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HistoriaPolíticaBiografía

Saint, Lucien (1867-1938).

Abogado, diplomático y político francés, residente general de Francia en Túnez (1920-1928) y Marruecos (1928-1932). Nacido en Evreux (Francia), el 26 de abril del año 1867, y muerto en París (Francia), el 24 de febrero del año 1938.

Prefecto de Toulouse nada más estallar la Primera Guerra Mundial, por su admirable gestión en el cargo fue trasladado, con el mismo cargo, a las Bocas del Ródano y Aisene, dos de los departamentos que más sufrieron el castigo devastador de la contienda. Allí Lucien Saint volvió a demostrar unas admirables dotes de organización y actividad, merced a las cuales la región fue reconstruida con prontitud y recuperó su pulso normal. En el año 1920 fue nombrado residente general de Francia en el protectorado de Túnez, donde desplegó una excelente política de pacificación y distensión en toda su amplitud, justo cuando el problema nacionalista comenzaba a manifestarse en toda su crudeza en la colonia, con el partido nacionalista Destur como máxima fuerza aglutinadora del mismo. Lucien Saint, diplomático experimentado y mejor organizador todavía, no vaciló en adoptar una decisión trascendental para el buen curso de las relaciones entre las autoridades coloniales y los tunecinos: la abolición de la ley marcial que imperaba en el protectorado desde el año 1911. Al mismo tiempo, la vieja Asamblea Consultiva, considerada por los líderes nacionalistas como un organismo vacío de poder, fue sustituida por un Gran Consejo. También se creó un Ministerio de Justicia tunecino, se estableció la separación de poderes y fue concedido el permiso de libertad de opinión y de asociación, medida esta última de vital importancia puesto que al amparo de la misma nacerían varios periódicos y asociaciones, entre las cuales cabe subrayar el movimiento obrero acaudillado por Muhammad Ali al-Halsi, que, identificado con el Neo Destur de Habib Bourguiba, iba a ser el origen remoto de la actual Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT).

A pesar de semejantes medidas, todas ellas de un hondo calado social y político para los tunecinos, Lucien Saint tuvo que enfrentarse a una crisis muy seria cuando el Destur siguió promoviendo todo tipo de campañas, manifestaciones y actos de sabotaje contra los intereses coloniales franceses y demandó medidas más concretas. Esta situación tan tensa alcanzó su momento crítico el 5 de abril del año 1922, cuando el bey tunecino Muhammad V amenazó con dejar el trono si las peticiones de su pueblo no eran atendidas convenientemente. Lucien Saint, después de intentar disuadirlo sin éxito alguno y para evitar males mayores, ordenó que fuerzas del ejército rodearan el palacio beylical, medida que tuvo resultados contraproducentes, puesto que las masas excitadas se lanzaron a la calle en todas las ciudades importantes del país. Se produjeron entonces violentos choques entre las fuerzas militares y policiales francesas y los manifestantes nacionalistas, que fueron reprimidos con una violencia inusitada en un verdadero baño de sangre. Finalmente, el bey retiró su amenaza y los ánimos volvieron a su cauce, aunque Lucien Saint derogó todas sus medidas reformistas y conciliadoras, sustituidas por otras bastante más restrictivas, como la supresión de la libertad de prensa y del derecho de asociación, con la consiguiente ilegalización de todos los partidos políticos pronacionalistas.

Tras el periplo tunecino, saldado al final de un modo favorable para los intereses coloniales franceses, en el año 1928 fue enviado al protectorado de Marruecos con el mismo cargo, donde permaneció hasta el año 1932, fecha en la que presentó su dimisión irrevocable para presentarse como senador por el departamento del Alto Garona en las elecciones generales celebradas ese mismo año. En Marruecos, Lucien Saint realizó labores de pacificación y conciliación similares a las desempeñadas en Túnez, pero con una gran diferencia: jamás tuvo que hacer uso de la fuerza o de la coacción. Lucien Saint se monstraba así como el más digno continuador de la obra emprendida por el general Lyautey en aquel país.

CHG

Autor

  • Carlos Herraiz García