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LiteraturaBiografía

Sainte-Beuve, Charles-Augustin de (1804-1869).

Poeta, narrador, ensayista y crítico literario francés, nacido en Boulogne-sur-Mer (Pas-de-Calais) el 23 de diciembre de 1804, y fallecido en París el 13 de octubre de 1869. Autor de una notable producción literaria en la que aborda, en clave de ficción, algunas de las circunstancias más destacadas de su propia peripecia sentimental, es recordado fundamentalmente por su lúcida, documentada, extensa, amena y brillantísima obra ensayística, en la que se reveló como uno de los mejores conocedores de la tradición cultural de su nación (y, de forma muy señalada, del legado literario de sus antecesores).

Vida y obra

Nacido en el seno de una familia perteneciente a la burguesía católica, tuvo una infancia triste y melancólica al lado de su madre y su tía, entregadas en cuerpo y alma al recuerdo constante del cabeza de familia, que había muerto poco antes de la llegada al mundo del pequeño Charles-Augustin. A los catorce años de edad, se instaló junto a su madre en París y comenzó a frecuentar las aulas del prestigioso liceo Condorcet, donde mostró especial interés por las disciplinas humanísticas (y, de forma muy señalada, por la retórica y la filosofía). Por aquel tiempo, comenzó también a experimentar una viva pasión por la literatura, y se aplicó a la lectura de las obras poéticas de Chateaubriand (1768-1848) y Lamartine (1790-1869), autores que le orientaron decisivamente hacia una formación humanística en la que, no obstante, había también lugar para su viva curiosidad científica -despertada, fundamentalmente, por los descubrimientos del naturalista Lamarck (1744-1829)-. Dichas inquietudes científicas le impulsaron a emprender estudios superiores de Medicina, carrera que nunca llegó a terminar, pues era mayor el interés que le suscitaba todo lo concerniente al hecho literario.

Así las cosas, aún no había cumplido los veinte años de edad cuando empezó a publicar sus primeras colaboraciones en el rotativo romántico Le Globe, donde, a partir de 1824, vieron la luz diversos artículos de historia, filosofía y crítica literaria firmados por el joven Charles-Augustin de Sainte-Beuve. Llevado de ese espíritu romántico que respiraba en la redacción de Le Globe, pronto se integró entre los jóvenes artistas e intelectuales difusores de dicha corriente, lo que le permitió conocer, en 1827, a Victor Hugo (1802-1885) -quien, con su drama histórico Cromwell, estrenado aquel mismo año, se acababa de convertir en una de las figuras más representativas del Romanticismo-. Asistía, por aquel entonces, a los célebres "cenáculos" organizados por Charles Nodier (1780-1844), auténtico fogón donde se iba cocinando el movimiento romántico francés, con el que Sainte-Beuve mostró algunos puntos afines en su concepción de la literatura, del arte y, en general, de la existencia humana, aunque no llegó a considerarse nunca un romántico propiamente dicho, ya que también mostraba muchas reservas respecto a ciertas ideas morales y estéticas de sus máximos representantes.

Esta independencia de criterios éticos, artísticos e intelectuales quedó bien patente en 1828, cuando un joven Sainte-Beuve dio a la imprenta un impresionante ensayo titulado Tableau historique et critique de la poésie française et du théâtre français au XVI siècle (Cuadro histórico y crítico de la poesía y el teatro francés del siglo XVI), obra que no sólo le situó entre las grandes revelaciones de la crítica contemporánea, sino que también le aupó a los puestos cimeros de la intelectualidad francesa, que a partir de ahora habría de considerar a Sainte-Beuve como uno de los principales creadores de opinión. Al estudiar las obras de los dramaturgos renacentistas de la Pléiade, Sainte-Beuve descubría con penetrante lucidez numerosos rasgos comunes entre dichos escritores del siglo XVI y los jóvenes autores románticos de su tiempo, con lo que, en cierta medida, restaba originalidad y fuerza innovadora al Romanticismo, ya que, al menos en su vertiente francesa, le hacía heredero de la mejor tradición literaria y le otorgaba una probada justificación histórica; pero, al mismo tiempo, al derivarlo de tan exquisita tradición, otorgaba una "ejecutoria de nobleza" a unos autores y a un movimiento estético que, por aquel entonces, no gozaba de gran consideración por parte de la cultura académica oficial.

