Jules Verne (1828–1905): El visionario que anticipó el futuro con sus novelas de aventuras y ciencia
Jules Verne (1828–1905): El visionario que anticipó el futuro con sus novelas de aventuras y ciencia
La infancia y los primeros años en Nantes (1828–1847)
Jules Verne nació el 8 de febrero de 1828 en Nantes, una ciudad portuaria situada en la región de Loira Atlántico, al oeste de Francia. Su familia pertenecía a la burguesía acomodada y su padre, Pierre Verne, era un abogado que aspiraba a que su hijo siguiera sus pasos y continuara con la tradición familiar. Desde el mismo momento en que nació, Pierre Verne proclamó con orgullo que había tenido un hijo que sería abogado, como si ya estuviera escrito en su destino. Sin embargo, el joven Jules tenía otros planes en mente, y esta predisposición paterna a dirigir su vida profesional hacia el derecho sería uno de los principales focos de conflicto entre ellos.
Jules creció en un entorno privilegiado, rodeado de comodidad, pero también de grandes expectativas familiares. A pesar de vivir una infancia relativamente tranquila, su inclinación por las aventuras y la literatura le diferenciaba de las perspectivas tradicionales que su padre deseaba para él. Esta contradicción entre las aspiraciones de su padre y los intereses de su hijo marcaría la relación familiar desde sus primeros años, y sería un tema recurrente en la vida de Verne.
Desde joven, Verne se destacó por su notable imaginación y curiosidad por el mundo que lo rodeaba. En lugar de centrarse en las lecciones de derecho, su mente se veía atraída por la literatura, la poesía y, sobre todo, por los relatos de viajes y aventuras. Leía con avidez libros que relataban descubrimientos geográficos y fantasías científicas, lo que alimentaba su deseo de explorar más allá de los límites de su hogar. Su imaginación le llevó a soñar con mundos lejanos y exploraciones desconocidas, una pasión que más tarde se reflejaría en sus obras más célebres.
A los once años, este espíritu aventurero se manifestó de manera radical cuando Jules, desafiando las restricciones de su padre, decidió escapar de casa para embarcarse en un barco como grumete. Se dice que esta acción fue impulsada por su necesidad de huir de una rutina familiar asfixiante y de una vida que no le brindaba la emoción que él deseaba. Sin embargo, su fuga fue breve: a los pocos días, su padre lo rescató y lo trajo de vuelta a Nantes, donde el joven Jules fue reprendido y humillado. Esta experiencia de fracaso temprano fue una fuente de vergüenza para Verne, pero también marcó un punto de inflexión en su vida.
En ese momento, Jules se juró a sí mismo que no volvería a emprender un viaje real, sino que todos sus viajes serían imaginarios. Este episodio fue fundamental para su futuro, ya que, aunque no abandonó por completo el deseo de aventura, canalizó este anhelo hacia la literatura, donde podía vivir y contar historias de exploración sin las limitaciones de la realidad. La frustración de no poder viajar físicamente se transformó en una incansable búsqueda de conocimiento sobre lugares remotos y fenómenos científicos, elementos que más tarde serían los pilares de su obra literaria.
A pesar de la tensión con su padre, que seguía insistiendo en que su hijo debía seguir la carrera de abogado, Jules Verne comenzó a forjar su propio camino. A medida que avanzaba en su educación, sus lecturas se diversificaron, incorporando tanto la ciencia como las novelas de aventuras. No solo se interesó por la literatura, sino también por los avances científicos de su tiempo, como la teoría de la evolución de Darwin, los avances en astronomía y las exploraciones geográficas. A estas influencias se sumaba su fascinación por los inventos, que serían una constante en su obra, anticipando innovaciones tecnológicas que cambiarían el curso de la historia.
La educación formal de Verne fue compleja, ya que su padre, a pesar de su desaprobación hacia las inclinaciones literarias de su hijo, insistió en que se preparara para convertirse en abogado. Verne se trasladó a París para estudiar Derecho en la Universidad de París, pero la capital francesa no solo lo sedujo por su prestigio académico, sino por las oportunidades que ofrecía para conocer a figuras literarias y culturales de renombre. En París, a mediados de la década de 1840, se rodeó de un ambiente artístico y literario que influyó profundamente en su desarrollo como escritor. La ciudad era un hervidero de ideas y movimientos, y Jules tuvo la suerte de poder conocer y entablar relaciones con algunas de las personalidades más importantes de la época, como Victor Hugo, Eugène Sué, y los dos Dumas (padre e hijo), quienes se convirtieron en sus mentores y le brindaron apoyo durante los primeros años de su carrera literaria.
