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HistoriaBiografía

Churchill, John. Duque de Marlborough (1650-1722).

Duque de Marlborough.

General y político británico, nacido el 26 de mayo de 1650 en Ashe, condado de Devonshire (Inglaterra), y muerto el 16 de junio de 1722 en Granbourn Lodge, población próxima a Windsor, Londres (Inglaterra). Considerado uno de los más ilustres generales de toda la historia castrense de Inglaterra, alcanzó su cumbre más alta como militar en la Guerra de Sucesión española (1700-1714), en el trascurso de la que venció con brillantez a las tropas francesas de Luis XIV (1643-1715) en las batallas de Blenheim (1704), Ramilies (1706), Oudenaarde (1708) y Malplaquet (1709). Personaje investido de una aureola casi mítica por sus continuas hazañas en los campos de batalla europeos, dejó escritas unas jugosas memorias tituladas Memories of John Duke of Marlborough e inspiró la famosa canción burlesca de "Mambrú se fue a la guerra", cantada por sucesivas generaciones de niños y adolescentes hasta la fecha.

Inicios de una brillante carrera militar

Nacido en el seno de una familia perteneciente a la gentry de Dorset, el joven John cursó sus estudios en el elitista St. John´s College de Londres. Debido a la posición de su hermana Arabella, dama de honor de la duquesa de York, en el año 1665 se convirtió en paje del duque de York, hermano del rey Carlos II (1630-1685). Al convertirse su hermana en la amante preferida de éste, la fortuna del joven John y del resto de la familia mejoró ostensiblemente. Así pues, en el año 1667, John ingresó en el ejército como abanderado de un regimiento de guardia. Realizó sus primeras acciones de armas en Tánger, destino en el que permaneció hasta el año 1670, cuando estalló la III Guerra Holandesa entre este país y Francia, circunstancia que le dio la ocasión para distinguirse, primeramente en la flota que Carlos II envió en ayuda del monarca francés y después en el cuerpo expedicionario inglés mandado por el duque de Monmouth en diciembre del año 1672 que infligió a los holandeses una severa derrota en los campos de Maastricht. Marlborough continuó luchando en el continente a las órdenes de Luis XIV hasta el año 1677, fecha en la que regresó a Inglaterra con el grado de capitán y con una merecida fama de excelente soldado ganada a pulso en los campos de batalla en los que luchó a favor del rey francés.

Terminada la guerra, Marlborough se contentó de nuevo con la vida cortesana de la que tan aficionado era. A finales del año 1677 se unió en matrimonio con una de las damas más influyentes y hermosas de la Corte, Sarah Jennings, por aquel entonces la confidente personal y favorita de la princesa Ana, futura reina de Inglaterra. El enlace permitió a Marlborough acceder de repente a la alta nobleza cortesana y le abrió las puertas de par en par para alcanzar los más altos puestos militares y políticos del reino y convertirse en uno de los hombres más poderosos de Inglaterra. En 1682 obtuvo el título de barón de Churchill of Sandridge, tres años más tarde ascendió al grado de coronel de dragones y al poco tiempo al de general.

Fortunas y fracasos de Marlborough

Con la subida al trono inglés, en el año 1685, de su señor, el duque de York, Jacobo II (1685-1688), Churchill se encontró en la cúspide de su gloria. Nombrado por el monarca segundo jefe del ejército inglés, jugó un papel relevante en el aplastamiento de la rebelión nobiliaria liderada por el duque de Monmouth, al que venció de forma contundente en la batalla de Sedgemoor, el 5 de julio del año 1685.

La amistad y colaboración estrecha entre el brillante general y el monarca se trocó en declarada enemistad cuando Marlborough criticó abiertamente la política religiosa que Jacobo II adoptó en el reino, descaradamente pro-católica y abiertamente hostil a los protestantes. Ferviente defensor del protestantismo, Churchill fue uno de los primeros nobles ingleses que entraron en contacto secreto con Guillermo de Orange. Jacobo II, con el propósito de arrastrarle finalmente a su causa religiosa, nombró a Churchill teniente general, justo el mismo año en que el pretendiente al trono inglés desembarcaba en la isla, en noviembre del año 1688. Marlborough se unió a la conspiración nobiliaria que acabó por expulsar a Jacobo II del trono inglés y ofrecer el reino al príncipe holandés, quien pasó a reinar con el nombre de Guillermo III (1689-1702). En pago a la fidelidad y servicios prestados a la causa del nuevo monarca, Churchill fue nombrado, en el año 1689, conde de Marlborough y miembro del Consejo Privado del rey, además de ser confirmado en su anterior rango militar.

Entre los años 1689 a 1691, el considerado militar más capacitado de Inglaterra fue destinado como comandante en jefe de las tropas inglesas en Irlanda con el objetivo de sofocar los continuos levantamientos nacionalistas. Llevó a cabo la toma de las ciudades de Cork y Kinsale, para posteriormente acudir a los Países Bajos con el mismo propósito. En ambos lugares, Marlborough consiguió salir siempre victorioso en todos los enfrentamientos armados en los que participó.

