A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
HistoriaPolíticaBiografía

Shihuangdi o Zhao Zheng, Emperador de China (259-210 a.C.).

Emperador de China, primero de la dinastía Qin, nacido en el año en el 259 a.C. en Qin, al noroeste de China, y muerto en el 210 a.C. en Pingtai de Shaqiu, provincia de Hebei, que ocupó el trono desde el 221 a.C. hasta su muerte en el 210 a.C. Fue conocido también como Zhao Zheng, rey de Qin (antes de ser nombrado emperador).

Vida

Según los antiguos historiadores su verdadero padre fue Lü Buwei, célebre comerciante y autor de numerosas obras, entre las cuales destaca Lüshi Chunqiu (Anales de Primavera y Otoño del Maestro Lü), en la que sintetizaba las tendencias intelectuales de su época y pretendía dar al estado de Qin un fondo ideológico. Antes de su nacimiento su madre contrajo matrimonio con Yiren, el príncipe heredero de Qin, que se encontraba retenido como rehén en la corte del reino de Zhao. Gracias a la habilidad de Lü Buwei, el príncipe fue autorizado a volver a la corte de Qin y más tarde llegó a convertirse en rey bajo el nombre de Zhuangxiang. Nombró a Lü Buwei su ministro y adoptó al niño concebido por su mujer, quien, con el tiempo, le sucedería. En el año 247 a.C., a la edad de doce años, Zhao Zheng accedió al trono de Qin, uno de los siete estados más poderosos de China.

Menos de un siglo antes, Qin era considerado por los otros reinos como un país retrasado
con costumbres toscas, más parecidas a las de los bárbaros que a las de los chinos de la llanura central. Lo cierto es que Qin adoptó tardíamente los ritos religiosos que se practicaban desde hacía ya mucho tiempo en otros reinos chinos, como el sacrificio de invierno y la música refinada de los estados de Cheng y de Wei. El impulso de Qin comenzó después de su victoria sobre los nómadas del norte en el año 314 a.C. y de la subsiguiente ocupación de la fértil llanura de Chengdu, del país de Shu (en la actual provincia de Sichuan). En el año 312 a.C., Qin se apoderó de la ciudad de Hanzhong y se anexionó el alto valle de la de Han. Los trabajos de irrigación y, más concretamente, la construcción hacia el año 300 a.C. de un canal de 150 km que unía el curso del río Jing y el del río Luo del norte, que favorecieron la irrigación y el rendimiento de los campos cultivados, contribuyeron a hacer de Qin un país próspero. Sin embargo, fue su organización militar y sobre todo administrativa, muy superior a la de otros estados chinos, y las reformas de Gongsun Yang las que hicieron de Qin un estado poderoso.

Después de la muerte de Zhuangxiang, el ministro Lü Buwei actuó de regente. Acusado en el año 237 a.C. de mantener relaciones secretas con la madre de Zhao Zheng, éste le obligó a suicidarse e hizo arrestar a su propia madre. Li Ssu, ministro de justicia, se convirtió entonces en el consejero real hasta su muerte en el 208 a.C. El joven rey había leído los escritos de Han Feizi, condiscípulo de Li Ssu y maestro de la Escuela de los legistas, quien hacía recaer la fuerza del estado sobre el poder militar y las instituciones penales. Queriendo atraerlo hacia sí, proyectó la anexión de Han, país de origen de Han Feizi. El señor de Han se apresuró a enviar al célebre filósofo a la corte de Qin. Han Feizi ejerció tanta influencia sobre Zhao Zheng, rey de Qin, que despertó la envidia de Li Ssu, quien le acusó de trabajar en secreto por los intereses de su patria. Poco tiempo después Han Feizi fue hecho prisionero y forzado al suicidio.

En el 230 a.C. el rey de Qin se apoderó del estado de Han y luego del de Zhao, en el 228 a.C. A fin de poner término a estas conquistas, el rey de Yang encargó a Jing Ke, un guerrero conocido por su gran valor, asesinar al rey de Qin, pero esta tentativa fracasó y Jing Ke murió heroicamente, apaleado por los guardias del palacio. Mienatras tanto, Zhao Zheng continuó con las anexiones; se apoderó del principado de Wei en el año 225, del país de Chu en el 223, de Yan en el 222 y, finalmente, del poderoso y temible estado de Qi en el 221. Dueño absoluto de todos los países chinos, Zhao Zheng, rey de Qin, tomó entonces el título de Emperador, también a veces llamado “Augusto Soberano” o “Divino Ancestro”, denominaciones en las que había una connotación religiosa, que recuerda al culto real, concentrado en otro tiempo en la persona del emperador, y luego asumido por las hegemonías tras el declive de la virtud política y religiosa de los soberanos de la dinastía Zhou. Para asegurar la continuidad de la nueva dinastía, el joven emperador se proclamó Primer Emperador (Shihuangdi), y decidió que su hijo, en el momento de su sucesión, tomaría el título de Segundo Emperador (Er Huangdi), y así sucesivamente hasta la diezmilésima generación.

Organización de la Administración

Una vez terminada la conquista de los reinos chinos, Shihuangdi, ayudado por Li Ssu, promovido entonces al rango de primer ministro, se ocupó de dar una unidad política y administrativa al nuevo imperio, unidad que debía, según los principios de los legistas, favorecer la agricultura y la guerra. Así, durante su reinado, se lanzaron ataques contra los bárbaros Xiongnu en Gansu y en Mongolia, y se enviaron expediciones militares hacia el noreste, hasta Manchuria y Corea. El sur fue también objetivo de nuevas conquistas. Los ejércitos chinos penetraron por primera vez en territorios inexplorados hasta entonces por los chinos, alcanzando Fujian, Guangdong y la cuenca del río Rojo en Vietnam, donde los exiliados fueron enviados en un intento de colonización.

La unidad política se acompañó de una serie de reformas económicas, sociales y religiosas. Así, las monedas de concha que se habían utilizado en la mayor parte de los reinos chinos fueron reemplazadas por una moneda única, hecha de hierro o cobre, según su valor, de forma circular y horadada en su centro por un agujero cuadrado que imitaba la forma redonda del cielo y la cuadrada de la tierra, cuyo modelo subsistirá todavía en la época contemporánea. El emperador colocó la nueva dinastía bajo el signo del agua, siguiendo la antigua teoría de los cinco elementos (agua, madera, tierra, fuego y metal) que se combinan para formar el universo. El pensamiento antiguo había desarrollado todo un sistema de correlaciones, atribuido particularmente al filósofo Zou Yan (350-270 a.C.). Siguiendo las correspondencias cosmogónicas, el invierno, que es la estación del agua, fue asociado a la dinastía, con el color negro y la cifra seis. Las banderas y las vestimentas rituales del emperador debían de ser negras, y la carroza imperial tirada por seis caballos. A lo largo del imperio los pesos y medidas fueron unificados. Todos los territorios conquistados fueron recortados en 36 (seis veces seis) encomiendas (jun) que, a continuación, aumentaron a 48. Éstas fueron divididas en prefecturas (xian), distritos (xiang), cantones (ding) y pueblos (li), situados bajo la estrecha vigilancia del gobierno central. Una nueva norma gráfica fue impuesta para unificar la escritura. Hasta entonces cada estado practicaba, sobre el fondo común de los ideogramas, variaciones según la costumbre local.

Para que las órdenes y las leyes y reglas administrativas fueran comprendidas en todo el imperio, Shihuangdi hizo edificar un lan-ya, en Shandong, una estela que constituía un patrón de la escritura nacional. Los ritos religiosos y las ceremonias oficiales fueron regularizadas. Despojada por los legistas de la antigua magia sobre la cual se apoyaba el poder de los emperadores legendarios, la soberanía del derecho divino reaparecía, reforzada esta vez por los ritos imperiales debidamente catalogados, pero su contenido y nombres se mantenían secretos. La religión oficial, que pretendía unir a todos los súbditos del imperio, volvía a ensalzar los cultos agrarios de la antigüedad. El emperador velaba por que se practicaran, en el momento oportuno, los sacrificios en las montañas, en las grandes corrientes de agua y a todas las divinidades del pasado. Shihuangdi ordenó la construcción de un centenar de templos dedicados al sol, a la luna, a los planetas y a las estrellas, así como a las divinidades de los caminos y de los campos, al Señor del Viento y al Maestro de las lluvias. En lo privado, sus aspiraciones religiosas se manifestaban en una búsqueda obsesiva del elixir de la inmortalidad, o en su deseo por entrar en contacto con los Genios, construyendo para ello altas torres. Envió también una expedición marítima al golfo de Bohao para localizar las tierras paradisíacas de los Inmortales.

Con el objetivo de borrar para siempre el recuerdo de la antigua autonomía de los reinos, Shihuangdi hizo destruir las murallas que los diferentes estados habían levantado durante la época de los Reinos Combatientes para protegerse los unos de los otros, y reforzó las murallas que los estados de Zhao, de Yan y el mismo reino de Qin habían construido para
defenderse de los ganaderos nómadas Xionnu. Estas murallas, situadas en la frontera norte del imperio, fueron prolongadas y se extendieron, a lo largo de 5.000 Kms., desde el sur de Gansu hasta la frontera con Corea. La Gran Muralla, cuyo trazado difiere del actual, tenía en aquella época el aspecto de una barricada de tierra coronada de atalayas. Sirvió durante un tiempo para repeler a los bárbaros y para proteger a la población de los agricultores sedentarios establecidos a lo largo del Río Amarillo. La construcción de la Gran Muralla duró aproximadamente diez años.

Para reforzar el poder central y la unidad del imperio, Li Ssu abolió las jerarquías feudales locales y suprimió los privilegios de los señores feudales, los cuales fueron sustituidos por una jerarquía de altos funcionarios nombrados por los ministros. Todos los súbditos del imperio fueron obligados a deponer las armas, y con el bronce de las armas confiscadas se fundieron doce estatuas gigantes que fueron expuestas en Xiannyang, capital del reino de Qin y luego capital del Imperio. Ciento veinte mil familias nobles de los antiguos reinos fueron deportadas para vivir en la capital bajo la vigilancia del emperador. Las reformas impopulares de Li Ssu provocaron el rencor de los que se veían desposeídos de su poder, quienes intentaron en dos ocasiones, sin conseguirlo, matar al emperador.

Enfrentamientos con los confucianistas

Los artesanos y sobre todo los comerciantes, a quienes los legistas acusaban de enriquecerse a costa del estado, fueron especialmente vigilados. Su actividad se vio entonces reprimida, en beneficio de la producción agrícola. Así, se deportó a los ricos propietarios de talleres donde se fundía el hierro al sur de Chensi y a Sichuan y, según los textos antiguos, doscientas mil familias de comerciantes fueron transferidas al país de Chu y a la región de Nanyang, al sur de Luoyang. El Derecho, todopoderoso, y una burocracia muy jerarquizada, secundaban un estado casi totalitario. Las leyes penales, particularmente severas con las mujeres, los ociosos, los vagabundos y los letrados, regían la vida social. Los “sabios” eran protegidos por el emperador, quien se rodeó de técnicos procedentes de distintas regiones de China, mientras que los letrados, poetas, críticos, maestros de escuela y, sobre todo, los discípulos de Confucio, se veían censurados y muy a menudo perseguidos o enviados a realizar trabajos forzados.

