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SociologíaBiografía

Sotillo, Sara (1900-1961).

Educadora, sindicalista y dirigente feminista panameña, nacida en la isla de San Miguel (en el Archipiélago de las Perlas) el 19 de abril de 1900, y fallecida en la ciudad de Panamá el 16 de diciembre de 1961. Luchadora infatigable, siempre en favor de las mejoras laborales de sus compañeros de oficio y en defensa de la causa feminista, tras superar a lo largo de su vida un aluvión de obstáculos interpuestos por las altas esferas del poder se convirtió en una de las figuras más relevantes de la sociedad panameña del siglo XX.

Nacida en el seno de una familia trabajadora de escasos recursos económicos, parecía condenada desde su venida al mundo a engrosar esa masa de población pobre y analfabeta que surtía de mano de obra barata a las grandes fortunas del país, pues a su condición femenina (ya suficiente, en la época, para que se le negara el acceso a la instrucción, al pertenecer a una familia pobre) añadía el hecho de ser de raza negra. Sin embargo, su viva inteligencia natural -manifiesta en ella desde su temprana infancia- consiguió superar todos estos handicaps iniciales hasta conducirla a las cotas más altas de la vida pública istmeña.

Fue decisivo, en este ambicioso proceso de superación, el apoyo incondicional de sus progenitores, los humildes Braulio Sotillo y Bathilia Guillén, quienes trasladaron el domicilio familiar a la ciudad de Panamá cuando la pequeña Sara era aún una niña de corta edad, con el convencimiento de que en la capital del país habría más oportunidades para una mujer pobre y negra que en su alejado retiro de provincias. Y, aunque por su modesta situación económica y su nula presencia en los círculos de la alta sociedad los padres de Sara seguían muy alejados -incluso en la ciudad de Panamá- de los principales centros educativos y culturales de la capital, lo cierto es que la muchacha fue demostrando día a día una asombrosa capacidad de progreso en la que no sólo brillaban con luz propia sus excelentes dotes intelectuales, sino también su acusada personalidad, su vivo interés por todo lo relacionado con la realidad política y social circundante y, de forma muy señalada, su precoz exhibición de una firme conciencia cívica preocupada por el sentido del deber y la necesidad de trabajar al servicio de sus conciudadanos.

Logró, pues, merced a estas cualidades propias y al esfuerzo tenaz de sus progenitores, recibir una formación elemental en una escuela primaria de la ciudad de Panamá, de donde, después de haberse destacado como una de las alumnas más aventajadas, salió facultada para ingresar en la Escuela Normal de Institutoras, vía de progresión obligada para cualquier mujer de su tiempo que aspirase a ampliar su formación académica. Alentada entonces por su innata vocación docente, cursó también con asombroso provecho y brillantez los cursos que le permitieron exhibir muy pronto en su curriculum el título de Maestra en Enseñanza Primaria, con el que fue enviada a la escuela elemental de Garachiné (en la provincia de Darién) para que iniciara su andadura profesional dentro de un sector laboral docente que, a la sazón, no se agrupaba aún en ningún colectivo gremial capaz de defender sus derechos sindicales.

Tras este primer "exilio" en una escuela de provincias (destino común, por aquel entonces, para todos los maestros principiantes que no gozaban de los padrinos o las recomendaciones necesarios para ocupar una plaza en la capital), Sara Sotillo logró el traslado a la ciudad de Panamá para seguir ejerciendo la docencia en la escuela de Manuel José Hurtado, en donde permaneció por espacio de veintinueve años, sin permitir que sus numerosas actividades dentro de la vida política, social y sindical del país interrumpieran su vocacional dedicación al magisterio.

