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HistoriaPolíticaBiografía

David I, Rey de Escocia (ca. 1082-1153).

Aristócrata británico, rey de Escocia entre 1124 y 1153, nacido hacia el año 1082 y muerto el 24 de mayo de 1153 en Carlisle, condado de Cumberland (Inglaterra). Su reinado se caracterizó por la reestructuración de Escocia en todos los niveles, principalmente políticos, religiosos y económicos, razón por la que David I ocupó un lugar destacado entre los monarcas de su época.

De la división a la reunificación de Escocia

David fue el sexto hijo de Malcolm III Canmore y Margarita (posteriormente canonizada como santa); no existen demasiadas noticias sobre su infancia, aunque sí se tiene la certeza de que pasó gran parte de su juventud en la corte de su cuñado, el rey inglés Enrique I que había tomado en matrimonio a su hermana Eadgyth (conocida en Inglaterra como Matilde). De hecho, el propio David también emparentó con el linaje inglés, cuando, en 1113, se casó con Elizabeth, hija de Waltulfo, conde de Northumbria, lo que le valió también la concesión, por parte de Enrique I, del condado de Huntingdon, así como de otros dominios señoriales en el condado de Northampton. De hecho, a través de estas alianzas matrimoniales, David quedó convertido en uno de los más poderosos nobles ingleses, contribuyendo con ello a la britanización de sus costumbres, uno de los influjos más poderosamente detectables en su posterior reinado escocés.

De hecho, fue la ayuda anglosajona la que le provocó su primera intervención con éxito en la política escocesa. A la muerte del rey de Escocia, su hermano Edgard (1107), el testamento de éste imponía una bipartición del reino que había sido unificado por el padre de ambos, Malcolm III; así, su otro hermano, Alejandro, había sido proclamado rey, manteniendo el dominio del principal territorio, el antiguo reino de Dalriada. Pero el mismo testamento otorgaba a David la gobernación de una amplia franja territorial, especialmente el antiguo reino de Strathclyde, así como parte de las regiones de Cumbria y Lothian. Ante este hecho, los clanes escoceses, sobre todo los MacDuncan (familiares directos de David), recelosos de la britanización de éste, instaron a su hermano Alejandro a que se hiciese con el gobierno de todos los territorios, para lo cual le brindaron apoyo armado. Fue necesario, por tanto, que David acudiese a Strathclyde acompañado de una cohorte de tropas inglesas para poder gobernar, conforme al testamento de su hermano.

Desde 1107 hasta 1124, David comenzó su labor de tolerancia y respeto; por una parte, intentó recuperar la confianza de los clanes escoceses gobernando con tolerancia hacia sus costumbres. Pero, a la vez, sus hombres de confianza, de origen inglés o normando, fueron haciéndose un hueco entre los barones autóctonos. Esta política de conciliación de intereses y, sobre todo, de integración de las dos fuerzas políticas del país debió de dar sus frutos, sobre todo porque en 1124, a la muerte de Alejandro, David volvió a reunir bajo su dominio el reino unificado de Escocia, demostrando con ello la validez de su predicamento en los ámbitos populares y, sobre todo, su total integración con todas las fuerzas políticas nobiliarias.

La tensión entre Escocia e Inglaterra

El siguiente hito en el reinado de David I fue la participación escocesa en los conflictos bélicos desatados a la muerte de Enrique I de Inglaterra. La herencia del trono no quedó demasiado clara en el testamento del difunto, por lo que se inició una contienda entre la emperatriz Matilde, sobrina de David I, y el sobrino de Enrique I, Esteban de Blois, que fue coronado como Esteban I en diciembre de 1135. David se apresuró, por lo pronto, a mostrar su disconformidad con ello y a ponerse al mando de un ejército para defender los derechos de su sobrina Matilde. La invasión escocesa de Inglaterra, en 1136, obligó a Esteban I a firmar una tregua con David I en 1137, mediante la cual se aseguró el dominio de Cumberland y de Huntingdon. El breve armisticio apenas duró un año, ya que David I volvió a invadir Inglaterra para intentar deponer a Esteban en beneficio de Matilde. Las tropas escocesas fueron derrotadas en la batalla de Standard (Yorkshire) el 22 de agosto de 1138; David, junto a su hijo Enrique, se refugió en Carlisle y aceptó la intervención de un legado pontificio para diseñar una nueva tregua, en la que Esteban I cedió los dominios que los escoceses habían logrado y que extendían el reino hasta los límites del río Till, aunque el dominio de Northumberland sería nominal, como feudo inglés.

