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HistoriaPeriodismoBiografía

Woods, Donald (1933-2001).

Periodista y escritor sudafricano, nacido en Transkei el 15 de diciembre de 1933 y fallecido en Londres el 19 de agosto de 2001. Desde las páginas del Daily Dispatch, Woods fue una de las primeras voces en clamar justicia contra la situación de apartheid en Sudáfrica. Sus andanzas y vivencias, sobre todo su relación con el activista negro Stephen Biko, inspiraron al director de cine Richard Attenborough para llevarlas a la pantalla en 1987 a través de la película Grita libertad ('Call freedom').

Hijo de una rica familia de comerciantes blancos, Woods cursó estudios primarios en el Colegio Cristiano de Kimberly, un lugar muy alejado de la residencia familiar donde estuvo pensionado. Al finalizar esta etapa, fue admitido en la Universidad de Ciudad del Cabo en la carrera de Derecho, que finalizó sin mayores problemas pero sin ningún interés por su parte. A Woods, que había sido educado en el bilingüismo (inglés y xhosa, la lengua local), le gustaba mucho más la creación literaria, la política y la filosofía, pese a lo cual, y por la presión paterna, comenzó a trabajar como secretario de un abogado de la ciudad de Elliotdale. En Sudáfrica eran tiempos difíciles, después de haberse institucionalizado el apartheid, y Woods comenzó a investigar sobre la situación social de su patria. A través de estas inquietudes fue cómo llegó al periodismo, pero tuvo que marcharse fuera de Sudáfrica para llevarlo a cabo: primero a Inglaterra y posteriormente a Canadá. No obstante, su estancia en la década de 1950 en Estados Unidos fue lo que acabó por convencerle de la inutilidad del apartheid: la segregación nunca podría funcionar, como de hecho no funcionaba salvo por el miedo en los Estados Unidos.

En 1960 regresó a Sudáfrica, pero con una visión radicalmente opuesta de la vida. En el plano personal, su primigenia orientación política, favorable al apartheid, había variado sustancialmente. Visto y comprobado que la población negra no iba a ir "a la caza del hombre blanco", como los augures blancos habían pronosticado, la situación institucional de un segregacionismo violento y funesto no conducía a nada, por lo que el periodista intentó avanzar hacia la coexistencia pacífica de blancos y negros en el espacio sudafricano. A raíz de un curioso intercambio de cartas al director del periódico Daily Dispatch, el máximo responsable del diario le ofreció un puesto en el mismo, ya que el caudal de información de que disponía y sus acertadas opiniones habían sorprendido en la redacción del informativo. Woods aceptó el reto y, desde entonces, acabó por encontrar su vocación periodística en la lucha contra la segregación racial.

Después de trabajar como redactor y redactor-jefe, en 1975 Woods se convirtió en el director del Daily Dispatch. Bajo su mandato, el diario sudafricano comenzó a contratar a periodistas y trabajadores negros, ante el escándalo de las autoridades. Woods, en varios editoriales, había fomentado la creación de un mismo sistema judicial y de un mismo sistema laboral, así que pensó que había que predicar con el ejemplo. Además, la orientación ideológica del periódico viró ostensiblemente. Los antiguos lectores del Daily Dispatch, en su mayoría blancos, racistas y partidarios del apartheid, abandonaron sus páginas desde el mismo momento en que los editoriales de Woods se pronunciaron a favor de sistemas legislativos y laborales comunes; no obstante, a pesar de las críticas, el diario abrió su espectro de compradores hacia una minoría blanca que observaba con curiosidad estas ideas, y también a la elite de población negra que luchaba contra el apartheid. Era frecuente, por otra parte, que el Daily Dispatch editase editoriales dirigidos a la población negra, muchas veces en xhosa, lo que encendió las iras del gobierno de Pretoria. La enemistad entre Woods y el primer ministro, Johannes Vorster, fue proverbial, lo que redundó en que las visitas del periodista a los tribunales fueran frecuentísimas.

