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HistoriaPolíticaBiografía

Calvar y Odoardo, Jesús (1832-1895).

Político, general de la Guerra de los Diez Años y presidente de la República en armas de Cuba, nacido en Manzanillo el 25 de diciembre de 1832 y muerto en Cayo Hueso el 20 de diciembre de 1895. Era más conocido por su sobrenombre de Titá Calvar.

Manuel de Jesús Calvar y Odoardo fue con Carlos Manuel de Céspedes, Bartolomé Masó y Francisco Vicente Aguilera, entre otros, parte del grupo de iniciadores de la primera guerra de independencia cubana. Como todos ellos, era un propietario agrícola del oriente cubano, región que, a diferencia del centro y el occidente de la isla, no había conseguido desarrollar una agricultura de exportación. En el oriente predominaba la pequeña y mediana propiedad, explotada por mano de obra libre, generadora de una economía de subsistencia. Sin esclavos de los que defenderse, Calvar, Céspedes y demás líderes independentistas no vislumbraban las ventajas del dominio colonial y sí eran muy conscientes de las dificultades que para sus patrimonios suponían los nuevos tributos con los que desde principios de 1868 les estaba gravando la metrópoli.

Calvar se alzó el 10 de octubre en Gua, Manzanillo, y su firma está al pie de la proclama de independencia. El propietario agrícola y ganadero daba paso a uno de los más afamados militares mambís, participando en las primeras victorias independentistas, lo que propició que Céspedes, general en jefe del ejército libertador, le distinguiese pronto con un alto grado militar. Tras la sorpresa inicial, las tropas españolas mandadas por el conde de Valmaseda tomaron la iniciativa en la primavera de 1869 concentrando su ofensiva en la región de Bayamo y Manzanillo, que era donde operaban las fuerzas de Calvar quién, a fin de contener la embestida, decidió dividir sus efectivos y recurrir a la guerra de guerrillas. Eran tiempos difíciles para los independentistas. El movimiento había surgido en varias zonas del país y todavía no se había coordinado y unificado el mando de todas ellas; los ejércitos estaban desabastecidos y carentes de munición. En estas circunstancias, sin auxilios, sin logística, Calvar, en compañía de otros jefes (Luis Figueredo, Modesto Díaz), decidió cruzar el río Cauto y buscó refugio en las Tunas.

Poco a poco el movimiento se fue organizando. En febrero de 1869 los distintos líderes se habían reunido en la localidad de Guaímaro y acordado la creación de un entramado estatal mínimo (constitución, asamblea, presidencia de república y de las fuerzas armadas) que comenzó a auxiliar las operaciones militares. Esto, unido a la incorporación de nuevos líderes y regiones a la guerra (Camagüey, Santa Clara) y la consecución de una organización en el extranjero capaz de captar recursos y ponerlos en la isla, propició la reorganización del ejército mambí, del que fue designado Calvar en marzo de 1871 como jefe militar de la zona de Manzanillo, donde en octubre de 1872 derrotó a los españoles en Gua, la localidad cercana a Manzanillo que él mismo había sublevado en octubre de 1868. Tras la victoria de Gua, más de doscientos voluntarios abandonaron el ejército español, incorporándose a sus tropas.

Con el alargamiento del conflicto surgieron las disensiones en el bando insurrecto. Céspedes, avejentado, casi ciego y enfrentado con la Cámara, había sido depuesto de la presidencia de la república en armas y su lugar fue ocupado por Salvador Cisneros Betancourt en octubre de 1873, quién, preocupado por su suerte y queriendo evitar que los españoles capitalizaran su captura, ordenó a Calvar que lo protegiera y condujera al exilio. Amigo personal de Céspedes, partió con unos cuantos de sus hombres hacia el oriente al rescate del prócer, pero no pudo evitar que el enemigo lo encontrase antes y le diera muerte. A la deposición de Céspedes, Titá, con el grado de mayor general, era el jefe de la división Holguín-Cuba, segundo en el mando militar del Departamento Oriental, a las órdenes del también mayor general Calixto García.

