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Calvino, Juan (1509-1564).

Teólogo y reformador protestante francés, nacido en Noyon (Picardía) el 10 de julio de 1509 y fallecido en Ginebra el 27 de mayo de 1564, que está considerado el más grande de los teólogos protestantes y el segundo reformador más importante después de Lutero. Sus Instituciones han permanecido, tal y como él las redactó, como norma del protestantismo ortodoxo de todas las Iglesias denominadas "Reformadas" (véase calvinismo).

Vida

Miembro de una familia de clase media francesa, Calvino -nombre que se deriva de su original francés Cauvin, latinizado Calvinus- era hijo de un abogado, que había comprado la licencia en la ciudad de Noyon, donde ejercía la práctica del derecho civil y canónico. Al contrario que Lutero, Calvino ni se ordenó sacerdote en la Iglesia Católica, ni emitió votos religiosos. En medio de un ambiente católico, su madre se esforzó por introducir al niño en las devociones católicas. En su vida privada era de carácter fuerte y reservado, de hábitos sencillos, despreocupado de las riquezas y entregado al trabajo sin descanso. Recibió su primera formación en los colegios de la Marche y de Montaigne, dependientes de la Universidad de París. En esta ciudad se graduó en Artes en 1528. Ante la insistencia de su padre, siguió la carrera de leyes en las universidades de Orleans y Bourges, licenciándose en 1532. Muerto su padre, regresó a París para consagrarse de lleno a los estudios humanísticos, fruto de los cuales fue su comentario del De clementia, de Séneca. Ya para entonces había aprendido griego y hebreo, atraído como estaba por el estudio de la Biblia. En París entró en contacto con simpatizantes de Erasmo de Rotterdam y de la reforma, tales como Le Fèvre d´Etaples (Estapulenses), famoso por su traducción de la Biblia al francés; Lacorderius, su tutor, hombre de vida austera y de excelente dominio del latín; Jorge Cop, médico del rey Francisco I, pero también amigo de los temas de la actualidad religiosa. Al lado de estos maestros, se convirtió en un humanista y un reformador.

Después de una experiencia religiosa, en la que creyó haber recibido una misión de Dios para restituir a la Iglesia a su prístina pureza, rompió con la Iglesia Católica (1533) y encauzó su vida en el trabajo de la Reforma, para lo cual se puso en contacto con los reformadores de Alemania y de Suiza. Calvino adoptó los grandes temas de la teología luterana -la Biblia como única norma en materia de fe y de moral; radical corrupción del hombre después del pecado original; la salvación fruto única y exclusivamente de la fe aportada por la gracia-, pero los elaboró de manera autónoma.

En 1534, el Francisco I, desató una persecución contra los reformadores, irritado por la aparición de pasquines irreverentes en contra de la misa. Sintiéndose en peligro, Calvino huyó a Suiza, estableciéndose en Basilea. Durante su tranquila estadía en esta ciudad, se empapó del estudio de la Biblia y de los escritos de Lutero y de Zuinglio. Además tuvo tiempo de escribir su importantísima obra: Christianae Religionis Institutio ('Institución de la Religión Cristiana'), breve compendio de la doctrina evangélica, tal y como él la entendía, publicado en 1536. Esta primera edición iba precedida por una dedicatoria al rey Francisco I, en defensa de los protestantes franceses. El texto de la Institutio lo fue ampliando en sucesivas ediciones, y él mismo la tradujo al francés en 1541. La edición definitiva fue la realizada por el propio autor entre 1559 y 1560, cuando ya la había convertido en un extenso tratado de dogmática, distribuida en cuatro volúmenes y 80 capítulos. En ella expone su doctrina orgánica y sistemáticamente, de forma que constituye la base del pensamiento y de la praxis calvinistas. El texto apareció, además, en un momento en que la expansión de las ideas reformistas y del luteranismo estaban perdiendo dinamismo, y en peligro de dividirse. Calvino, con su obra, ofreció a los creyentes, confusos y desconcertados por una religión reformada pero demasiado intelectualizada y desordenada, una doctrina clara, lógica, sencilla y accesible a todos. De ella afirmó: "es más obra de Dios que mía".

