibió el cargo de auditor para los asuntos del Reino de Aragón en la Sacra Rota Romana, por lo que tuvo que trasladarse a Roma. Desde allí, y siempre por poderes, accedió al cargo de chantre de la catedral de Palma (1786) y al obispado de Orihuela (1791). Fue consagrado obispo en la iglesia romana de Nuestra Señora de Montserrat en setiembre de aquel año, pero no se trasladaría a su diócesis hasta finales de marzo siguiente.

En el año 1794 hubo en la ciudad de Valencia unos violentos disturbios como consecuencia de la decisión de su arzobispo Francisco Fabián y Fuero de acoger a más de seiscientos clérigos, la mayoría con sus respetivas familias, fugitivos de la Revolución Francesa. El capitán general Duque de la Roca, mandó detener al arzobispo y nombró a Despuig para sustituirle. Éste se presentó inmediatamente en Valencia y tomó posesión del arzobispado bajo protección militar. Al final el rey Carlos IV lo presentaría oficialmente para esta sede metropolitana, a lo que accedió el papa Pío VI el 1 de junio de 1795. Sin embargo, Despuig se encontró con la hostilidad del clero valenciano, que le consideraba un intruso, y sólo permaneció seis meses en el cargo. Solicitó al rey y obtuvo el traslado a la archidiócesis de Sevilla.

Poco tiempo permaneció también en la capital hispalense, puesto que como consecuencia de su denuncia ante la Inquisición para que se incoara proceso por bigamia y ateísmo a Manuel Godoy, el Príncipe de la Paz, éste le envió a Roma para acompañar al arzobispo de Toledo Francisco de Lorenzana en una poco precisa misión diplomática (1796). Sólo una vez en Roma supo Despuig que el primado Lorenzana traía para él la prohibición expresa de regresar a España.

Con todo, regresó por unos meses cuando en 1798, a la caída de Godoy, Carlos IV le nombró consejero de estado. El papa Pío VI, desde su exilio de Valence, lo envió a la Curia Romana nombrándole patriarca titular de Antioquia (1799) al tiempo que lo mantenía como administrador apostólico de Sevilla, pero Despuig dimitió de ello cuando le fue ofrecido el cargo –espléndidamente retribuido- de archidiácono titular de la catedral de Valencia. En la convulsa y descabezada Roma cultivó una gran amistad con el cardenal Barnaba Chiaramonti, cercano a los postulados ilustrados y democratizantes de la República Cisalpina, gobierno títere impuesto por Napoleón en Italia.

Chiaramonti fue elegido papa en Venecia en 1800 y tomó el nombre de Pío VII. Éste, en el consistorio de julio de 1803, creó a Despuig cardenal presbítero de San Calixto –el mismo título que él había ostentado-, al tiempo que lo nombraba arcipreste de la Patriarcal Basílica de Santa María la Mayor. Desde 1808 hasta su muerte, Despuig compatibilizaría este cargo con los sucesivos de pro-vicario y luego cardenal-vicario de la diócesis de Roma y de camarlengo de la Santa Iglesia Romana.

Cuando Napoleón invadió Italia por segunda vez en 1809 y desterró a Pío VII primero a Savona y luego a Fontainebleau, Despuig lo acompañó. En Francia se opuso públicamente a la política intervencionista del emperador en la Iglesia y se negó en redondo a cooficiar el matrimonio de éste con la archiduquesa María Luisa de Austria. A pesar de ello y debido a su precario estado de salud, no fue incluido en la lista negra de clérigos refractarios y se le permitió volver a Italia. Se instaló en Lucca, entonces capital del efímero reino de Etruria que Napoleón había regalado a su hermana Elisa Bonaparte.

Falleció en la “Villa del Vescovo” de Lucca, el 2 de mayo de 1813, siendo enterrado en la catedral de San Martín de esa ciudad. En 1993 sus restos fueron trasladados a la iglesia de Santa Magdalena de Palma de Mallorca y sepultados junto a la tumba de Santa Catalina Tomás, a quien Despuig había biografiado y cuya causa de beatificación había promovido y obtenido.

Autor

  • Pere Galceran-Uyà