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BiografíaEconomía

Suñol y Casanovas, Josep (1867-1945).

Industrial español nacido en 1867 y fallecido el 12 de abril de 1945. Fue el promotor de una de las azucareras españolas más importantes del siglo XX.

Sus inicios como empresario dentro del sector de la azucarera estuvieron provocados por la situación vivida en España a finales del siglo XIX. Mientras Cuba era una colonia española, el azúcar consumido procedía de aquel país. Pero cuando se produjo la pérdida colonial en 1898, también se cortaron de raíz las importaciones del azúcar, lo que dejaba libre un gran mercado. Con la intención de estabilizarlo, desde el Ministerio de Hacienda se promulgó, entre otras, la Ley de 19 de diciembre de 1899. En concreto, esta ley regulaba e intentaba fomentar la producción azucarera en España debido a la escasez de producción dentro de sus fronteras. Muchos empresarios españoles aprovecharon la oportunidad que se les había brindado; entre ellos se encontraba Josep Suñol y Casanovas.

Con los reducidos aranceles que se gravaban a la producción nacional, la situación provocó un superávit con la consiguiente bajada del precio. Para evitar las fluctuaciones económicas del sector se constituyó el Cartel General Azucarera, que englobaba a numerosas empresas, lo que suponía aunar políticas de gestión y culturas muy diversas. Esto, junto con la falta de protección por parte del gobierno español, provocó algunos problemas a este cartel. A él se unieron la mayoría de las empresas dedicadas a la fabricación del azúcar. Sin embargo, Suñol no fue uno de los que, como representante de la empresa comercializadora Mir y Suñol, S.R.C., estaban en contra del cartel.

Pero la General Azucarera suponía un fuerte competidor. Para poder hacer frente a esta nueva competencia, en febrero de 1904 se constituyó en Barcelona la Azucarera del Jalón, S.A., presidida por Fernando Puig i Mauri y con Josep Suñol dentro de la comisión directiva. La producción comenzó nada más constituida la sociedad, incluso se comenzaron las actividades de producción con la fábrica todavía sin construir. Desde el primer año de vida de la empresa los resultados económicos fueron positivos.

El éxito de esta empresa sirvió de modelo a otras; éste fue el caso de la compañía de Industrias Agrícolas, S.A., pero tuvo una corta vida y en 1911 Suñol, como representante de Mir y Suñol S.R.C., impulsó su absorción por parte de Azucarera del Jalón tras haber obtenido ciertas participaciones de la empresa. Uno de los efectos de la absorción fue el cambio de nombre de Azucarera del Jalón por Compañía de Industrias Agrícolas.

Durante los siguientes años los resultados de la empresa fueron positivos, e incluso la Primera Guerra Mundial (1914-1918) favoreció las exportaciones de azúcar. Sin embargo, la que no fue tan bien fue la primera empresa de Suñol Mir y Suñol S.R.C., que en 1918 se disolvió. El crecimiento del mercado y su evolución hacía necesaria la colaboración entre los que hasta ahora habían sido sus competidores principales. Debido a los enfrentamientos entre Suñol y Azucarera Española desde los comienzos de ésta, el encargado de llegar al acuerdo con ella fue el presidente de la compañía desde 1922, Jaume Carner. Con una participación del 50% de cada una de ellas, se constituyó la Compañía Azucarera Peninsular, S.A.

El mercado azucarero se mantenía con unas altas oscilaciones dependiendo de las cosechas del año. Sin embargo, la Compañía de Industrias Agrícolas copaba en el año 1922 el 13,7% de la producción total española y en el bienio 1927-1928 llegó al 20,31%. Esto provocó la intervención de Primo de Rivera. Promulgó la Ley reguladora de la industria de 4 de noviembre de 1925, que prohibía la creación de nuevas fábricas.

Cuando se produjo la marcha de Carner a la política, Suñol le sustituyó al frente de la presidencia concentrando todo el poder de la empresa en su persona. Este mismo año creó otra nueva compañía azucarera, la Sociedad Anónima La Baeza, como socio mayoritario, hasta que en 1935 se hizo con el 100% de las acciones. Cuando estalló la Guerra Civil Española, el consejo de la compañía se disolvió y en 1936 fueron incautadas las acciones y participaciones de Suñol, Carner y Barbey y sus herederos. Salvo unos pequeños problemas en alguna de las empresas, se cerraron los ejercicios económicos con resultados positivos mientras duró la contienda.

Hasta el final de sus días, Suñol tuvo gran poder concentrado. De hecho, hasta 1941, poco antes de producirse su fallecimiento, se canceló el contrato que obligaba a la Compañía a venderle a él toda la producción. Desde ese momento se creó, por primera vez, un departamento comercial.

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