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LiteraturaBiografía

Chartier, Alain (¿-1430).

Escritor francés nacido en el seno de una familia acomodada de Bayeux, en Normandía, lo que le permitiría ocupar altos cargos igual que a sus dos hermanos: nuestro poeta y su hermano Thomas fueron notarios y secretarios del rey; el otro hermano, Guillaume, fue obispo de París y canciller real.

No se conoce con exactitud la fecha de su nacimiento, pero a juzgar por algunas referencias que se desprenden de su propia obra, se puede conjeturar que debió nacer entre 1385 y 1395, probablemente más cerca de la primera fecha que de la segunda. Al parecer, estudió en la Universidad de París, ya que es citado como Maestro en Artes en 1425 y tal vez alcanzó el grado de Doctor en Decretos. Sin embargo, nada cierto se puede concluir acerca de su formación universitaria ni de la titulación que llegaría a obtener, pues los datos en los que se basan estas conjeturas son inconsistentes. De lo que no cabe duda es de que en su formación ocupó un lugar relevante el estudio del latín.

Más firme es la información que tenemos sobre Alain Chartier a partir del momento en que entra al servicio de Yolanda de Anjou (o Violante de Aragón), reina de Jerusalén y Sicilia, madre del rey René (importante escritor) y suegra del futuro rey Carlos VII, que vivió en su casa desde los diez años de edad cuando fue prometido (1413), hasta los quince en que contrajo matrimonio. Alain Chartier figura entre los servidores de la casa en los libros de cuentas de 1408-1414, lo que permite suponer que allí conoció al que sería rey y a cuyo servicio se encuentra a partir del momento en que es nombrado Delfín (1417) y se independiza, constituyendo su propio séquito. Alain Chartier firma cartas como notario y secretario de su señor a partir de ese mismo año. Los cargos que desempeñaba nuestro autor eran de la máxima importancia: bastará tener en cuenta que el número de notarios del rey era de cincuenta y nueve, mientras que el de secretarios reales se reducía a media docena. Queda de manifiesto, así, el grado de confianza que tenía el rey en él y, sobre todo, el profundo conocimiento que podía tener tanto de la actividad como de las política de su señor.

A la época en que estuvo al servicio de Yolanda de Anjou, más concretamente en torno al año 1412, pertenecen sus dos obras más tempranas: el Lai de Plaisance y el Débat des Deux Fortunés d'Amours.

El hecho de que nuestro autor fuera secretario del Delfín no quiere decir que desempeñara el mismo cargo en la corte del rey, como han supuesto algunos estudiosos; en todo caso, Alain Chartier permaneció hasta su muerte al lado de Carlos VII.

La larga relación establecida entre el secretario y su señor, que se conocían desde la infancia de éste, dio lugar, sin dudas, a que, ya rey, Carlos VII depositara su confianza en él, encomendándole delicadas misiones diplomáticas, más como orador que como embajador. No se debe olvidar que la situación de Francia era muy grave y que los enemigos acosaban por todas partes: los borgoñones por el este y el norte, los ingleses por el sudoeste.

La primera misión de la que tenemos noticias (1425) fue ante Segismundo, rey de Hungría y emperador del Sacro Imperio, al que posiblemente había conocido en 1416 a raiz del viaje que éste hizo a París. Alain Chartier se debió poner en marcha poco después de que se hiciera pública su Belle Dame sans merci (1424), pues en la carta de querella que escriben el 31 de enero del año siguiente Jeanne, Marie y Catherine en Issoudun contra él (por las difamaciones que vierte hacia las damas en esa obra), lo suponen lejos y en peligro, aunque lo emplazan para el día primero de abril. Se deduce así que el viaje debía concluir a finales de marzo; sin embargo, en la respuesta que escribe Alain señala que la carta llegó a sus manos el "día de estrena" (es decir, el día de año nuevo de 1425, que cayó el 8 de abril), y poco posterior a esa fecha debe ser la Excusacion del poeta y la Responce de las damas. Es posible que todo este intercambio de cartas y respuestas no sea más que el resultado literario de un juicio llevado a cabo en la Corte de Amor, cuya sentencia condenatoria para nuestro poeta sería el destierro (también literario).

En todo caso, Alain Chartier estuvo en la corte vienesa de Segismundo de Hungría durante el primer trimestre de 1425, regresó a Francia a principios de abril y de nuevo se puso en marcha a final de ese mismo mes, pues el 3 de mayo estaba en Venecia mediando entre el Senado de esta ciudad y Segismundo, a cuya corte posiblemente acudiría a continuación, pues otros miembros de la embajada, como Artaud de Granval, fueron a Buda, en Hungría, y regresaron a Venecia antes del 23 de octubre. El mismo Artaud de Granval es citado como portador de una embajada al Papa en Roma ese mismo año: es muy probable también que Alain Chartier formara parte de la misión. Lo que es indudable es que nuestro poeta y secretario real estaba de regreso en la corte el día 3 de diciembre, cuando firma una carta en Mehun sur Yevre.

No concluiría aún la actividad diplomática de Alain Chartier: en el mes de abril de 1426 fue en misión a Brujas, como enviado del rey ante el duque de Borgoña y con el encargo de conseguir la paz y, con ella, la reunificación del reino. A ese viaje corresponde el Lai de Paix, pero fue escaso el éxito obtenido.

