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MúsicaBiografía

Bergonzi, Carlo (1924-VVVV).

Tenor italiano, nacido en Vidalenzo (cerca de Busseto, Parma) el 13 de julio de 1924. Considerado como uno de los grandes virtuosos en la interpretación de partituras de Verdi (1813-1901), sobresalió, en la segunda mitad del siglo XX, por su elegancia en el fraseo y por su perfecto dominio de los recursos expresivos y estilísticos, que le convirtieron en uno de los mejores representantes de los tenores de la vieja escuela.

Impulsado por su innata vocación musical, recibió sus primeras lecciones de canto en Busseto, impartidas por el famoso tenor Edmondo Grandini. Éste, en un audición destinada a descubrir nuevos talentos del bel canto, advirtió las cualidades que atesoraba un jovencísimo Bergonzi que, a sus catorce años, se había presentado a la prueba sin saber que estaba iniciando una de las trayectorias de interpretación operísticas más largas y fecundas del siglo XX.

En un principio, Grandini educó a Carlo Bergonzi como barítono, pues, por aquel entonces, su voz poseía la tesitura media propia de dicho registro de la voz masculina (aunque posteriormente evolucionó con claridad al de tenor). Este proceso de formación quedó bruscamente interrumpido con motivo de la II Guerra Mundial (1939-1945), que, entre otras consecuencias graves para el joven intérprete, le condujo a un campo de prisioneros alemán durante un largo período de tiempo, debido a sus actividades contrarias al ejército nazi.

Con la derrota de las fuerzas alemanas, Carlo Bergonzi fue puesto en libertad y pudo regresar a su Italia natal, donde continuó formándose como cantante, ahora en el Conservatorio de Boito (Parma). Una vez concluidos con brillantez todos los cursos de su programa, siguió educando su voz bajo la tutela de otro preceptor particular, Ettore Campogalliani, quien le dejó perfectamente preparado para su presentación oficial como profesional del bel canto.

Este debut tuvo lugar en 1947, cuando, a sus veintitrés años de edad, interpretó, todavía como barítono, el papel de Schaunard, personaje de La Bohème, de Puccini (1858-1924). Sin embargo, su primera actuación relevante no llegó hasta 1948, cuando tuvo ocasión de encarnar, aún en calidad de barítono, al Fígaro de El barbero de Sevilla, de Rossini (1792-1868), en un montaje presentado en la ciudad de Lecce. Otra de sus magistrales interpretaciones, dentro de dicha tesitura de voz, fue la que ofreció, por aquel tiempo, en una puesta en escena de Rigoletto, de Verdi.

Pero, tras un nuevo período de reeducación de su voz, en 1951 sorprendió a la crítica y al público al anunciarse como tenor, para encarnar la figura histórica de Andrea Chénier (1762-1794) en la ópera homónima de Umberto Giordano (1867-1948), en una versión presentada en el Teatro Petruzelli, de Bari. En el transcurso de aquel mismo año, la carrera de Bergonzi recibió un valioso impulso merced al baño de popularidad que le otorgó su contratación, por parte de la RAI, como intérprete de la emisión de una serie de óperas menores de Verdi, con las que la radio estatal italiana venía a rendir homenaje al maestro parmesano con motivo del cincuentenario de su desaparición.

Su consagración definitiva como tenor tuvo lugar en 1953, en la celebérrima Scala de Milán, donde hizo de Masaniello (1620-1647) en la ópera homónima de Auber (1782-1871). Y, antes de que concluyera dicho año, extendió su fama fuera de las fronteras italianas, al triunfar clamorosamente en el Covent Garden de Londres con la encarnación del personaje de Don Álvaro, protagonista de La forza del destino, de Verdi.

A partir de entonces, los éxitos internacionales se sucedieron en la fructífera carrera de Carlo Bergonzi, que se prolongó triunfalmente durante las décadas de los años sesenta y setenta. En América, debutó en Chicago en 1955, con dicho personaje de Verdi, que se convirtió en uno de sus papeles predilectos. Y cautivó definitivamente al público y a la crítica estadounidenses al año siguiente, cuando se presentó en el Metropolitan de Nueva York para encarnar otro personaje del maestro de Roncole (Parma), de quien acabó convirtiéndose en el mejor intérprete.

En efecto, en su amplísimo repertorio, conformado por más de setenta personajes, Bergonzi incluía magistrales interpretaciones de Falstaff, Otello, Macbeth, Aida, Un ballo in maschera, Juana de Arco y otras muchas obras de Guiseppe Verdi. Junto con el ya citado Don Álvaro, tal vez su personaje más logrado fue el Radamés de Aida, que encarnó en numerosas ocasiones.

A lo largo de más de cuarenta años entregados al bel canto, Carlo Bergonzi destacó, además de las óperas mencionadas, en la interpretación de otros papeles pertenecientes a Cavalleria rusticana, La Gioconda, Lucia de Lamemoor y L'Elisir d`amore, sin olvidar Manon, de Massenet (1842-1912) o la barroca La coronación de Popea, de Monteverdi (1567-1643).

Bergonzi, que compartió escenarios con algunas de las divas más famosas de su tiempo -como María Callas (1923-1977), Renata Tebaldi (1922- ) y Montserrat Caballé (1933- )-, se dedicó, después de su retirada del bel canto, a impartir clases particulares y, principalmente, a cuidar del restaurante que abrió en Busseto. No obstante, a pesar de su jubilación, no permaneció totalmente alejado de los escenarios, a los que volvió a encaramarse en diferentes ocasiones extraordinarias, como cuando, en 1990, participó en un concierto en la Arena de Verona, con motivo del centenario del nacimiento del gran tenor de Recanati Beniamino Gigli (1890-1957).

JRF

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.