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LiteraturaFilosofíaBiografía

Unamuno Jugo, Miguel de (1864-1936).

Escritor español, nacido en Bilbao el 29 de septiembre de 1864 y muerto en Salamanca el 31 de diciembre de 1936, ciudad esta última en cuya universidad fue catedrático de lengua griega y rector. Poeta, dramaturgo, novelista y ensayista de una lucidez y una independencia poco comunes en el ámbito de nuestras letras, Unamuno es el mejor exponente del sustrato filosófico-moral que anima y respalda la labor crítica emprendida por los regeneracionistas del 98 (véase Generación del 98).

Miguel de Unamuno, "Salamanca".

Vida

Tras realizar sus primeros estudios en su ciudad natal, se trasladó a Madrid en 1880 para estudiar Filosofía y Letras. La lectura de filósofos alemanes y el intento de racionalizar la fe lo llevaron a abandonar la práctica religiosa en la que había sido educado. Ello supuso el inicio de su preocupación religiosa, de un afán por entender a Dios que marcó toda su obra y toda su existencia. En 1884, se doctoró y regresó a Bilbao, donde, en 1891, se casó con Concepción Lizárraga. Ese mismo año, y después de varios intentos fracasados, ganó la cátedra de Lengua y Literatura Griegas en la Universidad de Salamanca, ciudad que fue su residencia durante el resto de su vida. En 1897 publicó su primera novela, Paz en la guerra, que incluía buena parte de sus recuerdos infantiles, y sufrió la crisis religiosa más importante de su vida, de la que fueron fruto Meditaciones evangélicas y Tres Ensayos. Al mismo tiempo, la situación española hizo que reaccionase escribiendo artículos de tono regeneracionista. Era militante socialista desde 1894, por lo que sus artículos en La lucha de clases de Bilbao fueron bastante frecuentes. En 1900 fue nombrado Rector de la Universidad, y en 1902 publicó En torno al casticismo, intento de profundizar en el alma española, y Amor y Pedagogía, a los que siguieron en 1905 Vida de Don Quijote y Sancho. En 1907 publicó el primer volumen de su amplia obra poética, y, al año siguiente, Recuerdos de niñez y mocedad, al que siguió en 1910 Mi religión y otros ensayos, y en 1911 Soliloquios y Rosario de sonetos líricos. 1913 es el año que vio la publicación de una de sus principales obras, Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, formulación de su forma de entender la existencia humana sobre la tierra.

En 1914, año de la publicación de Niebla, fue destituido como Rector por su postura a favor de los aliados en la guerra. En 1917 fue procesado y condenado por un artículo en el que criticó a Alfonso XIII. Se le concedió un indulto de inmediato. Unamuno fue, sin duda una de las voces que más y con más fuerza clamaron a favor de un cambio político en España. Para Unamuno era preciso cambiar de raíz el sistema canovista que perduraba desde 1875, suprimiendo tanto el fraude electoral como a la monarquía que consentía y amparaba dicho fraude.

A consecuencia de este proceso, fue destituido como Rector, cargo que no volvió a ocupar hasta 1921. En ese mismo año publicó La Tía Tula, novela en la que venía trabajando desde los primeros años del siglo. En 1924, la dictadura de Primo de Rivera lo volvió a destituir. Los de Primo de Rivera fueron años especialmente duros para él, pues sus críticas no se quedaban en el dictador, sino que ascendían directamente hasta la corona, a la que consideraba responsable última de lo sucedido. El enfrentamiento directo, que no se ocultaba bajo disfraz literario alguno, hizo que fuera procesado de nuevo y desterrado a Fuerteventura, de donde escapó a París. El poemario De Fuerteventura a París da cuenta del viaje realizado a lo largo de las costas portuguesa, española y francesa. En París permaneció hasta la caída de Primo de Rivera en 1930. En Francia vieron la imprenta L'agonie du Christianisme (La agonía del cristianismo), que no sería publicada en español hasta 1931, y Comme on fait un roman (Como se hace una novela), que tradujo de inmediato al español y se publicó en Buenos Aires, como el poemario ya citado y el Romancero del destierro.

