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Acosta, José de (1540-1600).

Religioso, naturalista y escritor español nacido en Medina del Campo (Valladolid) en 1540 y muerto en Salamanca en 1600. Es conocido en la historiografía hispanoamericana como el Padre Acosta.

Nacido en el seno de una familia perteneciente a la entonces próspera burguesía mercantil de Medina del Campo, al parecer de origen converso, cursó sus primeros estudios en el Colegio de la Compañía de Jesús de la misma ciudad, en el que ingresó como novicio a los doce años. A partir de entonces, su formación como jesuita se desarrolló en varias localidades castellanas y portuguesas, culminando con una estancia de siete años en la Universidad de Alcalá. Ordenado en 1566, fue profesor en los Colegios de la Compañía de Ocaña y Plasencia, hasta que a mediados de 1572 se trasladó a Perú, formando parte de la tercera misión jesuita a aquel virreinato. Una vez conseguido el permiso, embarcó en Sanlúcar de Barrameda el 8 de junio 1571 con dirección a las Antillas y llegó a su destino, Lima, en abril de 1572. Sus ocupaciones más importantes fueron, por supuesto, las religiosas y en ellas jugó un importante papel como cabeza de los jesuitas en el virreinato (primero fue visitador de los colegios de Jesuitas y después provincial de la orden). Su labor le obligó a realizar diversos viajes entre 1573 y 1578 por estos territorios, en los que visitó diversas ciudades, tales como Arequipa, Cuzco, Chuquisaca, Juli, La Paz y Potosí. Ya en 1580, quiso regresar a España, seguramente por razones de salud, pero no partió hasta mayo o junio de 1586, en principio con dirección a México, para embarcar en marzo de 1587 hacia la península, adonde llegó en septiembre. Dedicó el resto de su vida a la labor religiosa y a a escribir. Fue el primer jesuita que impartió cursos de teología en la Universidad de Salamanca en 1588.

Entre 1575 y 1576, Acosta redactó su tratado misional De procuranda Indorum salute, al que antepuso una especie de prefacio sobre la naturaleza americana titulado De natura Novi Orbis. Ambos textos fueron impresos juntos en Salamanca el año 1588. El segundo de ellos, parcialmente reelaborado y traducido al castellano, pasó poco después a convertirse en los dos “libros” iniciales de la Historia natural y moral de las Indias, cuya primera edición apareció en Sevilla en 1590. El tratado tiene siete “libros”, los cuatro primeros dedicados a la “historia natural” y los tres últimos a la “historia moral”, es decir, a “las costumbres y hechos de los indios”. Para escribirlo, Acosta utilizó las observaciones que había ido reuniendo durante más de dos décadas en América, así como materiales procedentes de escritos de otros autores, entre los que destacan el de Juan de Tovar acerca de México y los de Juan Polo de Ondegardo y Luis Capoche sobre Perú.

A finales del siglo XVI era patente que el conocimiento de la naturaleza americana había desbordado las posibilidades interpretativas de los saberes tradicionales. Hacía falta “dar razón” de la multitud de novedades aportadas por un siglo de estudios descriptivos. Esta tarea fue realizada con gran altura por José de Acosta en su Historia natural y moral de las Indias (1590).

En el “Proemio al lector”, Acosta advierte explícitamente que su propósito no es ofrecer una nueva exposición descriptiva: “Del Nuevo Mundo e Indias Occidentales han escrito muchos autores diversos libros y relaciones, en que dan noticia de las cosas nuevas y extrañas que en aquellas partes se han descubierto ... Mas hasta ahora no he visto autor que trate de declarar las causas y razón de tales novedades y extrañezas de la naturaleza, ni que haga discurso o inquisición en esta parte”. En lugar de inspirarse en el enfoque de Plinio, como habían hecho, entre otros, Fernández de Oviedo y Hernández, se basó en la tradición aristotélica, pero sin someterse en absoluto a la autoridad de Aristóteles ni de ningún otro autor clásico. Utilizó los hechos aportados por la experiencia para desmentir las doctrinas tradicionales y fundamentar las propias, de modo que sus repetidas críticas no son meras rectificaciones de detalle, sino consecuencia de una ambiciosa postura metodológica: “Miremos atentamente los principios [de los antiguos] en donde pudo haber yerro y engaño. Primero diremos cuál sea la verdad, según la experiencia nos la ha mostrado; y después probaremos, aunque es negocio muy arduo, a dar la propia razón conforme a buena filosofía”.

