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LiteraturaBiografía

Cetina, Gutierre de (ca. 1517-ca.1557).

Poeta y prosista español, nacido en Sevilla alrededor de 1517, y muerto en Puebla de los Ángeles (México) en torno al año de 1557. Su trayectoria poética, enteramente ligada a los metros y argumentos petrarquistas, le convierte en uno de los principales consolidadores de poesía italianizante en la literatura española.

Vida.

Grandes lagunas cubren la biografía de Gutierre de Cetina, empezando por el año de su nacimiento. Pacheco, en su Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones (1599), había apuntado el año de 1520, aunque investigaciones posteriores han adelantado la fecha. Su lugar de nacimiento se ubica en la colación sevillana de Santa María la Blanca, cerca del monasterio de la Madre de Dios. Gutierre fue el mayor de los ochos hijos del matrimonio entre Beltrán de Cetina, que tenía a su cargo el cobro del almojarifazgo mayor de Sevilla, y Francisca Castillo; ambos pertenecían a lo que Domínguez Ortiz denominó caballeros. Este origen noble ya había sido destacado por Pacheco, quien afirmó que Cetina descendía de “gente poderosa y noble”.

Nada sabemos de su educación, aunque es probable que estudiase en uno de los colegios sevillanos y perteneciera a alguno de los círculos literarios que se daban en la ciudad del Guadalquivir. Se trasladó con posterioridad a Valladolid, donde se atestigua su estancia en 1537. Pero su estancia en esta ciudad castellana fue corta, pues al año siguiente se encontraba en Italia, donde residiría con algunas ausencias hasta 1548, ejerciendo su oficio militar. Durante estos años luchó en algunos campos de batalla europeos y realizó en 1546 su primer viaje a México. En su estancia italiana entabló amistad con los príncipes de Molfeta, don Fernando de Gonzaga y doña Isabel de Capua.

Parece ser que participó en la fracasada expedición que en el año 1541 emprendió Carlos V a Túnez. En 1543 participó en la toma de Düren, fortaleza que pertenecía al duque Guillermo de Clèves, aliado de Francisco I de Francia. Entre los años 1544 y 1546 debió residir en el Milanesado, donde también se encontraba en 1548 actuando de correo para el príncipe Felipe. Pero en 1546 había realizado su primer viaje a México con su tío Gonzalo López. En 1548 viaja de Italia a Barcelona, desde donde se trasladó a Sevilla. Desde aquí conocemos pocos detalles de su vida. Según Pacheco estuvo retirado gran tiempo en una aldea fuera de Sevilla, aunque mantuvo frecuentes contactos con sus amigos poetas sevillanos, entre los que se encuentraba Baltasar del Alcázar, que dirigió a Cetina cuatro sonetos.

En fecha indeterminada se trasladó a México, donde se hallaba el 1 de abril de 1554, precisamente en la ciudad de Puebla de los Ángeles. Allí había quedado enfermo, cuando acompañaba a su tío Gonzalo López para embarcar plata para Castilla. Ese día, confundido con su amigo Francisco Peralta, fue herido por Hernando de Nava y Gonzalo Galeote. Nada sabemos de la evolución de la herida, pero debió de tener graves consecuencias, pues murió antes de 1557.

Obra.

La producción literaria de Cetina se compone de las siguientes obras: dos obras en prosa (Diálogo entre la cabeza y la gorra y la Paradoja en alabanza de los cuernos), un gran número de poesías (sonetos, madrigales, canciones, composiciones en octavas reales, elegía y sextina), y también obras de teatro, según afirma Pacheco: "en México estuvo algunos años e hizo muchas obras, y en particular un libro de Comedias Morales, en prosa y verso; y otro de comedias profanas, con otras muchas cosas que por su temprana muerte se perdieron". Cetina, como otros tantos poetas españoles del Siglo de Oro, no editó sus poesías, sino que estas se han transmitido a través de manuscritos, sobre todo el cancionero titulado Flores de baria poesía, recopilado en México en 1577.

