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LiteraturaBiografía

Baroja, Pío (1872-1956)

Novelista español, nacido en San Sebastián el 28 de diciembre de 1872 y muerto en Madrid el 30 de octubre de 1956. Dentro de la Generación del 98, en la que se le destaca como uno de sus más destacados integrantes, representa la visón más pesimista y nihilista de los españoles de su tiempo.

Pío Baroja.

Vida

Pasó sus primeros años siguiendo los pasos de su padre, ingeniero de minas que cambiaba con frecuencia de puesto, como era habitual en el funcionariado español. Así, en 1879 se trasladó a Madrid, en donde estuvo hasta 1881, año en que pasó a Pamplona, donde residió hasta 1886 y donde estudió el bachillerato. Los años pamploneses quedarán lugo reflejados en una de sus más célebres obras, Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox, dentro de la costumbre de Baroja de hacer de sus héroes auténticos alter ego que viven y piensan como el autor lo hizo en determinado momento de su vida. En 1886, el padre fue destinado a Vizcaya, pero envió a la familia a Madrid, donde nuestro autor inició la carrera de Medicina, carrera que concluiría en1893 y en Valencia, adonde se habían trasladado en 1891, logrando el doctorado en 1894 con una tesis sobre el dolor, estudio de psicofísica que publicó en 1896. Pasó dos años como médico de Cestona, tras los que decidió volver a Madrid, donde regentó una panadería propiedad de una tía materna. Los años al frente de la panadería, habitualmente soslayados por los críticos, fueron, sin embargo, cruciales en la biografía del escritor, quien luchó en vano por sacar a flote el pequeño negocio familiar en el poco propicio ambiente del Madrid del cambio de siglo. El fracaso de esta empresa (Baroja confió en llegar a ser un industrial próspero y en ayudar con su trabajo a regenerar el país) fue lo que lo encaminó, dentro de un desengaño que con el tiempo se transformó en radical escepticismo, hacia la literatura, en la que dio sus primeros pasos todavía desde el negocio. Son los años en los que entró en contacto con el mundo literario de Madrid y colaboró en publicaciones como El País, El Globo, Juventud, Vida Nueva, Alma Española, Germinal, El Liberal y Revista Nueva. En 1900 vieron la luz sus dos primeros libros: la recopilación de cuentos Vidas Sombrías y la novela La Casa de Aizgorri, claro exponente del desengaño barojiano y de su propuesta para el cambio social en España... Conoció por aquellos años a Maeztu y Azorín, con los que fundó el llamado "Grupo de los Tres" merced a la gran amistad entablada entre ellos.

Su introducción en el mundo de la literatura le llevó a abandonar cualquier otra ocupación. Viajó por diversos países europeos: Italia, Francia, Suiza, Inglaterra y los Países Bajos, así como por España, de los que se llevó experiencias y estampas a novelas como La ciudad de la niebla, ambientada a Londres, César o nada, cuya primera parte transcurre en Roma, o Los últimos románticos, que incluye episodios transcurridos en París. Durante la primera guerra mundial, fue el único autor que defendió la causa alemana, lo que hizo desde las páginas de la revista España.

Su ansia por regenerar la vida española, tras su fracaso como industrial, lo llevó a intentar llegar al Congreso de los Diputados en dos ocasiones (1909 y 1918), sin éxito en ninguna de ellas.

Dedicado a la literatura y apartado de la prensa (no volverá a colaborar de forma continua en ella hasta 1933), vivó entre su casa de Madrid y el caserón Itzea, de Vera de Bidasoa, adquirido en 1912.

En 1935 fue elegido miembro de la Real Academia, en la que ingresa con un discurso titulado La formación psicológica de un escritor de gran interés para entender su propia biografía, en especial los motivos que lo condujeron a escribir, así como sus ideas sobre la novela.

Durante la guerra civil, pasó de Vera a Francia, donde residió hasta 1940. A su regreso, residió en Madrid hasta su muerte. Los años de la primera postguerra los pasó prácticamente retirado y recibiendo numerosas críticas por parte de los partidarios de la "nueva España" que veían en su obra, y en la de sus compañeros de generación, un pesimismo incompatible con su actitud vital al que consideraban culpable de la decadencia que suponían en los años anteriores al estallido del conflicto bélico. Sus últimos años los pasó en Madrid, donde reunía en su casa una tertulia de la que formó parte el por entonces joven novelista Camilo José Cela.

