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FilosofíaLiteraturaBiografía

Coleridge, Samuel Taylor (1772-1834).

Poeta y literato inglés, nacido en el condado de Devonshire, en las cercanías de Londres, el 21 de octubre de 1772 y fallecido en la propia ciudad del Támesis el 23 de julio de 1834. Su obra, poco difundida, fragmentaria y corta, es una de las cumbres más altas del romanticismo británico, a la altura de otros reputados y más conocidos vates de las islas, como Lord Byron, Percy B. Shelley o John Keats.

Samuel Taylor Coleridge.

Perfil biográfico

Samuel fue el benjamín de una extensa familia (contaba con trece hermanos más) que habitaba en las cercanías rurales de Londres. Su padre era pastor protestante y maestro escolar de la pequeña villa de Ottery Saint Mary (Devonshire), y muy pronto sintió una especial devoción por el hijo más pequeño, quizá debido a que el carácter de Samuel, tímido, reservado e introvertido, ya rezumaba varias de las características que mostraría posteriormente en su obra poética. En 1781, cuando Samuel contaba con nueve años, su padre falleció, lo cual creó un gran desasosiego interno en el pequeño, que vio acrecentarse la precaria situación familiar tras el deceso paterno. Además, se vio obligado a marchar a una institución caritativa londinense, el Christ' s Hospital, donde recibió una esmerada educación en letras y encontró dos importantes valores humanos que, posteriormente, serían objeto de su reflexión lírica: la amistad -con el erudito, poeta y ensayista londinense Charles Lamb, compañero y cómplice en el colegio- y el amor -con su recordada Mary Evans, hermana de un compañero de estudios, que se convirtió en una de sus primeras musas.

A los quince años abandonó el Christ' s Hospital para cursar estudios superiores en uno de los más prestigiosos foros de Cambridge, el Jesus College. Sin embargo, el carácter autodidacto que tanto gustaba a su padre, y que ya había mostrado en educación primaria, le impulsó a abandonar los estudios superiores, a lo que se vino a unir la rigidez académica y la exacerbada disciplina de Cambridge, y el proceso de rebeldía juvenil que sufría su alma inquieta e imaginativa. Dejó los pupitres por las mesas de juego, los libros por los naipes y la literatura por el dinero, pero el resultado fue catastrófico: antes de ser expulsado del Jesus College y abrumado por las deudas de juego, se enroló en la caballería, adoptando el ampuloso nombre de Silas Tomkym Comberbacke. Su físico débil y su corta estatura no le auguraban demasiado éxito en la recia caballería británica, aunque su talento para la literatura y los juegos de palabras, al menos le procuraron un puesto en el servicio de los establos... a cambio de que Samuel redactase cartas de amor firmadas por los oficiales superiores y, naturalmente, destinadas a damas de alta alcurnia de la sociedad victoriana. No pasó el poeta demasiado tiempo despachando alimento de bestias, pues la situación económica de su familia había mejorado algo y sus hermanos, horrorizados ante el modo de vida de Samuel, pagaron la suma necesaria para que abandonase la caballería y éste redimiese sus deudas, lo que significó su regreso al Jesus College de Cambridge. Pero su antaño introversión se había ido transformando paulatinamente en una radicalización de posturas, no sólo vitales sino también políticas, que volvería a chocar con el espartanismo intelectual universitario. Así pues, Samuel Taylor Coleridge abandonó Cambridge en 1794, con veintidós años, sin conseguir graduarse, sin un penique en los bolsillos y con su portentosa pluma como única compañera de viaje.

De Pantisocracia a la amistad con Wordsworth

La posición radical de Samuel, su visión de la sociedad como un muro infranqueable que coartaba las iniciativas individuales de sus componentes y, en definitiva, la rebeldía bucólica de un espíritu inquieto corrió paralela a una de las modas más destacadas en la Gran Bretaña de finales del siglo XVIII: la creación de células de convivencia, comunas, donde la poesía, el trabajo y la utopía primaban por encima de otros valores. Para ello contó con el apoyo de otra de sus grandes amistades: el poeta Robert Southey, quizá de menor talento que Samuel pero con una inmensa capacidad resolutiva para plasmar líricamente sus utópicas, amenazadoras y radicales ideas con respecto a la sociedad. Southey, uno de los personajes ridiculizados y denigrados en las febriles sátiras poéticas de Lord Byron, proyectó junto a Samuel la creación de una comuna llamada Pantisocracia, situada en Pennsilvania (Estados Unidos), en un paisaje idílico donde el colectivo poético, agrario y verdaderamente humano formado por ambos poetas y sus selectos acompañantes encontrarían la tan anhelada paz y sosiego que la sociedad europea les negaba. Precisamente fue cuando, absorbido por el entramado utópico de Pantisocracia, Samuel tomó una decisión clave en su vida: contraer matrimonio con Sara Fricker, hermana de la prometida de Southey. El fracaso de la comuna, la cual no se llegó ni siquiera a realizar, fue también el inicio del tortuoso matrimonio entre Samuel y Sara, cuyos problemas y devenires causaron, incluso, bastantes percances psicológicos en la frágil mente del poeta.