Amigo íntimo, por aquellos años finales de la década de los veinte, del susodicho Victor Hugo, el todavía joven Charles-Augustin de Sainte-Beuve se enamoró perdidamente de Adèle, la esposa del gran escritor de Besançon, al tiempo que daba a la imprenta su primera colección de poemas, publicada bajo el título de Vie, poésies et pensées de Joseph Delorme (Vida, poesías y pensamientos de Joseph Delorme, 1829). Al año siguiente publicó su segundo poemario, Consolations (Consuelos, 1830), en el que quedaban patentes los sentimientos contradictorios que profesaba hacia el matrimonio formado por Adèle y Victor-Marie, ya que, si bien seguía admirando al afamado escritor, le turbaba el interés que hacia él parecía empezar a mostrar su esposa. Poco después, Adèle y Charles-Augustin reconocieron amarse mutuamente, lo que provocó la ruptura definitiva entre el autor de Boulogne-sur-Mer y Victor Hugo.

A mediados de la década de los treinta, coincidiendo con una segunda edición de su poemario Consolations (1834), vio la luz la primera -y, a la postre, única- novela de Sainte-Beuve, titulada Volupté (Voluptuosidad, 1834). En ella, bajo el pretexto literario de narrar las tribulaciones de un espíritu inquieto, indeciso y atormentado, hacía gala de una extraordinaria capacidad de penetración en la psicología de los personajes, capacidad que luego pudo advertirse, aplicada a su propia peripecia interior, en la edición póstuma de unas notas íntimas que redactó bajo el título de Mes poisons (Mis venenos, 1926). No resulta difícil apreciar, en el núcleo conceptual de dicha novela, la huella de las ideas socialistas de algunos pensadores reformistas como Pierre Leroux (1798-1863) y Felicité-Robert de Lamennais (1782-1854), cuyos postulados habían calado hondo, por aquel entonces, en el escritor de Boulogne-sur-Mer; pero en el fondo toda la narración es un largo ejercicio de exploración autobiográfica basado en su experiencia amorosa con Adèle, es decir, una trasposición al género prosístico de la misma substancia que conformaba sus volúmenes poéticos (especialmente, el titulado Vida, poesías y pensamientos de Joseph Delorme).

Por otra parte, en los poemarios que había publicado hasta entonces -entre los que hay que contar, junto a los ya citados en parágrafos anteriores, los titulados Livre d'amour (Libro de amor, 1834) y Pensées d'août (Pensamientos de agosto, 1837)-, triunfaba una evidente propensión a fantasear, una acusada predilección por los vocablos abstractos (o poco precisos), un juego consciente de indefiniciones y vaguedades, una tendencia constante hacia la búsqueda de la sonoridad y la musicalidad del verso, y, como ya es casi innecesario repetir, una permanente recurrencia temática centrada en su aventura sentimental con la esposa de Victor Hugo. Esa compleja relación amorosa con Adèle dejó, en fin, una notable huella en toda su producción literaria, manifiesta también de forma palmaria en el ya mencionado poemario Livre d'amour -consagrado por entero a la pasión que le unió a dicha mujer- y en la novela corta Madame de Pontivy (1837), en la que se sirvió de una ficción literaria para abordar algunos de los pormenores de aquella relación.

Pero conviene aclarar cuanto antes que su éxito como autor literario (o, mejor dicho, como creador de obras de ficción dentro de los géneros poético y narrativo) fue muy limitado, máxime si se compara con el prestigio que llegó a alcanzar en su calidad de ensayista, crítico y teórico de la literatura, faceta a la que se consagró casi con exclusividad a partir de 1837. Fue, en efecto, en aquel año cuando Sainte-Beuve se convirtió en colaborador habitual de la Revue des Deux Mondes (Revista de los Dos Mundos), donde pronto alcanzó gran celebridad por sus críticas literarias, que le abrieron las puertas de los principales salones políticos y literarios de París. En ellos conoció a otras figuras de la intelectualidad francesa con las que habría de compartir una honda amistad, como la escritora Amandine Lucie Aurore Dupin (1804-1876), más conocida por su pseudónimo varonil de George Sand.

