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HistoriaPolíticaBiografía

Afán de Ribera, Payo Enríquez (s. XVII).

Religioso español nacido en Sevilla en 1622 y muerto en Ávila en 1684. También conocido como fray Payo Enríquez de Rivera, fue arzobispo de México y vigésimo séptimo virrey de Nueva España (1673-1680).

Era hijo bastardo de un comandante militar de plaza en Andalucía, Fernando Afán de Ribera y Enríquez, duque de Alcalá. Hizo sus primeros estudios en esa ciudad y años más tarde ingresó en la orden de San Agustín. Maestro de teología en Osuna y enseñante en las universidades de Burgos, Valladolid y Alcalá de Henares, en esta ciudad conoció al rey Felipe IV que lo estimó en gran medida, hasta el punto de que poco después era nombrado obispo de Guatemala, puesto en el que permaneció por espacio de diez años.

Llegó a Nueva España en 1667 para hacerse cargo del obispado de Michoacán, con sede en Valladolid (actual Morelia) y posteriormente se le nombró arzobispo de México. Como en la corte se conocía sobradamente la enfermedad del duque de Veragua, que había aceptado el cargo de virrey por compromiso con la corona, la reina regente expidió un pliego secreto, enviado a México acompañando al duque, en el que se nombraba al arzobispo virrey sustituto de la Nueva España.

Abiertos los pliegos reales y enterados de su contenido la Audiencia, la Inquisición y el resto de autoridades, tomó posesión de su cargo interino el mismo día 13 de diciembre de 1673, pero tuvo que gobernar durante siete años, en el curso de una época que resultó de gran alivio para los habitantes del virreinato, cansados de las incidencias y sobresaltos ocurridos durante el largo periodo anterior. Su nombramiento, alabado por los cronistas de la época, agradó mucho en la colonia, porque llegaba precedido de la fama de santidad y desinterés que se había labrado durante casi una década en Guatemala.Terminado su periodo de mandato se dijo de él que “de tal modo supo templar la justicia con la mansedumbre, la liberalidad con la economía, que su gobierno servirá en los siglos venideros de ejemplo”.

Para el cronista Vetancourt era “modesto, grave y desinteresado; aderezó el palacio real, hizo puentes y calzadas y puso su cuidado en la que va al santuario de Guadalupe y merió el agua en él; fue vigilante en los socorros que envió a S. M.; hizo minuta de las rentas reales y otras obras pías de limosnas considerables”.

Se aplicó inicialmente a reforzar las obras de defensa de los litorales, en los que pululaban destacamentos ingleses, a los que expulsó con el apoyo de las milicias de voluntarios de la costa de Barlovento, obligándoles a abandonar Coatzacoalcos y la Laguna de Términos, al tiempo que aumentaba y fortalecía las construcciones militares de Campeche.

Dio un gran impulso a las obras públicas, tanto en la ciudad de México como en otras plazas importantes; sustituyó las viejas pasarelas de madera por más de 20 puentes de cal y canto sobre los canales de la capital; construyó una calzada empedrada desde la ciudad de México hasta la Villa de Guadalupe; inició la reconstrucción de la iglesia de San Agustín, donde décadas más tarde se instalaría la Biblioteca Nacional, que había sido destruida por un incendio; desplazó un destacamento militar con el fin de pacificar las tribus de Nuevo México, en revuelta casi permanente desde años atrás y fundó la villa de Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez, sobre el río Bravo, en 1677.

Bajo su mandato se dio un gran impulso a las obras del desagüe de la ciudad y del valle, empresa gigantesca y monumental, iniciada el siglo anterior y que pretendía remediar los altos niveles que alcanzaban lagos y canales, como consecuencia de las lluvias de temporada. El proyecto, que años más tarde Humboldt calificó de "el más gigantesco de América", consistía en abrir un ancho cauce que permitiera a las aguas atravesar las cordilleras que cerraban el valle y derramarse al exterior.