En 1795, un año después de abandonar Cambridge y de celebrarse las nupcias, se produjo el acontecimiento que, desde una perspectiva poética y personal, iba a delimitar formal y funcionalmente el desarrollo de la obra lírica de Samuel: su encuentro con el también poeta William Wordsworth. La convivencia, los paseos, las discusiones y el intercambio intelectual entre ambos vates, acompañados de la hermana de William, Dorothy, fueron causa de que Samuel se dedicara de lleno a la literatura, así que se centró en explorar las formar líricas y en delimitar su estética como versificador. Desde ese año hasta 1798 se pueden datar la inmensa mayoría de las composiciones poéticas de Coleridge, que entregó su primer volumen de poesías a la imprenta en 1796 y, a primeros de 1798, fundó una revista semanal de literatura llamada Wachman, que tuvo una de vida efímera, ya que se extinguió a los diez números de tirada.

Ese mismo año, a pesar del aparente buen momento del que disfrutaba, recibió una pensión vitalicia de los hermanos Wedgwood para que se dedicase de forma íntegra a la literatura, lo que le impulsó a cambiar de aires, de forma que entre 1798 y 1799 viajó a Alemania, con el objeto de estudiar el idioma para aprender filosofía. La aventura sólo duró un año y dejó, además, unas secuelas terribles, ya que tras su regreso a Londres, empeoró su relación matrimonial y él se sumió en una profunda y amarga depresión que, incluso, le influyó para que perdiese peso y el cabello. Intentó reanudar su amistad con los hermanos Wordsworth trasladándose a vivir desde Bristol, donde residía con su esposa y su hija, a Londres, cerca de aquéllos; pero de nuevo su espíritu le jugó una mala pasada. Influido sin duda por su frustrante matrimonio, Samuel se enamoró completamente de otra Sara, esta vez apellidada Hutchinson, hermana de la que en 1802 se convertiría en esposa de William Wordsworth. El encanto, la simpatía, la inteligencia y la afinidad por la poesía de Sara Hutchinson contrastaba, ciertamente, con el escaso interés que, en general, las acciones de Samuel habían despertado en su esposa legítima. Abrumado por su miseria vital y sus tendencias enfermizas, el poeta comenzó a aficionarse al láudano (bebida medicinal compuesta de vino, azafrán, clavo y opio, altamente sedante), un brebaje al que muy poco tardó en hacerse adicto para ruina de su bolsillo y de su salud.

Los últimos años del poeta

Un notable empeoramiento físico acontecido durante el duro invierno de 1803 fue el fermento que hizo explotar, en la mente del poeta, una idea que ya llevaba algún tiempo sopesando, especialmente después de su crisis matrimonial: establecerse en un país más cálido, más benigno meteorológicamente y con un clima más beneficioso para su frágil salud. Así, a principios de 1804 Samuel se estableció en la isla de Malta, donde permaneció durante dos años más, en los cuales volvió a recuperar el tono físico y mental adecuado. Pero cuando regresó a Londres en 1806, los acontecimientos se precipitaron: su mujer se separó de él definitivamente y, a pesar del salario que había recibido durante su estancia mediterránea, como secretario del gobernador de la isla, no tuvo más remedio que ponerse a trabajar como redactor de artículos periodísticos, escritor a sueldo, conferenciante ocasional... cualquier empleo que le reportase algún beneficio económico por mísero que éste fuera. Su principal cometido desde ese momento lo desempeñó como redactor de la sección literaria del diario londinense Morning Post, así como una revista literaria semanal, dependiente de tal periódico, llamada The Friend, de la cual era Coleridge responsable absoluto. Sus conferencias literarias en los foros británicos eran muy apreciadas, especialmente sobre la literatura de Shakespeare, una de las grandes pasiones de Coleridge; sin embargo, su salud se deterioraba paulatinamente y su adicción al láudano propiciaba que incluso sus más afines comenzasen a desconfiar de su vasta capacidad intelectual. A esta precaria situación vital se unió un grave quebranto espiritual: su antaño amigo Wordsworth rompió los lazos de amistad que les unían.