Aunque Verne estaba en París para estudiar Derecho, pronto se vio atraído por la vida literaria y teatral. En lugar de seguir la rígida disciplina jurídica, comenzó a experimentar con la escritura de obras teatrales. A los 19 años, Verne escribió su primer drama, titulado Alejandro VI (1847), un trabajo que, aunque de calidad limitada, le permitió iniciar su carrera como escritor. A lo largo de los siguientes años, compuso varios dramas románticos que se ajustaban a la estética de la época, como La conspiración (1847) y Abdallah (1849). Sin embargo, estas obras no lograron el reconocimiento que él deseaba y la crítica no fue favorable. A pesar de ello, Jules continuó explorando el mundo de la literatura, sin dejar de lado su pasión por los descubrimientos científicos.
El contexto social y cultural de París ofreció a Verne un terreno fértil para desarrollar sus ideas y visiones. La ciudad era un centro de innovación intelectual y científica, y Verne comenzó a sentirse cada vez más atraído por los logros científicos de la época. Su fascinación por la ciencia, junto con su creciente amistad con figuras literarias de la capital, le permitió dar forma a un estilo propio que combinaría la aventura con los avances científicos. Esta dualidad entre la literatura de aventuras y la ciencia sería la marca de su futura carrera.
A pesar de sus dificultades económicas en esos primeros años, durante los cuales tuvo que escribir obras para sobrevivir, Verne nunca perdió de vista su ambición literaria. Aunque sus primeros escritos fueron de naturaleza más comercial y a menudo de calidad cuestionable, sentó las bases para lo que más tarde sería su obra maestra, una obra que marcaría un antes y un después en la literatura de ciencia ficción. En este contexto, sus dificultades personales y económicas solo reforzaron su determinación de seguir escribiendo, y poco a poco, fue consolidando su reputación como escritor.
Con el paso del tiempo, Verne comenzó a crear una narrativa única que combinaba elementos de aventura con el fascinante mundo de la ciencia. Si bien en sus primeros años se dedicó mayormente al teatro y a la escritura de obras menores, fue su interés por las exploraciones científicas y geográficas lo que daría forma definitiva a su carrera. De esta manera, sus primeros años en Nantes y su posterior formación en París fueron cruciales para su posterior éxito como escritor.
Los estudios y primeros contactos literarios en París (1847–1850s)
Cuando Jules Verne se trasladó a París en 1847 para estudiar Derecho, la ciudad se encontraba en un periodo de efervescencia intelectual, social y política. El clima cultural de la capital francesa era vibrante y estaba marcado por los grandes movimientos artísticos y literarios que emergían en la época. Para Verne, París era mucho más que una ciudad universitaria; representaba una oportunidad de conocer a algunas de las figuras más influyentes de la literatura francesa del siglo XIX. Aunque su propósito inicial era estudiar Derecho, rápidamente la fascinación por el mundo literario y la ausencia de un interés real en la abogacía lo empujaron a adentrarse en la vida cultural parisina.
Su paso por la Universidad de París fue meramente formal. Si bien completó su carrera y obtuvo el título de licenciado en Derecho en 1850, la realidad era que su corazón y su mente siempre estuvieron orientados hacia la escritura. Durante esos años, Verne empezó a asistir a los cafés literarios y a reunirse con otros escritores y pensadores que frecuentaban la capital. Fue en estos círculos donde tuvo su primer contacto directo con grandes figuras de la literatura francesa, como Victor Hugo, Eugène Sué, y los dos Dumas —padre e hijo—, quienes más tarde serían importantes influencias en su carrera.
La relación con estos autores y su continuo esfuerzo por mejorar sus habilidades literarias fueron decisivos para la evolución de Verne como escritor. Victor Hugo, uno de los gigantes literarios del siglo XIX, le ofreció a Verne no solo su apoyo moral, sino también la posibilidad de aprender de su propia visión del mundo y de la literatura. Eugène Sué, conocido por sus novelas de aventuras, le brindó la oportunidad de conocer el mundo de la narrativa popular, mientras que los Dumas lo guiaron en el proceso de escritura de novelas que, aunque menos profundas en términos filosóficos, estaban llenas de emoción, acción y suspenso.