Consagrado, pues, a la crítica y el estudio de los fenómenos artísticos y culturales (especialmente, de los literarios), empezó a aplicar un método crítico que venía desarrollando desde mediados de la década de los treinta, consistente en relacionar en todo momento la obra de un escritor con sus circunstancias biográficas, por medio de un laborioso proceso de investigación que permitiese resaltar las imbricaciones de la vida en la obra, y viceversa. Se trataba, en definitiva, de establecer primero las coordenadas históricas, sociales e incluso biológicas que delimitaban la existencia de un autor, para poder clasificarle luego dentro de unas categorías humanas (o "familias de espíritu") que, a su vez, permitían al crítico formular una serie de leyes de validez supuestamente universal. Cómo fácilmente se desprende de todo esto, el método de Sainte-Beuve era deudor de las pautas de trabajo e investigación seguidas por aquel entonces por los naturalistas: postulaba la necesidad de observar y anotar hechos objetivos que se producían tanto en la vida como en la psicología del escritor, pues tenía la convicción de que era imposible analizar en profundidad una obra sin haber estudiado antes a fondo las circunstancias en que se había generado. De ahí que en casi todas sus críticas -trazadas, a la hora de la verdad, sin esa rigidez esquemática que preside la formulación de dicho método- triunfe, por encima de todo, el interés del investigador por la vida del autor, la conformación de un retrato social, psicológico e, incluso, biológico del escritor que ha producido la obra analizada. Este exceso de psicologismo y observación historicista -que no eclipsaba, empero, la brillantez y agudeza de sus juicios estéticos- dio pie a que surgieran muchos detractores de su obra crítica y ensayística, entre los que destaca el gran narrador parisino Marcel Proust (1871-1922), quien acusó a Sainte-Beuve de conformismo -en la medida en que su método se plegaba a lo dictado por las circunstancias históricas y sociales en que quedaba ubicado un autor- y de incapacidad para advertir, frente lo supuestamente dictado por la psicología, lo que era propio del espíritu del artista.

En cualquier caso, la amplitud de observaciones recogidas por la producción crítica de Charles-Augustin de Sainte-Beuve configura una espléndida visión de toda una época y de las principales corrientes estéticas y filosóficas que la fecundaron, así como la imagen de un espíritu inquieto caracterizado por su extraordinaria capacidad analítica y su vasta curiosidad intelectual. Sus primeros estudios críticos aparecieron recogidos en la recopilación titulada Critiques et portraits littéraires (Críticas y retratos literarios, 1832), que en su segunda edición (1836-1839) constaba ya de cinco volúmenes. A mediados de la década siguiente, estos y otros estudios críticos de Sainte-Beuve fueron publicados bajo el título -a partir de entonces, definitivo- de Portraits littéraires (Retratos literarios, 1844), obra a la que pronto se sumaron otras colecciones de artículos y ensayos suyos tan penetrantes como los recogidos en Portraits de femmes (Retratos de mujeres, 1844) y Portraits contemporaines (Retratos contemporáneos, 1844). Además, durante más de un decenio fueron apareciendo los once volúmenes que configuraban la primera edición de sus famosas Causeries du lundi (Conversaciones del lunes, 1851-1862), así llamadas por recoger artículos que se publicaban con periodicidad semanal, todos los lunes, en los rotativos de la época. Una segunda edición de esta obra, compuesta de quince volúmenes, apareció entre 1857 y 1872); y entre 1863 y 1870 vieron la luz los trece volúmenes de Nouveaux lundis (Nuevos lunes).

En 1837, coincidiendo con su especialización como crítico literario en las páginas de la Revue des Deux Mondes, Charles-Augustin de Sainte-Beuve había comenzado también a ganarse la vida como profesor de literatura en Lausana (1837-1838), de donde pasó nuevamente a París para seguir ejerciendo la docencia en la capital, al tiempo que iniciaba una ambiciosa investigación que habría de permitirle publicar su obra maestra, planteada en un principio como la mera fuente de información de sus cursos universitarios. Se trata de su celebérrima Histoire de Port-Royal (Historia de Port-Royal, 1840-1859), integrada en su primera edición por cinco volúmenes que fueron apareciendo a lo largo de veinte años, y ampliada luego a siete volúmenes (1867-1871). En esta obra, Sainte-Beuve ofrecía a sus estudiantes -y, en general, a cualquiera que estuviera interesado en el pasado cultural de la nación francesa- la aproximación al pensamiento y a la espiritualidad jansenistas más lúcida, detallada y rigurosa de cuantas se habían publicado hasta entonces.

