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PinturaBiografía

Correa Muñoz, Rafael (1867-1957).

Pintor chileno, nacido el 15 de enero de 1867 en el municipio santiaguino de San Isidro, y fallecido el 18 de mayo de 1957 en Santiago, a los noventa años de edad.

Fueron sus padres Antonia Muñoz Muñoz y Roque Correa Echagüe, miembro del ilustre linaje brasileño de los Correia de Saa, que se había establecido en Chile el siglo antes.

Su talento para las artes pictóricas se manifestó muy temprano, así que sus padres decidieron que ingresara en la Academia de Bellas Artes para estudiar bajo la dirección de Juan Mochi; a partir de 1884 pasó a ponerse bajo la tutela de Pedro Lira Rencoret y, finalmente, de Juan Francisco González Escobar. Su interés se centró en un principio en los temas históricos, materia en la que destacó, con tan sólo quince años de edad, con la obra Ercilla grabando una estrofa en el tronco de un árbol, que le mereció el reconocimiento de los críticos en los salones oficiales. En 1884 llegó la primera mención honrosa, el primer premio tres años más tarde y el segundo al año siguiente. Para entonces ya había comenzado a instruirse en las artes del retrato, los temas costumbristas y los paisajes, temas en los que se mostró como un consumado artista, como así se le reconoció en la Exposición Universal de París. Poco después, en 1898, se alzaba con el premio Maturana de paisaje, concedido en Santiago.

En 1897 fue becado por el Ministerio de Instrucción Pública para ir dos años a Europa a ampliar su formación; estuvo primero en España, donde tuvo oportunidad de estudiar en el taller del maestro Modesto Urgell, una etapa provechosa de la que merece la pena destacar el cuadro En el campo, que fue reproducido por la revista La Ilustración artística de Barcelona. Dejó España para ir a París y allí ingresar en la prestigiosa Academia Julian, dirigida por Jean Paul Laurens y Benjamín Constant, en donde también estudiaron otros ilustres artistas chilenos, coetáneos suyos, como Plaza Ferrand, Manuel Thomson y Pedro Reszka. Sin embargo, apenas un año después, vio como su bera era suspendida, sin que las peticiones de sus maestros sirvieran de nada, así que Correa Muñoz se vio obligado a ganarse el sustento con lo que obtenía de vender sus cuadros.

De esta manera sobrevivió hasta 1903, año en que regresó a Santiago, y se alzó con el premio en el Salón Oficial, un reconocimiento que seguía al del año anterior, la segunda medalla obtenida en la Exposición de Buffalo, en Estados Unidos. En 1905 expuso en Valparaíso una retrospectiva de sus cuadros, que vendió a precios muy altos, lo que le permitió reunir suficiente dinero para marchar de nuevo a Europa. Mientras tanto fueron llegando otros premios, como la medalla de plata en la Exposición del Centenario, que tuvo lugar en Buenos Aires en 1910, en la que presentó las obras La vuelta al trabajo y Arrieros tomando mate. A su vuelta a Chile realizó una nueva exposición, con la que su figura se consolidó definitivamente como uno de los valores de la pintura chilena. En 1928 se hizo cargo de la dirección de la Sociedad Nacional de Bellas Artes.

Sus cuadros, pintados por lo general en enormes formatos (según algunos críticos en lo que no era más que un desquite por su su corta estatura), y los temas muestran sus aficiones, como las antigüedades (ejemplo de lo cual es la tela titulada La mesa del coleccionista), los temas campesinos -aunque no inspirados en la gente del campo, sino en los animales-, o los maestros holandeses del siglo XVII. Entre sus obras hay que mencionar algunas como Sol de la tarde en el potrero, Entre cardos o Joven campesina junto a una vaca abrevando. Durante sus últimos años de vida se aficionó a otras ramas del saber, como la medicina, la astronomía, o la escultura, muestra de lo cual son obras como Mujer araucana, también realizadas con la misma ampulosidad gigantesca que se reflejó en su obra pictórica.

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