En este contexto, Verne comenzó a experimentar con el género teatral. En sus primeros años parisinos, compuso varios dramas románticos como Alejandro VI (1847), La conspiración (1847), Abdallah (1849), y Un drama bajo Luis XIV (1849), obras que intentaban reflejar el tono y estilo de la época, pero que no lograron gran éxito. Estas piezas, aunque de calidad menor, fueron importantes para su formación como escritor, ya que le permitieron entender la estructura dramática y la necesidad de mantener el interés del público, dos aspectos que más tarde se reflejarían en sus novelas de aventuras.
Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos en el teatro, Verne pronto se dio cuenta de que la literatura dramática no era su verdadera pasión. Más bien, su fascinación por la ciencia, los viajes y los descubrimientos geográficos lo llevó a explorar otros géneros, particularmente el de la novela de aventuras. La ciencia y los avances tecnológicos de la época, especialmente en áreas como la exploración geográfica, la astronomía y las investigaciones científicas, capturaron su atención y alimentaron su imaginación. Verne empezó a percibir la literatura como una vía para plasmar estas maravillas y para transmitir su asombro ante los progresos del hombre en su afán por conquistar el mundo.
Con el deseo de ganarse la vida como escritor, Verne comenzó a escribir más obras, algunas de las cuales eran puramente «alimenticias» y dirigidas a satisfacer sus necesidades económicas. Durante este período de dificultades económicas, Verne escribió comedias, operetas y pequeñas obras de teatro, entre ellas Las pajas rotas (1850), Los sabios (1851), y La Torre de Montlhery (1852), que le proporcionaron un reconocimiento limitado pero le ayudaron a sobrevivir en una París cada vez más cara.
La vida de Verne no solo estuvo marcada por sus esfuerzos literarios, sino también por sus dificultades financieras. A pesar de sus logros iniciales, los ingresos de sus obras teatrales no eran suficientes para cubrir sus necesidades. Para hacer frente a la falta de dinero, aceptó un empleo como agente de bolsa, una tarea que detestaba profundamente. Este trabajo, aunque bien remunerado, lo alejó de sus pasiones literarias y científicas. Verne, que no se sentía realizado en este puesto, comenzó a sentir el peso de la rutina y el estrés laboral, lo que influyó en su salud y en su capacidad para dedicarse por completo a la escritura. La vida en París, además, no era fácil. Verne vivía en condiciones modestas, subsistiendo con lo poco que podía ganar gracias a sus obras de teatro.
A pesar de estos desafíos, su situación comenzó a mejorar cuando se asoció con el editor Pierre-Jules Hetzel, quien vería el potencial en las ideas de Verne. El primer gran éxito de Verne, Cinco semanas en globo (1863), fue el inicio de una fructífera colaboración con Hetzel. La obra fue un éxito rotundo y le permitió a Verne consolidarse como escritor. Gracias a su contrato con Hetzel, Verne obtuvo una estabilidad económica y la libertad para dedicarse por completo a su pasión literaria. Hetzel le ofreció un contrato en el que se comprometía a publicar dos novelas al año, lo que le permitió a Verne establecerse como escritor profesional y comenzó a dar forma a lo que sería su serie más famosa: Los viajes extraordinarios.
La publicación de Cinco semanas en globo marcó el comienzo de una nueva etapa para Verne, una etapa en la que sus relatos se basaban en la ciencia, la tecnología y los descubrimientos geográficos. Esta obra no solo presentó el formato de aventuras y exploraciones que se convertiría en la característica principal de su carrera, sino que también reflejó su entusiasmo por los avances científicos de su tiempo. En Cinco semanas en globo, Verne presentó a los lectores un mundo lleno de aventuras, pero también de descubrimientos científicos y posibilidades técnicas, lo que resultó en una obra que combinaba entretenimiento con una profunda admiración por los logros del ser humano.
El éxito de esta novela permitió a Verne seguir con su carrera literaria y trabajar en otros proyectos. En los años siguientes, lanzó obras como Viaje al centro de la Tierra (1864) y De la Tierra a la Luna (1865), que, aunque menos conocidas al principio, le garantizarían un lugar en la historia de la literatura como pionero de la ciencia ficción. Estos relatos reflejaban su obsesión por la exploración y su fascinación por la ciencia, y en muchos casos, anticipaban los avances tecnológicos que se harían realidad en el futuro.
A lo largo de la década de 1860, Verne comenzó a consolidarse como el gran narrador de aventuras y viajes científicos. Sin embargo, no solo fue su destreza para tejer historias fascinantes lo que lo convirtió en un escritor célebre, sino también su capacidad para integrar los descubrimientos científicos en su ficción. Esta fusión de aventura con ciencia es lo que más tarde le permitiría anticipar innovaciones como el submarino y los viajes espaciales, elementos que no solo marcarían su obra, sino que también cambiarían el curso de la literatura y la ciencia ficción.
