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HistoriaBiografía

Álvarez de Toledo y Dubois, José (1779-1858).

Marino y político hispano-cubano. Hijo primogénito del teniente de navío D. Luis de Toledo y Liche, natural de Sevilla, y de Doña María de los Dolores Dubois, natural de Jerez de la Frontera, casados en la catedral de La Habana en 1778, nació en La Habana (Cuba) el 14 de mayo de 1779 y fue bautizado con el nombre de Joseph Luis Bonifacio y Manuel de los Dolores. Su padre, capitán de navío desde 1789, desempeñaba el cargo de comandante del arsenal en 1781 y fue capitán del puerto de La Habana en 1811. De familia noble, decidió enviar a José a la Escuela Naval de Cádiz, donde cursó estudios y se incorporó a la marina española, en la que sirvió a partir de 1794. Realizó varios viajes a los puertos de América y fue hecho preso en dos ocasiones por navíos de la flota inglesa, que lo liberó a finales de 1807.

El mismo José, en el Manifiesto de 1811 cuenta sus hechos de armas: “Yo era alférez de Navío y me hallaba en el departamento del Ferrol, cuando el viaje del Joven Rey Fernando VII á Bayona y su detención forzada en aquel pais, encendieron el espíritu de indignación de todos los buenos Españoles”. En junio de 1808 se incorporó al ejército en Galicia en funciones de ayudante del general Riquelme, con el que participó en la batalla de Espinosa de los Monteros y la retirada consiguiente, logrando embarcar con las tropas inglesas que se retiraban por La Coruña. De regreso a Cádiz se le ascendió a teniente de fragata y embarcó en la goleta Tigre con la misión de socorrer en Asturias al marqués de la Romana. Conocedor de la caída de Gijón en poder de los franceses se dirigió a Vigo donde apoyó al conde de Noroña, vencedor de las tropas de Ney en el Puente de San Payo.

Al regresar a Cádiz se le obligó a cesar en el mando del Tigre en cuyo mantenimiento había invertido todos sus ahorros, mientras se le ascendía a teniente de navío y era destinado a tomar el mando de una división de buques menores en Tarragona. Sirvió en aguas del Mediterráneo y regresó a Cádiz, con el propósito de recobrar su maltrecha salud.

Quando yo en Cadiz buscaba medios para volver a los combates en el exército ó en la escuadra, un conjunto de calamidades imprevistas hizo recaer sobre mi el nombramiento de diputado suplente por Santo Domingo para las Cortes…”. Formó parte del cupo de naturales de las provincias de América, domiciliados en España, propuestos en septiembre de 1810 para suplir a los representantes de aquellas provincias en las reuniones a Cortes. Como tal formó parte del grupo de diputados americanos, y fue protagonista de enfrentamientos con los diputados peninsulares y de varias iniciativas, entre diciembre de 1810 y enero de 1811, en favor de los territorios americanos, la igualdad de representación y la defensa de los intereses de las provincias de ultramar. El 10 de diciembre de 1810 escribió al capitán general de Santo Domingo para informarle que España estaba pasando una crisis muy grave…. Interceptado este documento por las autoridades, la inmunidad parlamentaria le salvó del arresto.

La proposición americana, firmada el 16 de diciembre de 1810 por 26 diputados, Toledo entre ellos, planteaba la igualdad de representación, pero también de sembrados y cultivos, la exportación de sus frutos naturales e industriales, la importación de “quanto hayan menester”, el comercio libre y recíproco, la supresión de todo estanco, la libre explotación de las minas de azogue, la opción igual para toda clase de empleos y destinos, y la constitución de Juntas consultivas en todas las capitales. Fue rechazada por la mayoría de los diputados europeos (64 a 46) pero provocó el más profundo malestar de los americanos, convencidos desde ese momento de la escasa utilidad de la tarea en la que estaban comprometidos.

