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Ocio y entretenimientoBiografía

Báez, Manuel, "Litri" (1905-1926).

Matador de toros español, nacido en Huelva el 3 de agosto de 1905, y muerto en Málaga el 18 de febrero de 1926. En el planeta de los toros es conocido por el sobrenombre de "Litri", apodo que heredó de su padre, el valiente coletudo onubense Miguel Báez Quintero. Además, en la célebre dinastía torera a la que pertenece han destacado otros toreros como su abuelo Miguel Báez ("El Mequi"), su hermano de padre Miguel Báez y Espuny, y su sobrino Miguel Báez Spínola (1968).

Acostumbrado al ambiente taurino que vivió en su entorno familiar desde el mismo día en que nació, Manuel Báez se empecinó en seguir la misma profesión que habían ejercido su abuelo y su padre. Éste último, ante la insistencia de su retoño, quiso someterle a una dura prueba cuando Manuel apenas contaba catorce años de edad, deseoso de que, con tan corta experiencia, el más que probable fracaso le hiciera desistir en su valiente empeño. Y así, el día 20 de junio de 1919, Miguel Báez Quintero se sirvió de las influencias que le otorgaban su renombre taurino para solicitar al empresario onubense que diera suelta a un novillo como apéndice de la novillada que había de celebrarse aquel día. El propósito del fundador de la dinastía de los "Litri" era enfrentar a su hijo Manuel con esta res brava, ya que daba por cierto que el adolescente no había de reunir el valor, la serenidad ni la responsabilidad suficientes para acometer la dura empresa de dar lidia y muerte al novillo. Pero la argucia del "Litri" padre se reveló inútil cuando él mismo pudo comprobar, entre la admiración del público congregado aquella tarde en el coso onubense, cómo su hijo Manuel se levantaba una y otra vez, enrabietado y corajudo, después de cada revolcón que le prodigaba el astado, para acabar recetando a su enemigo una soberbia estocada. Quedó de esta manera más que probado el valor que acompañaba al jovencísimo novillero, por lo que su padre se avino a facilitarle los primeros pasos de la que acabaría siendo una breve y trágicamente malograda carrera taurina.

El día 15 de agosto de 1920, en la localidad onubense de Valverde del Camino, Manuel Báez se enfundó por vez primera un terno de luces, para dar lidia y muerte, en compañía de Rafael Posadas, a un encierro salido de las dehesas de don Manuel castillo. Tras un par de temporadas en las que la repercusión de sus actuaciones no rebasó su limitado ámbito local, en la campaña de 1923 ensartó varias intervenciones memorables que le convirtieron en uno de los novilleros más destacados de aquel año. Se cuenta que, para salir de ese entorno provincial que amenaza con estrangular la carrera incipiente de tantos jóvenes novilleros, Manuel Báez ("Litri") suplantó la personalidad de su famoso padre y, en su nombre, hizo gestiones secretas que le permitieron anunciarse en los carteles de Valencia, el día 20 de mayo de 1924, en compañía de Chaves y Pepe Belmonte, para enfrentarse con los novillos de don Félix Suárez; y se cuenta también que "Litri" padre, admirado de ver que la afición de su hijo no conocía trabas, no quiso descubrir el engaño, a pesar de que recibió un telegrama donde se le comunicaba desde la Ciudad del Turia que su arrojado hijo toreaba al día siguiente.

Este decidido empuje le animó a presentarse en Madrid el día 27 de agosto de aquella temporada de 1924, para torear y estoquear, en compañía de "Zurito" y Agüero, reses de la ganadería de Coquilla. Su primera comparecencia en la principal cátedra del toreo se saldó con el galardón de una oreja. El eco de estos triunfos le permitió comparecer ante la afición de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla el día 28 de septiembre de 1924, dispuesto a tomar la alternativa que había de cederle su padrino, el espada sevillano Manuel Jiménez Moreno ("Chicuelo"). Manuel Báez ("Litri") se ganó la borla de doctor en tauromaquia tras dar lidia y muerte a estoque al toro Cuquito, marcado con el hierro de Moreno Santamaría.

El día 9 de octubre de aquel mismo año se presentó de nuevo ante la severa afición madrileña, con el ánimo de confirmar su doctorado taurino. Fue su padrino en aquella ocasión el coletudo madrileño Marcial Lalanda del Pino, quien, bajo la atenta mirada del diestro turolense Nicanor Villalta y Serris, y en presencia también del rejoneador cordobés Antonio Cañero, le cedió los trastos con los que había de enfrentarse al toro Ostioncito, perteneciente a la vacada del marqués de Villamarta. Las malas condiciones para la lidia que mostró el toro de la confirmación no permitieron a Manuel Báez demostrar su buen oficio a los aficionados de la Villa y Corte, que hubieron de contentarse, aquella tarde, con la temeraria demostración de valor que el matador novel exhibió durante la lidia de su segundo enemigo.

Manuel Baéz trajo al Arte de Cúchares de la tercera década del siglo XX un aire tremendista que hacía recordar el valor desmesurado de algunos diestros decimonónicos como el sevillano Manuel García y Cuesta ("Espartero"). Su mayor aportación consistía en la arriesgada puesta en práctica de lo que se conocía entonces como el parón, o suerte basada en citar al toro desde lejos y aguardar su feroz acometida sin mover los pies del suelo (es decir, algo parecido lo que acabaría por recibir el nombre de litrazo). Según los cronistas de su tiempo, Manuel Báez ("Litri") ejecutaba el parón frente a astados de cualquier clase y condición, haciendo siempre gala de una temeridad cada vez menos vista en las arenas de un ruedo.

Durante la campaña de 1925, el mundillo taurino se ilusionó con la posibilidad de que naciera una fecunda rivalidad entre el toreo de Manuel Báez ("Litri") y el del espada rondeño Cayetano Ordóñez y Aguilera ("Niño de la Palma"); pero la fatalidad vino a truncar estas alegres expectativas apenas hubo comenzado la temporada siguiente. Aconteció, en efecto, que, el día 11 de febrero de 1926, cuando Manuel Báez alternaba en el coso de la capital malagueña con los susodichos Lalanda y "Zurito", el toro Extremeño (un berrendo en negro, jugado en segundo lugar y marcado con el hierro de Guadalest) se le venció por el lado derecho tan pronto como el desafortunado onubense pretendió enjaretarle el primer pase de muleta. Cogido, volteado y sañudamente corneado cuando lacia en el suelo a merced de su enemigo, Manuel Báez recibió una gravísima cornada en su muslo derecho, de resultas de la cual vino a perder la pierna al cabo de seis días, ante la inminente propagación de la voraz gangrena. Al día siguiente de la amputación, el joven diestro falleció sin que la ciencia de su tiempo pudiera hacer nada por remediarlo.

Autor

  • JR.