El descubrimiento de la novela científica y el contrato con Hetzel (1860s)
A medida que Jules Verne alcanzaba la madurez en su carrera literaria, la década de 1860 representó un punto de inflexión decisivo, tanto en su estilo como en su vida personal. A partir de 1863, cuando se publicó su obra Cinco semanas en globo, Verne se consolidó como uno de los escritores más innovadores de la época, especialmente por su capacidad para combinar la ciencia, la aventura y la tecnología de manera que jamás se había hecho hasta ese momento. Este éxito inicial no solo le permitió ganar prestigio, sino también establecer una alianza crucial con el editor Pierre-Jules Hetzel, quien le proporcionó estabilidad financiera y la oportunidad de seguir desarrollando su carrera.
Hetzel fue quien ideó la serie Les Voyages Extraordinaires (Los viajes extraordinarios), que se publicaría en la famosa revista Magasin d’éducation et de récréation. Esta serie, que abarcó numerosas novelas, se convirtió en el escaparate de las ideas innovadoras de Verne, y le permitió al autor explorar la ciencia y los avances tecnológicos mediante sus relatos de aventuras. El contrato con Hetzel garantizó a Verne un salario anual de 20,000 francos, una cantidad considerable para la época, que le permitió dedicarse por completo a la escritura.
La relación con Hetzel no solo fue profesional, sino también amistosa. Hetzel comprendió perfectamente el enfoque único de Verne, el cual no solo se dedicaba a narrar historias fantásticas, sino que también integraba elementos de ciencia real, exploraciones geográficas y avances tecnológicos. Este enfoque fue revolucionario, ya que Verne no solo se limitaba a imaginar mundos fantásticos, sino que basaba sus historias en las últimas teorías científicas y descubrimientos de la época, haciendo que sus relatos fueran tan realistas como emocionantes. En su escritura, Verne anticipó innovaciones como los submarinos y los cohetes espaciales, que décadas después se materializarían en la realidad.
La primera de estas grandes obras fue Viaje al centro de la Tierra (1864), una novela en la que Verne usó la ciencia para crear un mundo subterráneo lleno de misterios y peligros. La trama sigue a un profesor, su sobrino y su amigo, quienes se embarcan en una expedición al centro de la Tierra, explorando cavernas, cristales gigantes y criaturas prehistóricas. En esta novela, Verne mostró por primera vez su habilidad para mezclar aventuras con los conocimientos científicos de la época, lo que no solo deslumbró a los lectores, sino que cimentó su posición como un autor innovador en el campo de la literatura.
En este mismo periodo, Verne escribió De la Tierra a la Luna (1865), una obra que exploraba el sueño humano de viajar al espacio. Basado en los conocimientos astronómicos de la época, la novela describe la tentativa de un grupo de aventureros para viajar a la Luna, utilizando un cañón gigante para lanzarse al espacio. Aunque la tecnología descrita en la obra era puramente ficticia, la idea de un viaje espacial parecía completamente plausible para los lectores de la época. De la Tierra a la Luna es un ejemplo de cómo Verne integraba los avances científicos contemporáneos en sus obras, anticipando con sorprendente precisión los avances en la tecnología espacial del siglo XX.
A medida que avanzaba la década de 1860, Verne continuaba consolidando su estilo único, uniendo ciencia, aventura y una increíble imaginación. En 1867, publicó Los hijos del capitán Grant, una novela de aventuras que sigue a un grupo de exploradores en busca de un capitán perdido. Esta obra es un claro ejemplo del interés de Verne por la exploración y el descubrimiento, temas recurrentes a lo largo de su carrera. A partir de esta novela, la idea de los «viajes extraordinarios» se convirtió en el sello distintivo de su obra.
El siguiente gran éxito de Verne fue Veinte mil leguas de viaje submarino (1869-1870), una de sus obras más emblemáticas y una de las más queridas por los lectores. En esta novela, Verne introduce a uno de los personajes más memorables de la literatura de ciencia ficción: el enigmático Capitán Nemo. La historia sigue a un grupo de personas que son secuestradas por Nemo y se embarcan en una aventura a bordo de un submarino llamado Nautilus. Esta obra no solo es famosa por su trama emocionante y sus detalladas descripciones de la vida marina, sino también por su innovador uso de la tecnología submarina, un tema que, en ese entonces, estaba lejos de la realidad, pero que Verne imaginó con una precisión asombrosa.