En 1536, Calvino emprendió viaje a Estrasburgo, pero, invitado por Guillaume Farel, accedió a quedarse en Ginebra, para ayudarle a poner orden en aquella Iglesia que había adoptado la reforma de Lutero. Nombrado predicador y pastor de la comunidad de Ginebra, contribuyó a la redacción de los "Articles concernant l'organisation de l'Église", presentados al Consejo de la ciudad en 1537. En ellos se insistía en la necesidad de un ordenamiento de la comunidad y de una disciplina eclesiástica para la digna celebración de la Cena. Seguidamente, publicó un catecismo en francés, en el que exponía las bases de la doctrina cristiana, y al que se le añadía una "confesión de fe", que "han de seguir y mantener todos los ciudadanos y habitantes de Ginebra, y a la que todos los súbditos del territorio han de obligarse bajo juramento". Quien se negaba a jurar, perdería sus derechos de ciudadanía, y debería abandonar la ciudad. No fueron bien recibidas estas instrucciones por gran parte de la ciudad, por lo cual, en 1538, cuando el pueblo eligió para los puestos rectores de la ciudad a los opositores de Calvino, éstos impusieron de nuevo los usos católicos, rechazando las reglas establecidas por el reformador. Calvino tuvo que abandonar la ciudad, aprovechando para terminar su viaje a Estrasburgo, iniciado años atrás. En esta ciudad, donde permaneció hasta 1541, se casó con Idelette de Bure, una convertida suya, de la que tuvo un hijo, que murió en 1542, poco después de nacer. Allí escribió también su Comentario a la Carta a los Romanos y maduró su sistema teológico y su organización eclesial, mucho más estricta y rígida que la organización de Lutero. Desde Estrasburgo entró en contacto con reformadores de Alemania, sobre todo con Melanchthon (1497-1560), a quien conoció personalmente, cosa que no hizo con Lutero, con quien se relacionó únicamente por correspondencia.

Organización de la iglesia de Ginebra

En 1541, los ginebrinos le rogaron que volviera a su ciudad, invitación que sólo aceptó Calvino una vez que la ciudad se comprometió a aceptar las "Ordenanzas Eclesiásticas de la iglesia de Ginebra". Allí permaneció el resto de su vida, saliendo únicamente para viajes de promoción de la Reforma por diversos países de Europa. En 1542, publicó el Catecismo de Ginebra, en forma de preguntas y respuestas, exponiendo el siguiente orden: Fe, Ley, Oración y Sacramentos. Con la confianza que le dieron los ginebrinos, se dedicó a organizar el culto y a estructurar la nueva iglesia, que abarcaba todos los aspectos de la vida social. La nueva comunidad comprendía cuatro oficios: pastores (o predicadores), doctores, presbíteros y diáconos. Los pastores tenían la misión de predicar y administrar los sacramentos; los doctores daban clases de Sagrada Escritura y preparaban a los nuevos párrocos; los presbíteros y ancianos vigilaban la conducta de los miembros de la comunidad; por último, los diáconos se ocupaban de la asistencia social a pobres y enfermos. Sobre los ministerios estaba Calvino, que poseía el carisma personal del profeta y del reformador. Para regular la vida de los ginebrinos y asegurar la disciplina al interior de la iglesia, se estableció un Consistorio (algo parecido a la Inquisición Católica), integrado por un grupo de pastores y delegados del gobierno. La nota característica de la organización eclesial de Calvino era el rigor y el fundamentalismo. Se censuraron y prohibieron las lecturas profanas y se vigilaban las sagradas; se controlaba la vida y el estudio de los jóvenes, a los que no se les permitía la diversión, ni el baile, ni otras fiestas y cantos que no fueron los religiosos. Todo estaba monopolizado por la catequesis, por los servicios religiosos y por la palabra de Dios.

En noviembre de 1552, el Consejo declaró las Instituciones de Calvino constituían "doctrina sagrada a la que nadie debía contradecir". Además, no cabían dudas, ni desobediencias ni críticas que pusieran en peligro la solidez dogmática ni la disciplina. De esta forma se instaló como norma la intolerancia religiosa de Calvino, hacia quienes no profesaran sus ideas. El Estado promulgaba decretos dogmáticos, con libertad para perseguir, desterrar y ajusticiar a quienes osaran contradecirlos. Casos típicos de esta persecución fueron el destierro de Castiello, los castigos infligidos a Bolsec -personas moderadas que discrepaban de los puntos de vista radicales en disciplina y doctrina-, y la ejecución del médico español Miguel Servet, condenado a la hoguera por hereje, el 27 de octubre de 1553. En cinco años se dictaron en Ginebra 58 sentencias de muerte y 77 de destierro, además de numerosos encarcelamientos a personas relevantes. De la misma forma, en 1555 fue sofocado el intento de rebelión liderado por la familia Perrin -la cual siempre manifestó su oposición al liderazgo de Calvino en la ciudad-, reafirmándose así el poder de éste. La represión y los castigos ayudaban a consolidar el omnímodo poder de Calvino, poder que mantuvo hasta su muerte, convirtiendo a Ginebra en una ciudad-iglesia, en la nueva Roma, en el ideal de la nueva Jerusalén.

Aunque recibió casa y salario del Gobierno, no tuvo cargo oficial y no se hizo ciudadano de Ginebra hasta 1559. Este mismo año fundó la Academia de Ginebra (que más tarde se convertiría en la Universidad de Ginebra) para la formación teológica de los pastores, lo cual incidió en el aspecto cosmopolita de la ciudad. La Academia fue el principal foco de estudio y propaganda de su doctrina.