Planteada en julio la censura de los diputados americanos a los ministros de Estado, Guerra y Gracia y Justicia, éstos reaccionaron exigiendo el encausamiento del cubano, que se presentó ante el Tribunal de las Cortes el 8 de julio de 1811. Al comprobar que se preparaba su detención, buscó la ayuda de la recién creada Sociedad de los Caballeros Racionales o Logia Lautaro, buscó el apoyo del cónsul de Estados Unidos y se embarcó con destino a Filadelfia, a donde llegó a comienzos del mes de septiembre.

Alvarez de Toledo permaneció en Estados Unidos durante seis años, en el curso de los cuales desarrolló una intensa actividad de apoyo a la insurgencia mexicana. Sus primeras actividades consistieron en la redacción de una larga carta, que envió al ayuntamiento de Santo Domingo, explicando lo que había hecho en Cádiz y proponiendo una Confederación Antillana Libre así como la publicación de un folleto titulado Manifiesto o satisfacción pundonorosa, a todos los buenos españoles europeos y a todos los pueblos de América. Para contestar a la variedad de respuestas que había suscitado este escrito, lo continuó con otro folleto en el que declaró: “Yo soy americano, amo a mi país y serviré, si fuese necesario, en las filas de los guerreros americanos para defender su libertad”.

Simultáneamente escribió al secretario de Estado James Monroe, quien lo recibió el mismo mes de diciembre, conviniendo que se trasladara a la isla de Cuba, donde se encontraba el agente William Shaler, encargado de apoyarle en un proyecto de independencia y confederación, en la que se incluiría a Estados Unidos. Toledo, en lugar de viajar a Cuba, permaneció en Filadelfia donde se encontró con el mexicano Bernardo Gutiérrez de Lara, que acababa de entrevistarse con Monroe y había solicitado su apoyo para ocupar Texas y proclamar la independencia de México. Como Shaler abandonó Cuba por estas fechas, los planes de Toledo se centraron en la colaboración con Lara y otros agentes secretos a los que acababa de conocer.

Siguió a Gutiérrez de Lara a Texas a finales de 1812 y con la colaboración de Mariano Picornell, también exiliado en América y del agente Shaler, sustituyó a Lara en la recién proclamada República de Texas y se enfrentó sin éxito al coronel realista Joaquín de Arredondo que lo derrotó en la batalla del río Medina, el 18 de agosto de 1813. Algunos historiadores interpretan esta derrota como una maniobra de Toledo, acordada previamente con el embajador español Luis de Onís.

Retirado en Nueva Orleans, colaboró con agentes franceses y norteamericanos en la preparación de nuevas acciones insurgentes y en la defensa del puerto ante el ataque inglés. En febrero de 1815 redactó una amplia propuesta de colaboración al presidente José María Morelos y al Congreso mexicano, insinuando que era portador de un mandato firmado por los diputados mexicanos de las Cortes de Cádiz. La “Instrucción de don José Alvarez de Toledo a la Junta de Rebeldes de Nueva España sobre las medidas que convendría adoptar para realizar la total independencia”, los llamados pliegos del Norte, plantea la necesidad de elaborar un manifiesto dirigido al resto del mundo, el envío de un representante al Congreso de Estados Unidos, la ejecución de planes completos de sueldos, ordenanzas, marina de corso, compra de armamentos, etc., que deslumbraron a los insurgentes.

Aceptadas estas propuestas por el Congreso mexicano, Morelos logró rebajar su nombramiento como mariscal de campo, pero no pudo impedir otras medidas como el nombramiento del diputado José Manuel de Herrera ministro plenipotenciario ante el Congreso de Estados Unidos, un empréstito por 25 millones de pesos, la entrega de otra cantidad a Herrera para atender a sus primeros gastos y el envío de mercancías a Nueva Orleans. En Boquilla de Piedras Herrera se encontró con Alvarez de Toledo, que llegó en el Petit Milan, recogió al mexicano y partieron juntos de regreso a Nueva Orleans, en noviembre de 1815.

En Nueva Orleans se había fundado una Asociación Mexicana formada por comerciantes y políticos locales, que querían obtener los mayores beneficios del apoyo a la insurgencia, pero chocaron con la intransigencia del ministro mexicano. Herrera fue incapaz de viajar a Filadelfia y presentarse ante el Congreso y su misión se alargó entre suspicacias, sospechas y traiciones. El cónsul de España en la ciudad y el padre Antonio Sedella, agente realista que había logrado incorporar a su red de espionaje a Mariano Picornell y a los piratas hermanos Lafitte, cerraron filas en torno a Alvarez de Toledo, tratando de inclinarlo a volver nuevamente al servicio del Rey.

Al llegar a Baltimore Javier Mina el día 1 de julio de 1816, acompañado de Fray Servando, los refugiados hispanoamericanos apostaron por el proyecto del joven navarro frente a los planes de Alvarez de Toledo. Éste, despechado por su fracaso, que coincidía con las noticias de la prisión y muerte de Morelos, se había entrevistado unos días antes con Mariano Picornell y Antonio Sedella. Se dice que, de acuerdo con el embajador Onís al que visitó a mediados de julio en Filadelfia, planearon desviar la Expedición hacia la liberación de Panzacola, en la Florida, desprestigiar a Mina con cualquier motivo, extender la desconfianza y la sospecha entre los sostenedores de la Asociación Mexicana de Baltimore y, finalmente introducir espías y traidores entre los seguidores de Mina.

Los patriotas hispanoamericanos en Baltimore y en especial don Pedro Gual, desconocedores de la traición de Alvarez de Toledo, siguieron desarrollando todo tipo de contactos con James Monroe y sus colaboradores, con la pretensión de facilitar las actividades de alistamiento de voluntarios y el buen éxito de la expedicón de Mina. A principios de noviembre Gual concertó una entrevista en Washington a la que acudió junto con Alvarez de Toledo, aunque la ausencia de Monroe sólo les permitió conversar con su segundo Graham.

Pocos días más tarde, Pedro Gual y sus amigos de Baltimore conocieron con estupor la correspondencia del embajador Onís y las cartas de Alvarez de Toledo, por lo que cundió el desaliento y Javier Mina, que acababa de llegar a Galveston, en busca del ministro mexicano José Manuel Herrera, tuvo que replantear sus objetivos y buscar nuevas ayudas. Toledo, entre tanto, estaba redactando lo que tituló Justificación de D. José Alvarez de Toledo, en que expone a los Mexicanos y a los otros pueblos de la América Española, las razones y motivos que le han obligado a separarse del empeño de su lucha por la independencia. En ella recogía un conjunto de males y perjuicios, que el loco frenesí de la insurrección podría causarles, exortando a que la abandonaran y proponiendo la reconciliación con la Madre Patria.

La Justificación está firmada el 1 de diciembre de 1816 y termina con esta frase: “(…) el día en que os vea felices y contentos, será el mas delicioso de mi vida”. El embajador Onís solicitó el perdón real, explicando las actuaciones de Toledo y los distintos informes y propuestas que le había solicitado, con el fin de argumentar las medidas que deberían adoptarse frente a los propósitos angloamericanos de expansión y dominación de las provincias de América

Al ser descubierto, se apresuraron los preparativos de su regreso a Europa, por lo que embarcó en la fragata Hunter con destino a Burdeos. Una vez en esta ciudad, insistió en su solicitud de perdón real y la entrega de un pasaporte que le permitiera entrar en España, por lo que demoró la salida hasta el 26 de febrero, llegando a Madrid el 14 de marzo. Lo recibió el nuevo ministro de Estado León y Pizarro, que había sido nombrado el 30 de octubre anterior, quien impresionado por sus propuestas, convocó a un consejo en Palacio dedicado a discutir en exclusiva las informaciones y medidas planteadas por Alvarez de Toledo.

León y Pizarro, en sus Memorias, refiriéndose a Toledo escribió: “Los sentimientos de lealtad y de amor al rey que ha dado han sido constantes e inseparables de su alma”. A continuación explicaba las circunstancias de su arrepentimiento y cómo por Real orden “lo había mandado venir a Madrid para que informase verbalmente sobre el estado de las Américas españolas y de los medios que debían adoptarse para bien y propiedad de la Monarquía”. Toledo entgregó a Pizarro una memoria sobre la pacificación, acompañada de otra copia de su Justificación. La memoria incluía un apartado dedicado a describir la “Posición de la España con respecto a la Inglaterra y los Estados Unidos del Norte de América” y otro capítulo titulado “Medidas que deben adoptarse para la salvación de América”. Estaba firmada en Nueva York el día 1 de diciembre de 1816.

Fue tan positiva la impresión que causó a sus interlocutores que en las semanas siguientes le solicitaron nuevos informes, una “Ampliación de la memoria sobre la pacificación”, firmada el 8 de abril; un “Proyecto para tomar por sorpresa la Louisiana”, firmado en mayo y que fue rechazado por los ministros del Consejo; y los informes que le pidió el secretario de Guerra, tituladas “Memoria sobre si convenía o no que la Inglaterra interviniera en las medidas…para la pacificación de América” y “Memoria sobre la cuestión pendiente entre el gobierno de España y el de los Estados Unidos sobre límites de la Lousiana”, el 1 de septiembre, la más extensa y erudita de todas las que produjo a lo largo de aquel año.

De todos modos, León y Pizarro estaba decidido a discutir muy seriamente el problema de la pacificación de América, con el apoyo de otros ministos moderados como Vázquez Figueroa (Marina) y Martín Garay (Hacienda), sin que fuera posible llegar a una conclusión aceptable. Pizarro, en sus Memorias, reconoció la imposibilidad de aplicar ninguna reforma: “Para mi era ya desde Cádiz perdida nuestra América…mas en el año de 1817 ya no me quedó duda de su pérdida y de que era tiempo de pensar en sacar partido de una separación que era ya inevitable”. Reconciliado con su familia, Alvarez de Toledo casó en 1818 con doña Tomasa de Palafox y Portocarrero, viuda del Conde de Medina Sidonia y hermana del Conde de Montijo, que falleció tres años después. La experiencia internacional de Toledo, reconocida en la corte de Madrid, le facilitó desempeñar una dilatada carrera al servicio de Fernando VII, como ministro en Berna en 1828 y embajador en Nápoles en 1831. Más tarde, inclinado a favor del pretendiente Don Carlos, volvería a Nápoles el año de 1834 para representarle ante esta Corte. Enfrentado al régimen isabelino vivió fuera de España, hasta que al reconocer a la reina Isabel II el año 1849, se le restableció en su empleo y otras distinciones. El 20 de junio de 1850 se le concedió la Cruz de San Hermenegildo y al mismo tiempo su jubilación, que disfrutó a partir de ese año en París.

Falleció en esta ciudad el 16 de abril de 1858. Su deceso se recogía en el Comercio de Cuba con esta frase: “Con sentimiento participamos a nuestros lectores el del ilustre habanero D. José Alvarez de Toledo y Dubois, acaecido en la capital de Francia. A pesar del parte telegráfico que se recibió en Madrid, enviado desde París por la condesa de Montijo…notificando la enfermedad grave de que ha sido víctima el ilustre difunto, y de haberse puesto inmediatamente en marcha sus hijos el Duque de Fernandina y el Conde de Scláfani, tuvieron el disgusto de llegar a París pocas horas después de su fallecimiento…”. Recordaba también “los eminentes servicios prestados a nuestra Nación, como Enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario en varias Cortes europeas”.

Bibliografía

  • Carlos M. Trelles. Un precursor de la independencia de Cuba: Don José Alvarez de Toledo. Imprenta El siglo XX. La Habana, 1926

  • José García de León y Pizarro. Memorias. Revista de Occidente. Madrid, 1953

  • Joseph B. Lockey. “The Florida Intrigues of José Alvarez de Toledo”. The Quarterly of the Florida Historical Society. Abril de 1934 (hay traducción española publicada en La Habana, en 1939)

  • Harris G. Warren. “José Alvarez de Toledo’s iniciation as a filibuster (1811-1813)”. Hispanic American Historical Review. XX. 1940

  • Harris G. Warren. “José Alvarez de Toledo’s reconciliation with Spain”. The Louisiana Historical Quarterly. July, 1940

Manuel Ortuño

Autor

  • 0112 Manuel Ortuño Mz