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HistoriaBiografía

Tucídides (ca. 455-400 a.C.).

Historiador griego. Fue autor de una importante Historia de la Guerra del Peloponeso, en que se narraba en ocho libros la guerra entre Atenas y Esparta durante los años 431-404 a.C. A pesar de que se le consideró como el historiador más grande de la Antigüedad, existen muy pocos datos sobre su vida y la mayoría de ellos provienen de su propia obra. Además de esos datos, existen dos biografía manuscritas sobre Tucídides, una escrita por Marcelino y un fragmento pairáceo; a éstos hay que añadir el artículo de la Suda.

El propio Tucídides dice que fue general en el 424 a.C. durante la lucha por Anfípolis y que, a raíz de ese suceso, tuvo que sufrir un destierro de veinte años (4,104). También habla Tucídides de su influencia en la zona del conflicto por poseer una mina de oro en Tracia. Otro dato importante que sirve para completar su biografía es su afirmación de que padeció la terrible epidemia que asoló Atenas en el año 430 a.C. (2, 48). Si se unen todos estos datos, se puede suponer que Tucídides nació en torno al año 460 a.C., pues en el 431 a.C., cuando comenzó la guerra, tenía como él mismo dice "edad suficiente para darme cuenta de toda ella" y en el 424 a.C. fue nombrado general, lo que presupone una edad cercana a los 30. En cuanto a la fecha de su muerte, sólo se puede señalar que tuvo que ser a finales del siglo V y, más en concreto, en torno al año 399 a.C. de acuerdo con la mención que hace en su obra del rey macedónico Arquelao, que fue asesinado ese año, aunque cabe la posibilidad de que hubiese escrito esa alabanza en vida del monarca. De ese modo, otro dato importante es la información ofrecida por Pausanias de que Enobio, que había sido general en el 410 a.C., solicitó una amnistía especial para que Tucídides volviera del destierro: esto supone que dicha amnistía hubo de ser inmediatamente anterior a la amnistía general decretada en el 404 a.C. o bien inmediatamente posterior. El mismo Pausanias indica que, a su vuelta del destierro, Tucídides fue asesinado, lo que choca con las informaciones del propio Tucídides en 5, 26. Otras noticias hablan incluso de su muerte en un naufragio. Así, no hay ningún dato seguro acerca de la causa de su muerte ni de dónde murió si en Atenas o en Tracia.

Si son ciertos los datos que lo relacionan con la tribu de los Filaidas y el nombre de su padre es Oloro, nombre también de Cimón, Tucídides nació en el seno de una familia conservadora, lo que dice mucho acerca de la extremada objetividad de este autor, admirador de Pericles y del estado democrático que éste había instaurado en Atenas (aunque no se le escapaba que ésta era una democracia muy sui generis, pues el poder efectivo seguía estando en manos de un único ciudadano).

La guerra del Peloponeso: estructura.

Su Historia tal y como ha llegado a la actualidad consta de ocho libros, división que desde luego no fue obra de Tucídides. Éste pretendía ofrecer una narración completa de los acontecimientos de esta guerra desde sus inicios hasta su final en el año 404 a.C. (5, 26, 1), algo que, sin embargo, no se cumplió, pues su relato se interrumpe de manera abrupta en la narración de los hechos del año 411 a.C. Esta incongruencia favoreció la leyenda más extendida en la Antigüedad de que Tucídides había muerto asesinado sin poder concluir su obra. Hoy se siguen suscitando discusiones sobre si Tucídides consiguió terminar o no su historia. Lo cierto es que ésta presenta algunas irregularidades que permiten pensar en la veracidad de las leyendas acerca de que la obra estaba falta de una última revisión del autor. Algunos biógrafos llegaron a decir que el libro 8 fue escrito en su totalidad por la hija de Tucídides, otros que por Jenofonte e incluso hubo quien llegó a afirmar que Teopompo fue el autor de este último libro. Dionisio de Halicarnaso planteó unas dudas similares y, tras comparar el libro 1 y el 8, concluyó que no estaban escritos de la misma manera. De ese modo, se puede afirmar que, sin que se pueda adivinar el motivo, Tucídides no pudo realizar la última revisión de su obra, pues además del ya mencionado libro 8 existen otras partes de la historia faltas de lima. De este modo, se observa que en el libro octavo y en gran parte del quinto no hay discursos directos; de igual modo, los documentos citados se encuentran sin elaborar de manera más frecuente en los libros cuarto, quinto y octavo que en el resto de la obra. En resumen, las partes faltas de elaboración serían:

