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LiteraturaBiografía

Safo (s. VII-VI a.C.).

Poetisa griega, nacida en Ereso (en la isla de Lesbos) alrededor del año 612 a.C., y fallecida en fecha y lugar que, en la actualidad, una vez desestimado el valor de las leyendas que circularon en torno a su muerte, se consideran desconocidos. Respetada y celebrada por los principales artistas e intelectuales de todos los tiempos (desde Platón y Catulo, pasando por Petrarca, Ronsard, Leopardi y Hölderlin, hasta llegar a Byron y Rilke), por la delicadeza sensual y la intensidad amorosa de su obra lírica está considerada como una de las mayores poetisas de la literatura universal.

Apenas se conocen detalles fidedignos acerca de sus circunstancias biográficas, ya que los pocos datos que han llegado hasta nuestros días proceden de referencias literarias entresacadas de sus propios poemas, o de noticias indirectas suministradas por autores antiguos que, con demasiada facilidad, se dejaron desorientar por ese halo novelesco que envuelve la vida de Safo. Estos datos procedentes de escritores e historiadores de la Antigüedad, a menudo deformados hasta la exageración y, en muchas ocasiones, contradictorios entre sí, contribuyeron a hacer de la poetisa una figura legendaria o mítica que, por su peculiar concepción del sentimiento amoroso, ha simbolizado durante más de dos mil quinientos años la fuerza desatada de la pasión femenina orientada hacia sujetos amorosos del mismo sexo. Naturalmente, estas circunstancias han acarreado también sobre la vida y la obra de Safo, a lo largo de todos estos años de historia, una serie de juicios y condenas morales que, según los valores dominantes en cada época, la han situado en los extremos opuestos de la conducta humana; y así, en unas ocasiones ha sido mostrada como una pobre víctima que peca por culpa de los designios superiores de la divinidad; otras veces, se ha presentado como una vulgar ama de casa que regenta un modélico internado de señoritas; y en otros muchos casos ha aparecido como una lasciva prostituta que aprovecha su posición preeminente sobre sus pupilas para someterlas a las más extravagantes perversiones homosexuales.

Al parecer, nació en el seno de una familia aristocrática en la que tuvo por padres a Escamandrónimo y a Cleide, y por hermanos a Larico, Eurygio y Caraxo. Este último fue un mercader que, tras navegar con un cargamento de vino hasta la población egipcia de Náucratis, conoció allí a una cortesana (Dórica) con la que se amancebó, dando así lugar a unas habladurías que -paradójicamente- no fueron del agrado de una Safo que habría de mostrarse mucho más liberal y permisiva respecto a su propia conducta amorosa.

Fue contemporánea del poeta lírico Alceo, a quien se señala como su primer amante, y de Estesícoro, al que debió de conocer durante su estancia en Sicilia. Al parecer, según demuestran varios documentos fidedignos, cuando era todavía joven sufrió un proceso de destierro que la condujo hasta Siracusa, donde encontró asilo político. Las verdaderas causas de esta condena se dispersan en ese halo legendario que rodea la vida de la poetisa, si bien algunos estudiosos de este período clásico la creen implicada -junto con su amigo Alceo- en una conjura que pretendió destronar a Pítaco, rey de Lesbos.

Pronto regresó a su isla natal, para afincarse en la ciudad de Mitelene, en la que habría de pasar el resto de sus días. Contrajo nupcias con Cérciclas de Andros, un hombre rico que le dio, al menos, una hija (Cleide). Parece ser también que, merced a esta unión conyugal, vivió durante algún tiempo rodeada de lujos y riquezas (esplendor que quedó reflejado en algunos de sus versos); pero, a raíz de una serie de dificultades económicas (originadas tal vez por la prematura muerte de su esposo), la joven Safo, ya viuda, abrió una especie de escuela femenina en Mitelene, pronto conocida como la "casa de las servidoras de las Musas". Desde allí, predicó entre sus jóvenes discípulas la importancia de un nuevo valor, la belleza, opuesto a otras virtudes tenidas hasta entonces por esenciales; en su afán por alcanzar este ideal de belleza, jugaban un papel destacado la sensualidad, el deseo sexual e, incluso, el sentimiento religioso (lo que, en ocasiones, ha permitido imaginar la escuela de Lesbos como algo parecido a una secta o grupo de acólitos congregados en torno a un guía espiritual).