Por indicación de Calixto García, con quien le unía una estrecha amistad, estudió un posible plan de paz que las autoridades españolas habían hecho llegar a los insurrectos a través del general Sabas Marín. Sin embargo, el apresamiento de Calixto García, en octubre de 1874, frustró el plan. Como segundo al mando, Calvar ocupó interinamente la jefatura del Departamento Oriental, de donde fue inmediatamente relevado por el general Vicente García, secretario de guerra, que convenció al presidente Cisneros Betancourt para que le pusiera al frente del ejército oriental, sin duda, la fuerza militar mambí más importante.

Titá, según nos relata su secretario particular Fernando Figueredo, discrepó de la medida, pero acató la decisión. No quería dificultar la labor del Gobierno, más en un momento en el que el general Máximo Gómez estaba preparando la invasión de occidente. Las relaciones con Vicente García nunca habían sido buenas. No le gustaba a Calvar la manera individualista y secretista en que ejercía el mando. En febrero de 1875, García preparaba un gran ataque en el Cauto, que precisaba una gran concentración y coordinación de tropas. En buena lógica militar, le correspondía a Titá, como segundo al mando, comunicarse con sus subordinados y transmitirles las órdenes de jefe militar. Sin embargo, García prefirió dirigirse directamente a los subordinados de Calvar, lo que ocasionó su protesta ante el gobierno y la renuncia a su destino. Cisneros Betancourt, que por esas fechas tenía ya más enemigos que adeptos, medió en la disputa, y en un intento de no perder a uno de sus mejores generales, adoptó una decisión salomónica, que ambos acataron, pero a ninguno agradó. Argumentando que el principal esfuerzo bélico debía desarrollarse en el occidente y que los refuerzos militares para la invasión debían salir de las fuerzas orientales, el gobierno rediseñó las zonas militares. Las Villas y el resto del occidente quedaron bajo la jefatura de Máximo Gómez. Camagüey y las Tunas, de donde era oriundo Vicente García, fueron para este último y para el resto de la región oriental fue designado Calvar.

Incorporado al mando, Calvar desempeñó una frenética labor de reclutamiento al fin de poder enviar al frente occidental un importante ejército que apoyase la invasión. Sin embargo, Vicente García, descontento de cómo Cisneros Betancourt había resuelto su pugna con Calvar, aglutinó a todos los enemigos del presidente, especialmente a los cespedistas que le creían culpable de la muerte del prócer, y se declaró en rebeldía. La actitud de García comprometía a todo el movimiento, dejando en una difícil situación, sobre todo, a Máximo Gómez que intentaba invadir el occidente cubano. García no obtuvo, como pretendía, la dirección militar y política del movimiento, pero sí consiguió la renuncia de Cisneros Betancourt y que el nuevo presidente, Juan Bautista Spotorno, le nombrara jefe militar de las regiones de Camagüey y Oriente. En julio de 1875, Calvar quedaba en situación de cuartel, sin mando alguno, a la espera de destino.

De temperamento fogoso, sólo la defensa de una Cuba libre le refrenaba. Calvar había demostrado ser uno de los militares más aptos y, a su vez, más leales a los poderes civiles de la república en armas. La postergación a la que se veía sometido fue entendida por muy pocos. Las dificultades del frente occidental (la renuncia del general Julio Sanguily y herido Rafael Rodríguez) demandaron, en marzo de 1876, la presencia de Titá junto a Gómez para poder completar la campaña de Las Villas. Al mando de la segunda división, cruzó la trocha de Camagüey, sostuvo combates en la Loma de Jíbaro y en Villaclara.

A pesar de que Gómez y Calvar mantuvieron la iniciativa en Las Villas, desde la Metrópoli, una vez restaurada la monarquía y finiquitada la resistencia carlista, se pudo concentrar todas las energías en acabar con la sublevación cubana. A fines de 1876 desembarcó en Cuba el general Martínez Campos, el mismo que había derrotado a los carlistas y propiciado la restauración de Alfonso XII, con un ejército de setenta mil hombres, amplias facultades políticas y con el dinero suficiente para comprar las voluntades que hicieran falta. Un año después, en diciembre de 1877, caía prisionero el presidente de la república en armas, Estrada Palma, y su sucesor, Vicente García, iniciaba negociaciones para llegar a un armisticio.