Para dar “razón sistemática” de las “novedades y extrañezas de la naturaleza americana”, Acosta cominenza con “el cielo, temperamento y habitación de aquel orbe” y, a continuación, trata de “lo que de elementos y mixtos naturales, que son metales, plantas y animales, parece notable en las Indias”.

Una de las cuestiones que estudia con mayor detenimiento es el conjunto de condiciones climáticas que hacen que la llamada “zona tórrida” sea habitable. Consifdera los errores que condujeron “a los antiguos a tener por cosa sin duda que la tórrida sea habitable y, frente a la idea tradicional de zona abrasada y seca, totalmente falta de agua y de vegetación, afirma que “es humedísima y que en en esto se engañaron mucho los antiguos” y que “tiene gran abundancia de aguas y pastos, por más que Aristóteles lo niegue”. Explica que “no es en exceso caliente, sino moderadamente caliente”, porque el calor “se templa con la muchedumbre de lluvias y con la brevedad de los días”, por “los vientos frescos” y por otras causas, “especialmente la vecindad del mar Océano”. Analiza también la acción del calor del sol en “el levantar aguas” y dedica un capítulo a la razón por la que “las tierras altas son más frías”, otro de los temas en los que rebate las doctrinas aristotélicas.

La parte más famosa de la obra es la dedicada al origen de los indios americanos y de los animales existentes en el Nuevo Mundo. Acosta descarta la Atlántida como una “fina fábula” y considera falsa y fundada en “conjeturas muy livianas” la opinión de que los indios proceden de los judíos. Tiene en cuenta los que “los indios suelen contar de su origen” y consagra un capítulo a detallar las dificultades con las que tropieza el estudio del tema. Examina cuidadosamente las posibilidades de que hombres y animales hayan llegado a América por el mar, bien navegando, bien “echados de tormenta, contra su voluntad” y, en el caso de los animales, nadando o volando. Concluye que “es más conforme a buena razón pensar que vinieron por tierra”, tanto los “primeros pobladores de Indias”, como las “bestias y ganados”. Termina diciendo que “es para mí una gran conjetura para pensar que el nuevo orbe, que llamamos Indias, no está del todo diviso y apartado del otro orbe. Y por decir mi opinión, tengo para mí días ha que la una tierra y la otra en alguna parte se juntan y continúan, o a lo menos se avecinan y allegan mucho. Hasta ahora, a lo menos, no hay certidumbre de los contrario. Porque el polo ártico, que llaman norte, no está descubierto y sabida toda la longitud de la Tierra … Volviendo al otro polo del sur, no hay hombre que sepa dónde para la tierra que está en la otra banda del estrecho de Magallanes”.

La distribución geográfica de los animales y de las plantas es otro tema de gran relieve en la obra de Acosta. Distingue tres grandes grupos en los seres vivos existentes en el Nuevo Mundo: los “que han sido llevados por españoles, los que hay en las Indias de la misma especie que en Europa” y los “propios de Indias”. Este último grupo es, lógicamente, el que le plantea mayores problemas. En el capítulo titulado “Cómo sea posible haber en Indias animales que no hay en otra parte del mundo”, afirma que “es cuestión que me ha tenido perplejo mucho tiempo”. Analiza muy seriamente las diferencias entre las especies americanas y las europeas y advierte que “quien por vía de poner sólo diferencias accidentales pretendiere salvar la propagación de los animales de Indias y reducirlos a las [especies] de Europa, tomará carga que mal podría salir de ella”. Se ocupa de la gran diversidad de la fauna y la flora de las distintas zonas de América, insistiendo especialmente en el contraste entre las del continente y las de las islas. Anota también que algunos animales domésticos llevados por los españoles “se han hecho montaraces y crueles” y “multiplicado en grande abundancia”.

También intenta “declarar las causas y razón” de muchas otras cuestiones, entre ellas, las mareas y corrientes marinas, los vientos, la “diversidad de los días” en relación con los meridianos, los volcanes y los terremotos.