En la década de los años cuarenta, cuando la animosa maestra negra ya estaba plenamente integrada en el sistema educativo del país, comenzaron a sucederse los primeros movimientos de agitación laboral entre los profesores istmeños, que reclamaban una serie de mejoras estructurales imposibles de implantar sin la redacción y aprobación de una nueva Ley de Educación. Sara Sotillo se significó entonces como una de las cabecillas de este movimiento reivindicativo, y, a pesar del encono que el poder gubernamental mostró hacia su persona (pues, al saberla negra y mujer, creyeron los dirigentes políticos que sería también la activista más vulnerable), logró imponer su liderazgo y se convirtió en una de las maestras que consiguieron un mayor número de las mejoras reivindicadas por sus colegas.

En colaboración con otras maestras tan audaces como ella, en 1944 Sara Sotillo fundó el colectivo bautizado como Magisterio Panameño Unido, que dos años después se convirtió en una de las piedras angulares de la reforma del sistema educativo, al intervenir plenamente en la discusión y elaboración definitiva de la famosa Ley 47 de 24 de septiembre de 1946 (o Ley Orgánica de Educación), por vía de la cual se introducían en la anquilosada Instrucción Pública istmeña gran parte de las peticiones solicitadas por el cuerpo de maestros (entre ellas, el establecimiento de un criterio de créditos y méritos profesionales que impidiese la arbitraria asignación de plazas, basada hasta entonces en la tiranía del nepotismo caciquil). La intervención de Sara Sotillo en la redacción de esta ley fue decisiva, así como su implicación en otras disposiciones legales que, relativas también al ámbito educativo, se aprobaron por aquellas fechas (como la Ley 36 de 14 de septiembre de 1946, o Ley de Escalafón).

Fruto de estos logros alcanzados por la animosa dirigente fue su consolidación como Presidenta del Magisterio Panameño Unido y, sobre todo, la influencia de este colectivo en otros muchos ámbitos de la administración pública del país. Además de haber alcanzado la aprobación en la Asamblea Nacional de las citadas leyes Orgánica de Educación y del Escalafón, el Magisterio Panameño Unido conquistó otras antiguas y anheladas aspiraciones del cuerpo docente, como la creación de la Cooperativa de Ahorro del Educador, el levantamiento de la Barriada de Miraflores para maestros y la construcción de la Casa del Maestro, sita en la Urbanización Obarrio (en palabras de la propia Sara Sotillo, "el Magisterio Panameño Unido considera haber realizado muchas cosas a favor del maestro. Intervinimos en la ley de Escalafón, presentada a la Asamblea Nacional en 1946 por el ministro Crespo. Hemos dignificado al maestro, que hoy se siente respaldado por una ley y por una agrupación fuerte. La Urbanización de Miraflores, barriada para maestros, es algo de lo que nos sentimos orgullosos").

Coherente con la pureza y sinceridad de su espíritu combativo, Sara Sotillo rechazó a lo largo de su dilatada trayectoria profesional muchas ofertas de ascenso dentro del escalafón de los educadores, pues consideraba que sólo desde el humilde grado de maestra de educación básica podía seguir luchando con firmeza -y sin sucumbir a la ambición- por las mejoras que reivindicaba el colectivo. Y se mantuvo terne en esta postura hasta el momento de su jubilación, que se vio entorpecida y retrasada hasta los treinta años de servicios (cuando por ley bastaba con haber cumplido veintiocho) por las numerosas trabas que le seguían poniendo los numerosos enemigos que había dejado dentro de la administración gubernamental. El pleno reconocimiento de las instancias oficiales no le llegó hasta después de su muerte, cuando una escuela primaria fue bautizada con su nombre.

Al tiempo que desplegaba esta intensa actividad reivindicativa en defensa del colectivo laboral de los maestros, Sara Sotillo, movida por su innato anhelo de justicia social, se destacó también como una de las luchadoras feministas más bulliciosas de su tiempo. Afiliada al Partido Nacional Feminista, realizó numerosos servicios en favor de sus correligionarias y llegó a alcanzar, dentro de la Junta Directiva de dicha formación política, el cargo de Segunda Vicepresidenta, desde el que trabajó de forma incansable en pro de la consecución de los derechos civiles y políticos que aún se negaban a la población femenina.

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.