En febrero de 1878 la mayor parte de los separatistas cubanos aceptaron las bases de la Paz del Zanjón, pero hubo algunos como Antonio Maceo y Jesús Calvar que no estaban dispuestos a aceptar lo acordado. Martínez Campos en persona acudió a la localidad de Baraguá, el 15 de marzo, a tratar de convencerlos, episodio que en la historia de Cuba se conoce como la Protesta de Baraguá. Al indicar que los camagüeyanos habían aceptado todas las bases pactadas en el Zanjón, Calvar exclamó bruscamente, según refiere Figueredo: “Nosotros no aceptamos lo pactado en el Camagüey, porque ese convenio no encierra ninguno de los términos de nuestro programa, la independencia y la abolición de la esclavitud a que tanta sangre y víctimas hemos sacrificado: nosotros continuaremos luchando hasta caer extenuados: lo demás es deshonrarnos”. Maceo, como jefe militar, apoyó estas palabras y convino que el 23 de marzo se romperían las hostilidades. Al día siguiente se eligió un nuevo Gobierno y Calvar era designado presidente. Enterado Martínez Campos reiteró su ofrecimiento de alcanzar un armisticio, que volvió a ser rechazado. Las últimas energías del independentismo duraron hasta fines de mayo. Cada vez eran más los que se presentaban a las autoridades; los exiliados regresaban; Martínez Campos practicaba una política de atracción del elemento criollo; mientras que las organizaciones independentistas de Cayo Hueso y Nueva York cesaban en su auxilio. En estas circunstancias, Maceo partió el diez de mayo a Jamaica; el 21 Calvar presidió el último consejo del Gobierno de la república en armas, que decidió devolver sus poderes al pueblo y días después abandonó la isla con destino a Kingston.

Finalizada la guerra son pocos los datos fidedignos que tenemos de Manuel Calvar. Sabemos que estuvo involucrado en negocios ganaderos en Honduras, a mediados de la década de 1880, en el mismo momento que el gobierno de Marco Aurelio Soto protegía a Antonio Maceo y Máximo Gómez y éstos trataban de reorganizar el movimiento independentista. Hay sospechas de que Calvar informó de todas estas intenciones a las autoridades españolas. Ya en 1883 el líder independentista Ramón Leocadio Bonachea le había públicamente acusado de traidor, y veladamente, años después, el propio Maceo llegó a afirmar que algunos que parecían buenos se habían convertido en traidores.

De regreso a Manzanillo, de 1893 a 1895 financió al periódico El Liberal que dirigía José Miró futuro general independentista, periódico que realizó una intensa campaña contra el colonialismo español. Si bien se mantuvo al margen de los preparativos que desembocaron en el Grito de Baire, en febrero de 1895, y en los momentos previos al mismo, trató de refrenar los ánimos de los conspiradores. Estallado el conflicto, según relata el Patria, el órgano de prensa oficial del Partido Revolucionario Cubano, en la necrológica que público el 21 de diciembre de 1895, “... se puso abiertamente del lado de sus compatriotas, y no pudiendo por su achacosa salud marchar al campo de la guerra, se trasladó al extranjero, donde acaba de morir rodeado del cariño y la estimación de cuantos le conocieron”. Muerto en el exilio de Cayo Hueso, los restos mortales de Titá Calvar fueron repatriados en febrero de 1915 y depositados en el cementerio de Manzanillo.

Bibliografía

  • SANTOVENIA, E. Los presidentes de Cuba. La Habana: Editorial Trópico, 1943.

  • FIGUEREDO SOCARRÁS, F. La revolución de Yara, 1868-1878. Conferencias. La Habana: Instituto del Libro, 1968.

  • GUERRA, R. La Guerra de los Diez Años. La Habana: Pueblo y Educación, 1972. 2 vols.

  • RODRÍGUEZ, R. Cuba, la forja de una nación. Madrid: Caja Madrid, Obra Social, 1999. 2 vols.

Luis Miguel García Mora

Autor

  • 0310 LMGM