Un par de años más tarde, en 1428, nuestro escritor vuelve a ponerse en marcha: esta vez se dirige a Escocia con el propósito de entrevistarse con el rey Jaime I para renovar los pactos existentes entre Francia y Escocia, acordar el matrimonio entre el Delfín Luis y la hija mayor del rey escocés, Margarita, y pedir más ayuda militar. En esta ocasión, los enviados tuvieron más suerte que en sus anteriores embajadas, pues consiguieron un importante contingente de soldados, que se iniciaran las conversaciones para el matrimonio de los príncipes y la firma de un nuevo tratado. Para entonces, la fama literaria de Alain Chartier debía ser grande, a juzgar por la anécdota que no tardó en difundirse (lo que no quiere decir que fuera verdad): Margarita se encontró a Alain dormido y aprovechó la ocasión para darle un beso en la boca, siguiendo la larga tradición literaria del beso robado. Como explicación, la infanta se limitó a aducir que "no besaba al hombre, sino la preciosa boca de la que han salido y marchado tantas buenas palabras y virtuosos dichos". Al parecer, el poeta era extremadamente feo, a menos que se busque la explicación en el hecho de que tal vez fuese clérigo -nada sabemos al respecto-, y ahí estaría el origen del relativo escándalo que la actitud de la infanta provocó en la corte. En todo caso, la anécdota no debe ser considerada más que eso, una anécdota, y además difícil de aceptar, pues la infanta Margarita tendría menos de cuatro años.

Los últimos testimonios documentales de la presencia de Alain Chartier en la corte pertenecen al mes de noviembre de 1428. Poco después de la liberación de Orléans por Juana de Arco y de la coronación de Carlos VII como rey en Reims, nuestro autor escribe una carta, la Epistola de Puella (1429) a un príncipe extranjero, quizás el emperador Segismundo o más probablemente el Duque de Milán, contándole los hechos con el entusiasmo de quien había defendido los intereses del rey desde su juventud.

Poco se sabe de la vida de Alain a partir de mediados de 1429 pues faltan testimonios seguros, aunque se puede conjeturar que fue nombrado miembro del consejo real y que renunció a su cargo de secretario y notario en favor de su hermano Thomas. Ya dos años antes había renunciado a su canonjía de París, dejándosela a su otro hermano, Guillaume.

Alain Chartier murió en Aviñón el 20 de marzo de 1430. Años más tarde -larga demora en el recuerdo- en 1458, su hermano Guillaume, a la sazón obispo de París, encargó una tumba para él que tuviera su retrato y un largo epitafio en latín, pero la lápida así contratada desapareció a mediados del siglo XVIII. El cuerpo del escritor fue enterrado en la iglesia de Saint-Antoine, que dependía del monasterio de Saint-Antoine de Vienne, de la que era abad Artaud de Granval, compañero de Alain Chartier en las embajadas al emperador Segismundo. Podría ser una simple coincidencia, pero también podría haber ocurrido que el secretario y notario real se hubiera retirado al monasterio para pasar los últimos meses de su vida.

Son muchos los puntos de contacto del escritor con otros autores del siglo XV: su actividad como secretarios reales o su nombramiento como miembros de embajadas a otros países son características comunes a los hombres de letras del prerrenacimiento. Y casi todos ellos aprovechan las misiones diplomáticas -largas y, al parecer, tediosas- para escribir o traducir. El canciller castellano don Pero López de Ayala a finales del siglo XIV podría servir para iniciar una lista larga: sus seis viajes fuera de Castilla no sólo le permitieron conocer y traducir libros hasta entonces desconocidos, sino que además posibilitaron su relación con otros escritores y la difusión de su propia obra. Diego de Valera, ya en pleno siglo XV, viajará a Francia, Bohemia, Dinamarca y Borgoña como embajador real. El catalán Bernat Metge es, sin duda, el más destacado representante de la calidad de la prosa cancilleresca de la Corona de Aragón, que desde finales del siglo XIV se esmera en imitar los períodos ciceronianos -más o menos perfectos- según los modelos de los humanistas italianos. Bernat Metge (nacido entre 1340 y 1346) era notario en 1371 en la corte de Leonor de Sicilia y después entró al servicio del rey Juan I de Aragón. A partir de 1387 fue secretario del rey y miembro del consejo real, realizando también misiones diplomáticas como la que en 1395 le llevó a Aviñón. Entre los franceses se puede recordar Guillaume de Machaut, secretario de Juan de Luxemburgo rey de Bohemia, o Jehan Maillart, que ocupó el mismo cargo en la corte de Felipe IV el Hermoso... la lista se puede alargar considerablemente.

Todos ellos tienen como punto de contacto la proximidad a la figura del rey y el importante papel que desempeñaron tanto en la política de su momento como en el mundo de las letras, cultivando el latín o renovando estilísticamente su lengua. Y, como hemos visto, Alain Chartier no es una excepción en el conjunto.

Obra

La obra de Alain Chartier presenta un grave problema inicial: ningún manuscrito conserva toda la producción literaria del autor. La dispersión ha provocado que se le adscriban composiciones ajenas ya desde las primeras ediciones de su obra en 1489, por lo que gran parte del trabajo de los críticos de nuestro siglo ha consistido en restaurar la auténtica dimensión literaria del autor, prescindiendo de los añadidos que no le correspondían.

