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LiteraturaPeriodismoBiografía

Appleyard, José Luis (1927-1988).

Poeta, narrador, dramaturgo y periodista paraguayo, nacido en Asunción en 1927 y fallecido en la misma ciudad en 1988. Considerado como uno de los miembros más representativos de la denominada "Academia Universitaria de Paraguay" (en la que entró bajo la protección del Padre César Alonso de las Heras) y del grupo generacional de los autores encuadrados bajo el marbete de "Promoción del 50", dejó una extensa y brillante producción poética que, al lado de su ingente labor periodística desplegada en los principales medios de comunicación del país, le convierte en uno de los intelectuales más prestigiosos e influyentes de la cultura paraguaya de la segunda mitad del siglo XX. Desde esta privilegiada atalaya, José Luis Appleyard se ha erigido también en uno de los principales mentores de las diversas generaciones de autores paraguayos posteriores a la Revolución Febrerista de 1947, a los que ha brindado constantemente sus afanes como animador cultural y sus modelos literarios como fuente de inspiración.

Vivamente interesado, desde su temprana juventud, por el estudio de las disciplinas humanísticas, cursó estudios superiores en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción, de donde egresó con un título de abogado que le permitió ejercer esta profesión durante una década. No obstante, su innata vocación literaria le impulsó a abandonar el ámbito las Leyes para consagrarse de lleno a la escritura, tanto en su modalidad periodística como en el cultivo de diferentes géneros literarios que pronto le revelaron como una de las voces más originales y versátiles de las Letras paraguayas contemporáneas.

Así las cosas, a comienzos de los años sesenta su nombre comenzó a sonar con fuerza en los cenáculos literarios paraguayos, a raíz de la obtención del prestigioso "Premio Municipal de Teatro", que, en su convocatoria de 1961, recayó en una obra de Appleyard titulada Aquel 1811, un bello drama poético ambientado en la época de la independencia del Paraguay. Este primer éxito teatral le animó a escribir otras piezas dramáticas -casi todas estructuradas dentro de los moldes formales del teatro breve-, aunque la mayor parte de ellas no ha sido llevada a los escenarios ni recogida en edición impresa.

Poeta de inspiración relativamente tardía (al menos, en lo que se refiere a la publicación de sus primeros poemarios), dio a conocer sus inquietudes líricas cuando ya había rebasado los treinta y cinco años de edad. Fue, en efecto, en plena década de los años sesenta cuando vio la luz su primera colección de versos, Entonces era siempre (Asunción: Ediciones Trapiche, 1963), una excelente opera prima que fue saluda con entusiasmo por críticos y lectores, lo que animó al escritor de Asunción a dar a la imprenta otro poemario tan relevante como el titulado El sauce permanece. Tres motivos (Asunción: Ediciones Péndulo, 1965), obra en la que se hace bien patente una de las preocupaciones constantes en la producción literaria de José Luis Appleyard: su rechazo a las nuevas formas de vida impuestas por el espíritu deshumanizado de la época contemporánea.

Entre la aparición de ambas colecciones de versos, salió también de los tórculos la primera entrega narrativa del autor de Asunción, Imágenes sin tierra (Asunción: Editorial Emasa, 1965), novela que no llegó a apartarle de su más fecunda dedicación al cultivo de la poesía. En efecto, tras la publicación de otra obra en prosa titulada Los monólogos (Asunción: Colección Oñondivepa, 1973), José Luis Appleyard regresó a los cauces líricos de la mano del poemario Así es mi Nochebuena (1978), al que después seguirían otras colecciones de versos tan destacadas como Tomado de la mano (Asunción: Ediciones NAPA, 1981); El labio y la palabra (Asunción: La República, 1982); y Solamente los años (Asunción: Alcándara, 1983). En el mismo año en que vio la luz este último volumen de poemas salió también de la imprenta una nueva colección de monólogos en prosa de José Luis Appleyard, titulada La voz que nos hablamos (Asunción: El Lector, 1983).

Su retorno al género poético vino protagonizado, a finales de los años ochenta, por el libro de versos titulado Las palabras secretas (Asunción: El Lector, 1988), al que después se sumó una nueva entrega literaria, híbrida entre la poesía propiamente dicha y el relato poético, que, bajo el título de Desde el tiempo que vivo (1993), recoge sesenta escritos breves dedicados a glosar otros tantos sucesos históricos del segundo milenio de la Era Cristiana, considerados por el escritor de Asunción como los más significativos a la hora de comprender la evolución del ser humano y su cultura durante ese dilatado período de su historia. La contrastada calidad de esta obra, que consagraba la madurez literaria e intelectual de uno de los autores paraguayos más brillantes de todos los tiempos, fue subrayada oficialmente con la concesión del Premio Municipal de Literatura de 1994.

En líneas generales, la producción poética de José Luis Appleyard comparte con el corpus lírico común de los poetas paraguayos de la "Promoción del 50" esa constante propensión a volver hacia atrás la mirada para intentar recobrar, a través del tamiz nostálgico de la memoria, esa pureza y esa ingenuidad que parecían presidir los mejores momentos de una infancia ya irremisiblemente perdida, con el recuerdo del hogar familiar como núcleo privilegiado en el que se desarrollan la mayor parte de las anécdotas convertidas luego en material poético. Pero, dentro de esta privilegiada opción temática arraigada -con notables excepciones, claro está- en la lírica paraguaya de todos los tiempos, la originalidad de la poesía de Appleyard radica en capacidad de trasladar ese motivo de la inocencia pueril desde su inicial aparición en los recuerdos íntimos del autor hasta un segundo plano intemporal, ubicado en los dominios de la conciencia existencial del hombre, donde sirve de símbolo de los conflictos traumáticos que encuentra el ser humano en su constante afán por adaptarse a las duras condiciones de la vida actual. Surge, así, la metáfora de la vida adulta como una constante cadena de contradicciones e incomprensiones muy similar a la sucesión de traumas y desconciertos que acarrea el paso desde la infancia hasta la madurez. En medio de esta angustia surgida por la desorientación del hombre en un mundo que le resulta ajeno y hostil, el aliento creativo de José Luis Appleyard es capaz de alumbrar versos tan hondos como éstos: "La vida es muy sencilla, / sólo basta / ser fiel al cumplimiento de los ritos: / matar a la verdad cada mañana / y dejarla morir cada domingo. / Quien conoce la clave, dulcemente / puede vivir tranquilo en este sitio. / Las palabras mantienen la tersura / de su forma redonda y sin resquicios, / pero aquello que encierran por ser verbo / en cada labio da un sabor distinto".

J. R. Fernández de Cano.

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  • 0102 JR