Durante el tiempo que estuvo al frente de la iglesia en Ginebra, Calvino trabajó por la mejora de la vida de los habitantes de la ciudad en muchas formas: apoyó la creación de hospitales, promovió el alcantarillado, la protección de los pisos altos con barandillas, la atención especial a los pobres y enfermos, y la introducción de nuevas industrias. Además, incentivó el uso del francés en las iglesias, confirmando así la importante contribución personal en la formación del francés como lengua moderna.

Afectado por una salud precaria, sufrió en los últimos años de su vida de asma crónica y catarros. En 1558 se vio afectado por un violento ataque de fiebre cuartana. Fallecido el 27 de mayo de 1564, fue enterrado en Ginebra, en una sepultura anónima. Para entonces sus ideas ya estaban bien asentadas en Ginebra, y su doctrina ya se había extendido por Alemania (Gaspar Olevianus), los Países Bajos (Felipe Marnix de St. Aldegonde), Escocia (John Knox), lo mismo que en Polonia, Hungría y Transilvania. Calvino mismo había contribuido en la formación de comunidades en estos países mediante su amplia comunicación epistolar.

Sus escritos

La contribución más duradera de Calvino a la Iglesia ha sido, sin duda, su producción literaria, la cual, a pesar de la precisión que caracteriza al autor, fue muy extensa, comprendiendo cartas, sermones, tratados teológicos y comentarios. Sus Cartas, unas 4.270, se hallan recogidas en dos grandes volúmenes; entre ellas destaca su carta-respuesta al cardenal Sadolecero, uno de los más brillantes trabajos escritos sobre la reforma. . Sus Tratados teológicos tratan fundamentalmente de la eucaristía, las reliquias y la predestinación (1552). De sus Sermones, tomados taquigráficamente desde 1549, apenas se conserva una cuarta parte. Sus Comentarios a muchos de los libros de la Biblia convierten a Calvino en uno de los más grandes comentaristas del texto bíblico. A diferencia de Lutero, para quien el retorno a las fuentes era fundamentalmente el retorno al Evangelio, y de Zuinglio -que propugnaba el retorno a la revelación originaria concedida a paganos y cristianos-, para Calvino el retorno a los orígenes era el retorno al Antiguo Testamento, de tal forma que serán los conceptos de éste los que prevalecerán en su obra.

Lo que verdaderamente explica la influencia y el éxito de las enseñanzas de Calvino fue la consistencia de su doctrina y el orden y la claridad con que la expone en sus escritos. Si a Lutero le proporcionó gran popularidad la fuerza de su elocuencia, su sentido del humor, y hasta la vulgaridad de su estilo, a Calvino le distinguió la cultura de que hacía gala en todo momento, aun cuando se dirigía a las multitudes. Escribía en francés con la misma corrección con que Lutero lo hacía en alemán. De escaso sentido del humor, usaba siempre un estilo clásico; en lugar de fustigar con una vara, fustigaba con su lógica aplastante, y persuadía con la autoridad del maestro, y no con los insultos de un demagogo. Lo que Lutero tenía de místico, Calvino lo tenía de escolástico. Con esa claridad de mente impuso orden en los principios que Lutero arrojaba de manera tormentosa en sus vehementes diatribas. Por su elegancia y austeridad, los discípulos franceses llamaron al movimiento calvinista "la religión", nombre que le caracteriza fuera del ámbito de la iglesia católica.

El pensamiento filosófico

El examen de la importante producción doctrinal de Calvino permite la presencia constante de un presupuesto de naturaleza filosófica que condiciona y explica todo su pensamiento: se trata del concepto de soberanía absoluta de Dios, que el reformador magnifica en una realidad omniabsorbente y omnicompresiva, y que resumió en su lema "Omnia ad Dei gloriam".

Desde esta perspectiva se explica la naturaleza de este conocimiento, condicionado por las ideas a priori que Dios ha infundido en todos los hombres; se comprende también el postular a Dios como fuente de toda verdad, de la cual al hombre, después del pecado original, no le han quedado más que algunos residuos. Igualmente, de ese principio se desprende la doctrina del "servo arbitrio", por el que el principio real de las acciones humanas se ubica en la Divina providencia, la cual se vale del hombre como de un instrumento, viéndose éste coaccionado internamente por la voluntad divina; se trata de una metafísica poco favorable al hombre, en contradicción con aquel entusiasmo humanista que Calvino había demostrado en el periodo de su formación. El reconocimiento de la soberanía de Dios se proyecta también en el ámbito de la vida social: la vida política será el campo de santificación del cristiano; el trabajo se convierte en vocación religiosa mediante la cual se concretan en el mundo los designios de Dios; el Estado se entiende como un medio externo de salvación, en el sentido de que debe garantizar la convivencia pacífica, combatir la idolatría y propugnar el reconocimiento de la religión verdadera. Por eso los cristianos tienen que participar en la vida social y obedecer a las autoridades, a menos que éstas no acaten la palabra de Dios, en cuyo caso es lícita la resistencia, incluso armada.

Para más información véase calvinismo.

CCG.

Autor

  • Cipriano Camarero Gil