Este cancionero recoge muchas poesías de poetas españoles del siglo XVI. Se ha especulado con que fuera recopilado por Gutierre de Cetina o por Juan de la Cueva, aunque parece que ninguno de los dos es la persona que llevó a cabo esa tarea. En la biblioteca de don Antonio Rodríguez Moñino, en Madrid, se conserva un manuscrito que parece ser la copia del manuscrito autógrafo del poeta. La dispersión de su obra ha dificultado la edición y el análisis de la poesía de Gutierre de Cetina, poeta representante de la primera generación de petrarquistas españoles.

Precisamente, por pertenecer a esta primera generación, practicó la imitación, teoría propuesta por los renacentistas italianos, sobre todo por Bembo, para mantener el legado de la literatura clásica latina y griega. En Cetina, como en todos los miembros de su generación (Hurtado de Mendoza, Acuña), los poetas más imitados son los petrarquistas italianos. Petrarca proporcionó a Cetina los temas y motivos que utilizó el poeta sevillano; así, nos encontramos con poemas con imitaciones muy parecidas al original, incluso con recreaciones muy próximas a la traducción (un ejemplo lo tenemos en el soneto que comienza “Si vos pensáis que por un ceño airado”, recreación del petrarquista “Se voi poteste, per turbati segni”).

En la temática, es claramente petrarquista en el tema de la fidelidad a la dama, así como en ciertos motivos temáticos -como el del ruiseñor confidente-, o en frases lexicalizadas. Begoña López Bueno ha señalado como principal fuente la del poeta napolitano Luigi Tansillo. Según González Miguel, esta influencia viene potenciada por el tratto personal; apunta este crítico que ambos pudieron mantener sus contactos personales entre 1538 y 1541, años en que Cetina pasó temporadas en el sur de la Península Itálica. López Bueno ha destacado el caso de sonetos de Cetina que son en realidad traducciones de Tansillo (por ejemplo, el soneto “¿Cuál fiera tempestad, cuál accidente”, en el que traduce “Qual torbida procella sí repente”), imitaciones muy estrechas y poemas que están inspirados en composiciones del napolitano.

Los principales temas y motivos del napolitanos recogidos por Cetina son: la bucólica separación de Amarílida (segunda mujer a la que dedicó su poesía; la primera fue Dórida), las comparaciones de su vida con el mar tormentoso, y la identificación del amor con el sueño traidor. Otro rasgo que pudo aprender Cetina en Tansillo y en otros petrarquistas italianos fue en el de la cuidadosa elaboración técnica. Otros poetas italianos que ejercieron influencia en la poesía de Cetina son Castiglione, Ariosto, Sannazaro, Giraldi Cinthio o Pietro Bembo, entre otros.

Otra influencia destacada, sobre todo tras su regreso a España, es la de Ausias March, poeta que ejerció una gran influencia en la poesía española del Siglo de Oro, cuya obra había sido editada en edición bilingüe por Baltasar de Romaní (Valencia, 1539), y traducida posteriormente al castellano por Jorge de Montemayor. Cetina, pues, pudo tener acceso a ella bien en su lengua original, bien a través de una de las dos traducciones publicadas a mediados de siglo XVI. La influencia del poeta valenciano es tan importante que Begoña López Bueno habla de Cetina “como del poeta castellano más 'ausiasmarquesco' de nuestro Siglo de Oro”.

De este poeta toma Cetina la revelación del hombre interior a base de puro intelectualismo y pasión reconcentrada, ajeno a cualquier elemento exterior (belleza física de la amada o del paisaje). También el concepto del amor como compuesto y como tensión entre el lado espiritual y el sensual. Pero Cetina dulcifica la dura tensión de Ausias March: así, en los poemas en los que utiliza el soneto, la primera parte de la composición manifiesta la influencia del poeta valenciano, pero en la segunda parte de la estrofa Cetina abandona el modelo para recorrer un camino propio.

