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HistoriaBiografía

Curcio Rufo, Quinto (s. I d.C.)

Historiador latino de época imperial, autor de una célebre Historia de Alejandro Magno.

Vida

Se ha discutido ampliamente sobre la época en que vivió. A falta de testimonios antiguos sobre este autor, los críticos se han visto forzados a inferir los datos de algunos indicios presentes en su obra. Es seguro que Curcio vivió en la época del Principado, pues en su obra alude a un emperador ('un príncipe') con estas palabras: “el pueblo romano reconoce que debe la salvación a un príncipe que iluminó como un nuevo astro la noche que parecía ser la última” (X 9, 5). Ha sido datado, no obstante, en un horquilla cronológica muy amplia, que abarca desde la época de Augusto (31 a.C.-14 d.C.) hasta la de Teodosio (siglo IV d.C.), si bien lo más plausible y comúnmente aceptado es que escribiera en el siglo I d.C., en tiempos del emperador Claudio (41-54 d.C.) o de Vespasiano (69-79 d.C.). De aceptar la datación en época de Claudio, se le podría identificar con un Curcio Rufo mencionado por Tácito (en Anales XI 20-21) y por Plinio (VII 27, 1-3): de este Curcio Rufo se sabe que, a pesar de su humilde origen (se dice que era hijo de un gladiador), logró desarrollar una importante carrera pública y llegó a ser cónsul sufecto en el año 43 d.C., legado del ejército romano en el Rin superior y, finalmente, procónsul en África. Si, por el contrario, se prefiere la datación en época de Vespasiano, entonces quizá se podría identificar al historiador con un Curcio Rufo citado como rétor por Suetonio (en De grammaticis et rhetoricis XXXIII).

Contenido de la obra

La única obra atribuida a este autor, la Historia de Alejandro Magno (Historiae Alexandri Magni Macedonis), constaba de diez libros. No se han conservado los dos primeros; los libros 3, 5, 6 y 10 presentan algunas lagunas en el texto. Los libros conservados comprenden el relato de las hazañas de Alejandro Magno, desde el año 333 a.C. hasta el 323 (fecha esta última de la muerte del rey y de la consiguiente división de su imperio entre sus generales: los llamados Diádocos). La distribución de la materia es como sigue:

En el libro III los episodios principales son el recuento de las tropas persas de Darío, la historia de Filipo (médico del rey) y la batalla de Iso (333 a.C.), en que Alejandro vence al rey persa Darío III.
El libro IV se dedica al asedio de Tiro, la consulta del oráculo de Amón y la batalla de Gaugamelas (330).
El libro V narra el período final de la vida de Darío III, muerto el año 330.
El libro VI se refiere a acontecimientos del mismo año 330, como el motín de Hecatómpilos, el encuentro con las amazonas en Hicarnia y la conspiración de Filotas.
El libro VII continúa con el juicio de Amintas y el asesinato de Parmenión (ambos implicados en la conspiración de Filotas). A continuación se describe la marcha por el desierto de la Sogdiana (328).
Los episodios dominantes del libro VIII son el asesinato de Clito, general de Alejandro, como consecuencia de una riña habida con el rey en el transcurso de un banquete; la conspiración de los pajes; y la batalla del río Hidaspes (326).
En el libro IX se narra el motín de la tropa en el río Hipasis, el heroísmo de Alejandro en el asalto de la fortaleza de los sudracas (donde es herido gravemente) y la marcha por el desierto de Gedrosia (325).
Finalmente, el libro X contiene la muerte de Alejandro (junio 323) y los acontecimientos derivados de la misma: especialmente la disputa entre sus generales y la división del imperio entre ellos.

Género literario: la historia novelada

La obra es más un relato novelado que una historia. Así, muchos críticos han sostenido que la intención del autor era meramente divertir y entretener a sus lectores, más en la línea de un novelista que de un auténtico historiador. En efecto, Curcio selecciona relativamente pocos episodios de la vida de Alejandro para lograr un efecto dramático. El resultado es una narración amena, novelesca, moralizante y retórica. Inserta numerosos discursos, y el relato está salpicado de comentarios morales y de arbitrarias dilucidaciones de motivos. En realidad, Curcio escribe su obra, más que en la tradición historiográfica, en una doble tradición: retórica y novelesca. Por un lado, Alejandro era un tema manido en las academias de retórica como paradigma (a efectos de declamaciones) de virtudes y de vicios; se le solía presentar como ejemplo de amistad, sufrimiento, iracundia, clemencia, soberbia y, sobre todo, de ansia de poder. Se ha postulado que Curcio pretendía realizar en esa línea retórica un tratamiento a gran escala del personaje de Alejandro. Por otro lado, Curcio está siguiendo una tradición literaria de la cultura helenística, que había hecho del rey macedónico una especie de héroe novelesco y que gustaba del relato de sus aventuras y conquistas por las exóticas tierras de Oriente, en medio de un ambiente fabuloso. Historiadores griegos de época helenística ya novelaron la vida de Alejandro Magno en esas coordenadas: para éstos, la vida de Alejandro era un pretexto para narrar episodios novelescos, describir paisajes exóticos y presentar escenas cargadas de dramatismo. En conclusión, Curcio se hace eco de esa doble tradición, retórica y novelesca.