Todo ello no debe hacer olvidar la riqueza del contenido descriptivo de la Historia natural y moral de las Indias. Por ejemplo, su “Libro cuarto” incluye diecisiete capítulos sobre el mundo vegetal americano, en los que Acosta cita a Nicolás Monardes varias veces, remitiendo a su tratado al ocuparse de las plantas medicinales americanas: “Hay mil cosas de estas [medicinas] simples ... que bien aplicadas y a tiempo no las tienen por de menor eficacia que las drogas que vienen de Oriente, como podrá entender lo que Monardes ha escrito”. Por otro lado, su relación con Felipe II, a quien dedicó De natura Novi Orbis, le permitió conocer directamente, no sólo la Historia de las plantas de Nueva España, de Francisco Hernández, sino la selección que hizo Nardo Antonio Recchi por encargo del monarca: “De esta materia de plantas de Indias, y de licores y otras cosas medicinales, hizo una insigne obra el Doctor Francisco Hernández, por especial comisión de Su Majestad, haciendo pintar al natural todas las plantas de Indias, que según dicen pasan de mil y doscientas, y afirman haber costado esta obra más de sesenta mil ducados, de la cual hizo uno como extracto el Doctor Nardo Antonio, médico italiano, con gran curiosidad. A los dichos libros y obras remito al que más por menudo y con precisión quisiere saber de plantas de Indias, mayormente para efectos de medicina”.

Aparte de las especies comunes al Viejo y Nuevo Mundo, como el cocotero, el plátano y las calabazas del género Lagenaria, y de “las que se han llevado de España a las Indias”, los capítulos citados tratan de un centenar de plantas americanas. La mayor parte habían sido ya dadas a conocer en Europa, principalmente por las primeras noticias y descripciones españolas o por la obra de Monardes. Sin embargo, hay varias no descritas en ellas, entre las que se encuentran las que Acosta denominó "chicozapote" (Achras sapota L.), "higuerilla" (Argemone mexicana L.), "almendra de Chachapoyas" (Caryocar sp.), "floripondio" (Datura arborea L.), "ébano de Indias" (Diospyros ebenaster Retz.), "frutilla de Chile" (Fragaria chiloensis (L.) Duch.), "caña altísima" (Guadua sp.), "coquillo" (Jubaea spectabilis H. B. K.), "quenua" (Polylepis spp.), "capulí" (Prunus capuli Cav.), "icho" (Stipa sp.) y "totora" (Typha domingensis Pers.). Acosta figuró también entre los primeros naturalistas que trató del Lycopersicum esculentum Mill. ("tomate") y del Phaseolus lunatus L. ("pallar").

La influencia de la obra de Acosta fue extraordinaria. Tuvo numerosas ediciones en latín, alemán, neerlandés, francés, inglés e italiano, además de las que, ocultando el nombre de Acosta, publicaron los Bry en el volumen noveno de su serie Americae historia, destinada al mundo protestante. La primera traducción apareció en Venecia (1596), vertida al italiano por Giovanni Paolo Galluci, traducción que fue reimpresa en 1608. La francesa de Robert Regnault se publicó en nueve ocasiones entre 1598 y 1621 y la inglesa de Edward Grimstone, en 1604.
Más compleja fue la trayectoria editorial de la obra de Acosta en los Países Bajos y el mundo de lengua alemana. En 1596 se reeditó en Colonia De natura Novi orbis, de acuerdo con el texto de 1588, seguido por De promulgatione Evangelii. Con destino asimismo a los ambientes católicos, fue traducido al alemán e impreso de forma independiente en la misma Colonia (1598 y 1600) y en Oberursel (1605). Sin embargo, el principal vehículo de la difusión en Centroeuropa del texto completo de la Historia natural y moral de las Indias fue la versión neerlandesa de Jan Huygen van Linschoten. Se publicó en Harlem el año 1598, es decir, en el ambiente protestante de los Países Bajos, ya independientes de la corona de los Habsburgo, que estaban iniciando su expansión comercial ultramarina. Linschoten fue el primer holandés que reunió y publicó materiales sobre las Indias Orientales y Occidentales. Su primer viaje a la India lo realizó en 1593, acompañando al virrey portugués de Goa. Un año después formó parte de la expedición de Willem Barentsz para buscar un paso a las Indias por el norte y participó también en la que se emprendió en 1596 con el mismo objeto. Sus publicaciones comenzaron en esta última fecha con dos textos, generalmente encuadernados juntos, que fueron impresos en Amsterdam. El primero de ellos, Reys-gheschrift vande navigatien der Portugaloysers in Orienten, se ocupa, además de los viajes portugueses a las Indias Orientales, de los realizados a China, de "la costa de Brasil" y del "vasto territorio de las Indias españolas llamado las Antillas". El segundo, Beschryvinghe van de gantsche custe van Guinea, no se limita a una descripción de la costa de Guinea, como indica su título, ya que incluye también la del "cabo de San Agustín, en Brasil" y otra breve sobre "la Indias Occidentales". Ambos fueron reimpresos en neerlandés, latín, alemán, inglés y francés, adicionados en la mayoría de las ediciones con notas de Paludanus, en las que éste incluyó la descripción del nardo americano que le había enviado el naturalista sevillano Simón de Tovar. Los dos textos de Linschoten fueron incluídos en la serie India Orientalis publicada por el editor Theodor de Bry y sus hijos en alemán y en latín, ocupando la mayor parte de su tercer tomo (1599 y 1601). Resulta coherente con su biografía que Linschoten tradujera el tratado de Acosta. Además de ser reimpresa en Amsterdam en 1624, su versión al neerlandés fue retraducida al alemán por J. Humberger y, de nuevo, desde el alemán al latín, con destino a la serie America editada por los Bry, paralela a la dedicada al Oriente. Estas traducciones indirectas aparecieron en su noveno tomo (1601 y 1602), sin que constara el nombre de Acosta, y, por otra parte, el volumen duodécimo incluyó una especie de resumen, bajo el título de Paralipomena Americae. Es chocante que un plagio del tratado de un jesuita español fuera el único texto importante de historia natural en una serie dirigida al mundo protestante e instrumento destacado de la llamada “leyenda negra” antiespañola.