La vida del poeta se fue deteriorando paulatinamente, pese a que, inducido por la piadosa Dorothy Wordsworth, su amigo William hizo un público acto de reconciliación con Samuel en el año 1812. A partir de 1816, por ejemplo, el poeta enfermo se trasladó a vivir al londinense barrio de Highgate, en casa de un médico amigo suyo, James Gillman, puesto que era la única forma de poder seguir trabajando al necesitar, cada vez más, cuidados urgentes, medicamentos y atención sanitaria constante. Allí recibió la visita de su amigo Southey, hacia finales de 1818, y ello pareció animarle repentinamente a proseguir con sus escritos en prosa. Incluso la maltrecha amistad con Wordsworth se recuperó del todo en el año 1828, cuando acompañó al matrimonio Wordsworth y a la hermana de William, Dorothy, en un viaje por Alemania, recorriendo las riberas del Rhin. Pero su reumatismo y sus dolores no le permitieron llegar al final, por lo que, pasados apenas quince días, regresó a Londres. Desde finales de 1828 Samuel Taylor Coleridge permaneció aislado en la casa de James Gillman, leyendo libros de filosofía (principalmente de Kant) y preparando su ansiada opera magna filosófica. La muerte le sorprendió seis años más tarde, en julio de 1834, dejando inconclusos, como casi durante toda su vida, la mayoría de sus planes intelectuales. Algunos días antes, sintiendo la llegada de la muerte, dejó escrito un epitafio poético que sintetiza mejor que muchas opiniones su travesía por la vida y su muerte:

Stop, Christian passer-by! Stop, child of God,
and read with gentle breast. Beneath this sod
a poet lies, or that which once seem' d he.
O, lift one thought in prayer for S.T.C.,
that he who many a year with toil of breath
found death in life, may here find life in death!
Mercy of praise: to be forgiven for fame
he ask' d, and hoped, through Chris. Do thou the same!

("¡Detente, caminante cristiano! Detente, hijo de Dios,
y lee con manso pecho: bajo esta tierra
yace un poeta, o al menos eso una vez pareció.
¡Ó, eleva una meditación como plegaria por S.T.C.,
para aquel que muchos años con esfuerzo alentando
encontró la muerte en vida, pueda aquí encontrar vida en la muerte!
Misericordia por la oración: que sea perdonado por la fama
que solicitó, y esperó, por medio de Cristo. ¡Haz tú lo mismo!").

Obra literaria

Poesía lírica

El motor de la lírica romanticista de Samuel Taylor Coleridge es, como su propia vida, difícil de sintetizar en pocas palabras. Harold Bloom, explica que "su vida y el autoabandono de sus ambiciones poéticas continuamente nos convencen de la necesidad de hallar en él parábolas del fracaso del genio" (Coleridge, op. cit., p. 9). Efectivamente, salvo la época de máxima cordialidad entre él y Wordsworth, Samuel nunca escribió poesía con constancia, además de que jamás, salvo esporádicamente y por oficio, el poeta escribió en metros después del año 1807, desde este año y hasta el final de sus días sólo se dedicó a la prosa. En 1798 se publicó un volumen de poesías líricas debidas a las adolescentes plumas de Coleridge y Lamb, los amigos del Christ' s Hospital, titulado Rosamund Gray, pero las primeras composiciones en plena madurez comienzan con los que el crítico literario Harold Bloom denomina "poemas demoníacos", triada compuesta por The rime of the Ancient Mariner, Christabel y Kubla Khan. El enfrentamiento de Coleridge entre su carácter extravertido y la rígida moral, unido a su constante lucha interior por flexibilizar, adecuar y adaptar las normas cristianas a su propia moral, pues era un gran creyente, provocó una reacción entre el triángulo bien-mal-Dios. A través de la interacción de estos conceptos, Coleridge buscó el perdón del mal a través de Dios, para así llegar al bien; dejando de lado la consecuente moralidad de los poemas, Coleridge destacó sobremanera por dibujar paisajes, relacionados con el mal, de contenido agreste, solitario, indómito, con toda la belleza lírica inherente a los topos del romanticismo.