En un par de ocasiones alude Alain Chartier a las alegres escrituras a las que ha dedicado parte de su tiempo, que se suelen identificar no tanto con sus obras juveniles como con sus composiciones de carácter amoroso, cuya alegría hay que buscarla no en los planteamientos o en el contenido sino en el tema, poco elevado en comparación con los escritos sobre la situación de Francia o los discursos de diversa índole. Sólo así se comprende que obras como la Complainte contre la mort (Querella contra la muerte) o la misma Belle Dame sans merci (Bella Dama despiadada) sean consideradas por los estudiosos como alegres escrituras, a pesar de que en la primera el poeta lamenta la pérdida de su dama y de que la segunda termina con el suicidio o la muerte desesperada del enamorado...

Escrituras alegres

Si, a pesar de todo, se acepta la etiqueta de escrituras alegres para las obras de carácter amoroso, se podrían agrupar en este conjunto las siguientes obras:

Lai de Plaisance.- Es la obra más temprana del autor y en ella se refleja todo el optimismo de la juventud, "invitación a la alegría y al deleite, himno al amor".
Débat de Réveille-matin.- Diálogo de dos amigos sobre las penas de amor.
Complainte contre la mort.- Lamentación por la muerte de su amiga, y contra la crueldad del destino.
Belle Dame sans merci.- Diálogo entre una dama sin compasión y un caballero enamorado de ella.
Excusation.- Es la breve respuesta que envía a las tres damas que se querellan contra él por haber descrito a una mujer tan dura en la Belle Dame y a un enamorado tan incauto.
Débat des deux fortunés d'amour.- Debe ser considerado como un manual en el que se recogen todos los aspectos que muestra el amor, sus características y sus efectos, lo que le merecería a su autor una gran fama de hombre conocedor de los sentimientos y pasiones que se albergan en el corazón.
Además de los poemas aquí citados, Alain Chartier compuso una breve colección de dieciséis rondeaux y de seis ballades, siguiendo el modelo habitual en la poesía de la corte ya establecido años antes por Guillaume de Machaut.

Obras graves

En el conjunto de obras graves o serias se reuniría el resto de la producción de Alain Chartier, compuesta por textos escritos en latín y en francés, en prosa y en verso.
En verso y en francés escribió:

Livre des quatre dames.- Inspirado en la derrota de Azincourt (1415), es una de las primeras obras del autor y en ella se plantea cuestiones habituales en los juicios de amor: ¿qué dama sufre más?. Chartier distingue entre la que ha perdido a su caballero en el campo de batalla, la que se ha quedado sin amante (pues éste ha sido hecho prisionero) o la que ha sabido que su caballero se dio a la fuga en pleno combate. Las analogías que la obra presenta con la Comedieta de Ponça del Marqués de Santillana no son casuales.
Lai de Paix.- Fue redactado con motivo del viaje que hizo a Brujas para entrevistarse con el duque de Borgoña, con la pretensión de lograr la paz y la unidad entre los franceses.
Débat patriotique.- Tiene unos planteamientos análogos a los del Quadrilogue invectif , ya que en él se lamenta por la pérdida de las virtudes caballerescas y la decadencia de la nobleza.
Bréviaire des nobles.- Esta obra está muy ligada a la anterior, ya que tras mostrar en la primera la decadencia de la nobleza, en el Bréviaire des nobles Chartier da a esta clase social las pautas para su rehabilitación.

Prosa francesa

En prosa francesa están las siguientes obras:

Quadrilogue invectif.- Compuesta en el año 1422, es considerada la obra más importante de Alain Chartier. En este debate alegórico se enfrenta una dama, Francia, con los tres estados (clero, nobleza y campesinado) sobre quién es responsable de la lamentable situación política a la que se ha llegado tras la firma del Tratado de Troyes (1420), que marca el pleno hundimiento de Francia: el Delfín es desheredado y el rey inglés Enrique V se convierte en heredero del trono casándose con Catalina, hija de Carlos VI de Francia, hecho que es considerado una absoluta humillación por los partidarios del rey francés.
De vita curiali.- Es una brillante crítica a la vida de la corte, siempre llena de embusteros, halagadores y de todo tipo de infames. El libro fue traducido al francés muy pronto con el título de Curial y tuvo tal éxito que esta versión llegó a desplazar a la obra original, de forma que durante largo tiempo se discutió si Alain Chartier era el autor de las dos versiones, si había redactado el texto en francés primero o si, por el contrario, el texto latino había precedido al francés. Parece ya indudable que nuestro autor escribió el De vita curiali y que el Curial fue vertido al francés por un escritor diferente aún en la primera mitad del siglo XV, pues hay testimonios al respecto fechables entre 1447 y 1448, recogidos en la obra del preboste de Lausanne, Martin le Franc (Estrif de Fortune et de Vertu ). En 1473 Robert Gaguin retraduciría la obra del francés al latín.
Traité de l'Espérance.- Obra que guarda notables similitudes con el Quadrilogue por su planteamiento boeciano, aunque en él la crítica es más general y el tono más filosófico. La influencia de la Consolatio Philosophiae es mayor, pues se deja notar incluso en la mezcla de verso y prosa.
Traité de l'Espérance.- Este libro quedó inacabado y posiblemente fue la última obra de Alain Chartier.

