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LiteraturaBiografía

Torres y Villarroel, Diego de (1694-1770).

Escritor español, nacido en Salamanca en 1694 y muerto en la misma ciudad en 1770.

Fue un escritor original que vivió en el siglo XVIII pero no participó de la corriente neoclásica, sino que prefirió los modelos del Siglo de Oro. Puede considerarle como heredero directo de los autores satíricos del siglo XVII.

Vivió durante el reinado de los tres primeros Borbones: Felipe V, Fernando VI y Carlos III. Hijo de Pedro de Torres, librero de profesión, y de Manuela de Villarroel, nació en Salamanca, donde fue bautizado el 18 de junio de 1694 en la parroquia de San Isidoro y San Pelayo. A los cinco años comenzó a asistir a la escuela y aprendió a leer y escribir con el maestro Pedro Rico. Era un niño un tanto rebelde, aficionado a toda clase de picardías. La Guerra de Sucesión tuvo una gran repercusión en los primeros años de su vida, pues su padre hubo de intervenir en la contienda con grave perjuicio económico para la familia. En 1706 recibió la primera tonsura y entró en el pupilaje de don Juan González de Dios, maestro temido y admirado, quien le enseñó la gramática latina y le introdujo en las materias de ciencias y humanidades.

En 1708 se le adjudicó una beca de retórica en el Colegio Trilingüe de la Universidad salmantina, donde permaneció hasta finales de 1713. Desde su ingreso manifestó la rebeldía de su temperamento y su vitalidad, olvidando en gran medida los consejos que le había dado su maestro anterior. En esta época podrían situarse los episodios picarescos que relata en el Trozo II de la Vida, como la fundación de un colegio burlesco en el que doce jóvenes dedicaban su tiempo a la poesía. Llevó una vida bastante desordenada.

Regresó a su casa en 1715 y, a petición de su padre, se ordenó de subdiácono (tardó treinta años en solicitar el presbiteriado). El estado sacerdotal no le atraía demasiado, por lo que prefirió dedicarse a la lectura, poesía o teatro, además de organizar diversiones para familias de calidad de la ciudad. En 1717 se matriculó en la Facultad de Sagrados Cánones, y al día siguiente era mencionado en los Libros de Claustro con su primer título universitario: “consiliario de la nación de Campos”. A pesar de su intención de dedicarse a la vida tranquila, surgieron en su existencia nuevas inquietudes. Fue acusado de haber escrito unas coplas satíricas contra los votantes en la pretensión de la alternativa de las cátedras de las diversas escuelas teológicas. Fue encarcelado, primero durante dos meses, y después durante cuatro, en el convento dominico de San Esteban. Tras ser reconocida su inocencia, como desagravio el Real Consejo lo nombró vicerrector interino, cargo que desempeñó sólo durante unos quince días y que le trajo nuevos disgustos y preocupaciones.

En septiembre de 1718 publicó en Salamanca un almanaque titulado Ramillete de los astros, donde registraba los días del año, divididos en meses, con datos astronómicos, noticias sobre celebraciones civiles y religiosas y predicciones para el año entrante. Durante este tiempo sus lecturas predilectas eran la Astrología y las Matemáticas. De este año data la primera vinculación docente con la Universidad. Con la intención de solicitar una sustitución en la cátedra de Matemáticas de Salamanca, se graduó como Bachiller en Artes en Ávila (por un procedimiento rápido propio de las universidades menores), y se incorporó a la Universidad en condiciones para conseguir su intento.

Dado el éxito alcanzado por el primer almanaque, siguió por esta producción, aunque era gravemente contraproducente para su prestigio intelectual: El embajador de Apolo y volante de Mercurio (1721) y Melodrama astrológica (1723). A partir de 1723 adoptó el seudónimo de El Gran Piscator de Salamanca, que produjo cierta perplejidad entre los lectores más cultos, que eran reacios a creer en las predicciones, y menos en las de un joven con fama de rebelde y aventurero. Pero se fue acreditando como escritor, poeta (como los versos incluidos en el libro colectivo Sagradas flores del Parnaso) y profesor. Siguió escribiendo sus almanaques y llegó a predecir hechos históricos de importancia. Sin embargo, cansado de la vida monótona de una ciudad pequeña, abandonó Salamanca en 1723 para venir a la capital. En Madrid sobrevivió durante los primeros meses haciendo trabajos modestos y soportando una vida mísera. Luego se instaló en casa de la condesa de los Arcos, a la que brindó su ayuda para descubrir el origen de unos ruidos extraños que se oían en su palacio y que se atribuían a los duendes. La condesa le introdujo en algunas tertulias distinguidas de la corte. Al igual que hiciera en Salamanca, don Diego organizaba diversiones en casas de nobleza en las que lograba hacerse imprescindible. Trabó amistad con Juan de Ariztia, editor de la Gazeta de Madrid, en la que se dio noticia del primer almanaque madrileño del Gran Piscator de Salamanca, que tuvo un gran éxito. En el almanaque correspondiente al año 1724, no se sabe si por casualidad o porque tenía extrañas dotes de adivinador, pronosticó la muerte de Luis I, hijo de Felipe V, recién subido al trono. Esto aumentó la fama y la popularidad del escritor de tal manera que se consideró que tenía poderes mágicos. Publicaba previsiones en imprentas de Madrid, Salamanca y Sevilla. En esta época editó también varios folletos: Viaje fantástico (1724), que inició la serie de los sueños; Correo del otro mundo (1725); El gallo español (1725); Cátedra de morir (1726); El ermitaño y Torres (1726), libro de curiosidades y aventuras; Reglas para torear y arte de todas suertes (1726), y el libro de versos Ocios políticos en poesías de varios metros (1726).

El éxito que tenían sus predicciones provocó intercambios de sátiras y de polémicas en los ambientes intelectuales de la época. El P. Feijoo, en el primer volumen de su Teatro crítico (1726), en el octavo discurso titulado “Astrología judiciaria y almanaques” arremetió contra las supersticiones que halagaban al vulgo. Aunque no era una crítica abierta contra el salmantino, todos tenían en su cabeza al personaje de Torres, considerado como paradigma de la astrología judiciaria y creído por el público. El médico Martín Martínez escribió en apoyo de su amigo Feijoo. En la controversia también intervino el P. Isla. Torres Villarroel, que se sentía enormemente cómodo en las polémicas, la llevó al terreno satírico en sus Posdatas de Torres a Martínez (1726). Parece que sus adversarios eran figuras de una mayor categoría intelectual, de un espíritu nuevo que, aunque no había recibido el nombre de ilustrado, por lo que el escritor salmantino quedó en un segundo plano, casi como perdedor.
(Véase Ilustración)

Regresó a Salamanca en octubre de 1726 para opositar a la cátedra de Matemáticas que había abandonado en 1720 y fue elegido por el Claustro Pleno para esta función (no ejerció como titular de la cátedra por encontrarse vivo el catedrático jubilado). Volvió al estudio y a sus lecturas, y de vez en cuando realizó algunos viajes a Madrid. Aquí publicó su primera obra importante: Visiones y visitas de Torres con Don Francisco de Quevedo por la Corte (Madrid, 1727), que provocó numerosas sátiras. La segunda parte de estas Visiones (Madrid, 1728), que dedicó a rebatir acusaciones anónimas, y la tercera (Madrid, 1728) trazan un panorama de Madrid que supera los límites del costumbrismo descriptivo. Durante los años siguientes siguió publicando otras obras: Vida natural y católica (Madrid, 1730), más adelante censurada por la Inquisición, la Barca de Aqueronte (1731), y anualmente el esperado almanaque.

En 1732 murió fray Antonio Navarro, el catedrático jubilado, por lo que Torres se graduó de licenciado y maestro en Artes. Este período duró poco, ya que, implicado en un suceso inesperado, huyó a Francia donde permaneció poco tiempo, y fue desterrado luego a Portugal por Real Decreto de 29 de mayo de 1732. Vivió en el país vecino dos años, hasta noviembre de 1734, esperando que se le hiciera justicia. Siguió escribiendo sus pronósticos y mandó al Rey un memorial expresando su inocencia. Al cabo de tres años consiguió el perdón, aunque se le prohibía acercarse a la corte. Restituido a su cátedra en Salamanca, reanudó sus tareas universitarias. Finalizó la tercera parte del tríptico fantástico que había iniciado con las Visiones y la Barca de Aqueronte, y la tituló Los desahuciados del mundo y de la gloria (1736-37).

En el verano de 1737 peregrinó a Santiago de Compostela. Durante los días de trayecto acudían a él las gentes para consultarle y pedirle soluciones a sus problemas. Redactó entonces La vida ejemplar de la Madre Gregoria Francisca de Santa Teresa (Salamanca, 1738), carmelita descalza, natural de Sevilla y cuya poesía mística se recoge en el libro.

