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FilosofíaHistoriaBiografía

Avempace o Avenpace (1095-1139).

De verdadero nombre Abu Baker Muhammad Ibn Yahya Ibn Bayya al-Andalusi as-Saragusti, fue el primer pensador hispano-árabe de verdadera talla. Además de filósofo, también destacó en el campo de las matemáticas, la poesía y la ciencia en general.

Nació en Zaragoza (España), en la época en que la ciudad estaba regida por la dinastía de los Banú Hud, hacia el año 1095, y murió en Fez (Marruecos), en el año 1139. Avempace fue el primer filósofo musulmán representante directo de la escuela filosófica árabe seguidora de la obra de Aristóteles. Todas sus obras giraron en torno a dos temas principales: la meta principal del hombre y su felicidad máxima radican en el contacto (unión) del alma con el Intelecto Activo, esto es, lo divino más elevado que el ser humano siempre es capaz de comprender; y el Intelecto Activo capaz de alcanzar por sí mismo la verdad absoluta sin el concurso de la revelación divina. La fecunda obra de Avempace influyó en todos los pensadores posteriores de la Edad Media, sobre todo en el más grande de todos ellos, el gran Averroes. Por su parte, Abentofail se inspiró en ella a la hora de escribir El filósofo autodidacto, que a su vez ejerció una influencia notable en el pensamiento musulmán, judío y cristiano. Tanto Ibn Jaldún como Maimónides lo compararon con Averroes en el Occidente musulmán y a al-Farabi en el Oriente.

Vida

Aunque apenas se saben detalles ciertos de la vida privada de Avempace, éste pertenecía a una familia de artesanos zaragozanos con buena posición económica, ya que Avempace pudo estudiar filosofía en la escuela coránica de Zaragoza. Gracias a su fama de sabio, poeta y músico, cuando tan sólo contaba con 20 años de edad, los almorávides de origen beréber favorecieron su carrera; Avempace desempeñó el puesto de visir por dos veces y llegó a ser, según ciertas crónicas poco fiables, ministro de uno de ellos. Antes de que la ciudad fuera conquistada definitivamente por el monarca aragonés Alfonso I el Batallador, en el año 1118, Avempace cayó dos veces en desgracia: la primera acusado de traición y la segunda por el gravísimo delito de herejía como consecuencia de sus teorías filosóficas. Después de residir temporalmente en varias ciudades andaluzas (Almería, Sevilla, Granada y Jaén), siempre buscando la tranquilidad necesaria para proseguir sus investigaciones filosóficas, su tarea como escritor y la dedicación a la enseñanza, Avempace se trasladó a Fez, donde gozó de gran predicamento en la corte de los almorávides, totalmente retirado de la política activa. Durante sus últimos años, Avempace mantuvo numerosas discrepancias y roces con los médicos y literatos de la corte, muriendo en Fez envenenado, víctima de una intriga urdida contra él y su fama de sabio, a los 48 años de edad.

Escritor fecundo, dejó numerosas obras repartidas entre comentarios filosóficos (de Aristóteles su Física, De generationes et corruptione e Historia animalium; de al-Farabi su Lógica, etc), y obras originales, entre las que destacan por encima de todas tres: Risalat al-Wida (Carta del adiós), Kalam fi ittisal al-aql bi-l-insan (Tratado sobre la unión del intelecto con el hombre) y Tadbir al-mutawahhid (Régimen del solitario), sin duda alguna la más trascendental, actualmente en paradero desconocido, pero cuyo resumen nos ha llegado por medio de una notabilísima traducción hecha al hebreo en el siglo XIV por Moshé de Narbona, en su comentario a la obra de Abentofail.

Influencias filosóficas en Avempace

El momento histórico que precedió al nacimiento de Avempace fue el más propicio para el desarrollo de la filosofía, el tiempo de las taifas. Con la caída del califato de Córdoba también desapareció el rígido centralismo y control ejercido por los califas sobre el pensamiento, con la consiguiente dispersión de los intelectuales, que comenzaron a acogerse al calor del mejor mecenas-rey, las propias ideas y las bibliotecas de la capital del califato, las cuales fueron a parar a las distintas capitales taifales. Al mismo tiempo, surgieron diversas escuelas coránicas en Toledo, Badajoz, Zaragoza, Almería y un largo etc. La de Zaragoza en concreto se vio enriquecida por la incorporación de la enciclopedia neoplatónica de los Hermanos de la Pureza, introducida entre los años 1056 y 1064. En todas estas escuelas se respiraba un sentido fervor por las obras de Algacel y por el neoplatonismo de Ibn Msarra e Ibn Hazan.