Fray Payo encontró en el padre Manuel Cabrera, de la orden de los franciscanos y superintendente de la obra, que actuaba en medio de fuertes controversias y discusiones políticas y técnicas, un colaborador muy eficaz, por lo que decidió mantenerlo en su puesto. Lo acertado de esta medida se demostró muy pronto, ya que 1674 resultó el año más abundante en lluvias de toda la década y a pesar de todo las obras resistieron y el desagüe funcionó a la perfección.

Durante su virreinato se prohibió a los virreyes que cobrasen su sueldo en monedas de oro, que habían comenzado a elaborarse en 1679, cuatro años más tarde de ser aprobada su acuñación, aunque en un volumen enormemente inferior al de la acuñación en plata.

Gracias a las obras de los misioneros en esta zona, se había fundado la villa de San Gabriel del Yunque que poco después tomó el nombre de Santa Fe. Por entonces fueron muy frecuentes las revueltas de las tribus tanos, picuriés y tehecas, que incendiaron el pueblo de San Cristóbal y pasaron a cuchillo a los españoles allí residentes; quienes pudieron salvarse se refugiaron en Santa Fe y en Paso del Norte. Las guerras del norte se habían extendido a lo largo de varios años, desde que en 1675 los misioneros jesuitas iniciaran la penetración en la provincia de los papigoches, llamada después la Purísima, a partir de Sonora y Sinaloa. Los franciscanos, por su parte, se habían instalado en Nueva Vizcaya y Nuevo León.

A partir de 1676 se registraron en las costas del Golfo nuevas acciones de piratas, que destruyeron y saquearon Pánuco y Campeche. En Campeche quinientos bandidos atacaron el puerto, pasaron a cuchillo a una guarnición de siete hombres y se llevaron consigo a numerosas mujeres, además de un abultado botín.

Notificado el virreinato de la subida al trono de Carlos II, ocurrida en 1675, se celebró este acontecimiento el año siguiente, con gran número de festejos y otros entretenimientos que eran habituales en tales casos. Junto a los pliegos del monarca que daban cuenta de su mayoría de edad, recibió Fray Payo la noticia de que el rey le solicitaba que permaneciera en el cargo, alabando su forma de gobernar y la excelente contribución con subvenciones generosas a las cuentas de la corona.

En 1679, presionado por los fabricantes y comerciantes de seda en España, el rey ordenó que se erradicasen de Nueva España las moreras, para impedir la competencia local con los productos que llegaban de la Península y de Europa. Por otra parte, aunque el consumo de cera había llegado a constituir una fuente de riqueza muy importante, se siguió desarrollando la cría de abejas, especialmente en Yucatán; en Oaxaca, la cochinilla era cada día más apreciada.

Al llegar el año de 1680, fray Payo insistió ante la corona en el sentido de que se le relevara, tanto del cargo de virrey como de su responsabilidad arzobispal, deseo que le fue concedido el mes de mayo, por lo que se aprestó a poner en orden todos los temas pendientes dando cuenta, como dicen las crónicas de la época, de “hasta del último centavo gastado durante su administración”. Entregó lo que tenía en propiedad a un asilo de huérfanos y toda su biblioteca al Oratorio de San Felipe Neri.

Retirado en España, adonde viajó en compañía de un solo criado, se dirigió al convento de Santa María del Risco, en Ávila, algunas fuentes señalan el de San Agustín en Alcalá de Henres, donde falleció el 8 de abril de 1684.

Bibliografía

  • OROZCO y BERRA M. Historia de la dominación española en México. México, 1938.

  • RIVA PALACIO, V. El Virreinato. Tomo II de México a través de los siglos, México, Compañía General de Ediciones, 1961.

  • RUBIO MAÑÉ, I. Introducción al estudio de los virreyes de Nueva España. México, Ediciones Selectas, 1959 y México, UNAM, 1961

Autor

  • Manuel Ortuño