Obras en Latín

En latín compuso las epístolas dirigidas a la Universidad de París, los discursos leídos en sus misiones diplomáticas ante Segismundo (Ad Regem Romanorum Sigismundum) o ante los herejes husitas en Praga (Persuasio ad Pragenses in fide deviantes), además de otras cartas a sus hermanos o a amigos, de tono más personal y frecuentemente cargadas de pesimismo y amargura. Escribió en latín, también, obras de mayores pretensiones, como Ad detestacionem belli gallici et suasionem pacis y el Dialogus familiaris amici et sodalis super deploratione Gallicae calamitatis (1426-27).

La Belle Dame sans merci

En contra de lo que se suele pensar, no fue La Belle Dame sans merci la obra poética de Alain Chartier más difundida durante la Edad Media: el Breviaire des Nobles, con 53 manuscritos, y el Lai de Paix con 48, superan el número de copias (44) conocidas del poema. Y, si es cierto que nuestro texto conoció tempranas traducciones al catalán o al italiano, no es menos verdad que el Quadrilogue invectif , por ejemplo, no tardó en ser vertido al inglés o al castellano. Pero es indudable que la obra que ahora nos ocupa fue una de las que mayor éxito tuvieron y, sobre todo, la que dio fama a su autor durante más tiempo.
El relato se inicia por la mañana en el transcurso de un viaje, durante el cual el "autor", desconsolado por haber perdido a su dama, se entrega a sombríos pensamientos, decidido a abandonar todo tipo de poesía alegre y toda relación con los demás. Llega así a su albergue, donde hay una fiesta en la que se ve obligado a participar; durante la cena, observa a un joven vestido de negro con claros síntomas de estar enamorado y de no ser correspondido: sin necesidad de mucho esfuerzo, descubre la dama de los sufrimientos del joven. Cansado de la fiesta, el protagonista se retira tras un seto y, casualmente, al otro lado del mismo llega poco después la pareja, que se entrega a un debate: el joven suplica a la dama que lo acepte como enamorado y la dama lo rechaza. De nada le valen los requerimientos, pues la dama se muestra insensible a las penas que sufre el caballero y responde con frialdad a cada argumento que utiliza su interlocutor. Sin conseguir su propósito, el enamorado se marcha desesperado mientras la dama vuelve a incorporarse a la fiesta y al baile. Añade el "autor" que le dijeron que el joven enamorado había muerto de tristeza. Termina la obra con la recomendación a damas y doncellas de que no sean nunca tan crueles como "la bella dama despiadada".

En total, la obra consta de ochocientos octosílabos agrupados en cien estrofas, dedicados en su mayor parte a transmitir en discurso directo la conversación del joven y la dama, que a su vez se enmarca en la experiencia del "autor". Así, el protagonista cuenta lo que oyó después de haber narrado sus propios pensamientos. El núcleo central de la obra está constituido, pues, por el debate entre la pareja: en él, cada interlocutor utiliza alternativamente una estrofa, es decir, ocho versos, para expresar sus argumentos, siguiendo la conocida técnica del debate poético tal como fue utilizada ya a principios del siglo XII por los trovadores Uc Catola y Marcabrú, continuada luego por muchos otros poetas provenzales y franceses. Y, como en tantos otros debates, no sólo están claras las posturas de los dos participantes sino que también quedan bien definidos otros aspectos, como los planteamientos absolutamente corteses, sin fisura alguna, del enamorado y la actitud cínica, materialista o, mejor aún, burguesa, de la dama, que recurre además a expresiones coloquiales o vulgares, en claro contraste con el tono, más cuidado y grave, empleado por el caballero.

La Belle Dame sans merci se inserta en la tradición literaria del amor cortés, al menos el joven enamorado sigue las pautas establecidas por los trovadores trescientos años antes, mientras que la dama se muestra menos apegada a esa tradición. De ahí surge el violento encuentro entre ambos interlocutores, que debaten tomando como punto de partida dos posiciones diametralmente opuestas: en efecto, el enamorado se comporta en todo momento como el humilde servidor de la dama, a la que guarda respeto, temor y veneración como si ocupara una situación social muy superior; en definitiva, como si fuera su señor feudal. Todo el servicio que le presta, empezando por el servicio durante la cena, responde a esos planteamientos, ya que para el joven servir y amar son sinónimos, según había aprendido en la larga tradición lírica de tipo trovadoresco. Al principio, aún no se había atrevido a descubrir sus sentimientos, aunque el "autor" no tarda en apreciar los claros síntomas de quien sufre mal de amores. Resultan tan claros esos síntomas que no puede mantener oculta la causa que los produce, todo ello reponde también a la norma establecida por la tradición cortés: el desgraciado joven se encuentra en el primer grado de la relación amorosa (sería fenhedor, según la nomenclatura provenzal). Su descalabro se produce en el momento en que intenta abandonar el primer grado para ascender un escalón y acercarse más al logro de sus propósitos amorosos: expresa su amor a la dama e intenta, con insistencia pero sin éxito, ser correspondido (pregador). Ahí queda roto el itinerario amoroso del joven.