El prestigio de la Historia natural y moral de las Indias en el mundo científico fue inmediato y perdurable. Baste recordar, como hitos significativos, que Francis Bacon la utilizó ampliamente en su Historia naturalis et experimentalis (1622) y que Alexander von Humboldt la calificó en Kosmos (1845-1862) de estudio magistral del Nuevo Mundo y de fundamento de la geofísica moderna, cuando la ciencia contemporánea comenzaba a investigar sobre nuevos supuestos las cuestiones que Acosta había abordado. Como ha dicho J. H. Elliott, “hasta que no se publicó en español, en 1590, la gran Historia natural y moral de las Indias, de José de Acosta, no culminó triunfalmente el proceso de integrar al mundo americano en el contexto general del pensamiento europeo ... la síntesis de Acosta era la culminación de un siglo de esfuerzo”.

Temas Relacionados

  • Cronistas e Historiadores de Indias.

  • Conquista de América.

Bibliografía

Fuentes

DE LEÓN, Juan: Historia natural y moral de las Indias, en que se tratan las cosas notables del cielo y elementos, metales, plantas y animales dellas: y los ritos, y ceremonias, leyes, y gobierno, y guerras de los Indios, Sevilla. (Sevilla, 1590). En 1604 ya había sido traducida a italiano, alemán, francés, holandés, latín e inglés, lo que le aseguró una amplia difusión. Los dos primeros capítulos fueron escritos originalmente en latín como prólogo a otra obra, De natura novi orbis... y traducidos después al castellano por el propio Acosta.

Estudios

O´GORMAN, Ed-Mundo: Historia... (México, Fondo de Cultura Económica, 1840, pp. VII-LXXXV). La Historia natural y moral de las Indias ha sido reeditada en tres ocasiones con estudios introductorios de carácter histórico.
MATEOS, Francisco: Personalidad y escritos del P. José de Acosta, Obras del P. José de Acosta. (Madrid, Atlas, 1954, pp. VII-XLIX).
BEDDALL Barbara: Father José de Acosta and de Place of his Historia natural y moral de las Indias, in the History of Science, Historia... (Valencia, Valencia Cultural, 1877, pp. 12-97). Estos estudios destacan, respectivamente, los aspectos intelectual, religioso y científico de la obra de Acosta.
ÁLVAREZ LOPEZ, Enrique: La filosofía natural en el Padre José de Acosta. (Revista de Indias 4, 1943, pp. 305-322).
AGUIRRE, E.: Una hipótesis evolucionista en el siglo XVI. El P. José de Acosta, S. I., y el origen de las especies americanas. (Ed. Arbor, 1957, 36 pp. 176-187).
JARCHO, Saul: Origin of de American Indians as Suggested by Fray Joseph de Acosta (1589) (Ed. Isis, 1959, 50 pp. 430-438.
LOPEZ PIÑERO, J. M. y LOPEZ TERRADA, M. L. Las plantas en la Historia natural y moral de las indias, de José de Acosta. En: La influencia española en la introducción en Europa de las plantas americanas, 1493-1623, (Instituto de Estudios Documentales e Históricos sobre la Ciencia, 1997, pp. 126-134).

Autor

  • B B Piñero / AGM / Barbara G. Beddall