1) La segunda parte de la Arqueología (en la que se describen las circunstancias más primitivas de los griegos desde su origen), que se precipita en un tosco resumen tras narrar la Guerra de Troya (1, 12 y ss.).
2) Exposición de los hechos que provocaron la ruptura bélica.
3) La descripción de los sucesos posteriores a la paz de Nicias (5, 17 y ss.)
4) La descripción de los acontecimientos previos a la expedición de Sicilia.

Dejados de lado los problemas que afectan al contenido y a la forma externa del relato, el libro primero es una introducción general al resto de la obra. En este libro, Tucídides se esfuerza en demostrar la importancia de su trabajo y del tema que va a tratar en comparación con los escritos de otros historiadores. En los primeros capítulos, se pretende ofrecer una relato veraz sobre los tiempos primigenios, la llamada Arqueología, que se complementa con una exposición clara de los principios metodológicos del autor (1, 20-22). Esta primera parte del libro 1 continúa con la narración de las causas de la guerra (1, 24-87) y una extensa digresión sobre la historia de los años 479-478 al 440-439 a.C. Así, Tucídides justificaba su punto de vista de que la guerra era totalmente inevitable dado el enorme poder de Atenas, que ponía en peligro la supremacía de Esparta.

Con esta digresión arrancaba su relato sobre la Pentecontecia, donde se narraba precisamente el ascenso al poder del Ática, lo que venía justificado, según Tucídides, por dos motivos: el primero, porque los historiadores anteriores no habían escrito con exactitud sobre este período; el segundo, porque una vez más se ponía de manifiesto que estaba en lo cierto al suponer que la guerra estaba motivada por ese poder de tintes imperialistas. El libro se cierra con las disensiones previas al estallido del conflicto; en estos capítulos finales (1, 119-146), los discursos enfrentados de manera antitética adquieren un marcado protagonismo: por un lado, habla el orador corintio; por otro, Pericles, quien muestra su convicción de que los atenienses ganarán la guerra por detentar el poder marítimo.

Tras la introducción general, sobre la que se volverá más adelante, sigue un bloque narrativo formado por los libros 2-5, 24, que abarca los diez primeros años de conflicto. Con el fin de narrar estos sucesos, Tucídides opta por un peculiar sistema cronológico y cuenta por fracciones del año de acuerdo con la sucesión de inviernos y veranos. El libro 2 comprende tres años de guerra, con dos incursiones de los lacedemonios en el Ática; justamente al final del primer año se inserta el célebre discurso a los caídos pronunciado por Pericles. El libro 3 también comprende tres años; aquí, Tucídides quiere poner de manifiesto cómo la brutalidad se iba acentuando en los dos bandos; de ese modo, confiere importancia a la caída de Mitilene y, una vez más, los discursos son el centro de atracción al explicar de manera razonada el curso de los acontecimientos; en esta ocasión Cleón y Diódoto se enfrentan delante de la asamblea, donde se discute sobre la eficacia del castigo ejemplar que se pensaba dar a los de Mitilene y que gracias a la mediación de Diódoto se redujo. Como contrapartida, Tucídides relata también el comportamiento de los espartanos en Platea, donde, tras su rendición en el 427 a.C., doscientos ciudadanos fueron sacrificados. Al lado de los dos relatos que conforman la cara y la cruz de un mismo proceso de destrucción, Tucídides narra en este libro la guerra de Corcira (que a pequeña escala le sirve para trazar un diagnóstico preciso sobre lo que ocurriría más tarde) y la expedición a Sicilia.