Poemas demoníacos

En su más lograda composición, The rime of the Ancient Mariner, el propio protagonista, un viejo marinero por el que el poeta habla en primera persona, captura al invitado de una boda para contarle una terrible historia: en uno de su viajes, mató a un albatros (acto de mal agüero en el universo cotidiano de los hombres de la mar), por lo que las calamidades del viaje fueron inmensas a partir de ese momento:

Day after day, day after day, "Día tras día, día tras día,
we stuck nor breath nor motion: aguantamos, sin movimiento ni soplo:
as idle as a painted ship tan ociosos como un barco pintado
upon a painted ocean. sobre un océano pintado.

Water, water, everywhere, Agua, agua, por todas partes,
and all the boards did shrink; y todas las provisiones reducidas;
water, water, everywhere, agua, agua, por todas partes,
nor any drop to drink. mas ninguna gota para beber."

Como castigo, después de soportar el hambre, la sed y los cambiantes vientos, un buque aparece en lontananza, dirigido por la Muerte y por la Vida-en-la-Muerte, las cuales se juegan a los dados el destino de la tripulación. Mientras que la primera gana la vida del resto de marineros, que mueren uno a uno tras fijar su odio en el marinero culpable de su muerte, la Vida-en-la-Muerte "salva" al Anciano Marinero, condenándole a un estado horroroso, uno de los máximos temores de Coleridge: estar vivo físicamente, muerto en espíritu:

One after one, by the star-dogged moon, "Uno tras otro, bajo una luna estrellada
too quick for groan or sigh, muy rápido como para gemir o suspirar,
each turned his face with a ghasty pang, cada uno giró su rostro con horrible dolor
and cursed me with his eye. y me maldijo con su mirada.

Four times fifty living men, Cuatro veces cincuenta hombres vivos,
(and I heard nor sigh nor groan) (y no oí ni suspiros ni gemidos)
with heavy thump, a lifeless lump, como un pesado golpe, despojados de vida,
they dropped down one by one. fueron cayendo uno a uno."

El viaje prosigue hacia el Polo Norte, donde los marineros vuelven a la vida gracias a una columna de ángeles que transportan de nuevo su alma a su cuerpo; la venganza hace que, sin embargo, el Anciano Marinero sea el único tripulante del buque, que es arrastrado por el capricho de la Vida-en-la-Muerte a países remotos. Finalmente, un eremita confiesa al Anciano Marinero, que expía su pecado, pone fin al viaje fantasmagórico y regresa a su ciudad natal con la lección aprendida: hay que tratar bien a todas las criaturas, pues son obra de Dios y ante Él se deben juzgar las cuentas. Los otros dos poemas del grupo, Christabel y Kubla Khan, comparten, según Harold Bloom, el tema de la "búsqueda mágica que se fija como meta la reconciliación entre la autoconsciencia del poeta y una forma más ilustre del ser, unida a un perdón divino" (Coleridge, op. cit., p. 11). A pesar de que, durante los años en los que formó el segundo grupo de poemas, abandonó un tanto los escenarios tétricos y la ornamentación maligna y tenebrosa de sus versos, en la última parte de sus poemas, como Limbo o Ne Plus Ultra, Coleridge volvió a retomar estos temas, marcando el punto de retorno, también líricamente, a los sueños insatisfechos.

Poemas conversacionales

Siguiendo con la terminología acuñada por Harold Bloom, éste sería el grupo lírico compuesto bajo, con o sobre la influencia de su intercambio cultural con Wordsworth. El tema clave es el sufrimiento personal, el sufrimiento de Coleridge, como vía de redención para que una persona, generalmente su amada, logre la alegría que a él le es negada. El aspecto derrotista del autor encuentra, de esta manera, una original forma de conexión entre lírica amorosa y sus propias carencias internas. A este grupo pertenecen tres poemas, The Eolian Harp, Dejection y la nombrada To William Wordsworth, pero quizá sea la bella Frost at Midnight la que represente, en mayor medida, la plasmación del universo subjetivo y febril del autor, especialmente ducho en las regresiones hacia su infancia. En este poema, repasa su propia pubertad para hallarla, si no desgraciada, sí falta de protección, cuidado y cariño. En la composición ofrece a un bebé que dormita a su lado, presumiblemente su hija, la promesa de un mundo mejor para él, pues el poeta ya ha sufrido lo suficiente por los dos:

[...] My babe so beatiful! it thrills my heart
with tender gladness, thus to look at thee
and think that they shalt learn far other lore
and in far other scenes! For I was reared
in the great city, pent 'mid cloisters dim,
and saw nought lovely but the sky and stars.
But thou, my babe! shalt wander like a breeze
by lakes and sandy shores, beneath the clouds
[...]