En Veinte mil leguas de viaje submarino, Verne exploró temas profundos como el aislamiento, la venganza y la lucha entre el hombre y la naturaleza. El Capitán Nemo es uno de los personajes más complejos y ambiguos de la literatura, un hombre atrapado entre su genialidad y sus demonios internos. Esta obra es considerada una de las primeras novelas de ciencia ficción moderna, anticipando, entre otras cosas, la invención de los submarinos y la exploración submarina que ocurriría en el siglo XX.
La década de 1870 continuó con el éxito de La vuelta al mundo en 80 días (1873), una obra que se convirtió en un fenómeno mundial. La historia sigue a Phileas Fogg, un meticuloso caballero inglés que, después de hacer una apuesta, intenta dar la vuelta al mundo en 80 días. Acompañado de su fiel criado Passepartout, Fogg enfrenta múltiples desafíos y aventuras mientras intenta completar su viaje. La obra es famosa por su ritmo trepidante, sus personajes entrañables y su enfoque en los avances en los medios de transporte de la época, desde trenes hasta barcos. La novela no solo fue un éxito de ventas, sino que también se adaptó a numerosas versiones cinematográficas y teatrales, convirtiéndose en una de las obras más representativas de Verne.
En paralelo a estos éxitos, Verne continuó escribiendo otras novelas que consolidaron su posición como uno de los escritores más importantes de su época. Obras como La isla misteriosa (1874), Miguel Strogoff (1876) y Un capitán de quince años (1878) fueron muy bien recibidas por el público y continuaron alimentando su fama como el maestro de la aventura. En La isla misteriosa, Verne introdujo nuevamente al Capitán Nemo, quien, después de ser un personaje misterioso y vengativo, se redime al ayudar a un grupo de náufragos a sobrevivir en una isla deshabitada. Esta obra, junto con las demás de la serie de los viajes extraordinarios, hizo de Verne el escritor más popular de la época, un escritor cuya obra trascendió las fronteras de Francia y llegó a audiencias de todo el mundo.
Verne también comenzó a recibir un reconocimiento más formal por su trabajo. A lo largo de su vida, obtuvo varios premios y distinciones, y su obra fue traducida a múltiples idiomas, lo que contribuyó a su estatus como un escritor universal. A pesar de ser conocido por su éxito literario y sus millones de lectores, la vida personal de Verne no fue fácil. A medida que avanzaba en su carrera, su salud comenzó a resentirse debido al ritmo de trabajo incesante que se impuso a sí mismo. Los problemas de salud, junto con las tensiones familiares, marcaron sus últimos años de vida, pero su legado como el «padre» de la ciencia ficción estaba asegurado.
A lo largo de las décadas siguientes, Verne continuó siendo un escritor prolífico, pero su enfoque empezó a cambiar. En sus últimas obras, la visión optimista de los primeros años dio paso a un tono más sombrío y escéptico sobre el progreso de la humanidad, reflejando una evolución en su perspectiva sobre la ciencia, la política y el futuro. Sin embargo, a pesar de este giro en su estilo, Verne mantuvo su habilidad para cautivar a los lectores con sus historias emocionantes y visionarias, asegurando que su obra seguiría siendo relevante y disfrutada durante generaciones.
Madurez y reflexión política en la última etapa (1870s–1890s)
La vida de Jules Verne durante las décadas de 1870 y 1880 estuvo marcada por una compleja evolución tanto en el ámbito personal como en el profesional. Si bien continuó escribiendo y cosechando éxitos literarios, su visión sobre el mundo y sobre la relación entre la ciencia, la tecnología y la humanidad comenzó a tomar un giro más sombrío. La energía de sus primeros años como escritor, cuando se mostraba fervientemente optimista respecto al progreso y los avances científicos, empezó a ceder ante una creciente desconfianza en la capacidad humana para manejar adecuadamente estos avances.
En esta etapa, Verne también vivió una serie de transformaciones en su vida personal. A pesar de la prosperidad que había alcanzado con el éxito de sus novelas, su salud comenzó a verse afectada por el ritmo intenso de trabajo que se había impuesto a lo largo de los años. En sus primeros años como escritor, había adoptado una jornada de trabajo incansable, escribiendo una novela tras otra, lo que le permitió crear una vasta y prolífica obra literaria. Sin embargo, los problemas de salud se hicieron más evidentes durante los años 1870 y 1880, cuando Verne comenzó a sufrir graves ataques de parálisis y otras complicaciones físicas, que minaron su energía y su capacidad para seguir el mismo ritmo de producción literaria.