Los años 1738 y 1743 fueron importantes en el quehacer literario del autor. Decidió recopilar sus obras sueltas en una colección de siete u ocho tomos, para evitar que lo plagiaran y que usurpasen su firma para vender más. Con el título de Anatomía de todo lo visible e invisible de ambas esferas, el tomo primero incluía una versión refundida y ampliada del Viaje fantástico de 1724, precedida por dos prólogos generales (del impresor Antonio de Villarroel, su primo, y del propio autor) y un ditirambo de Josef de Villarroel. Luego vinieron los Sueños morales. Corregidos y aumentados con el papel nuevo de La barca de Aqueronte y Residencia infernal de Plutón (Salamanca, 1743), en la que reunió las tres partes de las Visiones y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo por la Corte, publicadas originariamente en 1727 y 1728. A continuación vinieron los cuatro primeros trozos de su Vida, que aparecieron en 1743, (el quinto en 1750, ampliado en 1752; el sexto en 1758).

También recopiló en un tomo su obra dramática con el título de Juguetes de Talía, entretenimientos del numen (Salamanca, 1738), donde incluye la zarzuela La armonía en lo insensible y Eneas en Italia, hecha en colaboración con José Ormaza y Maldonado, representada en el Carnaval de 1736, otra zarzuela titulada Juicio de Paris y robo de Elena, y la comedia jocosa en tres jornadas El hospital en que cura amor de amor la locura. Pero sobre todo incluye piezas de teatro breve del que cultiva con su proverbial gracia casi todos los géneros: baile (De la ronda del uso), entremés (Del duende), sainete (El poeta, La taberna de la puerta de Villamayor), diálogo (Diálogo entre un sordo médico y un vecino gangoso), fin de fiesta (Fin de fiesta de la contradanza), jácara (Jácara del Nacimiento del Hijo de Dios). Algunas de estas piezas dramáticas tuvieron otras ediciones independientes y el tomo gozó de varias reediciones (1744, 1752, 1795), que hablan de su excelente aceptación. Está escrito bajo los cánones estéticos del teatro comercial o popular, heredero de la tradición barroca.

Parece que sufrió después una crisis física y espiritual, que le llevó a continuar su carrera sacerdotal. En febrero de 1745 fue ordenado de presbítero y ese mismo año enfermó de gravedad. Al recobrar la salud, desempeñó varias comisiones en nombre del Claustro de la universidad, que le llevaron a realizar diversos viajes a Madrid. Una de las misiones más delicadas, en la que le ayudaron sus amistades madrileñas, fue conseguir que el marqués de la Ensenada renunciara a su proyecto de alojar tropas en Salamanca.

En 1750 pidió la jubilación (que consiguió al año siguiente) debido al quebranto de su salud, con el fin de dedicarse con tranquilidad a la publicación de sus obras completas. Pretendía dar la alternativa en la cátedra a su sobrino Isidoro Ortiz Gallardo y convertirlo en el Pequeño Piscator de Salamanca. Él quería dedicarse a la edición en 14 tomos de sus obras por suscripción pública, proyecto editorial que se realizaba por primera vez en España. El rey Fernando VI encabezó la lista de los suscriptores, lo que da idea de la celebridad del autor. Las Obras aparecieron en Salamanca, imprenta de A. Villagordo, en 1752 con el título de Libros en que están reatados diferentes cuadernos físicos, médicos, astrológicos, poéticos, morales y místicos, que años pasados dio al público en producciones pequeñas.

La última batalla contra la Universidad se desarrolló entre 1758 y 1762. Don Diego y su sobrino intentaban fomentar el estudio de las Matemáticas creando una academia práctica, abierta a todos los ciudadanos, en la que se enseñaría la fabricación y el manejo de las esferas y otros instrumentos. Autorizadas las prácticas inicialmente, se desató una campaña de oposición, en la que Torres tuvo que apelar al rey para que se pudieran reanudar estas actividades, aunque sin carácter oficial.

Vivió los últimos años de su vida en el palacio de Monterrey, como administrador del duque de Alba. La muerte repentina de su sobrino Isidoro afectó a su salud, de tal modo que no se pudo recuperar. A partir de este momento dejó de salir su almanaque anual. Murió el 19 de junio de 1770.