El libro 4 abarca también otros tres años de conflicto, aquellos que representaron el punto culminante en esta guerra. Una de las figuras que mejor parada sale en él es el espartano Brásidas, que llegaría a ser el salvador de su patria y que se presenta en tres ocasiones como un magnífico orador. El libro 5 es el que narra los sucesos de un mayor número de años, desde el año décimo del conflicto hasta el décimosexto; es el momento de la paz de Nicias, que supuso el deseo fallido de acabar con las hostilidades entre las dos potencias. Hasta este punto, el relato de la guerra ha sido unitario y la unidad se rompe con ese intervalo sin contiendas, marcado por la firma de la paz, que duró cinco años y medio, y que ocupa desde el capítulo 25 hasta el final del libro.

Aquí se inicia un breve relato que posee un carácter independiente como lo demuestra el hecho de que el capítulo 26 del libro quinto funcione como un segundo proemio: "El mismo Tucídides de Atenas ha expuesto por escrito estos hechos, siguiendo por veranos e inviernos el orden cronológico de cada uno hasta el momento en que los lacedemonios y sus aliados pusieron fin al imperio ateniense [...]. Hasta ese momento el número total de años de la guerra fue de veintisiete [...]. Viví toda ella con edad suficiente para darme cuenta y poniendo interés en informarme exactamente [...]. En consecuencia, voy a exponer los hechos posteriores a esos diez años, las desavenencias y ruptura del tratado de paz y cómo se desarrolló la guerra después".

Desde luego, las palabras de Tucídides justifican el que se considere que, por encima de la división en libros, existe un segundo núcleo narrativo que se inicia a partir del libro 6. Esas mismas afirmaciones hicieron pensar en que Tucídides no había publicado su obra de una vez, sino que hubo ediciones parciales de la misma. Por otro lado, ya se ha hablado de los rasgos que permiten pensar que el libro quinto no fue revisado en último momento por Tucídides, aunque se podría pensar que su desconexión narrativa se deba a la naturaleza de los acontecimientos allí insertos y al deseo de atender a los muy diversos frentes de la acción.

A partir del libro 6 se inicia el relato de la Guerra de Sicilia que se extiende hasta el libro 7. La expedición de Atenas a Sicilia le da pie a Tucídides para una esmerada narración. Las figuras centrales de este libro sexto serán Alcibíades y Nicias, que exponen en sus respectivos discursos las razones en pro y en contra del ataque a Sicilia. El gran arte de Tucídides se revela en su perfecta caracterización de ambos personajes y, sobre todo, en su pintura de Alcibíades, un hombre brillante y egoísta, quien con su traición infligiría un duro golpe a las fuerzas atenienses. Es ciertamente esta parte de la obra la que resulta más trabajada y donde hay una mayor abundancia de discursos. La narración del año 17-18 de la guerra ocupa hasta el libro 7, 18.

El libro 7 cuenta el año 19 de la contienda, que se extiende hasta los seis primeros capítulos del libro 8, donde, sin dejar de lado las calamidades sufridas en el Ática, el peso de la acción sigue en tierras sicilianas; allí el destino parece cebarse con los atenienses, que pierden finalmente a Nicias y Demóstenes. El libro 7 continúa con las maniobras espartanas para atraerse a Persia y se introducen en la narración los sátrapas Tisafernes y Farnabazo. Da cuenta también Tucídides de cómo los atenienses van siendo abandonados por sus aliados y cómo Lacedemonia comienza a hacerse fuerte en el mar.

El libro 8 y último de la historia presenta los hechos ocurridos en el año 21 de la guerra, con lo que se entra en un nuevo bloque narrativo que se ocupa de los acontecimientos del año 411 a.C. EL relato se detiene en este punto, con lo que la pretensión de Tucídides de alcanzar hasta el año veintisiete del conflicto (404 a.C.) se ve truncada. Aquí vuelven a faltar, como ocurría en el libro 5, los discursos en estilo directo e, igual que allí, Tucídides recurre a la copia textual de los documentos. Se observa también que en el libro octavo la línea principal del relato se interrumpe con la narración de ciertos sucesos colaterales. Todo lo cual induce a pensar que Tucídides no pudo dar el último retoque a la obra, que habría llevado a una cierta uniformidad.