([...] ¡Mi niño tan hermoso! ¡Me enternece el corazón
con tierno gozo, el mirarte así,
y pensar que aprenderás lejanos otros conocimientos
en otros escenarios lejanos! Pues yo fui educado
en la gran ciudad, encerrado en lóbregos claustros
y nada agradable veía, salvo el cielo y las estrellas.
Pero tú, ¡mi pequeño!, vagarás como una brisa
a través de lagos y playas arenosas, por debajo de las nubes...")

Del resto de su producción poética, además de los citados poemas Limbo o Ne plus ultra, que marcan cierto regreso a los temas demoníacos, no queda nada más destacado que ambos grupos de poesías explicados, y no por falta de calidad sino por ausencia de tensión lírica. La mayoría, como Work without hope o Youth and Age, escritas hacia finales de 1827, evidencian la preocupación eterna del poeta por la muerte, pero se limitan a reproducir varios tópicos de la literatura macabra europea vigentes desde la Edad Media. En cualquier caso, no quiere decirse con esto que los poemas tengan poca calidad, sino únicamente que le falta el ritmo compositivo y original que había caracterizado a Coleridge desde sus impetuosos inicios. Y, tanto para aseverar esto último, como para rubricar la belleza de la lírica romanticista del poeta, valga este delicioso fragmento, extraído de Youth and Age:

Verse, a breeze mid blossoms straying,
where Hope clung feeding, like a bee...
Both were mine! Life went a-maying
With Nature, Hope, and Poesy,
when I was young!
When I was young?- Ah, woeful when!
Ah, for the change 'twixt Now and Then
[...]

("Verso, una brisa errando entre flores,
donde Esperanza se cuelga alimentándose, como una abeja
¡ambas eran mías! La Vida caminaba celebrando mayo,
con Naturaleza, Esperanza y Poesía,
¡cuando yo era joven!
¿cuándo era yo joven? ¡Ay, desdichado cuando!
¡Ay, por el cambio entre Ahora y Entonces!...")

Prosa y ensayo

Los primeros devaneos prosaicos de Coleridge ocurrieron, naturalmente, durante su etapa londinense de juventud, en la cual se puso en contacto con el pensamiento social reformista y liberal emanado de la Revolución que sacudía no sólo la vecina Francia, sino todo el Viejo Continente. Así, su primer obra en prosa fue una tragedia, redactada en colaboración con su amigo Robert Southey, titulada The fall of Robespierre (1794), en la que ambos se muestran cegados por el espíritu libertario emanado por la Revolución Francesa. Precisamente la publicación de esta tragedia daría pie a la famosa y fallida aventura de Pantisocracia citada con anterioridad, en lo que debería haber sido la praxis vital de todo su pensamiento escrito, tanto en el plano político como en el social. Empero, esta incursión dramática queda aislada, tanto por su contenido literario como por su análisis formal, del resto de la obra en prosa de Coleridge; evidentemente, habría que considerarla como una excepción, como el primer intento de arte en prosa dentro de su prolífica carrera literaria.

Recogiendo gran parte de esta no menos fragmentaria producción prosaica se pueden establecer correspondencias temáticas con su poesía, puesto que, al menos durante los últimos años de su vida, Samuel abarcó la posibilidad de realizar una gran obra de síntesis filosófica que compatibilizara el pensamiento racionalista alemán con el cristianismo. Esta fijación por establecer las conexiones entre razón y fe, que atormentaba su espíritu, profundamente cristiano pero no menos profundo en cuanto a inquietudes morales, le hizo abandonar casi definitivamente la poesía (los versos escritos con posterioridad a 1807 únicamente responden a encargos del periódico), para centrarse en ensayos sobre especulación teológica, teoría social y política, o crítica literaria. Entre ellas se pueden destacar como las más importantes a The Statesman' s manual (1816), Aids to reflection (1825), Confessions of an inquiring spirit (1840) y, a modo de ejemplo inconcluso de su magna sistematización filosófica, la titulada Essay on Method (1845); las dos últimas, publicadas póstumamente por su hija Sara Coleridge, constituyen una recopilación de fragmentos, textos, manuscritos y notas que su padre dejó desordenados al fallecer. De nuevo la fragmentación, también en prosa, es la característica más destacada de su producción literaria.