Pero la estrella de Churchill se apagó repentinamente cuando su mujer, Sarah Jennings, mezcló a su marido en las agrias disputas que sostenía la princesa Ana con su hermana la reina María, esposa de Guillermo III. La posición del general se tornó bastante complicada debido a sus posiciones políticas conservadoras, a causa de las que fue atacado duramente por la poderosa facción liberal que dominaba en esos momentos la Cámara de los Comunes. La circunstancia que aceleró la caída en desgracia de Marlborough y su posterior alejamiento de la Corte fue el hecho de que, en el año 1692 fuera acusado de alta traición y conspiración contra el rey al descubrirse la correspondencia secreta que mantenía con el desterrado Jacobo II, a la sazón exiliado en Francia. Según dichas cartas, parece ser que Churchill, desencantado por la rápida promoción que ciertos generales habían logrado en el escalafón del ejército y que le habían sobrepasado, había aceptado ponerse al frente de un gran ejército que Jacobo II había reclutado en Francia, el cual tenía previsto invadir la isla en noviembre de ese mismo año desde Cherburgo (Francia).

Recluido por poco tiempo en la famosa Torre de Londres, finalmente Churchill fue puesto en libertad por falta de pruebas concluyentes sobre su traición. Con todo, poco a poco, el gran general se fue reconciliando con el monarca, aunque pasó a un discreto segundo plano y ya no volvió a desempeñar en los asuntos públicos ni militares el papel predominante que había ejercido los años anteriores. La firma de la paz de Ryswyk, el 20 de septiembre del año 1697, y el inicio de la Guerra de Sucesión española proporcionó al defenestrado Churchill la segunda oportunidad que tanto había esperado. Su estrella comenzó a recobrar su antigua intensidad al ser nombrado por Guillermo III comandante en jefe de las tropas inglesas acantonadas en los Países Bajos, en una muestra palpable por parte de este monarca de pragmatismo y realismo político.

Reinado de Ana: el triunfo de Marlboroug.

El advenimiento al trono de Ana (1702-1714), permitió a Churchill dar la medida exacta de sus excelentes cualidades militares, al mismo tiempo que inauguró el período más brillante de su vida: además de ejercer una poderosa influencia sobre la reina gracias a los manejos e intrigas de su mujer, Churchill alcanzó el grado de capitán de todas las tropas británicas en la Guerra de Sucesión española, preeminencia que tuvo su digno colofón cuando fue nombrado generalísimo de los ejércitos aliados (Países Bajos, Austria, Prusia e Inglaterra). Desarrolló un papel determinante en la larga guerra iniciada para dirimir quién debía ocupar el apetecible trono español, vacante tras la muerte en 1700 del desgraciado monarca español Carlos II (1665-1700), último representante de los Habsburgo españoles.

Dotado de un extraordinario talento diplomático, sólo igualado por sus dotes de mando, y gracias al cuidado extremo que dedicó siempre en la preparación de sus tropas, Marlborough fue capaz de mantener unidas a todas las potencias aliadas en un frente común y con un objetivo único: derrotar al todopoderoso monarca francés Luis XIV.

En 1702 alcanzó resonantes e importantes triunfos al someter a los franceses en las plazas de Kaiscuwerth, Venlo y Lieja, hazañas por las que la reina Ana le nombró marqués de Blandford.
A pesar de la mala coordinación existente entre los generales aliados, en el año 1704 Marlborough desplazó su campo de operaciones a Alemania, donde se alió con Eugenio de Saboya, con cuyas tropas logró escapar del cerco impuesto por los generales franceses Tallart y Marsin, los cuales amenazaban seriamente la capital imperial austríaca, Viena.

Tras conseguir cruzar el Danubio a marchas forzadas por Schellemberg, Churchill reorganizó a sus tropas y atacó por sorpresa a los ejércitos franco-bávaros cerca de Blenheim, el 13 de agosto del mismo año. En el trascurso de la contienda, Churchill destrozó por completo al grueso de las tropas enemigas, dejó fuera de combate a unos 40.000 soldados franceses y bávaros, hecho que constituyó un golpe definitivo a la hasta la fecha incuestionable hegemonía ejercida por Luis XIV. El campo de batalla de Blenheim proporcionó a Churchill una fama inmensa. La reina Ana le nombró duque de Marlborough y le ofreció una mansión real en Woodstock, sobre la cual mandó construir posteriormente el soberbio castillo de Blenheim, costeado íntegramente con el tesoro real. Por su parte, el emperador austríaco Leopoldo I (1658-1705) le ofreció el principado de Mindelheim y extensas propiedades confiscadas a los bávaros.