Obra

La obra de Baroja es fundamentalmente novelística, a pesar de accidentales incursiones en otros géneros como el verso (así sus Canciones del suburbio de 1944 en las que trata en verso los mismos temas y tipos que aparecen en sus novelas, aunque con un resultado de bastante menor calidad, y el libro de poemas en prosa Fantasías Vascas).

Pío Baroja, "Elogio sentimental del acordeón" (Fantasías vascas).

Al teatro se dedicó también, aunque de forma más privada, toda vez que la familia Baroja mantenía en su casa de Madrid un grupo teatral aficionado llamado "El Mirlo Blanco" que fue el encargado de representar Arlequín, mancebo de botica o Los Prentendientes de Colombina (1926). Otros títulos son: El horroroso crimen de Peñaranda del Campo (1926); El nocturno del hermano Beltrán (1929) y Todo acaba bien...a veces (1955). Caso especial es el de Adiós a la bohemia (1926), basada en su propio cuento Caídos de Vidas Sombrías, al que puso música Pablo Sorozábal en 1933 estrenándola como "ópera chica". La amargura barojiana se manifiesta en el tratamiento de la misma historia (un pintor fracasado que decide volver a su pueblo a trabajar la tierra y que se ha citado en un café para despedirse de su antigua modelo y amante) que, en tanto que en el cuento mantiene una cierta esperanza, no le deja el menor resquicio en el final del drama, magníficamente tratado por Sorozábal, que logró poner en música un texto en prosa (pues el novelista se negó a pasarlo a verso).

Respecto de su novela, Baroja se declaró siempre partidario de una novela "abierta", como, según el autor, lo es la propia vida. Este carácter abierto de la novela supone la inclusión en él de todo tipo de materiales narrativos o descriptivos, la detención en hechos que no aportan nada a la trama, la inclusión de personajes tangenciales, etc. Son casos como los de las veladas nocturnas de Zalacaín el aventurero o los relatos incluidos en Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox. Tal carácter abierto y el descuido estilístico han sido con frecuencia criticados al novelista donostiarra como defectos principales de su obra. Inman Fox ha puesto de relieve la relación de ambos con la literatura de folletín, forma de publicación en la que aparecieron las primeras obras de Baroja, que no exigía gran cuidado estilístico y que permitía al autor estirar al máximo la trama a fin de ganar mayor cantidad de dinero con las sucesivas entregas. Al mismo tiempo, señala el estudioso norteamericano la influencia de Los Papeles póstumos del Club Pickwick, de Charles Dickens, una de las novelas predilectas de Baroja y, asimismo, un libro que fue publicado como folletín y que incluye todo tipo de materiales adheridos a una trama que no importa demasiado ni al autor ni a los lectores. Con todo, las descripciones y la forma de mantener la actitud del lector hacen de Baroja uno de los mejores novelistas de la primera mitad de nuestro siglo.

Como protagonista, suele recurrir Baroja a lo que él mismo llamó "un hombre de acción", es decir, a personajes que, sin pararse en la reflexión, actúan y llevan a cabo sus proyectos. El logro de tales proyectos dependerá, dentro del creciente pesimismo barojiano, de que las circunstancias permitan el triunfo. Así, mientras que Mariano, el protagonista de La Casa de Aizgorri, o Manuel, de La Busca, logran sus objetivos gracias al azar, Andrés Hurtado (El árbol de la ciencia) o Quintín García Roelas (La feria de los discretos) fracasan en su calculado empeño, totalmente el primero y en el aspecto personal en el caso del segundo. Con frecuencia, también, los personajes de Baroja se sitúan al márgen de la ley o fuera de los límites de la sociedad. Es el caso de contrabandistas como Shanti Andía o Zalacaín o bien del mencionado Quintín García Roelas, hijo bastardo que busca ganarse en la sociedad el puesto que ésta le niega y que, para medrar, deberá renunciar al amor.