En 1840, año en el que sus méritos intelectuales le fueron reconocidos con su nombramiento como conservador de la Bibliothèque Mazarine (una de las instituciones culturales más prestigiosas de su tiempo), rompió también definitivamente con los postulados estéticos del Romanticismo por medio de la publicación de Dix ans après en littérature (Diez años después en literatura, 1840), un nuevo ensayo en el que, además de mostrar su desacuerdo con las líneas maestras de la corriente artística e intelectual dominante, hacía patente su personal concepción de la crítica y sus métodos. No es de extrañar que esta independencia de criterios le alejase en muchas ocasiones de las figuras consagradas de la cultura oficial, como quedó bien patente a mediados de esa década de los años cuarenta, cuando necesitó más de siete turnos de votaciones para ser elegido miembro de la Académie Française, después de no haber obtenido los votos necesarios para ser admitido en una sesión anterior. Elegido finalmente el 14 de marzo de 1844, se dio la circunstancia de que fue Victor Hugo -de quien se decía que había votado en once ocasiones en contra de su candidatura- el encargado de pronunciar el discurso de bienvenida en el día de su ingreso (27 de febrero de 1845), discurso en el que, por vez primera en la historia de aquella institución, no hubo ni un sólo elogio para el nuevo académico.

El estallido de la revolución burguesa de 1848 inquietó bastante a Sainte-Beuve, un hombre casero, metódico y ordenado al que desasosegaban los tumultos que, por aquel entonces, se sucedían sin solución de continuidad en las calles de París. Por huir de este desconcierto y esta intranquilidad, renunció a su ventajoso cargo en la Biblioteca Mazarina y abandonó París, para viajar durante algunos meses por diversos lugares de Europa. Pronto halló un nuevo puesto docente acorde a su talla intelectual, esta vez en la Universidad de Lieja, en la que impartió clases de literatura francesa durante el curso académico de 1848/49. Fue a raíz de dichas lecciones cuando empezó a preparar, también como fuente para sus clases, una nueva investigación de la que habría de surgir otra de sus obras maestras, el ensayo titulado Chateaubriand et son groupe littéraire sous l'Empire (Chateaubriand y su grupo literario en tiempos del Imperio, 1861).

A su regreso a París, se consagró definitivamente como una de las voces cimeras de su generación por medio de esos brillantes artículos que, publicados todos los lunes, recopiló luego en los volúmenes mencionados más arriba. Su extraordinaria capacidad para el análisis de la actualidad literaria comenzó a brillar, semanalmente, en el rotativo Le Constitutionnel, en el que publicó sus colaboraciones desde 1849 hasta 1852, para pasar luego a las páginas de Le Moniteur, en donde acudió a su cita semanal con los lectores, también de lunes a lunes, entre 1852 y 1861. Entretanto, seguía desplegando una intensa y fecunda actividad docente -ahora en calidad de profesor de poesía latina-, desarrollada a la sazón en las aulas del Collège de France (1855) y, poco después, en las de la Escuela Normal Superior (1857-1861).

Con la llegada del nuevo Imperio, Charles-Augustin de Sainte-Beuve proclamó su adhesión a esta forma de gobierno y aceptó el cargo de senador que le otorgó Napoleón III (1808-1873) en 1865, cuando ya había alcanzado la condición de sexagenario y era respetado como uno de los grandes patriarcas de la intelectualidad francesa de la segunda mitad del siglo XIX. Desde esta relevante posición en la vida pública de su nación, se granjeó también la admiración de la clase obrera y los sectores populares al defender con ahínco algunas libertades que él consideraba fundamentales, como la de prensa y la de pensamiento (por las que luchó con firmeza en la cámara senatorial en 1868); y a tal extremo llevó su independencia política -como había hecho anteriormente con su particular concepción estética- que, sin temer a las posibles consecuencias, pronunció algunos discursos que llegaron a provocar el enojo del emperador. Es muy posible que éste hubiera tomado algunas medidas coercitivas contra el escritor de Boulogne-sur-Mer, pero la muerte se le adelantó en el otoño de 1869.

Al margen de su obra literaria y ensayística, Sainte-Beuve dejó una nutrida e intensa colección de cartas que constituyen una de las fuentes testimoniales más autorizadas para el estudio de la vida social y cultural francesa de la época que le tocó vivir. Asimismo, a lo largo de una buena parte de su vida fue redactando una serie de impresiones personales y anotaciones íntimas que, sólo en parte, vieron la luz bajo el ya citado titulo de Mes poisons (Mis venenos, 1926).

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.