Más allá de las dificultades personales, uno de los aspectos que marcó este período fue la creciente inmersión de Verne en los temas políticos. A lo largo de su vida, Verne había mostrado un gran interés por los eventos políticos de su tiempo, y la década de 1870 no fue la excepción. Durante este período, particularmente con los acontecimientos que siguieron a la Comuna de París en 1871, Verne comenzó a involucrarse activamente en las cuestiones políticas. La represión violenta que se produjo tras la caída de la Comuna le dejó una profunda impresión, y, aunque nunca se alineó completamente con ninguna ideología política específica, sus obras reflejan una creciente preocupación por la injusticia social y la opresión política.
Una de las novelas más relevantes que surgió de este periodo de madurez política fue Matías Sandorff (1885), en la que Verne aborda la historia de un rebelde que se enfrenta a la tiranía austrohúngara. En este libro, la figura del héroe que se levanta contra un sistema opresivo aparece claramente influenciada por los ideales republicanos que marcaron la Revolución Francesa y, en parte, por las tensiones políticas del momento. En su retrato de personajes rebeldes y oprimidos, Verne mostró una faceta más crítica y menos optimista de la humanidad, que contrastaba con la visión más luminosa que había tenido en sus primeros años de escritura. Esta novela, como muchas otras de la época, trataba temas como la lucha contra las injusticias y las tiranías, una preocupación constante para Verne en sus últimos años.
Verne también se mantuvo cercano al mundo de la política local. En 1888, en un giro que sorprendió a muchos, decidió presentarse a las elecciones municipales de la ciudad de Amiens, donde residía desde 1872. Fue elegido concejal, un cargo que desempeñó con gran dedicación. Esta faceta política de Verne es interesante, ya que muestra una nueva dimensión de su vida, en la que se alejó de la vida literaria para involucrarse en la gestión pública. De hecho, Verne fue reelegido concejal en varias ocasiones, renovando su mandato en 1892, 1896 y 1900. En este contexto, sus ideales políticos eran moderadamente republicanos, y su participación en la vida pública de Amiens revelaba un interés por la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos.
A pesar de este éxito político, su vida familiar experimentó serias dificultades durante los años 80 y 90. Su relación con su esposa, Honorine de Vyane, con quien se casó en 1857, fue cada vez más tensa. Los rumores sobre su relación extramatrimonial con una mujer misteriosa —cuyo nombre nunca se conoció con certeza— dañaron aún más su vida personal. Además, las tensiones con su hijo Michel Verne llegaron a un punto crítico. La relación entre padre e hijo fue problemática, marcada por constantes enfrentamientos y desacuerdos. Michel, que también era escritor, replicó muchos de los mismos conflictos que Jules había tenido con su propio padre, lo que evidenciaba la continua dificultad de Verne para conectar con su familia de manera armoniosa.
Otro hecho que marcó profundamente la vida de Verne en estos años fue un incidente trágico ocurrido en 1886. Uno de sus sobrinos, durante una acalorada discusión, disparó a Jules en la pierna, causándole una grave herida. Este acontecimiento dejó una cojera permanente en Verne, un recordatorio físico de las tensiones familiares que tanto lo afectaban. A pesar de su sufrimiento físico y emocional, Verne continuó escribiendo, como si su voluntad de crear y su dedicación a la literatura fueran más fuertes que las adversidades de la vida personal.
En cuanto a su producción literaria, los años 70 y 80 trajeron una evolución en su estilo. Aunque seguía siendo un autor prolífico, la visión de Verne sobre la ciencia y el progreso comenzó a oscurecerse. En sus obras más tardías, su pesimismo y desconfianza en el futuro de la humanidad se hicieron más evidentes. La fascinación que había mostrado en sus primeros escritos por los avances tecnológicos, como el submarino en Veinte mil leguas de viaje submarino (1869-1870), comenzó a ser reemplazada por un tono más crítico hacia las consecuencias del progreso sin control. Esta transformación en su pensamiento fue especialmente palpable en novelas como El rayo verde (1882) y La esfinge de los hielos (1897), en las que la narrativa de aventuras se entrelazaba con una reflexión más sombría sobre la naturaleza humana y sus capacidades.