Tras su vuelta a España, la proclamación de la Segunda República lo colmó de honores: fue repuesto en el rectorado de Salamanca, nombrado ciudadano de honor y elegido diputado. No obstante, fue de los primeros en desengañarse del nuevo régimen, que se apartó del camino de regeneración que él había deseado para el país para perpetuar las luchas políticas de la etapa anterior. En 1934 enviudó, y en febrero de 1936 recibió el doctorado honoris causa por la universidad de Oxford. Al estallar la Guerra Civil, se puso de parte de los sublevados, habida cuenta de su antipatía por Azaña y por Largo Caballero. No obstante, se arrepintió públicamente de ello al presenciar las primeros episodios de lo que había arrancado al grito de "¡Viva la República!" y comenzaba a perfilarse como el inicio de una nueva dictadura, tan feroz y represiva como la que él había censurado. Como consecuencia de su respuesta al general Millán Astray durante el acto de inauguración del curso 1936-37 -en el que estuvo a punto de ser linchado a causa de dicha respuesta, en la que se retractaba-, fue destituido de nuevo y confinado en su casa, donde murió el último día del año. Su muerte fue utilizada por las autoridades del bando sublevado a fin de minimizar su figura. Sin embargo, la anécdota de que pidió confesión en sus últimos momentos no es sino una leyenda, toda vez que falleció de forma repentina durante la tertulia que habitualmente lo reunía con un par de amigos por las tardes.

Obra

La obra de Unamuno abarca varios géneros: la poesía, la narrativa, el ensayo y el teatro. No obstante, un elemento presente en todos ellos es el hecho de presentar los problemas básicos de la filosofía del autor en las formas de los diferentes géneros, ya novelados, ya dramatizados, ya planteándoselos a sí mismo en verso o en prosa. Estos temas, que encontraremos una y otra vez en el transcurso de estas líneas, son, básicamente, la angustia del autor por entender un mundo encaminado a la muerte y la búsqueda de un creador que no consigue ver por más que lo busca. Esta desazón se manifestará a través de problemas concretos como el de la libertad del ser humano (esencial en Niebla), la necesidad de elegir entre la verdad y la mentira, o el afán de superar la muerte a través de la propia obra, de la paternidad y del sacrificio por los demás. Este sacrificio, como el realizado por los protagonistas de La Tía Tula o San Manuel Bueno, mártir, con frecuencia imbricado en la necesidad de elegir entre lo real -que mata por su crudeza- o la mentira que permite seguir viviendo, tiene también una vertiente política que será la que lleve al autor a enfrentarse con la dictadura de Primo de Rivera y a ahondar tanto en la historia como en el carácter nacional. En este intento, destaca de su obra su interés por lo que llamará la "intrahistoria", es decir, por la historia de los personajes anónimos que han llevado a cabo con su vivir anónimo la existencia del país más allá de la historia oficial.

La interrelación de estos temas hace difícil la separación por géneros, toda vez que las preocupaciones son las mismas en verso, en prosa narrativa y ensayística o en teatro.

Ensayo

La obra ensayística de Unamuno es la expresión pura de su pensamiento filosófico y de sus preocupaciones personales. Al servicio de tal pensamiento pone Unamuno su prosa, honda y combativa, de tono íntimo y confesional, con la que busca no tanto convencer como expresar sus propias contradicciones, que son la base de su pensamiento. En tal extremo, es capital la publicación en 1913 de Del sentimiento trágico de la vida, obra en la que el autor expresa la incompatibilidad de mantener la fe religiosa en un mundo predominantemente racional. Para Unamuno, es inconpatible el consuelo de la religión con la verdad que ofrece el mundo racional. Por ello, el hombre vive en el dilema de obedecer a la razón o a la necesidad de un consuelo frente al vacío que la razón deja. La forma en la que Unamuno resuelve el dilema es mediante la decisión de mantener la creencia por propia decisión: lo autodestructor del escepticismo autoriza a construir unas creencias y a comportarnos de acuerdo con ellas. Las cuestiones religiosas de Unamuno alcanzaron nueva cota en la publicación de La Agonía del Cristianismo (1930), en la que analiza el conflicto entre razón y fe en el cristianismo moderno.

Otros de sus ensayos, tales como Vida de Don Quijote y Sancho (1905), En torno al casticismo (1912) o Por tierras de Portugal y España, intentan ahondar en el carácter nacional a través de personajes como Don Quijote o a través de la contemplación del paisaje.

Miguel de Unamuno, Vida de don Quijote y Sancho.

