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PeriodismoLiteraturaPinturaBiografía

Bloy, Léon (1846-1917).

Pintor, narrador, periodista y ensayista francés, nacido en Périgueux en 1846 y fallecido en Bourg-la-Reine (París) en 1917. Por el apasionamiento y la virulencia con que defendió sus tesis tradicionalistas (en ocasiones, abiertamente reaccionarias), está considerado como uno de los más originales polemistas del conservadurismo francés de todos los tiempos.

Nacido en el seno de una familia de muy baja extracción social, vivió en la pobreza durante toda su infancia y juventud, y durante casi todo el resto de su vida también pasó grandes privaciones y estrecheces, casi todas ellas originadas por las muchas enemistades que le ocasionó su discurso ofensivo y altisonante. De niño había mostrado unas buenas condiciones innatas para dedicarse a labores artísticas y creativas, por lo que pronto probó fortuna como pintor, actividad en la que no sobresalió en exceso.

Afincado en París, trabó contacto con el escritor católico y agitador antidemocrático Barbey d'Aurevilly, quien le ganó para su causa reaccionaria y le convenció para que abandonara los pinceles en detrimento de la pluma. Al parecer, el joven Léon Bloy también abrazó el catolicismo a instancias de Barbey d'Aurevilly, a pesar de que hasta entonces había mostrado cierta indiferencia (y, en ocasiones, manifiesta hostilidad) hacia la Iglesia romana.

Fue también su belicoso mentor quien le consiguió sus primeros trabajos como periodista, pues el innegable criterio literario que poseía Barbey d'Aurevilly había sabido vislumbrar en el joven Bloy un gran futuro como escritor y polemista. Bajo este poderoso influjo, Léon Bloy se enfrascó desde diversas tribunas periodísticas en agrias campañas ideológicas en las que denostaba la democracia, el progreso, los adelantos científicos y, en general, toda la herencia del espíritu ilustrado y la Revolución de 1789; y a tanto llegó la agresividad del apasionado discípulo de Barbey d'Aurevilly, que no dudó en aludir directamente en sus escritos a diferentes personajes reales que, haciendo uso de su poder, lograron que perdiera sus tribunas periodísticas en cuantos diarios y revistas se prestaban aún a publicar sus colaboraciones.

Sumido en la ruina, Léon Bloy volvió a las antiguas estrecheces de su infancia, por lo que se vio obligado a aceptar un puesto de contable en los Ferrocarriles del Norte. Durante un tiempo, el polemista de Périgueux se mantuvo al margen de esa peligrosa tentación polígrafa que tantos enemigos le había granjeado, aunque no por ello moderó su talante extremista y reaccionario; de hecho, la relación amorosa que mantuvo con Anne-Marie Roulé, gravemente pecaminosa ante su exacerbada conciencia católica, le sumió en una acuciante crisis espiritual que le atormentó durante varios años.

La penuria en que malvivía le animó a volver a asir la pluma, aunque ahora -ya en plena madurez- optara por dedicarse al cultivo de la ficción novelesca. Tenía, en efecto, cuarenta años de edad cuando dio a la imprenta su primera narración extensa, titulada Le désesperé (El desesperado, 1886), un relato autobiográfico en el que se presentaba como un pobre inadaptado en medio de la hostilidad progresista del mundo en que le había tocado vivir.

En general, las novelas de Léon Bloy no merecieron demasiados elogios por parte de la crítica especializada, aunque si lograron un considerable número de lectores fieles que se identificaban con el autor en ese rechazo a la libertad, la democracia, el librepensamiento y la ideología progresista. Tras la aparición de su segunda novela, Le salut par les juifs (1892) -un buen reflejo del estallido místico en que por aquellos años vivía el escritor-, Bloy publicó una de sus narraciones más célebres, La femme pauvre (La mujer pobre, 1897), y, a partir de 1898, comenzó a llevar un diario (Journal) cuyos ocho volúmenes verían la luz en 1920, tres años después de la muerte del escritor de Périgueux. Por su propia naturaleza genérica, ésta es una de las obras impresas en las que mejor puede advertirse el talante conservador y el carácter virulento de Léon Bloy.

Sin embargo, otras muestras de su acendrado espíritu antidemocrático quedaron patentes en diferentes ensayos que dio a la imprenta a finales del siglo XIX y comienzos de la siguiente centuria, cuando empezó a prodigar sus combativos libros de pensamiento; entre ellos, resulta obligado recordar los titulados Je m'accuse (Yo me acuso, 1900), Exégèse des lieux-communs (Exégesis de los lugares comunes, 1902), Les dernières colonnes de l'église (Las últimas columnas de la Iglesia (1903) y, sobre todo, Le sang du pauvre (La sangre del pobre, 1908), un encendido alegato contra la clase burguesa más poderosa.

Al igual que Barbey d'Aurevilly había influido decisivamente en la formación de su ideología conservadora, el propio Léon Bloy dejó, con sus escritos, una acusada estela entre sus jóvenes seguidores. Tal vez uno de sus más lúcidos discípulos sea el filósofo francés Jacques Maritain, considerado como el principal exponente del neotomismo contemporáneo, quien se convirtió al catolicismo en 1906 por influencia directa de Léon Bloy.

Autor

  • JR.