En resumen, a pesar de que la obra se presenta con una división en 8 libros, es posible hablar de otra división estructural de acuerdo con los bloques narrativos señalados. Así, tras la introducción general al relato (libro 1), sigue la narración completa de los diez primeros años de conflicto (libros 2-5); a continuación, está el bloque narrativo que atiende a la paz de Nicias, precedido por un proemio que marca un gran segundo bloque, que se extiende por los libros 6-7: se trata de la gran Guerra de Sicilia, que muchos autores han considerado como la parte más trabajada de toda la obra. Esta línea se interrumpe definitivamente en el libro 8 y último seguramente a consecuencia de un fin abrupto e inconcluso.

Tucídides, historiador

Durante mucho tiempo, Tucídides ha sido considerado como el padre de la historia pragmática o científica en contraposición a Heródoto. Sin embargo, es preciso matizar esta opinión, pues no hay tanta distancia metodológica entre ambos. Lo que sí existe es una diferente intensidad en la utilización de los distintos procedimientos, marcada en parte por la naturaleza de sus respectivos relatos. Desde luego, el rigor crítico de Tucídides en la utilización de documentos y restos arqueológicos no pudo tenerlo Heródoto en todas sus referencias a mundos desconocidos, muy alejados en el tiempo y en el espacio. Se puede concluir que Tucídides llevó a su perfección aquellos primeros pasos que había dado Heródoto por convertir la historia en algo más que una simple narración agradable de hechos y curiosidades.

Los principios metodológicos que sirvieron de guía a Tucídides quedan expuestos al comienzo de su obra (1, 20-22). Para él, la tarea fundamental del historiador es la búsqueda de la verdad objetiva. Para ello, ha de echar mano de los vestigios y restos arqueológicos que le sirven de fundamento para una reconstrucción lógica y razonada del pasado, tal y como ocurre en su excurso acerca de los Pisistrátidas (6, 54-59), donde intenta demostrar a partir de una inscripción votiva que el tirano fue Hipias y no Hiparco.

Tucídides comienza mostrando su desconfianza sobre las fuentes orales, que, en clara alusión a Heródoto y a los logógrafos, son las bases de toda la historiografía anterior. En aras de esa mejor investigación del pasado, Tucídides declara que su historia se va a construir a partir de la narración de los hechos, en los que descubrir la verdad puede resultar sencillo, y gracias a la elaboración de discursos, donde la verdad está más oculta. Éstos desempeñan un papel decisivo en su obra, pues son el medio de descubrir las causas y los motivos últimos de las acciones y sucesos. Tucídides expone, así, su método para componerlos: él declara que intenta ser fiel a las palabras pronunciadas por el orador, algo que sólo es posible cuando se refiere a un hecho en el que ha estado presente; cuando esto no es así, Tucídides compone un discurso que se adecua a la acción (en un ejercicio de imaginación que recompone cómo debió ser esa plática) y que se atiene al sentido global de lo que entonces pudo decirse. Es común que los discursos se pongan en series antitéticas, que muestran así las dos posturas posibles que toda acción encierra; en este sentido, Tucídides se muestra cercano a la teoría de los sofistas, algo que han puesto de manifiesto muchos estudiosos.

Todo ello iba encaminado a ofrecer un estudio serio del pasado con un conocimiento del acontecer político de gran utilidad por su valor duradero e inmarcesible. En este sentido, aparece la idea de una historia magistra vitae, pues hay constancia de la existencia de una cierta regularidad que subyace en los sucesos más dispares y que el ojo atento del historiador puede desvelar. Hay en definitiva una convicción de que, en el fondo, la naturaleza humana, movida por el ansia de poder y por el egoísmo en provecho propio, es inmutable. Por tanto, si un historiador lograba encontrar esos principios motores, conseguiría una obra eterna, algo a lo que aspiraba Tucídides, y de gran utilidad para el hombre de Estado, cuyo modelo perfecto queda retratado en Pericles.