Marlborough continuó cosechando importantísimas victorias a lo largo de la guerra: en Ramilies, el 23 de mayo del año 1706, literalmente arrasó los ejércitos del general francés Villeroi, victoria que permitió el avance posterior y la dominación completa de todos los Países Bajos a las tropas aliadas; en junio de 1708 concurrió a la batalla de Oudenaarde en la que empujó definitivamente a las tropas francesas hacia el sur de la frontera con los Países Bajos. Un año antes de esta última batalla, en una entrevista secreta que mantuvo en el mes de abril, Marlborough se anotó un gran tanto diplomático al lograr convencer al soberano sueco Carlos XII (1697-1718) para que este país no entrara en la guerra en apoyo de Francia y permaneciera neutral.

Nueva caída en desgracia de Marlborough

Aunque Francia parecía ya perdida sin remedio, las durísimas exigencias formuladas por los países aliados, en contra de la opinión de Churchill, obligaron a Luis XIV a continuar la guerra. El monarca francés confió todo su ejército al eficiente general Villars, dotado al igual que Marlborough de verdadero genio militar, quien supo insuflar a las famélicas y descorazonadas tropas francesas una extraordinaria moral a la hora de entrar en combate. La batalla de Malplaquet, el 11 de septiembre del año 1709, se saldó en otra victoria de Marlborough, pero esta vez el ejército francés se replegó en perfecto orden de combate y causó un buen número de bajas en las tropas aliadas. La pírrica victoria de Marlborough fue aprovechada por sus poderosos enemigos, envidiosos de su prestigio como general y de la posición privilegiada que mantenía en la Corte, para desacreditarle ante los ojos de la reina Ana, hasta el punto de que no pudo concluir la guerra como era su deseo al caer nuevamente en desgracia. Al mismo tiempo, la imprudencia y el carácter intrigante de su esposa acabaron por dañar del todo su prestigio y ponerle nuevamente en una tesitura muy difícil de sostener. Temerosa de que le nueva facción tory, encabezada por Henry Saint John y Robert Haley, hostiles al mantenimiento de la guerra con Francia, perjudicara a su marido, Sarah Jennings indujo a su marido para que éste se pasase a las filas liberales, circunstancia que disgustó sobremanera a la soberana, de un talante profundamente conservador. La inmediata caída de la favorita de la reina arrastró sin remedio a su marido, quien, en el año 1711, fue acusado injustamente de malversación de los fondos públicos destinados para sufragar los gastos de la guerra.

Destituido de todos sus cargos, tanto políticos como militares, y tremendamente desencantado de las intrigas y camarillas cortesanas, Churchill se autoexilió durante dos años largos en el continente; viajó por Bélgica y los Países Bajos hasta que finalmente recaló en sus posesiones bávaras de Mindelheim, las cuales también acabó perdiendo tras la firma de la paz de Utrecht, el 13 de julio del año 1713.

Últimos años de Marlborough

Churchill no regresó a Inglaterra hasta la muerte de la reina Ana. Fue entonces restituido en todos sus cargos por nuevo monarca, Jorge I (1714-1727), aunque ya no volvería a ocupar funciones de primer rango. Alejado por completo de todos los asuntos políticos y militares, en el año 1716 se retiró definitivamente a su finca de Windsor, donde murió en el año 1722. Su mujer, a la que siempre manifestó un sincero y peligroso amor, y que jugó, para bien y para mal, un decisivo papel en su vida, le sobrevivió hasta el año 1744.

Valoración de la figura de John Marlborough

Aunque como político no tuvo aciertos brillantes, como soldado fue único en su tiempo, introdujo en las tácticas de guerra innovaciones con las que alcanzó resonantes victorias, hasta el punto de que fue uno de los generales más respetados por Napoleón Bonaparte. Todos sus movimientos estaban cuidadosamente calculados y desarrollados bajo el más absoluto de los secretos, así siempre sorprendía al enemigo con salidas inesperadas. Todas estas cualidades fueron contrarrestadas por una ambición desmesurada y una falta de carácter y decisión en su vida privada al estar siempre dominado y sujeto a las ambiciones políticas de su influyente mujer.

No obstante, aún fue uno de los generales más gloriosos que tuvo Inglaterra en toda su historia militar, su memoria histórica no fue rescatada y revalorizada en su justa medida hasta que el más ilustre de sus descendientes, el primer ministro británico Winston Churchill (1940-1945, 1951-1955), escribió un completo trabajo sobre él, en el año 1947, titulado Marlborough: His Life and Times (Marlborough: su vida y su tiempo).

Bibliografía

  • CHANDLER, David. The art of warfare in the age of Marlborough. (Staplehurst; Spellmount. 1990).

  • LEÓN SANZ, María Virginia. Entre Austrias y Borbones. (Madrid; Sigilo. 1993).

  • SANZ AYÁN, Carmen. La Guerra de Sucesión española. (Madrid; Akal. 1997).

Carlos Herráiz García.

Autor

  • Carlos Herraiz García