La figura de Torres Villarroel se ha interpretado tradicionalmente como la de un personaje extraño, situado de forma anacrónica en una época, esforzada en la reforma ilustrada, que no le correspondía. Con frecuencia se ha dado de él una imagen distorsionada y ha sido víctima de interpretaciones y valoraciones injustas. Se le ha presentado como un intruso en su siglo, un rezagado de la tradición barroca, a la que estaría adscrito por sus ideas y su estilo. La visión un tanto desenfocada del autor proviene de que la crítica se ha quedado con su parte más superficial, se le ha identificado con la imagen folklórica del astrólogo dedicado a la investigación seudocientífica, con el hombre extravagante, sin percibir la ironía y el distanciamiento intelectual de muchas de sus páginas. Su vitalidad condicionó siempre su imagen, que él mismo alimentó con algunos pasajes de su autobiografía. Su verdadera afición fue la literatura, y no se puede valorar la figura intelectual del escritor sin separar lo que son las circunstancias de su vida o las poses que adopta en algunos momentos.

Obra literaria

Su obra literaria es bastante heterogénea. Gran parte de ella está iluminada por la vida y la obra de Quevedo, que le proporcionan no sólo un modelo estético sino una visión burlesca de la vida. En resumen, su vasta producción se puede agrupar en:

Escritos autobiográficos

El más interesante y conocido es el titulado Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor don Diego de Torres Villarroel, catedrático de prima de Matemáticas en la Universidad de Salamanca. Con este relato pretendió el autor luchar contra su deformada imagen pública. Sin embargo, la visión burlesca e irónica que adoptó le impidieron conseguir su propósito, de tal manera que la obra fue acogida y leída por el público como un relato picaresco de un autor extravagante, en la tradición de la picaresca barroca, aunque con un protagonista burgués.

Diego de Torres Villarroel, Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor don Diego de Torres Villarroel.

Sus fuentes son la propia vida del autor y la tradición literaria (memoriales, cartas, biografías...). Para Sebold, el modelo básico estaría formado por relatos de pícaros y santos. La autobiografía de Torres no se incluye hoy en el género de novela picaresca, como ocurrió en otros tiempos, pero esto no es incompatible con la afirmación de que este tipo de narración desempeñó una importante función como marco de referencia que da sentido a la obra. Un elemento constitutivo esencial es la identificación de autor, narrador y personaje.

La estructura narrativa de la Vida viene impuesta por la visión retrospectiva, que origina una ordenación lineal. Los trozos abarcan períodos de unos diez años de duración, que se corresponden con las fases del desarrollo personal. Esta trayectoria se interrumpe a veces por interferencias temporales, ya que el autor invade el tiempo del personaje con fines diversos (opinar, anticipar algo, pedir testigos, confesar...). Hay que tener en cuenta que la obra no constituye un conjunto unitario y homogéneo. La versión inicial constaba de cuatro trozos; el quinto y el sexto se publicaron en 1720 y 1752 respectivamente. En estas dos últimas partes falta el punto de vista de esa evocación retrospectiva, lo cual modifica un tanto el sentido de la obra. Asimismo, en el último trozo se ha perdido parte de la vitalidad, de la fuerza narrativa y de la ironía que se encuentra en las narraciones anteriores.

Los Almanaques

Los publicó desde 1718 y le proporcionaron gran éxito popular. Renovó la estructura tradicional creando un modelo propio. Incluyó en ellos los datos propios de los calendarios (datos sobre lunaciones, eclipses, elementos climáticos...), junto con predicciones de sucesos poco comprometidas, informaciones curiosas, acontecimientos médicos, alternando todo con coplas de carácter festivo y popular, dándole el aire de una miscelánea moderna. Además, incorporó tres nuevos componentes: una larga dedicatoria, un prólogo al lector y la Introducción al juicio del año, consistente en una breve ficción de carácter costumbrista casi siempre con personajes típicos. Su visión resulta desmitificadora, marcando la distancia con los acontecimientos y dando un toque de humor. En la pluma del salmantino el género se dignificó por su originalidad y frescura, por su riqueza de formas y registros.

El grupo de los “Sueños”

El conjunto de textos que publicó Torres con el título de Sueños está fechado en 1743. Su título completo es Sueños morales, corregidos y aumentados con el papel nuevo de la barca de Aqueronte y residencia infernal de Plutón. Incluye: Visiones y visitas de Torres con D. Francisco de Quevedo por la Corte, La barca de Aqueronte, Correo de otro mundo, Sacudimiento de mentecatos, último sacudimiento de botarates, Historia de historias y Soplo a la Justicia. De todos ellos solamente los tres primeros pueden considerarse como “sueños”, mientras que los otros cuatro tienen un carácter diferente. En realidad, es la reedición de unos escritos cuya agrupación sólo se puede entender por criterios comerciales. Cuando Torres publicó sus obras completas tituló el volumen segundo Sueños morales, pero solamente incluyó en él los tres primeros; el volumen tercero, también con el mismo título, incluyó Los desahuciados del mundo y de la gloria y hospital de ambos sexos y Recetas de Torres añadidas a los remedios de cualquier fortuna, obra moral que no participa del artificio del sueño. El conjunto de 1743 continuó en las ediciones siguientes (Madrid, 1786; Madrid, 1791; Madrid, 1796).