A través de este cambio de orientación, y también por el inmenso respeto que la población negra tenía por el periodista que, siendo blanco, defendía sus derechos, Woods se acercó a los movimientos políticos anti-apartheid. Encarcelado Nelson Mandela desde 1962, en aquella época el principal dirigente contrario al racismo institucional era Stephen Biko, contra el que Woods dirigió ácidos editoriales cuando comenzó a dirigir la Organización Sudafricana de Estudiantes, en 1968. No obstante, una entrevista personal entre ambos hombres, motivada por el deseo de Biko de cambiar impresiones, dio un giro radical a su relación, que pasó de la admiración mutua a la sincera amistad. En la violenta Sudáfrica de los años 70 del siglo XX, esta relación puso a ambos, periodista y líder, en el disparadero de muchos.

En 1972, cuando Biko fue nombrado presidente de la CPN (Convención del Pueblo Negro), Woods alabó la organización y simpatizó con las demandas de apertura democrática e igualitaria propugnadas por el dirigente. Pero a partir del año siguiente comenzó una violenta represión contra las organizaciones estudiantiles negras, represión que finalizaría en 1977 con la detención de Biko y su posterior y vejatoria muerte a manos de los policías que le custodiaban. Woods, en un gesto de tremenda honradez y valentía, fue de los pocos blancos que asistió a los funerales del dirigente sudafricano lo que, a la postre, significó el fin de sus días en Sudáfrica. El ministro Vorster, que había sido el instigador de la muerte de Biko, le incluyó en la lista de personas sospechosas y fue directamente a por él: le prohibió escribir, hablar en público y dirigir el periódico.

La pugna no le asustó: antes al contrario, todavía le puso más redaños al asunto. Woods publicó en el Daily Dispatch un informe completo de cómo se produjo la muerte de Biko, en el que se daban a conocer los detalles más truculentos, entre ellos que había sido apaleado repetidas veces y que durante más de mil kilómetros, viaje expresamente diseñado para acabar con la vida del líder sudafricano, los policías que lo torturaron y pegaron fueron incapaces de prestarle la más mínima atención médica. Ante las amenazas de muerte y el acoso del gobierno, a Woods no le quedó más remedio que el exilio. El 31 de diciembre de 1977 logró huir hacia Lesotho disfrazado de sacerdote, mientras su esposa, Wendy, y sus cinco hijos le seguían por otra ruta. Allí, gracias a la mediación de personas afines a Mandela, obtuvo pasaportes de Naciones Unidas para exiliarse hacia Gran Bretaña, previa escala en Botswana.

En Europa, Woods se convirtió en la voz de denuncia de la situación sudafricana ante la comunidad internacional. En 1978 fue invitado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para informar con exactitud del apartheid, con lo que logró un hito importante: ser el primer ciudadano en disertar ante el citado organismo. Con ayuda de los simpatizantes de la causa, Woods se dedicó a viajar por todo el mundo, principalmente por Estados Unidos, a denunciar ante todos los foros la injusticia de Sudáfrica. Asimismo, en la década de los años 80 del siglo XX, el ya veterano periodista colaboró directamente con Naciones Unidas en la imposición de sanciones al régimen racista de Pretoria, cuestión que la entonces primera ministra británica, Margaret Thatcher, trató de impedir por todos los medios ante la presión de sus aliados sudafricanos.

Asimismo, en el exilio Woods se dedicó a refundir las páginas de sus dos obras, Biko y Asking for the trouble, con la esperanza de verlas editadas. Pero no fue hasta 1987 cuando se puso en contacto con John Briley, quien se basó en los escritos de Woods para redactar Call fredoom, el guión que llevaría a las pantallas cinematográficas el director Richard Attenborough. El propio Woods colaboró en la supervisión del filme, quedando ampliamente satisfecho del mismo.

Finalmente, en 1990, con la elección de Nelson Mandela como presidente, pudo regresar a Sudáfrica. Una de sus últimas acciones efectivas fue la de impedir que los policías que torturaron y asesinaron a Stephen Biko saliesen amnistiados, en 1999, de los juicios realizados por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación: bien estaba que el país olvidara el pasado, pero no los crímenes impunemente cometidos. En el año 2000, la reina Isabel II de Inglaterra le nombró comandante del Imperio Británico, en reconocimiento por su labor política. Woods vivió hasta el final de sus días con el máximo respeto de toda la comunidad periodística internacional, y también con la admiración de sus conciudadanos, principalmente de Nelson Mandela, que siempre le calificó como uno de los más ejemplares luchadores por la democracia en Sudáfrica.

Bibliografía

  • MANDELA, N. El largo camino hacia la libertad. (Madrid, Ed. El País-Aguilar, 1995).

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez