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HistoriaReligiónBiografía

Savonarola, Girolamo (1452-1498).

Teólogo y reformador italiano nacido en Ferrara el 21 de septiembre de 1452 y muerto en Florencia el 23 de mayo de 1498.

Perteneciente a una ilustre familia, fue hijo de Michelle dalla Savonarola y de Elena Bonacorsi. Recibió una esmerada educación humanística bajo la dirección de Battista Guarino y bajo la tutela de su abuelo Michelle, que le inculcó un profundo sentimiento religioso. Las fuentes lo muestran como un niño taciturno, pero de brillante inteligencia y un gran amor al trabajo. Apasionado lector de las Escrituras, Savonarola fue además aficionado a la metafísica, siendo Aristóteles y Santo Tomás sus autores favoritos.

Profundo analista, pronto se dio cuenta Savonarola de la corrupción de la corte de Ferrara y de la ostentación del papa Pío II, lo que unido a su rica formación y a la incidencia de los sermones moralizantes de los dominicos, le llevó a sentir un profundo desprecio por el mundo, así como por el estado de la Iglesia, como quedó de manifiesto en sus primeros poemas, De ruina mundi (1472) y De ruina ecclesiae (1475). En 1472 comenzó la carrera religiosa al ingresar en el convento dominico de San Domenico, en Bolonia, en el que fue ordenado sacerdote tres años después. De ésta época data su amistad con el que más tarde sería vicario general de la orden, Sebastián Maggi, cuya ayuda le fue preciosa en muchas circunstancias difíciles de su vida. Estudió Teología en Bolonia y Ferrara y en 1482 fue enviado al Estudio General de Florencia, como lector de Teología en el convento de San Marcos. Pronto comenzó a ganar fama como predicador, a raíz de sus encendidos sermones en los que condenaba los vicios reinantes. Predicó la Cuaresma en San Geminiano y en Génova y en 1485 participó en la Dieta de Lombardía, reunida en un convento en Brescia, donde en uno de sus sermones vaticinó que la Iglesia sería castigada por sus múltiples pecados, pero que después de ello llegaría la renovación. El tono profético y apocalíptico de sus sermones atrajo hacia él a una multitud de fieles; entre ellos se encontraba Pico della Mirandola, a través del cual Savonarola fue requerido por Lorenzo de Médicis para el convento de San Marcos de Florencia (1489). Y aunque en un primer momento en Florencia Savonarola no se dedicó a la predicación sino a la enseñanza, a petición de sus discípulos, pronto comenzó con la explicación del Apocalipsis y su auditorio fue creciendo paulatinamente, hasta tal punto que se vio obligado a dar sus sermones en la catedral, donde comenzó a atacar las inmorales costumbres de los Médicis y la relajación religiosa de su época. Llegó a ser amonestado por sus soflamas contra Lorenzo de Médicis, a quien él conminó a que hiciese penitencia, puesto que su fin se encontraba próximo. De hecho, Savonarola se negó a tratar con Lorenzo mientras éste mantuviese sus inmorales costumbres; el gobernante florentino, que no se atrevió a enfrentarse directamente contra el que ya era prior de San Marcos, trató de llevar a cabo una campaña de descrédito contra él, denostando sus rigurosos modos y contraponiéndolos al elegante y barroco estilo de Mariano de Gennazzano, pero el fracaso de éste supuso la consolidación de Savonarola, a quien el de Médicis mostró en adelante un gran respeto, hasta el punto de que, próximo a su muerte, Lorenzo le escogió para que fuese él quien le administrase la extremaunción.

En 1491 Savonarola fue elegido prior de San Marcos, que él pretendió que fuese el centro de renovación de la Iglesia entera. Efectivamente, San Marcos, así como toda la congregación de Lombardía (de la que a la sazón era vicario Vicente Bandelli), se convirtieron en el espejo moral en el que se miraron las congregaciones de toda Italia. Las congregaciones de Lombardía no sólo fueron defendidas por papas como Inocencio VIII y Alejandro VI, sino también por príncipes seculares de probada inmoralidad, como Lorenzo el Magnífico o Luis el Moro.

El 22 de mayo de 1493 fueron sentadas las bases del futuro trabajo reformador de Savonarola, al separar San Marcos de la congregación de Lombardía y ser colocada en una nueva congregación de Toscana. Para formar ésta nueva congregación, Savonarola había tenido que enfrentarse al vicario general de Lombardía y a Luis el Moro, que pusieron resistencia a la desmembración de la congregación lombarda, pero pudo el dominico contar con el apoyo del sucesor de Lorenzo el Magnífico, Pedro de Médicis. La nueva congregación quedó únicamente bajo el control del general de los dominicos, Joaquín Torriani, y puso bajo la autoridad de Savonarola a los conventos de Fiésole, San Geminiano y Santa Catalina de Pisa, con las atribuciones de un provincial de la orden. En el primer capítulo de la orden (1494) Savonarola fue elegido vicario general y fueron puestas de manifiesto las bases sobre las que se habría de articular la reforma: la principal era la pobreza; los nuevos conventos que se edificasen deberían carecer de ostentación y, puesto que la mendicidad no bastaba para mantener a comunidades numerosas, sería el trabajo de los frailes el que asegurase su sustento. Fueron establecidas en San Marcos escuelas de pintura, escultura, caligrafía, vidriería y otras artes, además de una soberbia biblioteca, que se fue enriqueciendo con manuscritos donados por los Médicis.

En la Pascua de 1493 el vicario dio una serie de veinticinco sermones basados en el salmo Ecce quam bonus, en los que exponía una parte de la teología tomista y atacaba duramente a los príncipes corruptos. La predicación de la Pascua siguiente, cuyos sermones versaron sobre el Génesis, dieron a Savonarola una oportunidad excelente para mostrar al pueblo cómo estaban a punto de cumplirse sus profecías sobre el castigo que Dios infligiría a Italia, en un momento en el que Carlos VIII de Francia ya se había apoderado de una parte del país. En noviembre los franceses entraron en Florencia y Pedro de Médicis fue expulsado de la ciudad, causando un vacío de poder que no pudo ser asumido por la Signoria y que dio a Savonarola la oportunidad de ponerse al frente de la República. El 21 de noviembre de 1494 la Signoria encargó a Savonarola que interviniese y mantuviese una entrevista con Carlos VIII. En parte gracias a éste encuentro la ciudad fue salvada de la destrucción y se aseguró la partida pacífica de los franceses, que tuvo lugar una semana después.

Savonarola estableció entonces un gobierno democrático en Florencia, en el que trató de garantizar las libertades individuales gracias a un complejo sistema de apelaciones, y utilizó su influencia en la creación de un Monte de Piedad. Intensificó su campaña para la reforma de la moral y organizó procesiones religiosas, pero aunque atrajo hacia sí a un gran número de discípulos, también se ganó la enemistad de muchos ciudadanos. Sus oponentes, partidarios en muchos casos del restablecimiento de los Médicis, encontraron la connivencia de la Liga y le acusaron de favorecer la permanencia francesa en Italia, logrando además enfrentar a Savonarola con el papa Alejandro VI. Los detractores de Savonarola le acusaron ante el pontífice de predicar la corrupción de la Iglesia aludiendo frecuentemente a su nombre. En junio de 1495 Alejandro VI dictó un Breve por el que ordenaba a Savonarola presentarse ante la Curia, pero éste se excusó y no compareció; en septiembre fue renovada la orden papal, pero Savonarola no sólo la desobedeció de nuevo, sino que además lanzó una serie de sermones que supusieron la derrota absoluta de Pedro de Médicis. La respuesta papal fue la prohibición de que Savonarola hiciese predicación alguna y en ésta ocasión sí cumplió la orden el prelado. Por intervención del Consejo de Los Diez, el papa cedió y le permitió predicar la Cuaresma de 1497. Parece ser que fue en este momento cuando el papa Alejandro VI ofreció el capelo cardenalicio a Savonarola, pero éste, lejos de someterse a Roma, predicó con más fuerza que nunca contra los vicios de la sociedad romana. El resultado fue la disolución del principal apoyo de Savonarola, la Congregación de San Marcos, cuyos conventos fueron unidos a los de una nueva congregación toscanorromana. El 13 de mayo de 1497 fue dictada la excomunión de Savonarola.

Después de un silencio de más de seis meses, Savonarola volvió a dar la comunión en las Navidades de 1497 y el 11 de febrero de 1498 reemprendió sus sermones en Santa María de Fiore, con una enorme afluencia de público. Tanto él, como su principal colaborador, Domingo de Pescia, fueron vetados por el cabildo catedral de Santa María y los sermones continuaron en San Marcos, pero el 18 de marzo, a instigación de una nueva Signoria, de la que formaron parte algunos enemigos del prelado, le fue negado el permiso para predicar. Ésto privó a Savonarola de su principal método de acción, por lo que escribió cartas a los príncipes cristianos para convencerles de la necesidad de convocar un Concilio. Savonarola no se desvió nunca de la doctrina de los dominicos según la cual la autoridad del papa sería superior a la del Concilio, pero en las cartas que escribió sostuvo la tesis de la invalidez de la elección de Alejandro VI, al que acusó de simoníaco. En todo caso, sólo una de las cartas fue enviada, la que iba dirigida al rey de Francia, pero ésta fue interceptada por Luis el Moro, que la entregó al papa, lo cual precipitó los acontecimientos que llevaron a la caída de Savonarola.