El legado de Coleridge

Pese a que siempre resulta complicado establecer cuál fue la esencia, literaria o vital, que un destacado poeta legó a las generaciones futuras, en el caso de Samuel Taylor Coleridge existen varias evidencias razonables que, cuanto menos, indican varias líneas a seguir.

Aislado de los círculos románticos tan afectos para los grandes poetas británicos, como Blake, Lord Byron o Shelley, parece obvio destacar que su mayor influencia, aunque de manera un tanto fagocitante, obró sobre su amigo Wordsworth. La obra cumbre de éste, una colección de poemas titulado Lyrical Ballads (1798), se nutrió en parte por composiciones de Coleridge, quien también engalanó el libro con su genial Ancient Mariner debido a que, como él indicaba en sus ediciones, había varios versos del poema de los que se sentía deudor de su amigo William, ya que habían saltado a su mente tras una conversación, una charla o un paseo con éste. Por otra parte, bastantes de las figuras, temas y secuencias poéticas de algunas composiciones de Wordsworth rezuman las onnubilaciones del conocido Frost at Midnight. Quizá por ello afirme Harold Bloom que el menosprecio poético del amigo íntimo fue una losa incapaz de soportar para Samuel, además de que "La poesía de Coleridge desapareció absorbida por la de Wordsworth" (Coleridge, op. cit., p. 8). Parece que las diferencias personales entre ambos se ensancharon tras la publicación de la obra de Coleridge dedicada a su amigo poeta (To William Wordsworth), pero la ambición de éste, por ejemplo, con respecto a su poesía le llevó a criticar hasta la exageración, quizá debido a los celos, The rime of the Ancient Mariner, sin duda el mejor poema de Samuel y, pese a su desconocimiento en general, uno de los mejores exponentes de la lírica del Romanticismo. Dejando de lado su labor poética, muchos de sus tratados socio-políticos en prosa influyeron hondamente en la concepción ética y moral de lo que, posteriormente, ha sido bautizado como moral victoriana, así como en la escuela norteamericana del llamado trascendentalismo: uno de sus principales exponentes, Theodore Parker, se confesó devoto admirador del pensamiento de Coleridge, y se mostró muy sorprendido de sus firmes convicciones morales.

La última influencia destacable de la obra literaria del poeta analizado, sin duda, sorprenderá a más de uno: la música rock del siglo XX. ¿Cómo los versos derrotistas, profundos y tenebrosos de un vate romántico llegan, doscientos años más tarde, a los escenarios musicales de todo el planeta? Uno de los mejores grupos británicos de Heavy Metal, Iron Maiden, se caracterizó siempre por encontrar estímulo para las letras de sus canciones en leyendas medievales (como la del ahorcado, presente en su tema Hellowed be thy name), en personajes épicos (como Alejandro Magno, alabado en su canción Alexander the Great) o intrigas divinas del Antiguo Egipto, como en Powerslave, canción que da título al que, quizá, sea su mejor álbum. Los dos letristas principales del grupo, Bruce Dickinson (voz) y Steve Harris (bajo), compartían una sólida formación literaria a la par que musical, por lo que, en el año 1985, recuperaron la más famosa composición de Coleridge, The rime of the Ancient Mariner, para crear una de las obras maestras del rock de los años 80 del siglo XX. Con trece minutos largos de duración, el universo marino tenebroso de Coleridge, la venganza por la muerte del albatros, la llegada de la Muerte en un buque lóbrego y la triste suerte del Anciano Marinero fue reinterpretada (letra de Steve Harris), con redobles de batería, bajo con fuerte ritmo y electrizantes riffs de guitarra en todos sus conciertos de rock; la misma puesta en escena de la canción era, más bien, una pequeña obra de teatro en la que los escenarios creados por Coleridge eran revividos hasta el más ínfimo detalle. La última influencia del gran poeta británico, tan insospechada como revitalizante, colma el legado de su lírica en el presente más inmediato, haciendo que los tiempos pasados no parezcan tan lejanos y abriendo un apasionante tema de investigación: la influencia de todas estas composiciones románticas en algo tan actual como los estilos musicales de nuestra época.

Bibliografía

  • -BLOOM, H. Los poetas visionarios del Romanticismo inglés: Blake, Byron, Shelley, Keats. (Barcelona, Barral: 1974).

  • COLERIDGE, S.T. Balada del viejo marinero y otros poemas. (Ed. de J.M. Martín Triana; Prólogo de H. Bloom. Madrid, Visor Libros: 1982).

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez