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HistoriaBiografía

Alessi, Giuseppe d' (1612-1647).

Orfebre y revolucionario italiano, nacido en Polizzi Generosa (Sicilia, provincia de Palermo) en 1612 y muerto en Palermo el 22 de agosto de 1647.

Síntesis biográfica

Orfebre de profesión, habiéndo estado un tiempo en Nápoles, se inspiró en el ejemplo de Masaniello en esta ciuda para encabezar el 15 de agosto de 1647 una sublevación popular. Su propósito no era promover una revolución ni discutir la soberanía española, sino lograr un mejor gobierno que acabase con el hambre y la miseria que asolaban Sicilia (se denominó “revuelta del pan”). En un primer momento pareció tener éxito, haciéndose con el control de la ciudad, pero la nobleza le sustrajo el apoyo del pueblo ofreciéndole cargos, títulos y dinero para que pareciese un colaboracionista. Al fin, el 22 de agosto, una semana después del inicio de la insurrección, fue capturado por la multitud y decapitado.

D’Alessi, cabeza de la “revuelta del pan” de Palermo

Era hijo de un cantero de Polizzi; pronto pasó a residir en Palermo, donde tenía casa y tienda en el barrio de la Conceria (‘Curtidores’). Pendenciero y hábil con la espada, en 1647 (contaba entonces con unos 35 años de edad) fue reclamado por la justicia por su implicación en un homicidio y encarcelado; se fugó al poco, refugiándose en Nápoles. En esta ciudad había estallado poco antes, el 7 de julio, una revuelta contra la subida de impuestos, encabezada por el pescador Tommaso Aniello, “Masaniello”, de la que él fue testigo. Mientras tanto, en Sicilia, donde se había extendido el hambre, había fracasado en mayo una sublevación a cuyo frente había estado Nino La Pelosa. Sin embargo, los descontentos sólo esperaban encontrar un líder capaz para volver a levantarse.

En este contexto volvió d'Alessi a la ciudad, tras haber comprobado en Nápoles el poder que tenía una multitud actuando al unísono. Tenía la intención de aprovechar esta fuerza para establecer un gobierno justo que terminase con la miseria. D'Alessi, que no carecía de imaginación, locuacidad, generosidad, fuerza, audacia y tesón, se lo hizo saber a su hermano Francisco, escribano de la Tavola (institución financiera urbana) que tenía cierta cultura, y a otros parientes y conocidos; otros muchos, como Giuseppe Errante, cónsul de los curtidores, o Pietro Pertuso, capitán del pueblo, se adhirieron a sus propósitos, trazando conjuntamente un plan de acción. Se eligió como momento para iniciar la revuelta el 15 de agosto, día festivo (la Asunción de María), durante el cual el virrey español de Sicilia (Pedro Fajardo de Zúñiga, marqués de los Vélez), magistrados y otros notables visitaban los santuarios de Maredolce y Gibilrossa.

Sin embargo, el virrey tuvo noticias de sus intenciones, y convocó ese mismo día a algunos de los cónsules para asegurar su fidelidad a la corona. Uno de los que no acudieron a la invitación, ante la tardanza de los que sí lo habían hecho, creyó que habían sido asesinados y dio la voz de alarma. Inmediatamente se reunió una multitud y se produjo gran alboroto. D'Alessi aprovechó el tumulto para ponerse al frente de la planeada revuelta, habiéndose deshecho ya de sus rivales por el mando. Sublevó a los pescadores de la Kalsa y se hizo con armas y municiones en el baluarte del Tuono. En Porta Nuova tuvo un enfrentamiento con la reducida guarnición española, hasta que el virrey, para evitar una masacre, se retiró y embarcó, aunque alejándose sólo hasta la próxima playa de la Arenella. La sublevación triunfaba, imparable, mientras el gobierno de la ciudad y la nobleza se atrincheraba en sus palacios o se refugiaba en conventos o en sus posesiones rurales. El virrey, desde su barco, asistía impotente al éxito popular.

D'Alessi, con la ciudad en sus manos esa misma tarde, aconsejado por su hermano y otros partidarios, para evitar el descontrol desarmó a la multitud y estableció la pena de muerte para los saqueadores. La situación parecía estabilizarse gracias a la moderación de d'Alessi, con unas reivindicaciones que no atacaban la soberanía de Felipe IV de España, gritándose significativamente «Viva il re e fuori il mal governo» (‘Viva el rey, fuera el mal gobierno’). Nombrado capitán general, constituyó una milicia propia, con la que, vanidoso, se paseaba por las calles de la ciudad. Sin experiencia de gobierno, a pesar de sus buenas intenciones cayó bajo influencia del inquisidor Diego Trasmiera, que en realidad estaba aliado con la nobleza, y que aprovechó el respeto religioso de d'Alessi para imponerse como principal consejero suyo (por ejemplo, evitó la liberación del anteriormente encarcelado Francesco Baronio, literato y secretario del consejo, que hubiera podido influir en aquel). Tuvo también como tales a algunos juristas de poca importancia (salvo un abogado llamado Lo Giudice), que apenas pudieron ayudarle.

Por otra parte, pronto hizo llegar a la nobleza la lista de reclamaciones populares: restauración plena de los privilegios otorgados a los sicilianos en el s. XIII por el rey Pedro III de Aragón; formación de un nuevo gobierno compuesto por tres nobles y tres plebeyos; exclusión del mismo y de todo cargo administrativo a los no panormitanos; supresión de las cargas fiscales. Estas demandas eran inaceptables para la nobleza, en tanto que el virrey no quería ser obligado a hacer concesiones. De este modo, trataron de corromper a d'Alessi con ventajosos cargos y títulos, y hacerle perder así el favor popular, ayudándose también de sobornos y difamaciones. El 16 de agosto el senado urbano, contemporizando, invitó a d'Alessi a participar en una reunión en la iglesia de S. Giuseppe dei Teatini, a la que también asistieron cónsules, algunos nobles, Ottavio Lanza, príncipe de Trabia, y una representación popular. Esta asamblea aprobó todas las propuestas por una administración más justa, que asegurara la participación de los artesanos en el gobierno, guardando siempre el respeto a la ley y a la corona española.

Caída de d'Alessi y fracaso de la revuelta

Pero la nobleza y Trasmiera proseguían su labor, e instigaron a los magistrados a que ofrecieran a d'Alessi el título de “Ilustrísimo”, ser nombrado a perpetuidad síndico del común, la confirmación del puesto de capitán general y un sueldo de 2.000 ducados anuales (y a su hermano Francisco, los cargos de cónsul principal y procurador fiscal). D'Alessi quedaba en delicada situación, cada vez con menos prestigio, pronunciándose las primeras acusaciones de colaboracionismo. Consciente de su falta de fuerza, confió en la vuelta del virrey para salvar los logros obtenidos, y se esforzó por ello en convencer a sus partidarios de la necesidad de este hecho, a lo que eran opuestos los más extremistas. El 21 de agosto se promulgó el bando que devolvía el gobierno al virrey, y pareció en un primer momento que se volvía a la normalidad. Pero los rumores habían hecho su efecto, añadiéndose ahora que d'Alessi tenía tratos con los franceses para entregarles Palermo; asimismo, la situación financiera era mala, y los pescadores se sentían perjudicados.

Fueron precisamente éstos los que se organizaron y arrastraron tras de sí a muchos otros, reuniéndose unas 10.000 personas, al frente de las cuales se pusieron Trasmiera y varios nobles. Se lanzaron hacia la Conceria a la búsqueda de d'Alessi, a quien nadie parecía ya dispuesto a defender (hacía dos días que no pagaba a los hombres de su guardia). Éste se escondió en varios lugares antes de ser localizado el día 22; llevado a la escalinata de la iglesia de la Madonna della Volta, fue decapitado allí por un caballero llamado Platamone, y luego el procurador Pietro Sbernia condujo su cabeza por toda la ciudad en lo alto de una pica. Su hermano Francesco y otros partidarios corrieron parecida suerte, añadiéndose además diversos saqueos. Con su muerte iba a fracasar también la “revuelta del pan”, que había durado apenas una semana. D'Alessi, como Masaniello en Nápoles, deseoso de justicia pero respetuoso del orden, había querido conciliar a dos enconados enemigos, la nobleza y el pueblo, careciendo de la cultura y la experiencia necesarias, susceptible además a la adulación y al éxito rápido, y sin consejeros sinceros. Los irascibles panormitanos pronto advertirían su error, llegando incluso a hacer penitencia por ello; dos años después volverían a levantarse, pero ya sin la organización necesaria, pronto reprimidos por el nuevo virrey, el cardenal Teodoro Trivulzio.

Bibliografía

  • BIANCHINI, L. Storia economica civile della Sicilia. (Nápoles, Edizioni Scientifiche Italiane: 1971).

  • Dizionario biografico degli italiani. Vol. 2. (Roma, Istituto della Enciclopedia Italiana: 1960-1998).

  • NATOW, L. Storie e lesgende di Sicilia. Vol. 2: “Sotto i re di Casa d’Austria”. (Palermo, S.F. Flaccovio: 1983).

  • NATOLI, L. Storia di Sicilia. (Palermo, S.F. Flaccovio: 1982).

  • RIBOT GARCÍA, L.A. La revuelta antiespañola de Mesina: causas y antecedentes (1591-1674). (Valladolid, Universidad: 1982).

  • SORRENTO, L. “Notizia de’ tumulti di Sicilia nel’anno 1647”, en Arch stor. per la Sicilia orientale, X (1913) 136-159.

  • “The Revolt of Palermo in 1647”, en The Cambridge Historical Journal, VIII (1946) 3, 129-144.

Enlaces en Internet

http://www.cronologia.it/storia/aa1623a.htm ; Página con información sobre las revueltas de 1647 y de otras sublevaciones antiespañolas (en italiano).
http://www.neomedia.it/personal/calogero.pinnavaia/larivolta.htm ; Página con amplia información de la revuelta de Palermo (en italiano).

Autor

  • Bernardo Gómez Álvarez