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Silva y Álvarez de Toledo, María del Pilar Teresa Cayetana de. XIII Duquesa de Alba (1762-1802)

Decimotercera duquesa de Alba nacida el 10 de junio de 1762 y muerta el 23 de julio de 1802, nieta del XII duque de Alba, Fernando de Silva y Álvarez de Toledo. Heredó la titularidad del Ducado de Alba en 1776, fecha de la muerte de su abuelo, y lo mantuvo hasta 1802, fecha de su propia muerte.

La duquesa de Alba (Óleo sobre lienzo, 1797). Hispanic Society of America (Nueva York, Estados Unidos).

Una de las mujeres más ricas de su tiempo y de las aristócratas con más títulos del mundo, María del Pilar ha pasado a la historia, sin embargo, por las tempestuosas relaciones que mantuvo con el pintor Francisco de Goya, que la retrató, oficialmente, en varios de sus cuadros. Cuando contaba con apenas doce o trece años de edad contrajo matrimonio con su primo José Álvarez de Toledo, marqués de Villafranca y duque de Fernandina. Su palacete se convirtió en el centro de la vida social y cultural madrileña. Tras su muerte, sin descendencia, la casa de Alba transmitió sus derechos sucesorios a los Fitz-James Stuart, duques de Berwick, y siguió acumulando con los títulos nobiliarios uno de los mayores patrimonios de España. La vida de la XIII duquesa de Alba está envuelta en la leyenda hasta el punto de que aún hoy no está clara la causa de su muerte, envenenamiento, suicidio o fiebres, son diversas hipótesis que se han manejado para explicar la prematura muerte de Cayetana.

A lo largo de sus cuarenta años de vida, María del Pilar Teresa Cayetana, escandalizó a la alta sociedad de su tiempo, la cual, se encontraba atenazada entre la doble moral y el inmenso poder de la Casa de Alba. Su vida fue fuente de inspiración para artistas como el poeta Tomás de Iriarte o el pintor Francisco de Goya, e incluso en la actualidad su leyenda continúa siendo motivo de discusión y fuente inagotable de literatura.

Nacida en el centro de Madrid el 10 de junio de 1762, en el seno de la familia aristocrática más importante de Europa, y la que posee más títulos del mundo, la Casa ducal de Alba, fue hija de Francisco de Paula de Silva y Álvarez de Toledo, XIV duque de Huescar, y de María del Pilar Ana de Silva y Sarmiento de Sotomayor, descendiente del conde de Salvatierra y VIII marquesa de Santa Cruz. Cayetana pasó los primeros años de su vida en el viejo palacio de la Casa de Alba, en el centro de Madrid. En 1777 ordenó la construcción del palacio de Buenavista, en el que residió pese a que nunca vio acabadas las obras, pues dos incendios obligaron a su reconstrucción.

Cuenta la leyenda que la joven María del Pilar Teresa Cayetana tenía por costumbre escaparse del palacio familiar para recorrer las calles de Madrid, bien en compañía de su aya María Troyre, bien en solitario. Esta costumbre, como es lógico, le causó grandes disgustos a sus familiares, máxime si se tiene en cuenta que por esta época Teresa Cayetana debía tener menos de doce años, y algunos investigadores han apuntado la posibilidad de que tras el traslado de la familia al palacio de Buenavista, en ese tiempo a las afueras de Madrid, se encontrase precisamente el deseo de sus padres de evitar estas fugas. Desde su residencia en el palacio de Buenavista, la duquesa de Alba era vecina de la famosa Casa de las Siete Chimeneas, edificio que había sido residencia del embajador de Venecia; también había en las cercanías un famoso burdel. Dicho embajador se hizo famoso en el Madrid de la época por las fiestas que organizaba en la Casa de las Siete Chimeneas y por los desórdenes sexuales que en ellas tenían lugar.

En 1770 falleció su padre, por lo que Cayetana se convirtió en la única heredera de su anciano abuelo, el cual falleció seis años más tarde. Con anterioridad, el 15 de enero de 1775 su abuelo le había concertado el matrimonio con José María Álvarez de Toledo y Gonzaga y Pérez de Guzmán, XVI duque de Medina Sidonia, y a la postre primo de Cayetana. Algunos estudios mantienen que la elección del duque de Medina Sidonia respondió al deseo del anciano Fernando de Silva de restaurar el apellido Álvarez de Toledo en el ducado de Alba. Parece ser que pese a celebrarse el enlace, no pudo consumarse, y por lo tanto no fue efectivo, hasta un tiempo después, ya que Cayetana, de doce años de edad, no había tenido aún su primera menstruación.

Cayetana no era feliz junto a su esposo por lo que volvió a refugiarse en sus tradicionales escapadas por las calles de Madrid, según cuenta la leyenda disfrazada de maja y tomando parte en las fiestas populares. Por estas fechas, la joven esposa comenzó a organizar una serie de grandes festejos en su palacio, a los que invitaba al pueblo llano, lo que causó un primer escándalo entre la aristocracia española, para nada acostumbrada a mezclarse con el pueblo. Con apenas 15 años Cayetana se convirtió en la XIII duquesa de Alba, segunda mujer que heredaba el Ducado por derecho propio, convirtiéndose en uno de los personajes más importantes e influyentes de la Corte y rivalizando incluso con la princesa de Asturias, María Luisa. Teresa Cayetana heredó de su abuelo más de veinte títulos y cinco grandezas de España, con el correspondiente patrimonio que incluían, a los que añadió los inmensos estados de la Casa de Oropesa, heredada de su abuela paterna.