Las Visiones y visitas de Torres con Don Francisco de Quevedo por la Corte es, junto con su Vida, la obra más importante del escritor salmantino. Se publicó por vez primera en 1727, seguida de una segunda y una tercera parte en 1728. Torres utiliza la ficción del sueño para conferir verosimilitud al relato. Este procedimiento contaba con una tradición literaria y un antecedente inmediato, los Sueños de su admirado Quevedo. En la introducción, se cuentan las circunstancias en que se va a producir el sueño y a surgir la fantasía. Se percibe el parentesco con el Sueño de Juicio Final y el Sueño de la muerte. El autor modifica el modelo clásico del sueño (visita a los infiernos) para realizar, acompañado del escritor barroco, un paseo por la Corte. Está estructurado en “visitas” o escenas en las que pasan revista a profesiones o vicios, con una cierta unidad temática. Cada una de ellas consta de los siguientes elementos:

a) una localización espacial concreta, no serán calles alegóricas sino reales y conocidas por todos.
b) la aparición de un personaje que será objeto de una descripción grotesca y que representa los vicios o cualidades negativas que se quieren criticar.
c) el diálogo entre Torres y Quevedo, en el que se expresa la crítica de estamentos y costumbres, que tiene dos consecuencias: el interlocutor que desconoce el presente permite a Torres dar explicaciones sobre el estado moral de la realidad que se examina; la adopción de dos perspectivas algo diferenciadas, la de Quevedo que se sorprende y se indigna, y la de Torres que lo manifiesta y busca las causas.

Otras obras

Don Diego de Torres Villarroel sigue siendo un escritor poco conocido a pesar de lo abundante y original de su obra literaria. Se hace necesaria una exhumación de una obra literaria que refleja unos valores en desacuerdo con las propuestas reformistas de la nueva sociedad ilustrada, pero perfectamente integrada en los casticismos populares con un público lector entregado que lo convirtió en un auténtico fenómeno cultural. Además de las obras estudiadas con anterioridad, a su pluma se deben otras, consideradas por algunos críticos menores. Entre ellas se encuentra algunos textos divulgativos, tanto de cuestiones científicas como ascético-morales, escritos de carácter polémico, poesía, teatro, hagiografías, etc.

Bibliografía fundamental

Ediciones

Los desahuciados del mundo y de la gloria, ed. Manuel M. Pérez. Madrid: Editora Nacional, 1979.
Sainetes, ed. José Hesse. Madrid: Taurus, 1969.
Textos autobiográficos, ed. Guy Mercadier. Oviedo: Cátedra Feijoo, 1978.
Vida de Torres Villarroel, ed. de Guy Mercadier, Madrid, Castalia, 1972.
Visiones y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo por la corte. ed. R. P. Sebold. Madrid: Espasa Calpe, 1966.

Estudios

AA. VV.: Revisión de Torres Villarroel, ed. Manuel María Pérez López y Emilio Martínez Mata. Salamanca: Universidad, 1998.
AA. VV.: Una figura salmantina, Don Diego de Torres Villarroel. Salamanca, 1971.
BERENGUER CARISOMO, Arturo: El Doctor Diego de Torres Villarroel o el pícaro universitario. Buenos Aires: Ediciones Esnaola, 1965.
GARCÍA BOIZA, Antonio: Diego de Torres Villarroel. Ensayo biográfico. Madrid: Editora Nacional, 1949.
MARTÍNEZ MATA, Emilio: Los “Sueños” de Diego de Torres Villarroel. Salamanca: Universidad, 1990.
MATHIAS, Julio: Torres Villarroel, su vida, su obra, su tiempo. Madrid: Publicaciones Españolas, 1971.
PINTO, Mario di: “Scienza e superstizione (Torres Villarroel)”, en Cultura spagnola nel Settecento. Nápoles: 1964, pp. 77-120.
SEBOLD, R. P.: Novela y autobiografía en la “Vida” de Torres Villarroel. Barcelona: Ariel, 1975.
SUÁREZ-GALBÁN, Eugenio: La Vida de Torres Villarroel: literatura antipicaresca, autobiografía burguesa. Chapell Hill: University of North Carolina, 1975.

EMILIO PALACIOS FERNÁNDEZ

Autor

  • Emilio Palacios Fernández ABR.