Uno de los temas recurrentes en estas obras fue la crítica a los avances científicos y a la forma en que la humanidad los utilizaba para sus propios fines egoístas. Por ejemplo, en La esfinge de los hielos, la historia de un explorador que busca descubrir los secretos de la Antártida está impregnada de un sentimiento de vacío y desesperanza, como si el afán humano por conquistar el mundo solo pudiera llevar a la destrucción. En estas últimas obras, Verne dejó atrás la imagen del optimista y brillante escritor de ciencia ficción para dar paso a una visión más madura, crítica y pesimista del futuro.
A pesar de su creciente escepticismo hacia el progreso, Verne siguió siendo una figura central en la literatura de aventuras. Su influencia en escritores posteriores fue indiscutible, y sus novelas continuaron siendo populares tanto en Francia como en todo el mundo. En 1896, el escritor H.G. Wells publicó su famosa obra La máquina del tiempo, que debe mucho a la visión futurista de Verne. Sin embargo, mientras que Verne imaginaba futuros en los que los avances científicos y tecnológicos ofrecían soluciones a los problemas de la humanidad, Wells adoptó una postura más escéptica y distópica, mostrando las consecuencias negativas de esos avances.
En el ámbito personal, los últimos años de Verne fueron sombríos. Aunque se dedicó a la política local y a seguir escribiendo, su salud empeoraba y sus relaciones familiares seguían siendo problemáticas. A medida que se acercaba el final de su vida, Verne comenzó a retirarse aún más del mundo literario, perdiendo el contacto con muchos de sus amigos cercanos y colegas. A pesar de todo esto, su legado como uno de los más grandes escritores de aventuras y uno de los pioneros de la ciencia ficción estaba asegurado.
El legado de Jules Verne y su muerte (1900–1905)
La última etapa de la vida de Jules Verne estuvo marcada por el retiro de la vida literaria activa, los problemas de salud y las tensiones familiares. Aunque el autor de Nantes ya era una figura reconocida a nivel mundial, los últimos años de su existencia fueron complejos, tanto en el ámbito personal como profesional. Sin embargo, este periodo también fue crucial para su legado, ya que fue durante estos años cuando su obra se consolidó de manera definitiva, alcanzando su máxima notoriedad en todo el mundo.
Los últimos años de salud frágil y aislamiento
En los últimos años de su vida, Jules Verne se encontraba cada vez más alejado del bullicio literario y social que había caracterizado su vida en París en décadas anteriores. La intensa dedicación que Verne había puesto en su trabajo comenzó a cobrar factura en su salud. A partir de los años 90, sufre diversos ataques de parálisis que le dejaron secuelas importantes. Su estado de salud empeoró con el tiempo, y Verne quedó afectado por enfermedades como la diabetes, la cual comenzó a hacer mella en su cuerpo, empeorando aún más su calidad de vida.
A pesar de estos desafíos físicos, Verne siguió siendo un hombre de mente activa, interesado en las nuevas tendencias tecnológicas y científicas. Sin embargo, su aislamiento se fue incrementando, en parte por sus problemas de movilidad y en parte por las tensiones con su familia, que continuaron siendo una carga emocional. La relación con su hijo Michel nunca mejoró, y los problemas familiares llegaron a un punto crítico. En 1886, un evento trágico marcó un giro importante en la vida de Verne: su sobrino, durante una discusión acalorada, le disparó en la pierna, dejándole una cojera permanente. Este incidente no solo fue un golpe físico, sino también emocional, ya que profundizó la fractura dentro de su familia, un tema recurrente en sus últimos años.
Sin embargo, a pesar de las dificultades personales, Verne continuó escribiendo, aunque con un ritmo mucho más lento que en sus años anteriores. Algunas de sus obras finales, como El faro del fin del mundo (1905) y La invasión del mar (1905), muestran a un escritor que aún tenía mucho por dar, pero cuya visión del mundo se había vuelto más sombría y melancólica. Verne ya no se centraba tanto en los avances tecnológicos como en los posibles efectos negativos del progreso humano.
Reconocimientos tardíos y retiro a Amiens
Durante los últimos años de su vida, Verne se retiró de la vida parisina y se trasladó a Amiens, una ciudad más tranquila en la región de Picardía, donde había vivido con su esposa y su hijo desde 1872. A pesar de que su producción literaria comenzó a disminuir, su estatus como escritor ya estaba consolidado. La influencia de Verne se había expandido más allá de la literatura, tocando otros medios, como el teatro y, especialmente, el cine.