El propio autor realizó una clasificación de sus novelas en trilogías, aunque dicha clasificación resulte con en ocasiones forzada y alguna de las trilogías conste, en realidad, de cuatro títulos. Son dichas trilogías Tierra Vasca: La casa de Aizgorri, 1900, escrita casi toda ella de forma dialogada y con acotaciones, como hiciera también Pérez Galdós en alguna de sus novelas; El Mayorazgo de Labraz, 1903 y Zalacaín el aventurero, de 1909 en la que aparece por primera vez el hombre de acción que con tanta frecuencia va a protagonizar la obra de Baroja, a las que se suele añadir La leyenda de Juan de Alzate (1922), intento de adaptar el mito de Fausto al escenario vasco en el que el autor muestra la oposición entre barbarie y acción frente a conocimiento, dolor y hastío vital, tema frecuente en su obra y que, por otro lado, había tratado el joven Azorín en La Voluntad. La vida fantástica: Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901); Camino de perfección (1902) y Paradox, rey (1906); La lucha por la vida: probablemente la única concebida originalmente como trilogía; en ella explora Baroja los bajos mundos de Madrid, en los que conviven la picaresca y el deseo de ganarse la vida de forma honrada. Está integrada por La Busca (1904); Mala hierba (1904) y Aurora Roja (1905); El pasado: La feria de los discretos (1905), ambientada en la Córdoba de mediados del XIX y en la que el puro deseo de narrar se sobrepone a cualquier tipo de problema ideológico; el protagonista, una vez más el hombre de acción barojiano fracasará en su afán por conquistar el mundo, dado que sus logros materiales lo apartan del amor que motivó el comienzo de sus trabajos; Los últimos románticos (1906) y Las Tragedias grotescas (1907); La raza: La dama errante (1908); La ciudad de la niebla (1909) y El Árbol de la ciencia (1910), una de las novelas más conocidas del autor, en la que los elementos autobiográficos son muy abundantes (la carrera de medicina de Andrés Hurtado, el protagonista, y la del propio Baroja tienen mucho en común; de la misma manera, los recuerdos y la sensación de frustración de ambos en la misma edad tienen también bastante en común; Las ciudades; César o nada (1910); El mundo es ansí (1912) y La sensualidad pervertida (1920); El mar: también integrada por cuatro títulos, como son Las inquietudes de Shanti Andía (1911), otra de las novelas más logradas del autor y otro de los protagonistas que más se le acercan ideológicamente hablando, aunque tome la forma habitual del hombre de acción que Baroja no fue nunca; El laberinto de las sirenas (1923); Los pilotos de altura (1929) y La estrella del Capitán Chimista (1930); Las agonías de nuestro tiempo: El gran torbellino del mundo (1926); Las veleidades de la fortuna (1927) y Los amores tardíos (1927); La selva oscura: La familia de Errotacho (1931); El cabo de las tormentas (1932) y Los visionarios (1932) y La juventud perdida: Las noches del Buen Retiro (1934); El cura de Monleón (1936) y Locuras de carnaval (1937).

A estas hay que sumar las novelas publicadas después de esta clasificación y que no aportan nada nuevo a la obra del autor. Son: Susana (1938); Laura o la soledad sin remedio (1939) El caballero de Erlaiz (1944); El puente de las ánimas (1945); El hotel del cisne (1946); El cantor vagabundo (1950) y Las veladas del chalet Gris (1951). Caso aparte son sus Memorias de un hombre de acción, serie de 22 novelas publicada entre 1913 y 1935 que narra la vida de Eugenio de Aviraneta, antepasado del escritor que se había distinguido como conspirador durante el siglo XIX y que se asemejaba bastante al ideal de hombre de acción del novelista. Al mismo personaje dedicó Baroja la biografía Aviraneta o la vida de un conspirador (1931).

Fue, asimismo, Baroja autor de libros de cuentos como el ya citado Vidas Sombrías o Idilios Vascos (1902), de libros de memorias, que permiten ver cuánto de autobiográfico hay en su novelística (Juventud, egolatría, de 1912; Las horas solitarias, de 1918 o Desde la última vuelta del camino, cuyos primeros siete volúmenes se publicaron entre 1944 y 1949, aunque el octavo y último volumen no vio la luz hasta 2005). Y escribió ensayos como El tablado de Arlequín (1904); Nuevo tablado de Arlequín (1917); La caverna del humorismo (1920) o Divagaciones apasionadas (1924).

Bibliografía

  • BAEZA, R. (ed.); Baroja y su mundo; 3 vols., Madrid, 1961.

  • GONZÁLEZ LÓPEZ, Emilio; El arte narrativo de Pío Baroja: Las trilogías; Nueva York: Las Américas, 1971.

  • INMAN FOX, E. ; introducción a Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox; Madrid: Espasa-Calpe, Austral, 1995.

  • MARTÍNEZ PALACIO, Javier (ed.); Pío Baroja (el escritor y la crítica); Madrid: Taurus, 1974.

Autor

  • José Ramón Fernández de Cano ; Gerardo Fernández San Emeterio