El reformador fue desafiado por los franciscanos a un Juicio de Dios, en el que se pondría a prueba la inspiración divina de las enseñanzas de Savonarola, y el guante fue recogido imprudentemente por Domingo de Pescia. La prueba fue emplazada para el 7 de abril y ambas partes nombraron a los campeones que habrían de tomar parte en ella: Domingo de Pescia por Savonarola y Julián Rondinelli por los franciscanos. Durante los días previos a la ordalía los franciscanos manejaron todos sus resortes para poner de su parte al pueblo y consiguieron que se anulase la prueba del fuego; si algo favoreció a Savonarola, mientras, fue la acción de los Piagnoni, que pudieron detener una conspiración cuyos fines eran asesinar a Savonarola el día de la prueba, aprovechado el tumulto. Pero el 8 de abril una multitud asaltó San Marcos y Savonarola fue hecho prisionero de una Signoria que le era por completo hostil. Después de que el papa hubiese dictado su autorización, Savonarola fue juzgado por un jurado de 17 miembros escogidos por la Signoria, todos ellos enemigos del prelado. Éste fue sometido a tortura y confesó que sus profecías no provenían directamente de Dios, pero, a pesar de que muchas de sus respuestas fueron falsificadas, no se encontraron pruebas concluyentes contra Savonarola y el pueblo comenzaba a simpatizar de nuevo con el clérigo. Así que su condena comenzaba a urgir a sus enemigos y en mayo Alejandro VI envió dos comisarios apostólicos para que dictasen una sentencia contra el dominico: el obispo de Lérida, Francisco Romolino, y el general de los dominicos, Joaquín Torriani. El proceso estuvo lleno de irregularidades, circunstancia que ya fue advertida por los contemporáneos, y el 20 de mayo de 1498, aunque no se encontraron argumentos para condenarlos, fue dictada sentencia contra Savonarola y otros dos hermanos dominicos: acusados de herejes y cismáticos, fueron condenados a ser ahorcados y quemados en la Piazza della Signoria. La sentencia se llevó a cabo el 23 de mayo.

Aunque tras su muerte, las doctrinas de Savonarola fueron abandonadas por muchos de sus partidarios, la Congregación de San Marcos continuó existiendo y con ella el espíritu de su fundador. Su figura y sus enseñanzas fueron ensalzadas por los miembros de ésta congregación, lo que llevó a las autoridades dominicas a tratar de intervenir en su regulación en varias ocasiones. Sin embargo, la ortodoxia del reformador ha sido puesta de manifiesto por la Santa Sede en dos ocasiones: paradójicamente el primer papa que rehabilitó su figura fue el propio Alejandro VI, que años antes había prohibido sus escritos; y en 1558, Paulo IV después de haber presionado para conseguir un veredicto contrario, aprobó oficialmente la ortodoxia de sus escritos.

La obra de Savonarola, determinada por su vigoroso pensamiento, destacó por la originalidad y la anticipación de su filosofía, que precedió a la de Campanella. Sus escritos, publicados mayormente en Florencia en las imprentas de Bartolomeo dei Libri, Antonio Miscomini y Piero Pacini, incluyen: Della umultá (1492), Dell' amore di Gesu Christo (1492), Della vita viduale (1495), De simplicitate vitae Christianae (1496), Triumphus crucis (1497), Tractatus de vitae spiritualis perfectione (1497), De veritate prophetica (1497), Trattato circa el reggimento e governo della città di Firenze (1498) y Compendium totius philosophiae, además de una gran cantidad de sermones y cartas.

Bibliografía

  • BENAVENT BENAVENT, J. Las biografías de Savonarola por T. Bottonio. Valencia, 1990.

  • VILLARI, P. La storia di Girolamo Savoranola e dei suoi tempi. Florencia, 1930.

  • WEINSTEIN, D. Prophecy and Patriotism in the Renasissance. Princeton, 1970.

  • WEINSTEIN, D. Prophecy and humanism in late fifteenth century Florence: a study in the relations between Savonarola and the Florentine humanists. Michigan, 1988.

JMMT

Autor

  • Juan Miguel Moraleda Tejero