Se ha querido ver en Avempace al filósofo que cortó la línea ético-teológico-mística de carácter neoplatónico para dar paso a un intelectualismo más aristotélico, sin embargo esto no es cierto del todo, ya que Avempace revisó e incorporó al pensamiento arabigo-andalusí imperante en aquellos momentos a Aristóteles, Avicena y al-Farabi, pero con un alto componente neoplatónico, puesto que los textos aristotélicos que utilizó eran versiones sirio-alejandrinas, fuertemente contaminadas por el neoplatonismo. Avempace se nutrió profusamente para construir sus teorías de elementos de Plotino, Proclo y Jámbico, usando además numerosos pensamientos místicos y ascéticos que luego retomaría santo Tomás de Aquino para construir su visión beatífica. Por consiguiente, Avempace siguió esa misma senda ético-teológico-mística reviviéndola con los autores citados, en especial con al-Farabi, al que siguió rigurosamente en física, metafísica y lógica.

Avempace se opuso al sufismo y a Algacel en tanto en cuanto los sufíes habían relegado a un segundo plano el conocimiento racional en el tema de la unión con Dios como fin del hombre. Avempace se enfrentó a la mayoría de las creencias musulmanas más en boga de su tiempo que consideraban la unión divina como un estado inalcanzable durante la vida de un hombre, tal como veremos enseguida al comentar el Régimen del solitario, su mejor obra.

Corpus filosófico de Avempace: Régimen del solitario

En Régimen del solitario, Avempace se propuso enseñar cómo el fin del hombre pasa por lograr la unión con Dios, lo que él llama Intelecto en Acto, mediante un proceso cognoscitivo que culmina en un máximo conocimiento especulativo, a cuya adquisición ayudan conjuntamente como medios el estado perfecto de nuestras potencias, la formación intelectual y las virtudes morales. Avempace consideraba al hombre aislado de la sociedad, esto es, libre de sus vicios, pero partícipe de sus virtudes. La meta del solitario es llegar a las formas inteligibles (también llamadas espirituales), esto es, a las verdades especulativas; las acciones útiles para esta finalidad entran en el campo del intelecto. Este fin se consigue cuando el hombre llega a ser intelecto adquirido o emanado, para lo cual las formas inteligibles deben considerarse en sí mismas, es decir, separadas por completo de la materia a la que están unidas en las cosas del mundo. El intelecto adquirido es el único que puede llegar a pensar por sí mismo, y de este modo llega a su fin más elevado: la unión con el Intelecto en Acto o Intelecto Separado Divino (Dios). Con esta obra, Avempace convirtió el problema aristotélico del intelecto en un camino para elevar y purificar al hombre, de modo que transformó un problema de especulación lógica y metafísica en un problema religioso.

Pero el sabio que configura Avempace en su obra raramente se puede dar en la sociedad real, al enfrentarse con un gran problema o paradoja capital: el hombre es sociable por naturaleza, y esa sociabilidad es positiva, pero no lo es el estado social concreto en que el sabio ha de vivir. Este problema lo resuelve Avempace en la obra a través de una serie de directrices a las que él llama "solitarios", que deben servir para desenvolverse dentro de la sociedad civil imperfecta, sin apartarse de ella pero viviendo en ella, aunque sin participar en ella. La soledad propuesta por Avempace es una soledad relativa, puesto que los sabios solitarios han de formar entre sí una sociedad ideal que sea modelo y germen de renovación para la sociedad perfecta venidera, cuando no se necesiten médicos del cuerpo (sin vicios no hay enfermedades), ni médicos del alma, ni de la sociedad, etc.

Bibliografía

  • CRUZ HERNÁNDEZ, Miguel: Historia del pensamiento en al-Andalus. Granada, Ed. Editoriales Andaluzas Reunidas. 1985).

  • LOMBA FUERTES, Joaquín: Avempace. Zaragoza, Ed. Diputación General de Aragón, 1989.

  • LOMBA FUERTES, Joaquín: Avempace (1095-1139). Madrid, Ed. Ediciones del Orto,1995.

Autor

  • Carlos Herraiz García