Para ello, otra característica importante de la obra había de ser la objetividad y la imparcialidad, que Tucídides consiguió imponer en su relato al eludir cualquier comentario personal. Éstos sólo aparecen en contadas ocasiones: cuando tiene que exponer su programa metodológico (1, 22), cuando habla de Pericles y de su política, o de su propia experiencia en la guerra. También podemos oír su voz en los elogios a las constituciones de Quíos y de Atenas (8, 24 y 97) o, en ese mismo libro, sus opiniones sobre atenienses, espartanos y siracusanos. A la imparcialidad, que domina la mayor parte del relato, se añadía su deseo de precisión, que le llevó a adoptar una cronología basada en la sucesión de los años y no en las listas de arcontes epónimos, y a examinar con sumo cuidado las noticias transmitidas por logógrafos y poetas. Ese deseo de precisión se observa, sobre todo, en su narración de los sucesos, que suele acompañar con todo tipo de detalles que atienden a la geografía, la toponimia o la reproducción de documentos (en estilo directo o indirecto). De esta manera, Tucídides resulta tremendamente innovador, pues consiguió construir su historia desde una postura alejada de cualquier prejuicio político o religioso, conducida por la idea de la importancia del individuo, del hombre que dirige los acontecimientos y, por ende, a los pueblos. Tucídides entiende el oficio de historiador no sólo como un mero narrador de los acontecimientos sino como un fino indagador de los mismos que es capaz de llegar a su comprensión y, por ende, a su explicación.

En lo que respecta a su postura frente a la religión, Tucídides se muestra respetuoso con las tradiciones y con lo que se podría considerar como fe tradicional; de este modo, su buena opinión sobre el ateniense Nicias no se ve mermada por su excesiva religiosidad. Sin embargo, él rechaza toda explicación metafísica o sobrenatural de los procesos cotidianos que narra, en una postura que podríamos definir como afín a la que expuso Protágoras en la introducción de su Sobre los dioses.

Estilo

Desde la Antigüedad, Tucídides ha sido considerado un autor difícil. Ya Dionisio de Halicarnaso señalaba como características de su estilo su intento de expresar la mayor cantidad posible de cosas con el menor número de palabras y su deseo de condensar muchas ideas en una sola, lo que convertía su prosa en algo oscuro. Esa oscuridad venía también determinada por el arcaísmo y por el empleo de un léxico de raíces poéticas. Han surgido muchas explicaciones para este fenómeno y hoy se suele considerar que, en realidad, la lengua de Tucícides estaba más cerca de lo que se piensa de la norma. Sin embargo, la novedad de su tarea le llevó a cincelar su estilo recurriendo a fuentes muy diversas, desde la lengua ceremonial de las inscripciones hasta el lenguaje técnico de los tratados del Corpus Hipocrático y la nueva lengua empleada en el ámbito de la retórica literaria, fuentes todas que dejan su impronta en la prosa de este historiador.

Asimismo, Tucídides apeló a las construcciones antitéticas, puestas de moda por la sofística, y marcó su prosa por el deseo de alejarse de la expresión común a través de la abstracción y la metáfora. Además son características de su prosa la variatio con el consiguiente uso de sinónimos para evitar la monotonía en sus construcciones simétricas. Hay, así, una clara relación entre su ideario y la forma de expresarlo, como ocurre con su deseo de ser preciso, que implica la concisión extrema de algunas construcciones con la dificultad interpretativa que ello conlleva. Es precisamente este afán de precisión lo que le lleva a utilizar un gran número de palabras absolutamente nuevas, muchas de las cuales no volvieron a usarse nunca más, como ocurre con un buen número de adjetivos abstractos.

Pervivencia de la obra

Para la antigüedad romana, Tucídides fue uno de los tres grandes historiadores helénicos; sin embargo, unos cuantos siglos después, con el olvido de la lengua griega característico de la Edad Media, se ignoraba casi todo sobre su figura y obra. El proceso de recuperación de este autor se inició cuando Juan Fernández de Heredia (1310-1396) extrajo y tradujo a su lengua aragonesa los discursos de la Historia de la guerra del Peloponeso. No obstante, Tucídides sólo volvió al panorama cultural europeo gracias a la versión latina de Lorenzo Valla (1407-1457), que vio la luz a mediados del Quattrocento. Desde ahí en adelante, volvió a ocupar el lugar privilegiado que había tenido en su época y durante toda la Antigüedad.

Bibliografía

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Estudios:

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Traducciones:

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LÓPEZ MOLINA, L., ed., Tucídides romanceado en el siglo XIV, Madrid, 1960.

Teresa Jiménez Calvente

Autor

  • Teresa Jiménez Calvente.