Poesía

Se ha repetido, con justicia, que Unamuno fue siempre poeta, incluso en las más metafísicas de sus disquisiciones. No sabemos cuándo inició su actividad como poeta, pues su primer libro no se publicó hasta 1907, cuando el autor contaba ya cuarenta y tres años de edad. Estas primeras Poesías parecen escritas, al menos, desde 1899 y muestran a un Unamuno que, al contrario del articulista y ensayista, vuelve su mirada hacia atrás, a poetas como Leopardi, Carducci, Whitman o Antero de Quental, con los que se hermana su obra por encima del tiempo transcurrido y por encima de la revolución poética que supone, en sus días, el Modernismo, del que no se encuentra huella alguna en su obra poética. Unamuno, valiéndose de unos versos y unas formas estróficas marcadas siempre por la sobriedad, muestra en estos primeros versos una gran afinidad con la temática más característica de sus compañeros de generación:

CASTILLA

"Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo.

Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño
".

El carácter asonante de estos versos, sencillos y desprovistos en su mayor parte de retórica, tendrá una continuación contraria por completo a su naturaleza en el Rosario de sonetos líricos (1911). Unamuno, hombre de contradicción, se impuso como disciplina el escribir un soneto al día durante cinco meses. Aunque los resultados no fueron siempre óptimos, logró piezas tan hondas y acabadas como el celebérrimo poema titulado "A mi buitre":

"Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único y constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.

El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.

Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía,
mientras él mi último despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría

mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga
".

Miguel de Unamuno, "A mi buitre".

Sin embargo, hasta 1920 no aparecerá su obra más importante en el campo poético, El Cristo de Velázquez. Se trata de un amplísimo poema (2.538 endecasílabos blancos) que, partiendo del cuadro de Velázquez, analiza los símbolos que se asignan a Cristo, las etapas de su muerte, las partes de su cuerpo y varias reflexiones hasta concluir en una "Oración Final". La obra llama la atención no sólo por su longitud y por lo extemporáneo de su producción, sino también por la calidad y belleza de los endecasílabos.

Miguel de Unamuno, El Cristo de Velázquez.

A El Cristo siguen, en prosa, Andanzas y Visiones Españolas (1922), recolección de comentarios y descripciones realizados al hilo del paisaje. En verso, la siguiente obra poética de Unamuno es Rimas de Dentro (1923), su poemario más intimista, al que seguirá Teresa (1924), intento fallido de imitar la poesía becqueriana a través de una historia fingida: un joven poeta amigo del autor dejó a su muerte una serie de poemas dedicados a su amada, que son los que Unamuno publica.

Miguel de Unamuno, voz original.

[Fragmento del poema Madrigal de las Altas Torres, extraido de "El Archivo de la Palabra" del Centro de Estudios Históricos, editado por la Residencia de Estudiantes].

Al año siguiente, será la experiencia del destierro la que mueva su pluma, de nuevo en sonetos: De Fuerteventura a París (1925), diario íntimo de confinamiento y destierro vertido en sonetos, constituye una de las piezas más sinceras y personales de Unamuno, por su alternancia de la visión del paisaje con el tema político:

"A un hijo de españoles arropamos
hoy en tierra francesa; el inocente
se apagó -¡feliz él!- sin que su mente
se abriese al mundo en que muriendo vamos.

A la pobre cajita sendos ramos
echamos de azucenas -el relente
llora sobre su huesa-, y al presente
de nuestra patria el pecho retornamos.

Ante la vida cruel que le acechaba,
mejor que se me muera -nos decía
su pobre padre, y con la voz temblaba;

era de otoño y bruma el triste día,
y creí que enterramos -¡Dios callaba!-
tu porvenir sin luz, ¡España mía!
".

Más adelante, en 1928, y con un tono más distendido, publica el Romancero del destierro, que será su última obra poética impresa. En 1953 vio la luz un grueso volumen titulado Cancionero (1928-1936) que incluía todos los poemas dejados por el autor a su muerte. El hecho de ser una publicación póstuma explica que conste de numerosas composiciones (1.755 poemas) de tono y tema muy variados y en las que la calidad no es siempre la deseada. Es general, con todo, la tendencia hacia una poesía condensada, en busca de lo esencial.