Tras la muerte de su padre, su madre se había vuelto a casar con el conde italiano Joaquín Pignatelli, el cual ya tenía hijos de un matrimonio anterior. Uno de ellos, Juan Pignatelli, a la sazón hermanastro de Cayetana, se convirtió en el gran amor de la joven duquesa de Alba. La relación entre Teresa Cayetana y Juan Pignatelli, además de suponer otro escándalo para la aristocracia española, le costó a la duquesa de Alba la profunda enemistad de la princesa de Asturias, la cual también buscaba los favores de Pignatelli. Desde este momento, la enemistad entre ambas damas se convirtió en una constante de sus vidas, sobrepasando los sentimientos que en ambas inspiraba el joven italiano, ya que dicha rivalidad perduró incluso después de que Pignatelli dejara de interesarlas. Debido a esta enemistad, Teresa Cayetana conspiró contra Godoy, cuando éste se convirtió en el supuesto nuevo amante de la ya entonces reina. Cierto es que tras esta animadversión personal, más o menos cuestionada, entre la soberana y la duquesa de Alba, se encierra la verdad histórica del resentimiento de la alta nobleza frente al favoritismo del que era objeto Manuel de Godoy, considerado por los grandes nobles como un advenedizo que debía su posición a la debilidad del monarca, Carlos IV, y a los favores de la reina. Además de con la reina, Teresa Cayetana mantuvo una profunda enemistad con la duquesa de Osuna, pero aquí si que parece que tuvieron más que ver los celos personales que cualquier motivo político.

Una de las anécdotas más conocidas, que ilustran la profunda animadversión entre la princesa de Asturias y la duquesa de Alba narra como en cierta ocasión la princesa María Luisa regaló a Juan Pignatelli una fabulosa cajita de oro y diamantes, la cual, a su vez, fue regalada por Pignatelli a la duquesa de Alba. Ésta, le compensó con el regalo de una valiosa sortija que Pignatelli regaló a su vez a la princesa. Semejante intercambio de regalos no podía salir bien, María Luisa, consciente de la procedencia de la sortija, la lució en un besamanos al que asistió Cayetana, la cual no tuvo más remedio que besar la sortija. Humillada, la duquesa de Alba preparó su venganza; enterada igualmente de la procedencia de la cajita de oro, se la regaló a los cortesanos de María Luisa, que montó en cólera. Pero la venganza no acabó ahí, poco después, María Luisa recibió de la reina de Francia una lujosa cadena de oro que lució en una cena de palacio a la que la duquesa estaba invitada, la cadena fue la admiración de la Corte. Cayetana ordenó que se hicieran un centenar de copias que repartió entre la servidumbre de la reina. Tras semejante intercambio de afrentas, la princesa presionó a su esposo para que enviase a Juan Pignatelli a la embajada en París.

A partir de este momento, Cayetana, cansada de las intrigas de la Corte, abandonó Madrid y fijó su residencia entre el palacio abulense de Piedrahita y el gaditano de Sanlúcar de Barrameda. Fue en esta época cuando apareció la figura de Francisco de Goya en la vida de la duquesa. Aquí el relato se confunde más que nunca con la leyenda, mucho se ha hablado de los amores de la duquesa con el genial artista, sobre todo a raíz de la polémica de las Majas y a quién representan.

Al parecer, Goya conoció a la duquesa de Alba hacia 1790, cuando de la mano de la duquesa de Osuna el pintor aragonés ingresó en los círculos aristocráticos de la Corte madrileña. Cinco años más tarde Goya realizó un retrato de la duquesa y otro de su esposo. Se ignora la fecha exacta en la que Goya pintó la Maja desnuda, pero se sabe que fue antes de 1800, ya que en esa fecha la obra ya aparece citada en el gabinete de Godoy. Este hecho introduce una incógnita más: ¿quién encargó la obra?, y refuerza la idea de que la asimilación del modelo pintado con Cayetana no es más que un mito, ya que dada la enemistad entre la duquesa y Godoy es difícil explicar como el cuadro acabó en su gabinete si la retratada fuera la duquesa, a no ser que se de crédito a otra leyenda, aún más improbable, que convierte a Cayetana y a Godoy en amantes. Todo parece indicar que fue el propio Godoy quien encargó a Goya la pintura de la Maja desnuda, máxime si se tiene en cuenta la afición del ministro por los cuadros de esta temática. Por su parte, la historia que identifica a la maja con Cayetana se fundamenta en la conocida relación entre el pintor y la duquesa y al hecho de que cuando se supone que se pintó el cuadro, ambos se encontraban juntos en Sanlúcar de Barrameda, donde habían ido tras la muerte del marido de la duquesa, el 9 de junio de 1796. Independientemente de la posible relación entre ambos, lo cierto es que el cuadro supone todo un enigma, ya que si bien el rostro no se corresponde con el de la duquesa (de hecho es un rostro idealizado que no corresponde a nadie concreto), el cuerpo si pudiera ser el de Cayetana, según se comprobó en 1945, cuando el duque de Alba exhumó los restos de su antepasada para tratar de restar veracidad a la leyenda de la maja; la exhumación mostró un hecho también misterioso, al cadáver le faltaba un pie. Extrañamente, al cadáver de Goya le faltaba la cabeza.

El 23 de julio de 1802 falleció María del Pilar Teresa Cayetana, sin herederos, por lo que la titularidad de la Casa de Alba recayó en los Fitz-James Stuart, duques de Berwick.

JACJ

Autor

  • Juan Antonio Castro Jiménez