Ciertos temas redundantes de Cetina tienen su posible origen en la poesía de March: el amor como servicio, el sufrimiento masoquista, el amante destinado a amar y, por tanto, incapaz de liberarse de las cadenas con las que lo ata el Amor. Influencias del poeta valenciano se pueden apreciar en sonetos como el que comienza "Como está el alma a nuestra carne unida" (influido por el "Axí com és en nós l’ànima tota" ausiasmarquesco).

Begoña López Bueno aprecia una evolución en la poesía de Cetina “desde el mundo sensible y cromático del bucolismo que presidía su idilio con Dórida, enmarcado en el arcádico Betis, hacia un progresivo intelectualismo cada vez más adepto a formulaciones abstractas”. En la poesía de Cetina se aprecia la existencia de un cancionero a la manera de Petrarca, en el que aparecen dos amadas (la sevillana Dórida y la vallisoletana Amarílida), y en el que, como sucede en el modelo, se avanza desde el amor hasta el desengaño final, en el que el propio poeta se muestra como ejemplo para los lectores.

El cancionero se abre en clave bucólica, en la que Vandalio, pseudónimo de Cetina, se encuentra cansado y enfermo “del vivir desesperado”, y que se piensa próximo a la muerte. Aparecen después un número de composiciones en la que narra sus relaciones amorosas con sus dos amadas (Dórida y Amarílida), con el esquema típico de la poesía amorosa de la época: tiempos felices + partida + ausencia. La dama aparece retratada con los atributos habituales de la belle dame sans merci (“Fuera el decir cómo el concepto altivo / ¡oh mi musa crüel!, menos avara”) y poseedora de una divina belleza (“Si el celeste pintor no se extremara / en haceros extremo de hermosura”).

También tenemos un grupo de poemas en los que el amante refleja la añoranza de los pasados tiempos felices, reflejado en varios sonetos (verbigracia, “El triste recordar del bien pasado / me representa el alma a mi despecho”). A partir de aquí se inicia el anticlímax, fase que pasa por ser la mejor representada en su cancionero. Se trata del vivir temeroso, en el que el poeta se mueve entre dos sentimientos opuestos: esperanza y temor. Ahora se enseñorea esa duda que anuncia el final, el momento en el que el poeta se debate entre el recelo, el desasosiego y los celos: “Un temor me destruye el pensamiento, / siendo sólo el pensar cuanto bien tengo”.

Después, como último capítulo en esta historia amorosa, viene la constatación del final. Para expresarlo, el poeta recurre al mito de Ícaro y Faetón, que los poetas del Siglo de Oro presentaban como ejemplo perfecto del deseo de alcanzar lo imposible con el riesgo de perder la propia vida. El momento final de su proceso amoroso está representado por el soneto “Solía cantar de amor dulces clamores”, en el que Cetina lamenta el final de su pasión, y manifiesta su envidia hacia los jóvenes que viven una vida sin temores, sin las incertidumbres que ha vivido él; sin embargo, en los dos tercetos el poeta refleja la envidia que siente hacia aquél “a quien concede el cielo / medir con su fortuna los cuidados / y vive en un estado satisfecho”. El último terceto representa el tópico de las vanas esperanzas del mundo y parece aludir a un elogio de la vida contemplativa, sin ambiciones, que produce la auténtica felicidad.

En este cancionero López Bueno detecta un proceso evolutivo, no sólo en la temática, sino también en la influencia predominante en cada momento; así, divide en tres secciones la historia, y observa la progresiva influencia de Ausias March en detrimento de la italiana, especialmente cuando ya al final el poeta anhela un amor sublimado aquilatando grados.

Las epístolas están escritas en tercetos y se dividen en dos grupos: las que tratan el tema amoroso y las presididas por el tono satírico. Un buen ejemplo de las primera es la "Epístola II", dirigida a su amada, que comienza "Alma del alma mía: ya es llegada", en la cual el poeta se despide de la amada. Esta "Epístola II" refleja al amante triste, atormentado, alejado de una amada a la que se atreve a importunar como única forma de consuelo. Otro tipo de epístolas amorosas son las dirigidas a algunos confidentes como Jerónimo de Urrea o la princesa de Molfeta; en la dirigida a esta última se presenta como un prisionero que "con gran rigor atormentar se siente", y que desea confesarse. En ella asume que su situación amorosa no es producto del destino, sino elección propia; la amada se presentada alegóricamente como un lauro cultivado por el poeta, quien al final resulta traicionado ("y el lauro mudará como ha mudado"). La elección del lauro como símbolo de la amada llevó a varios críticos a pensar que se trataba de la princesa Laura Gonzaga, identificación que López Bueno rechaza.

El grupo de las epístolas satíricas es más numeroso, y en ellas el poeta satiriza la vida en la corte, tal y como sucede en la "Epístola IX", dirigida a la princesa de Molfeta, en la que tras los saludos de rigor le pide a su destinataria que le tenga preparada una “olla podrida”, cuyos ingredientes serían nobles y personajes conocidos en la Corte: “meterán, lo primero, toda entera, / pues cada parte es buena, y toda junta, / la señora Lucía, y con aviso / que miren que la olla no se pegue / a ella, puesto que es muy despegada”.

Otra epístola satírica es la XVI, dirigida a Baltasar de León [del Alcázar], en la que describe la vida en la ciudad, pintando los vicios que en ella imperan. En una de las estrofas se lee: “Aquí la emulación, la tiranía, / la envidia y la pasión hace y deshace / cuanto ordena la falsa hipocresía”. A continuación establece una comparación entre la vida que su destinatario lleva en su aldea y la que se vive en Sevilla, recogiendo el tópico renacentista del menosprecio de corte y la alabanza de aldea.

La estrofa preferida de Cetina es el soneto, al igual que sucedió con el resto de los poetas del Siglo de Oro. La estructura de esta estrofa (con su división en caso general + aplicación personal o presentación + parlamento final), acomodada a la de los dos cuartetos y los dos tercetos, se avenía bien al estilo de Cetina, que la usó, por ejemplo, en la imitación de las octavas de Ausias March, siguiendo en los dos cuartetos el tono del poeta valenciano y usando los tercetos para distanciarse de su modelo.

Gutierre de Cetina, "Es lo blanco castísima pureza".

Un grupo abundante de los sonetos del poeta sevillano pertenece a los comparativos, con una correspondencia en el símil entre cuartetos y tercetos (“Como se turba el sol y se escuresce”). También se ejercitó en otros tipos de sonetos: los dialogados (“-¿Por qué es ciego el Amor? -Porque con ojos”); los sonetos glosas, como el que glosa un verso de Ovidio (“Escripto, aunque imposible al fin parece”); y los epigramáticos, con un ejemplo de la traducción bastante fiel de un epigrama latino (“Sobre las ondas del helado Ibero”).

Pero quizás la estrofa por la que es más conocido es la del madrigal, que el propio Cetina introdujo en España. Los madrigales del poeta sevillano constan de un número de versos que oscila entre diez y doce, combinando a partes iguales los endecasílabos y los heptasílabos. Navarro Tomás observa que “distribuyen sus versos en tres grupos”:

"Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuando más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que a sí me miráis, miradme al menos
".

Gutierre de Cetina. Ojos claros, serenos...

Bibliografía fundamental.

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  • GALLEGO MORELL, Antonio. Estudios sobre poesía española del primer Siglo de Oro. (Madrid: Ínsula, 1970).

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  • PRIETO, Antonio. La poesía española del siglo XVI. I. Andáis tras mis escritos. (Madrid: Cátedra, 1984).

Autor

  • JR.