Novela

La novelística de Unamuno supone la primera gran ruptura con el realismo, sobre todo a partir de Amor y Pedagogía (1902), toda vez que la inicial Paz en la guerra (1897) todavía responde al plan realista de novela con un escenario concreto y unos ambientes reales y convenientemente descritos. La novela de Unamuno supone la “esencialización” de todo ello en aras de la presentación, desarrollo y resolución de un conflicto de carácter filosófico, o al menos ideológico, que ocupa a los protagonistas. En el caso de Amor y Pedagogía, el conflicto se plantea en tono casi burlesco: se trata de la imposibilidad de separar la concepción de un hijo del amor y del sentimiento, que es lo que intentará el protagonista a través de la selección de todo lo necesario (desde la propia madre) para que su hijo sea un superdotado. Ante las críticas que la obra alcanzó, que hicieron especial hincapié en que aquello no era una novela, el autor decidió llamar a las suyas "nivolas" y definirlas como "relatos dramáticos acezantes, de realidades íntimas, entrañadas, sin bambalinas ni realismos". Con todo, no será hasta 1914 que publique su siguiente novela, Niebla, en la que plantea la libertad del individuo frente a un creador que puede destruirlo cuando y como quiera. Después de Niebla, Unamuno se centra en indagar sobre lo que constituye la existencia auténtica. Es lo que desarrolla en Tres novelas ejemplares y un prólogo (1920), planteando la posibilidad de ser por querer ser. Antes, no obstante, ha publicado Abel Sánchez (1917), que titula "novela" y en la que aplica el mito de Caín y Abel a la relación entre dos amigos, aunque dotándola de características que la amplían a toda la sociedad española. El tema de la identidad ocupará todavía al autor en relatos como "Tulio Montalbán y Julio Macedo", de 1920, o en las novelas La Tía Tula, que verá la luz en 1921, y San Manuel Bueno, Mártir (1931).

Teatro

Aparte de una tentativa inicial de 1880, que no nos ha llegado sino fragmentaria, titulada La cuestión de Galabasa, y en la que el autor bilbaíno intentó un género tan lejano a su discurrir habitual como es el sainete, la obra dramática de Unamuno consta de dos obras breves (La princesa doña Lambra y La Difunta, escritas ambas en 1909) y nueve dramas largos. Dichos dramas se escribieron entre 1898 y 1929 y, salvo el último, todos se presentaron por parejas: La esfinge y La Venda, de 1898-1899; El pasado que vuelve y Fedra, de 1910; Soledad y Raquel encadenada, de 1921-1922; Sombras de sueño, adaptación escénica del cuento "Tulio Montalbán y Julio Macedo", y El otro, de 1926; y, finalmente, El hermano Juan o el mundo es teatro, de 1929, en la que lleva a la escena su propia versión de Don Juan. Aparte queda la versión que realizara en 1933 de la Medea de Séneca para ser representada en el Teatro Romano de Mérida.

A causa del mundo teatral de su tiempo, la obra de Unamuno no logró ser estrenada casi nunca, pese a lo cual siguió planteando sus conflictos por vía dramática cuando lo consideró oportuno.

La dramaturgia unamuniana se caracteriza por la misma desnudez que había llamado la atención en sus primeras novelas. Dicha desnudez, así definida por el propio autor, se manifiesta en la supresión de todo lo accesorio, tanto escenográfica como verbalmente. Así, desde la falta de decorados o trajes suntuosos o de personajes secundarios y comparsas hasta la ausencia de monólogos lucidos o escenas brillantes. La ausencia de todo esto se produce en favor del conflicto dramático que, para Unamuno, es necesario llevar a la escena para acabar con el triunfo de la intrascendencia escénica que reinaba en el teatro español del cambio de siglo. Ello no obstante, la reducción de la obra llegó a tal extremo que los dramas de Unamuno parecen más esqueletos de drama que dramas en sí. Al mismo tiempo, la calidad de su prosa ensayística choca en el estilo dialogado, tanto más cuanto que el autor busca a veces dar un tono coloquial a la conversación sin lograrlo. De esta manera, por ejemplo, los personajes de La Venda, drama que desarrolla el mismo conflicto entre mentira y verdad que San Manuel Bueno, mártir, no dejan en ningún momento de ser símbolos y posturas encarnados que no cobran la identidad de personajes.

Bibliografía

  • FERRATER MORA, J.: Unamuno. Bosquejo de una filosofía, Buenos Aires, 1974.

  • GARCÍA BLANCO, M.: En torno a Unamuno, Madrid, 1965.

  • GULLÓN, Ricardo: Autobiografía de Unamuno, Madrid: Gredos, 1969.

G. Fernández San Emeterio

Autor

  • JR.