Todas sus palabras, cada uno de los argumentos que utiliza, ya han sido escuchados por otras muchas damas en la larga tradición que lleva desde Guilhem de Peitieu y los primeros trovadores conocidos hasta Alain Chartier, pasando por los poetas sicilianos o los gallego-portugueses: no hay nada nuevo en su postura. Las súplicas a la dama para que tenga compasión o piedad de su enamorado se repiten a lo largo de los siglos: el ruego no pretende tanto obtener la alegría como impedir que el enamorado muera de dolor. Naturalmente, a lo largo de los siglos también ha habido damas crueles y despiadadas. La dureza del corazón de la amada crece con el sufrimiento del enamorado y ella, insensible, puede desdeñar a quien la importuna con tantas súplicas o puede mostrarse orgullosa e irritada con él, o limitarse a escarnecerlo y burlarse de sus muchos dolores y sufrimientos. Tampoco se puede hablar de una gran novedad por parte de Alain Chartier.

Si el comportamiento del enamorado entra de lleno en la tradición cortés, no se puede decir lo mismo de la actitud de la dama, que rompe los moldes precedentes, causando notable escándalo entre sus contemporáneos. Ya he indicado más arriba que la dama se caracteriza por su realismo y su visión materialista, nada idealizada del mundo, lo que la aproxima por una parte a la actitud de las pastoras en el género de las pastorelas y por otra a la escala de valores de la burguesía, más que a los códigos del amor cortés. En ese sentido, queda de manifiesto su individualidad como persona, frente a lo que suele ser normal en la tradición trovadoresca, en la que la subjetividad queda oculta frecuentemente tras el elevado grado de formalización de los textos.

El primer hecho que llama la atención es la frialdad y la absoluta falta de idealización en las respuestas de la dama, que dejan patente que ambos interlocutores se encuentran en planos distintos y por los que resulta imposible cualquier encuentro y, peor aún, en los que el idealismo del amor cortés queda arrasado por una visión de la vida sin concesiones -ni siquiera- a las metáforas idealizadoras. Al comienzo del diálogo, la dama no se inmuta, a pesar de los requerimientos del joven enamorado -lo que sería motivo de escándalo-, sino que se limita a responder con cuatro versos que marcan la pauta de lo que ha de venir:

"Señor, ¿tan loco pensamiento
no os abandonará jamás?
¿No pensáis de ninguna forma
dar paz a vuestro corazón?
" (vv. 221-224)

Y en contra de toda la tradición lírica, al aludir el enamorado a los ojos de la dama, ésta le responde que "los ojos son para mirar" (v. 238), con lo que resulta inútil cualquier intento de avance en esa dirección y el halago también resulta imposible.
Por otra parte, la dama parece una experta conocedora de las variadas artimañas que utilizan quienes pretenden pasar por enamorados: justamente el elevado grado de formalización permite que cualquiera que domine la técnica -teóricamente inspirada por Amor- pueda fingir unos sentimientos que, en realidad, le son ajenos. Bastan buenas palabras y buenas maneras para conseguir sus propósitos con las doncellas menos cautas. El problema de la sinceridad de los sentimientos ya se había planteado entre los trovadores y se repitió con el paso del tiempo en reiteradas ocasiones. La crueldad de la dama se debe, pues, a su actitud inasequible y, a la vez, a su realismo demoledor de cualquier idealización. No extraña que La Belle Dame sans merci fuera vista como un ataque al amor cortés y a las damas.

El librito tiene ochocientos versos que se distribuyen en cien estrofas de ocho versos octosílabos con la siguiente estructura:
a b a b b c b c
El esquema equivale al que en castellano se denomina copla de arte menor y que según se puede apreciar está constituido por la combinación de dos partes con idéntica distribución de rimas. En el caso que nos ocupa, las rimas son cruzadas, pero no es raro en la poesía del siglo XV encontrar este tipo de coplas con rimas abrazadas. La misma estructura estrófica casi exige una pausa mayor entre las dos partes que la componen, de forma que con gran frecuencia encontramos en el poema de Alain Chartier esa división, que moldea también la exposición del pensamiento.

El esquema utilizado en La Belle Dame sans merci es muy raro en la poesía lírica anterior a 1350: apenas se puede encontrar en la obra de Jean de Le Mote (primera mitad del siglo XIV) y poco más. Sin embargo, esta estructura métrica llegó a tener cierto éxito a lo largo de la segunda mitad del siglo XIV y en el siglo XV sobre todo en poemas narrativos, gracias al empleo que de él hizo Oton de Grandson (h. 1345-1397) en sus Complainte amoureuse de saint Valentin y Complainte de saint Valentin . Del mismo modo, la Belle Dame qui eut merci -quizás del mismo Grandson- recurre también a la estrofa de ocho versos octosílabos de rimas cruzadas: es posible que la utilización reiterada de esta estructura repetitiva a lo largo de un poema no busque más que expresar la monotonía de los sentimientos, y quizás por eso Grandson recurre a ella en sus dos querellas de San Valentín, buscando la adecuación de tema y estilo según la congruentia retórica. Alain Chartier conoció muy probablemente las obras de Grandson e imitó la forma métrica de las mismas en el Débat de réveille-matin y en La Belle Dame sans merci (y, como era previsible, en la Excusation ). El escándalo de ésta contribuyó a la difusión del esquema métrico, que no sólo sería utilizada por los imitadores de Chartier, como Achille Caulier o Baudet Harenc, sino también por Villon en las partes narrativas del Lais y del Testament.

La Belle Dame sans merci se encuadra en el género de los debates, tal como se concibe al final de la Edad Media, lejos de los modelos utilizados en las Escuelas. La presencia de narración que enmarca la obra, pues aparece al principio y al fin de la misma, al lado del diálogo muestra que se trata ya de un género mixto -en evolución, por tanto-, sin la pureza formal de los debates y disputas escolares. El carácter híbrido adquiere mayor relieve aún al considerar la presencia de importantes rasgos procedentes de la pastorela, como son el planteamiento inicial, la fiesta, el escenario, el poeta-espectador, el diálogo, aunque éste no se desarrolle entre una pastora y un caballero, pues la mujer ha sido sustituida por una dama noble...

La abundancia de debates durante los siglo XIV y XV ha llevado a establecer tres grupos, según la cabida que se dé en cada obra al conflicto que enfrenta a los interlocutores. Así, se habla de diálogos, juicios y debates, denominaciones que vienen a coincidir además -grosso modo - con la utilización exclusiva de la prosa, el verso que no llega a estructurarse en sucesiones estróficas bien definidas, y la estrofa claramente representada.

El debate constituye, con diferencia, el grupo en el que se reúne un mayor número de textos. La utilización que hace de la estrofa permite además distribuir con comodidad los turnos de palabra, que tienden a identificarse con sendas estrofas haciendo innecesaria la intervención de un narrador, que de esta manera queda convertido en un simple presentador del debate y recapitulador del mismo, tal como ocurre en La Belle Dame sans merci.

Es también habitual en el género que se busque un juez que dirima la cuestión, o bien que el narrador dirija la obra a algún destinatario que desempeñaría el papel de árbitro: queda de manifiesto entonces que el debate adquiere las características de un juego social -uno más- que contribuye a dar esplendor a la vida de la corte. Por eso, no extraña que la temática de los debates esté constituida en gran frecuencia por cuestiones amorosas y, en menor proporción, por asuntos religiosos o morales (con relación o no con los acontecimientos históricos o la situación social). Resulta inevitable asociar el género de los debates amorosos y las cortes de amor. En el caso concreto de La Belle Dame, no llama la atención -con esta perspectiva- que su autor fuera citado por las tres damas de Issoudun, ni que comenzara a continuación una serie de acusaciones y réplicas.

Naturalmente, si se considera el debate como un juego social no se debe tomar en serio lo que se dice en los textos, pues el contenido responde a convenciones o a asuntos más o menos de moda. El distanciamiento irónico es el registro más adecuado y en él cabe también la parodia del mundo de abogados y jueces, pues con una forma seria se tratan asuntos inconsistentes. Todo forma parte del mismo espíritu: la institución de la Corte de Amor (6 de enero de 1400) no pretende tanto reunir a los enamorados -como sería el caso en una corte señorial-, como de juzgar los casos de honor y respeto a las damas, dirimir cuestiones amorosas y ocuparse de asuntos meramente literarios, como son los certámenes poéticos o la ortodoxia de las ideas amorosas expresadas en los poemas (la huella de los puys y cofradías del siglo XIV es clara). Naturalmente, las sentencias son siempre de carácter literario y no afectan a los bienes o a la persona del reo. La afición por institucionalizar todas las actividades y darles reglas estrictas alcanza también al amor.

Por otra parte, al tratarse de la imitación de un proceso judicial, es obvio que los autores de los debates y los narradores literarios de los mismos se convierten en notarios de la realidad, en observadores y no en protagonistas de los hechos. O, dicho de otra forma, los hombres de letras -clérigos, en general-, cuentan lo que les ocurre a las damas y a los caballeros de la corte. No es raro que los nobles se sientan heridos en los debates, pues sobre todos pesa un antiguo antagonismo que, en épocas posteriores, se identificará con las armas y las letras. No siempre se trata, pues, de inocentes juegos sociales.

Alain Chartier tomó parte también en esos juegos, primero escribiendo La Belle Dame sans merci , en la que no tardaron en ver sus contemporáneos un ataque a la licenciosa vida de la corte y una crítica a la facilidad con la que las damas entregaban su amor. Además, como consecuencia de estas interpretaciones, Alain Chartier se convirtió inmediatamente en acusado y reo de un delito contra el Amor.

Estaba Alain Chartier cumpliendo la misión diplomática de 1425 ante Segismundo de Hungría cuando las tres damas de la corte que, a la sazón, se encontraba en Issoudun, le escribieron una carta de requerimiento, quizás instigadas por una epístola que, a su vez, les habían dirigido los enamorados, que consideraban que en el librito "bajo un lenguaje cuidado, seencierran los principios y la base para imponer el rigor en la corte de amor y acabar con la pretensión de los humildes servidores", quitándoles a las damas el "feliz nombre de Piedad que es el adorno y la riqueza de vuestras otras virtudes. Y de ahí llegará daño y distanciamiento a los humildes servidores...".

Las damas, por su parte, no tardaron en escribir a Alain Chartier, citándolo a declarar para que se defendiera del cargo que se le imputaba. La vista quedaba fijada el primer día de abril de 1425: comenzaba de este modo una querella que no terminaría con la Excusacion presentada por el poeta ni con el destierro, pregonado a son de trompa, al que fue condenado éste, según dice Pierre de Nesson.

Resulta difícil aceptar que La Belle Dame sans merci es un ataque contra los hábitos de la corte y, más aún, que en la obra su autor recomienda a las damas que sean crueles y despiadadas, según la acusación que se vierte en la carta de los enamorados. Semejante interpretación es, en todo caso, el resultado de una lectura (si es que ha habido lectura) del texto excesivamente literal y con unos propósitos claros. Los que se llaman enamorados no son otros que los cortesanos -muy numerosos- que están beneficiándose de las relajadas costumbres del momento, en medio de una vida de disipación moral. Bastará un ejemplo: una de las tres damas firmantes de la carta de Issoudun es Catherine de l'Isle-Bouchard, condesa de Tonnerre, del séquito de la joven reina María de Anjou, que en este momento sólo tenía seis damas a su servicio. Catherine, al quedarse viuda, no tardó en seducir a Pierre de Giac, que se deshizo de su mujer embarazada y, ya viudo, se casó con su amante, bella y rica. Un día, el señor de la Trémoille fue temprano a casa de Pierre de Giac y éste, pensando que iba a acostarse con su mujer Catherine como en otras ocasiones, mandó que le abrieran la puerta. Pero, esta vez, el señor de la Trémoille aprovechó las facilidades para hacer que ahogaran al marido de su amante, con lo que ambos, Catherine y el señor de la Trémoille, se marcharon poco después al Poitou, donde contrajeron matrimonio. Es, pues, este grupo de nobles el que se siente criticado en la obra de Alain Chartier y son ellos los que consideran que el poeta ha hecho apología a favor de la crueldad de las damas. Para acusarlo utilizan expresiones alegóricas y terminología tomada de los libros de caballerías (Lanzarote y Tristán, fundamentalmente); no dudan -la interpretación es mía- en hacer creer que ellos son como aquellos héroes que iban en busca del Santo Grial, con lo que las damas serían equivalentes a las que les ayudan a llevar a cabo sus aventuras y, por tanto, les están casi predestinadas. En definitiva, si Lanzarote y Ginebra o Tristán e Iseo mantuvieron una estrecha relación amorosa, a pesar de que las dos reinas estaban casadas, en la era de oro de la caballería andante, ¿por qué no iban a imitarlos?. El engaño es claro y sólo podría convencer a quienes ya estaban convencidos; por ello, el poeta es considerado un intruso en ese mundo y como tal tiene que ser combatido.

Alain Chartier no tardó en responder con una Excusacion envers les Dames, en la que aclara que él sólo ha contado el caso de un pobre enamorado y en modo alguno se refería a la generalidad: el que lo vea de otra manera "o ve demasiado o no ve nada". Pero de nada le vale su defensa, pues las damas vuelven a acusarle porque consideran que el poeta se ha ratificado en sus palabras y en su actitud. En realidad, es el personaje femenino la causa de todas las críticas que, erróneamente, se dirigen contra el autor.

La corte se dividió en dos bandos: los que defendían la inocencia del autor y los que lo censuraban con vehemencia. No quedó ahí el asunto, pues no tardaron en surgir imitadores de la obra: se pueden señalar al menos diecisiete obras vinculadas de forma directa o indirecta al libro de Alain Chartier. Entre ellas, algunas como las escritas por Achille Caulier o por Baudet Herenc atestiguan una lectura detenida de La Belle Dame y constituyen una buena base para intentar reconstruir qué entendían los contemporáneos de Alian Chartier al leer la obrita.

Baudet Herenc es el primero en seguir el modelo de La Belle Dame, construyendo para ello un proceso (el Parlement d'Amour), en el que hallan respuesta cada uno de los argumentos de la despiadada y fría protagonista, a la que retira la condición de "dama" para dejarla sólo en "cruel".

Seis meses más tarde, en septiembre, aparece las respuesta: La Dame leale en amours. La defensa se basa en que la dama tenía otro amante y, por tanto, hizo bien al rechazar al joven que insistía con tanta vehemencia. En todo caso, señala el anónimo autor de esta obra, Alain Chartier debería ser acusado de maledicencia.

Apenas habrían transcurrido ocho meses cuando Achille Caulier escribe la refutación, La Cruelle femme en amours, que ve la luz cuando Chartier ya había muerto. Caulier rechaza, por una parte, las razones expuestas La Dame leale, pues Verdad -que debería haber sido la defensora- había sido suplantada por Ficción. Por otra parte, retoma los argumentos de Baudet Herenc y con gran habilidad, sutileza y dominio del verso, acaba pidiendo que la dama sea castigada, pero para entonces la protagonista ya ha ganado fama de mujer libre y egoísta.