La guerra se reanudó en 1141, aunque las campañas de desgaste fueron más bien escaramuzas con las cuales David pretendía inquietar a Esteban sobre cualquier apetencia de éste relacionada con Escocia. En estos años, David I contó con dos invitados de excepción: Enrique de Plantagenet, hijo de Matilde y de Godofredo de Anjou, el futuro rey inglés Enrique II, que veló sus primeras armas en ese conflicto bélico y fue nombrado caballero por el propio David I en 1149, no sin antes haberse asegurado de que Enrique respetaría los derechos escoceses sobre Northumberland. El otro personaje principal es el príncipe Enrique, hijo y heredero de David, que también tuvo una participación activa en el conflicto, pues a él fueron a parar las concesiones territoriales logradas por su padre: en 1136, el condado de Huntingdon, y en 1139 el señorío de Northumberland.

La reorganización interna de Escocia

Aun sin negar la evidente extensión territorial de Escocia durante el reinado de David I, la labor más importante la llevó a cabo en el interior. Al estar libre de la asfixiante presión política inglesa, problema endémico de la Edad Media escocesa, pudo acometer la reorganización del país desde una doble perspectiva: acomodar las ancestrales costumbres escocesas al proceso de feudalización, traído a las islas británicas tras el triunfo de la invasión normanda en 1066 pero que, en Escocia, todavía no se había dejado sentir.

Así, las provisiones de David I comenzaron a crear los rudimentos de la administración central escocesa, al sustituir el viejo poder territorial de los clanes por funcionarios nobiliarios, generalmente de origen normando, pero siempre al servicio del monarca. A su vez, la integración entre los barones feudales de origen normando y los clanes fue total, pues el propio rey se encargó de fomentar unas uniones matrimoniales que, hasta ese preciso instante, no estaban demasiado bien vistas; el dominio territorial de Cumbria fue, a la postre, decisivo en este aspecto puesto que las familias normandas allí residentes fueron las grandes beneficiadas de esta política de uniones con los clanes escoceses. Así pues, linajes de origen normando, como los Bruce, los Balliol o los Stewart (todos ellos cunas de futuros reyes escoceses), dieron comienzo a su preeminencia en Escocia durante la época de David I. También fue el primer monarca escocés en acuñar moneda de curso legal con su efigie, lo que prueba, a su vez, el incipiente despegue comercial de una economía, la escocesa, que se había basado en el intercambio hasta bien entrado el siglo XII. De hecho, David I, en un acto insólito, había asegurado la independencia de los campesinos escocesas sustrayendo de los dominios señoriales gran parte de los derechos de ban que correspondían a sus titulares, derechos que revirtieron, como garantía de paz, a la corona.

Otro aspecto importante, e íntimamente relacionado con ese despegue económico citado, fue el inicio de la urbanización de los burgos escoceses, que formarían, con el paso del tiempo, la incipiente red urbana del país. Generalmente, estas construcciones, fomentadas por la autoridad regia, se realizaron en los alrededores de las principales fortalezas del reino: Edimburgo, Berwick, Roxburgh, Perth y Stirling, entre otras. Esta profusión urbana tuvo su correspondencia en el campo, donde los señores terratenientes, fundamentalmente de origen normando, quedaron ligados a la Corona mediante el sistema feudal: donaciones de tierras a cambio de servicios militares. El elemento perturbador fue la ya comentada salvaguarda de los de los derechos de los campesinos propietarios, rara avis en la Europa feudal, pero que, sin duda, contribuyó hondamente a elevar la popularidad del rey.

El otro puntal en que se basó la reorganización interna de Escocia fue en el aspecto religioso. David I respetó, como habían hecho sus antecesores, la hegemonía del monasterio de Iona como centro de la Escocia religiosa, y también se subrogó el derecho a nombrar obispos para sus diócesis. Pero, a cambio, se fundaron numerosas sedes, entre ellas Aberdeen, Ross, Brechin o Dumblane, además de dar entrada a los monacatos cisterciense y agustino en Escocia y contribuir también a la modernización religiosa de su país. De hecho, a partir de 1141, el propio David rehuyó cualquier enfrentamiento exterior para dedicarse a esta labor, tendencia mucho más visible a partir de 1142. Los últimos años del monarca fueron un tanto amargos: su hijo Enrique, el heredero, falleció en 1152; quedó como sucesor Malcolm IV, más conocido como Malcolm el Niño; David, amargado por este funesto hecho, apenas sobrevivió un año y falleció en 1153. Su muerte abocó al país a unas amplias turbulencias en el reinado de Malcolm IV (1153-1165).

Bibliografía

  • MITCHINSON, R.: A History of Scotland. (Londres-Nueva York: Methuen, 1980).

  • MORGAN, K. O.: The Oxford History of England. (Oxford: University Press, 1988).

Enlaces en Internet

http://www.historic-scotland.gov.uk/live-root-historic/sw-frame.htm; Página oficial del gobierno de Escocia sobre diversas materias de la historia del país.

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez