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EsculturaBiografía

Carpeaux, Jean-Baptiste (1827-1875).

Es, sin duda, el artista que mejor representa la trayectoria que adquiere la escultura francesa durante las décadas centrales del siglo XIX, calificado como el maestro de la escultura pictórica, cuya obra ha sido parangonada y relacionada con la de los grandes pintores realistas del siglo. Nacido en Valenciennes, marcha a París en 1842 para estudiar en la Escuela Real de Dibujo y Matemáticas y en la Escuela de Bellas Artes. Pintor y escultor, su formación se inicia dentro de las tendencias románticas, bajo el influjo de François Rude, como demuestra uno de sus primeros dibujos a lápiz titulado Cabeza del genio de la Revolución, inspirada claramente en el grupo escultórico La Marsellesa que Rude realizó para el Arco de Triunfo de l'Etoile en París. De este momento datan obras como La sagrada alianza de las naciones (1848) o el grupo Héctor y Astyanax (1845).

Abandonó el taller de Rude en 1849 para asistir a las clases del escultor académico Francisque-Joseph Duret, quien le encaminó a conseguir el preciado Premio a Roma, ya que en su taller tomó contacto con las doctrinas imperantes de la Escuela de Bellas Artes, y realizó, entre otras obras, Abd-el-Kader rindiéndose a Napoleón III (1853). En 1855 viajó pensionado a Roma, ciudad en la que permaneció hasta 1859 estudiando en la Academia Francesa. Allí emprendió una serie obras basadas en las reglas académicas como Niño pescador con una concha marina, una escultura de gran éxito que envió a París y de la que tuvo que realizar numerosas variantes.

En la década de los años sesenta, Carpeaux se alejó definitivamente de los postulados clasicistas y comenzó a ensayar un nuevo modo personal, en el que la obra escultórica se modela de la misma forma que una pintura. Sus dibujos preparatorios son improvisaciones espontáneas y agitadas, en ocasiones exuberantes, que luego trata de traspasar a la estructura escultórica mediante efectos pictóricos y el tratamiento de los materiales, rasgo que conseguía con gran facilidad. Se trata de un paso revolucionario en el método y en la forma de concebir la escultura, patente ya en uno de sus últimos proyectos de carácter académico: El Conde Ugolino y sus hijos (1861-63), una obra planteada tras un viaje a Florencia en el que Carpeaux quedó fuertemente impresionado por la obra de Miguel Angel, momento desde el que adquirió un estilo calificado por numerosos historiadores de neomanierista o neobarroco. Se trataba un grupo escultórico que representaba un tema de carácter ortodoxo, extraído del pasaje del Infierno de Dante, habitual en el repertorio de los pintores pero jamás en el de un escultor. Carpeaux lo trató con una absoluta libertad. El virtuosismo, la composición y la maestría del desnudo o las expresiones cuidadosamente estudiadas de las cabezas merecieron la aprobación general de los jueces parisinos en el Salón de 1863, quienes le otorgaron la Primera Medalla mientras que el Estado adquirió la composición en bronce. Los mismos rasgos podrían aplicarse a la serie de bustos y retratos que dieron fama al artista por su estilo realista, vivo y personal, de gran penetración psicológica: el Busto de Charles Garnier, arquitecto amigo suyo, o el de la Marquesa de la Valette.

Hacia 1863 diseña un monumento dedicado a la memoria del pintor rococó Watteau para la ciudad de Valenciennes, uno de sus proyectos más interesantes y en el que pretendió trasladar el personal estilo del pintor al lenguaje de la escultura. Entre su producción cabe destacar la serie de decoraciones y relieves para integrarse en la arquitectura, como los grupos realizados entre 1864 y 1866 para el Pavillon de Flore, en el Louvre.

Tres años después finalizó la que se ha considerado su obra maestra: La danza, uno de los grupos escultóricos realizados para la fachada de la Ópera de Charles Garnier, la construcción parisina más típica del Segundo Imperio. El grupo, de tamaño natural, no se atenía a las condiciones impuestas por el arquitecto, por las que debía limitarse a tres figuras y sus correspondientes complementos. Sin embargo, Garnier aceptó y defendió el grupo escultórico que fue presentado al público en 1869, a pesar de ser tachado de indecente y vulgar por la forma demasiado natural de representar los cuerpos desnudos. La composición, una hábil estructura de volúmenes y vacíos, representa una danza de bacantes desnudas alrededor de un genio alado, de alegre agitación, que traduce a la perfección la gracia y la sensualidad, así como el estilo y la destreza de Carpeaux.

Menos polémico fue uno sus últimos encargos decorativos para la ciudad de París: la pieza central de una fuente en los Jardines de Luxemburgo, para la que ideó un tema de arraigada tradición iconográfica: la representación de los Cuatro Continentes, alegorizados por cuatro figuras femeninas, para cuya realización llevó a cabo serias investigaciones etnográficas. Las cuatro figuras, representadas por las cuatro razas, sostenían una esfera celestial con los correspondientes signos del Zodíaco. El grupo fue expuesto en el Salón de 1872. A partir de esta fecha dejó de lado muchos encargos oficiales de la Corte para trabajar, sobre todo, en diversos grupos de retratos, entre los que destacan los encargados por los miembros de la familia real, pero su dinámica y producción bajó ostensiblemente debido tanto a la crisis económica provocada por la caída del Segundo Imperio como a la enfermedad que le provocó una muerte prematura.

Bibliografía

  • NOVOTNY, Fritz, Pintura y escultura en Europa, 1780-1880. (Madrid: Cátedra, 1978).

Victoria Soto Caba

Autor

  • mfe.