La continuación de la querella se encuentra en los anónimos Erreurs du jugement de la Belle dame sans merci , que concluirán con la aprobación de las tesis de Baudet Herenc y de Achille Caulier y propondrán unos decretos de Amor que no llegan a ser puestos por escrito, dejando vía libre a otras continuaciones, como los Arrêts d'Amour de Martial d'Auvergne (h. 1460). Todavía en pleno siglo XVI continuaban las imitaciones, las defensas y réplicas a la obra de Alain Chartier, que serían el mejor testimonio del éxito que obtuvo La Belle Dame sans merci.

Al lado de las imitaciones y continuaciones, las traducciones también atestiguan la difusión y el éxito de la obra más allá de las fronteras de Francia o de los límites lingüísticos del francés: hacia 1460 fray Francesc Oliver tradujo la obra al catalán. Por la misma época, Sir Richard Ros hacía lo propio en inglés y pocos años más tarde, en 1471, Carlo del Nero la vertió al toscano.

El occidente europeo se llenó así de crueles damas insensibles a los requerimientos de sus enamorados. El camino estaba preparado para nuevos debates, esta vez dirigidos contra todas las mujeres: serán la expresión más o menos poética de la misoginia medieval, encabezada ahora por un lector de Alain Chartier: el catalán Pere Torroella.

En Cataluña fue conocida La Belle Dame sans merci muy pronto. El caballero hospitalario fray Bernat Hug de Rocabertí (h. 1423-h. 1489) y su amigo mosén Pere Torroella (activo entre 1436 y 1486) citan algunos versos en francés del libro que nos ocupa, haciendo que la presencia del desdichado joven y de la dama despiadada se multiplique a partir del momento en que aparece la traducción de fray Francesc Oliver (h. 1460), que dará lugar a imitaciones como la anónima Clamor d'un enamorat de sa enamorada (fin. siglo XV) y al estabecimiento de un premio literario, la "joia de desconeixença" ('de la ingratitud'), creado en Barcelona en 1457 a instancias de un cirujano, Martí Bellit, que había sido rechazado por su dama. El poema era conocido, pues, por caballeros, por hombres de letras y por representantes de la burguesía; y el texto llegaba en catalán y en francés: no queda duda de la popularidad de la obra, que no sólo es utilizada como apoyo de las quejas amorosas de quienes no son correspondidos sino que da lugar, en la segunda mitad del siglo XV, a un género poético, la Desconaxença , en el que tienen cabida un nutrido grupo de composiciones, en las que los autores se lamentan de la ingratitud o indiferencia de sus damas. Mientras tanto, otros como Romeu Llull (h. 1410-1484) recurren a La Belle Dame en medio del dolor por la muerte de su amada. La obra de Alain Chartier está plenamente aclimatada en Cataluña y forma parte del panorama poético del momento.

Casi todas las referencias a Alain Chartier en Castilla se encuentran relacionadas con el marqués de Santillana. Hacia 1449, o poco antes, don Iñigo López de Mendoza dirige su Prohemio e carta al Condestable de Portugal. En el párrafo que dedica a la poesía francesa alude a nuestro poeta:
"Maestre Alen Charretiel, muy claro poeta moderno e secretario deste Rey don Luys de Françia, en grand elegançia conpuso e cantó en metro e escrivió el Debate de las quatro damas, La Bella Dama san mersi, el Revelle matin, La Grand pastora, El breviario de nobles e El Ospital de amores; por çierto, cosas asaz fermosas e plazientes de oyr".

Las palabras del marqués de Santillana sirven para atestiguar el conocimiento que tenía el noble castellano de la obra de Alain Chartier, aunque en la lista citada mezcle títulos de otros autores. Entre los libros de la biblioteca de don Iñigo figuraba un volumen en francés que contiene algunas de las obras citadas y otras omitidas: el Débat de réveille-matin, La Belle Dame sans merci (y los textos conexos, epístolas y Excusacion ), y el Débat des deux Fortunés d'amour. Todas ellas son obras redactadas entre los años 1424 y 1426 y no se incluyen en el volumen textos ajenos a esas fechas, lo que hace pensar que el códice fue reunido justamente en esos años.

Sin embargo, la única obra de Alain Chartier traducida al castellano durante la Edad Media es el Quadrilogue invectif . Esta versión se hizo en época temprana (entre 1432 y 1444), pero nada indica que fuera encargada por el marqués de Santillana, como se afirma en algunas ocasiones, y tampoco se le dedica al noble castellano en ninguno de los tres manuscritos conocidos, todos ellos estrechamente relacionados entre sí.

Estos son los únicos datos seguros que poseemos de la presencia de Alain Chartier en Castilla. Es posible que el influjo del autor francés se haga sentir en alguna obra del marqués de Santillana, como la Comedieta de Ponça, que podría haber tomado el marco general del Débat des Quatre Dames, pero las analogías apenas pueden ser llevadas más allá de esta semejanza.

No hay más alusiones a Alain Chartier en nuestro siglo XV. Los poetas de Cancionero no lo citan nunca y La Belle Dame sans merci apenas es algo más que un vago recuerdo reavivado de vez en cuando a través de la polémica surgida en torno a Pere Torroellas.

Bibliografía.

  • CHARTIER, ALAIN-, La Bella Dama Despiadada. Introducción, traducción y notas de Carlos Alvar. Madrid, Gredos, 1996.

  • LAIDLAW, J.C.- The Poetical Works of Alain Chartier. Cambridge, Cambridge University Press, 1974.

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