Todo lo que recordaba al pasado o era susceptible de interpretarse como una crítica a la tiranía del estado era sistemáticamente condenado. Ante el descontento creciente de los hombres de letras, que se encontraban privados de libertad, Li Ssu propuso al emperador en el año 213 a.C. quemar todos los libros clásicos que servían para la enseñanza en las escuelas, así como todos los libros de historia de los reinos chinos. Al año siguiente, 460 confucianos fueron quemados vivos en la capital y muchos otros condenados a trabajar en las canteras de la Gran Muralla. De la funesta quema del 213 a.C. sólo se salvaron las Crónicas de Qin, los libros de medicina, los tratados de agricultura y los tratados de adivinación a través de conchas de tortuga y de hebras de aquilea. El incendio de libros y la persecución de sus autores, provocaron el despecho de los letrados chinos y le valieron al emperador el desprecio de las generaciones posteriores, que le describieron como un ser carente de escrúpulos, dispuesto a corromper o a matar a todos los que se le opusieran.

Su hijo mayor, Fu Su, que osó criticar estas medidas, fue desterrado y enviado al norte del Imperio junto al general Ming Tian, que dirigía la construcción de la Gran Muralla. El mismo pueblo, mucho tiempo después de la muerte de Shihuangdi, manifestó su hostilidad contra el tirano al profanar su tumba. Esta siniestra reputación sólo se verá atenuada después de la Revolución Cultural China, ya en el siglo XX, en un momento en que el confucianismo pierde importancia en China. Las consecuencias de la destrucción masiva de los libros antiguos no fueron, sin embargo, tan fatales para las letras chinas como los historiadores oficiales, de formación confuciana, quisieron hacer creer. Los letrados habían aprendido de memoria las obras de Confucio, que se mantuvieron vivas gracias a la tradición oral y circularon en secreto entre los letrados. Por otra parte, un ejemplar de las obras prohibidas fue conservado en la biblioteca imperial, a la cual tenían acceso los eruditos tras solicitar una autorización.

Obras públicas

El emperador ordenó también la construcción de una gigantesca red de carreteras, que irradiaba de la capital Xianyang y se distribuía por todo el país. La propia capital fue habilitada para ofrecer una imagen lujosa, de acuerdo con la nueva gloria del imperio. Shihuangdi se hizo construir, en Yan-Yang, en la ribera norte del río Wei, una grandiosa residencia, con un camino exclusivamente para él y bordeada por altos muros de tierra, con el fin de no ser visto por nadie, como medida de seguridad. En el año 212 a.C. Shihuangdi mandó construir en la ribera sur una réplica perfecta de los palacios de los seis estados vecinos más poderosos. El más grande y el más lujoso, llamado Palacio Afang, medía de este a oeste cerca de 700 m y de norte a sur unos 120 m, y podía dar cabida a diez mil personas. No queda nada actualmente de estos pabellones, incendiados algunos años después de la muerte de Shihuangdi por Xiang Yu, un noble originario del antiguo reino de Chu, que entró en la capital a la cabeza de uno de los ejércitos rebeldes para poner fin a la dinastía Qin.

Poco tiempo después de su llegada al trono, el emperador emprendió la construcción de un gigantesco mausoleo, que pretendía ser un verdadero palacio subterráneo. El emplazamiento de su tumba, al este de la capital, a 40 km de la actual Xi-An, entre el monte Li al norte y el río Wei al sur, había sido elegido de acuerdo con la antigua geomancia (véase Feng Shui), según la cual la cabeza del cadáver debía de tener cerca una montaña y los pies debían de estar cerca del agua. Las habitaciones funerarias estaban rodeadas de dos recintos, en el exterior de los cuales se encontraban numerosas fosas que contenían un ejército de soldados de terracota en orden de combate. Su construcción, dirigida por el ministro Li Ssu, fue tan larga y laboriosa que, a pesar del trabajo de cientos de miles de obreros, no pudo ser terminada en vida del emperador.

Shihuangdi pasó los últimos años de su vida escondido en sus numerosos palacios. Murió en el año 210 a.C., en el curso de una visita de inspección a Shaqiu (actual Pingxiang, en Hebei), después de 37 años de reinado. Se cuenta que temía tanto a la muerte que había prohibido pronunciar esta palabra en su presencia, y que cuando cayó enfermo nadie se atrevió a revelarle la gravedad de su estado. Su muerte fue mantenida en secreto el tiempo necesario para que Li Ssu y Zhao Gao, jefe de los eunucos y entonces preceptor del hijo menor del emperador, Huhai, pudieran arreglar la sucesión. Zhao Gao, en complicidad con Li Ssu y Huhai, falsificó una carta póstuma del emperador para convertirla en una sentencia de muerte contra Fu Su, su heredero legítimo, y el general Meng Tian, que fueron obligados a suicidarse.

Huhai sucedió a su padre bajo el nombre de Er Shi a la edad de 21 años. Algunas semanas después de la muerte de su padre, permitió el retorno del cuerpo del difunto emperador a la capital. Er Huangdi, de carácter débil y licencioso, abandonó pronto el poder en manos del todopoderoso Zhao Gao, quien ordenó eliminar a su rival Li Ssu y le hizo ejecutar junto con toda su familia en el año 208 a.C. Ese mismo año empujó al joven emperador a suicidarse y puso en el trono a Zhiying, sobrino del Segundo Emperador, quien poco después le hizo asesinar. El reinado del Segundo Emperador había estado marcado por numerosas revueltas populares y la rebelión de los ejércitos, dirigidos por Zhuang Han, que continuarían bajo el reinado de su sucesor Zhiying. Éste se rindió ante Zhuang Han, quien ordenó ejecutarle en el 207 a.C. Así termina la dinastía Qin (se pronuncia [chin]) que, a pesar de su corta duración, fue la que dio su nombre a China, conocida bajo esta denominación en Occidente por las fábricas de seda del Imperio de los Qin.

La dinastía Qin no llegó a alcanzar, pues, las diez mil generaciones, como había deseado e imaginado Shihuangdi. Tras diversas sublevaciones campesinas e intrigas palaciegas, la dinastía Qin sucumbió ante un ejército encabezado por Liu Bang, quien inaugura una nueva dinastía: la Dinastía Han.

El ejército de soldados de terracota

La tumba que el emperador Shihuangdi se hizo construir en Lintong, cerca del monte Li, se ha convertido, gracias a los recientes descubrimientos arqueológicos, en la construcción más célebre que nos ha dejado, junto con la Gran Muralla, la dinastía Qin. Li Ssu fue encargado de dirigir los trabajos, que llegarían a durar más de treinta años. Junto al emperador, fueron sepultados vivos todos los miembros de su ejército, así como servidores y concubinas. Junto a su tumba, se enterró también una reproducción en arcilla de sus fuerzas armadas (conocida como el Ejército de Terracota). Para evitar que alguien difundiera los secretos de la construcción del mausoleo, enterró también vivas a cuantas personas habían participado en ella. A pesar de que el mausoleo fue descrito con todo detalle por el historiador Sima Qian (145-90 a.C.) en el Shu Ji, sólo salió a la luz en 1974, gracias a un descubrimiento fortuito de los campesinos de la zona. Las fosas contienen una representación del ejército en formación de combate. Soldados de infantería, de caballería, tiradores de elite, carros ligeros, armas, caballos... ponen de manifiesto el gran desarrollo técnico y logístico que se había alcanzado en el terreno militar. Su inspirador técnico fue Sunzi (siglo IV a.C.), gran estratega que analizó y estudió en su libro El Arte de la Guerra los factores técnicos, climatológicos, topográficos, psicológicos..., que hay que tener en cuenta a la hora de presentar batalla. A pesar del gran número de figuras, llama la atención que todas las cabezas, manos y corazas son distintas, si bien los torsos presentan mayor uniformidad; los detalles, como barba, orejas, tocados, etc., se añadieron posteriormente. El tratamiento individualizado del rostro muestra un ejército multirracial, símbolo de los habitantes del Imperio. (Para ampliar esta información, véase la entrada correspondiente.)

Bibliografía

  • ZHONGLI, Z. Terracotas Qin. (Pekín: Editorial china Popular, 1997).

  • TWITCHET, T. y LOEWE, M. The Qin and Han Empires (1976).

C. Marco Martínez / C. F. Brugidou

Autor

  • JLGC ; Consuelo Marco Martínez ; Catherine François Brugidou