En Amiens, Verne encontró un refugio de paz, donde continuó trabajando en sus libros, aunque ya de manera menos intensa. Fue en esta ciudad donde el escritor encontró una forma de vida más serena, alejada del caos de la capital francesa, aunque las tensiones con su familia nunca desaparecieron. Fue también en Amiens donde Verne participó activamente en la política local, siendo elegido concejal en 1888, cargo que desempeñó durante varios mandatos. Su dedicación a la vida pública en Amiens, aunque no fue trascendental en términos de su legado político, muestra un lado de Verne comprometido con su comunidad, interesado en mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos y, en general, en contribuir al bienestar de su ciudad.
La muerte de Verne y el homenaje póstumo
El 24 de marzo de 1905, Jules Verne falleció en Amiens, a la edad de 77 años. Su muerte marcó el fin de una era para la literatura de aventuras y ciencia ficción. A pesar de sus problemas personales y de salud, Verne dejó un legado que trasciende su época y que sigue vigente hoy en día. Al momento de su muerte, su obra ya había sido traducida a varios idiomas y su popularidad era inmensa. Sus novelas continuaban siendo leídas por generaciones de lectores en todo el mundo, y el impacto de su imaginación era innegable.
Aunque Verne ya había ganado fama durante su vida, su reconocimiento póstumo fue aún más grande. Su muerte no solo dejó un vacío en la literatura, sino que también fue el momento en que su obra comenzó a ser apreciada de una manera más profunda y global. En 1909, cuatro años después de su muerte, se erigió un monumento en su honor en Amiens, la ciudad que había adoptado como su hogar en los últimos años de su vida. Este monumento es un símbolo del reconocimiento de su importancia no solo como escritor, sino también como una figura cultural de relevancia mundial.
A nivel internacional, las adaptaciones cinematográficas de sus novelas se multiplicaron en la primera mitad del siglo XX. De hecho, Jules Verne se convirtió en una figura central en la historia del cine de aventuras. En 1908, un pionero del cine como Segundo de Chomón llevó al cine la obra Viaje al centro de la Tierra, mientras que otras de sus novelas, como Veinte mil leguas de viaje submarino (1954), dirigida por Richard Fleischer, y La vuelta al mundo en ochenta días (1956), dirigida por Michael Anderson, se convirtieron en clásicos del cine de aventuras y ciencia ficción. De este modo, Verne trascendió los límites de la literatura y se integró a la cultura popular, alcanzando una nueva dimensión a través del séptimo arte.
El impacto duradero de Verne
Tras su muerte, la obra de Verne se mantuvo viva a través de diversas adaptaciones y reinterpretaciones. Su influencia fue especialmente relevante en la evolución de la ciencia ficción, donde su capacidad para predecir avances científicos y tecnológicos resultó asombrosa. Muchos de los inventos y descubrimientos que Verne describió en sus novelas, como el submarino en Veinte mil leguas de viaje submarino o el cohete espacial en De la Tierra a la Luna, se convirtieron en realidades durante el siglo XX. La precisión con la que Verne imaginó el futuro de la humanidad, aunque en ocasiones marcada por un tono optimista, también presentaba advertencias sobre los riesgos inherentes al progreso desmedido.
El legado de Verne también está presente en la influencia que ejerció sobre escritores posteriores. Autores como H.G. Wells, quien a menudo se considera el «padre» de la ciencia ficción moderna, adoptaron muchas de las ideas que Verne había sembrado en sus novelas. Wells fue un gran admirador de Verne y, aunque su enfoque era más pesimista, reconoció el valor de las obras de Verne en la creación de un género literario completamente nuevo.
El último homenaje: la permanencia en la cultura popular
Más allá de las adaptaciones cinematográficas y el reconocimiento en su ciudad natal, el impacto de Jules Verne continúa siendo evidente en la cultura popular contemporánea. Sus historias siguen siendo leídas y disfrutadas por nuevas generaciones, que siguen encontrando en ellas una fuente interminable de imaginación, aventura y reflexión sobre los límites del conocimiento humano.
Su influencia también es palpable en el desarrollo de la ciencia ficción como género, un campo en el que, a pesar de los cambios en las visiones tecnológicas y sociales del mundo, Jules Verne sigue siendo un faro para los escritores y cineastas que buscan explorar los límites de la realidad y la fantasía.
MCN Biografías, 2025. "Jules Verne (1828–1905): El visionario que anticipó el futuro con sus novelas de aventuras y ciencia". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/verne-jules [consulta: 5 de octubre de 2025].