Valor histórico y literario

Como obra historiográfica, la Historia de Alejandro Magno presenta numerosas insuficiencias. Ya el propio autor admite que ha copiado de sus fuentes más de lo que él mismo creía verdadero (IX 1, 34). Por otro lado, Curcio no narra todos los hechos, sino que prefiere seleccionar el material que le interesa, con vistas a su narración novelada. Los datos geográficos adolecen de numerosos errores factuales. Abundan las inexactitudes históricas. La obra carece de plan organizativo: las escenas y episodios se suceden y yuxtaponen azarosamente, sin designio compositivo alguno. La descripción de las batallas suele resultar confusa, cuando no incomprensible. Desde un punto de vista histórico, Curcio parece ignorar el sentido global de la carrera de Alejandro, su importancia histórica como artífice de la expansión del helenismo; por el contrario, se hace una presentación mítica de Alejandro, más como héroe de leyenda que como protagonista histórico. Además, se revela una flagrante contradicción entre los juicios negativos que sobre Alejandro abundan en el cuerpo de la obra (por ejemplo, en VI 2, 1-4 o en VI 6, 1-11) y el hiperbólico encomio final (X 5, 26-36).

Junto a estos defectos, no se puede negar que la obra tiene interés, tanto histórico como literario. Dada la pérdida casi total de la historiografía griega de época helenística sobre Alejandro, Curcio a veces preserva información preciosa y explica algunas cuestiones que no se tratan en ninguna otra fuente conservada (sobre todo, a propósito de las acciones y motivos persas). Ocasionalmente ofrece pintorescas descripciones de curiosidades de la naturaleza, o de costumbres extranjeras. Literariamente, es la primera obra latina en prosa que versa sobre acontecimientos ajenos a Roma, y sobre un héroe foráneo. El relato resulta ameno, pues el autor se recrea en lo sensacional y espectacular, y muestra especial habilidad para desarrollar escenas de marcado carácter emotivo. El estilo literario es vivo y colorido, con numerosas frases sentenciosas y una estructura sintáctica variada (con preferencia por las frases cortas y lacónicas). Llaman la atención los discursos, que a veces se presentan en un par, para caracterizar las actitudes contrastadas de dos personajes. De acuerdo con el propósito de Curcio Rufo, que es principalmente interesar al lector y excitar su imaginación, el carácter de Alejandro Magno es pintado como una mezcla de crueldad y generosidad, de virtud y corrupción. Desde el punto de vista moral y filosófico, se presenta a Alejandro como paradigma de una moraleja que podría resumirse así: el éxito y el poder conllevan corrupción moral, y ésta, a su vez, es fuente de desgracias. Así, el rey comienza como un joven cabal, pero posteriormente se corrompe, mimado por una Fortuna propicia, hasta que incurre en la degradación moral de copiar las costumbres de los pueblos orientales que ha conquistado. Así se lee en VI 2, 1-4:

Pero tan pronto como el espíritu de Alejandro se vio libre de la amenaza de las preocupaciones (su espíritu soportaba mejor las penalidades de la milicia que el descanso y el ocio), cayó víctima de los placeres, y al que no habían podido abatir las armas de los persas, lo derrotaron sus propios vicios: banquetes iniciados antes de la hora habitual, placer inmoderado tanto de beber como de trasnochar, juegos y tropas de concubinas. Todo en él se deslizó hacia las costumbres extranjeras; emulándolas como si fueran mejores que las suyas propias, de tal manera ofendió los ánimos y, al mismo tiempo, la vista de sus compatriotas, que muchos de sus amigos lo juzgaron traidor a su patria. [...] Esto dio origen a frecuentes complots contra su vida.” (traducción de F. Pejenaute).

Fuentes

Las fuentes que Curcio usó para documentar su relato son básicamente historiadores griegos sobre Alejandro de época helenística, y especialmente Clitarco, Timágenes y Ptolomeo I. Clitarco (cuya obra se ha perdido) es la referencia principal que sigue Curcio, aunque posiblemente a través de una fuente latina intermedia. En su historia, Curcio usa muy libremente estas fuentes: a veces las mezcla, o pasa indiscriminadamente de una a otra; otras veces las une en confuso batiburrillo.

Pervivencia

A su vez, la obra de Curcio habría de gozar de gran favor como lectura popular durante la Edad Media. De ahí que se hayan conservado más de 100 manuscritos medievales, que se pueden datar desde el siglo IX hasta el XV. La principal importancia cultural de la Historia de Curcio Rufo ha sido ser fuente, junto a la novela de Alejandro escrita en latín por Julio Valerio en el siglo IV d.C. (adaptación por su parte de una obra griega de Pseudo-Calístenes), de la Alejandreida de Gautier de Châtillon, epopeya medieval en 10 libros compuesta hacia el 1180 en hexámetros dactílicos (ésta a su vez es fuente del francés Roman d’Alexandre y del español Libro de Alexandre). La primera edición impresa del texto latino de la obra apareció en Venecia, en 1470. Se publicaron tempranamente traducciones a lenguas europeas, lo que testimonia el éxito de la obra: al italiano (1478), español (1481), alemán (1491) y francés (1540). Desde entonces, y hasta nuestros días, las ediciones y traducciones han proliferado.

Bibliografía

  • ATKINSON, J.E.: A commentary on Q. Curtius Rufus’ Historia Alexandri Magni. Books 3-4. Amsterdam: Gieben, 1980.

  • PEJENAUTE RUBIO, F., Quinto Curcio Rufo. Historia de Alejandro Magno. Madrid: Gredos (Biblioteca Clásica 96), 1986. Traducción castellana, con completa introducción en págs. 7-70.

  • RUTZ, W.: “Zur Erzählungskunst des Q. Curtius Rufus”, en H. Temporini-H. Haase (ed.), Aufstieg und Niedergang der römischen Welt II 32.4. Berlín-Nueva York: Walter der Gruyter, 1986, 2329-57.

G. Laguna Mariscal

Autor

  • glm