Sea como fuere, lo cierto es que, durante varios años, Safo vivió de su escuela-internado y de los beneficios que obtenía por su poesía de encargo, generalmente destinada a celebrar festejos nupciales. Se trata de composiciones líricas que, plagadas de motivos tradicionales acerca del matrimonio ("epitalamios"), eran cantadas por los muchachos y muchachas que componían el cortejo nupcial: "Vamos, arriba el techo, / ¡Himeneo!, / subídmelo ya, carpinteros: / ¡Himeneo! / Viene ahora un novio que es como Ares, / ¡Himeneo!, / mucho más alto que un hombre alto"; "¿A quién, novio, podría yo bien compararte? / A un sarmiento frondoso de vid te comparo".

No obstante, la mejor poesía de Safo, la que desprecia todos los tópicos líricos existente para adentrarse por unos senderos de belleza y sensualidad nunca explorados hasta entonces, es la inspirada en el amor y el deseo que en la autora despiertan algunas de sus jóvenes pupilas. En palabras de uno de los más destacados estudiosos del mundo clásico greco-latino, se trata de una "poesía extremadamente delicada y femenina, de sutiles matices, de colores brillantes, de mil flores, de quejas nostálgicas, de fiestas lunares" (vid. infra, en "Bibliografía", Carlos García Gual). Una poesía, en fin, en la que, desde la influencia sensual y espiritual que Oriente había llevado hasta Lesbos, quedan reflejados el deseo, la añoranza, el gozo, la tristeza, el temor, los celos y, en definitiva, todos los sentimientos que acompañan a la pasión amorosa: "De veras, estar muerta querría. / Ella me dejaba y entre muchos sollozos / así me decía: / -¡Ay, qué penas terribles pasamos, / ay Safo, qué a mi pesar te abandono. / Y yo la respondía: / -Alegre vete, y acuérdate / de mí. Ya sabes cómo te quería. / Y si no, quiero yo recordarte / cuántas cosas hermosas juntas gozamos. / Porque muchas coronas / de violetas y rosas y flores de azafrán / estando conmigo pusiste en tu cabeza [...]. / Y ungías toda tu piel / con un aceite perfumado de mirra / y digno de un rey, / y sobre un mullido cobertor / junto a la suave [...] / suscitaste el deseo".

En general, la producción poética de Safo que ha llegado a nuestros días está compuesta de multitud de pequeños fragmentos, algunos de un sólo verso o un breve sintagma. Su obra fue editada, muchos años después de su muerte, por los poetas y humanistas alejandrinos, quienes tomaron como criterio de edición la forma métrica de cada una de las composiciones. Así, todo el conjunto de su poesía quedó dividido en nueve libros: el primero contenía los poemas compuestos en versos sáficos; el segundo, las composiciones escritas en pentámetros dactílicos; y así sucesivamente hasta llegar al libro noveno y último, en el que se recogieron los epitalamios que no tenían cabida en los libros anteriores por no ajustarse a la métrica específica de cada uno de ellos. En la suma total de su poesía abundan las odas, los epitalamios, los himnos y las elegías. Uno de sus poemas más famosos (que, en el siglo I a.C., mereció el recuerdo y la cita del erudito Dionisio de Halicarnaso) es la "Oda a Afrodita", en la que Safo invoca el favor de la diosa para que la libere del amor que siente hacia una muchacha que no alberga hacia ella idéntica pasión.

En un estimación aproximada, se piensa que la obra lírica de la poetisa de Mitelene debió de constar de unos doce mil versos, la mayor parte de los cuales se consideran desaparecidos. Sólo han llegado hasta nuestros días unos doscientos fragmentos de poemas suyos, unos conservados en antiquísimos papiros y otros procedentes de citas indirectas de otros autores a quienes llegó alguna muestra de la poesía de la autora. Todo esto explica que la visión global que hoy tenemos de la obra de Safo (basada sólo en imágenes dispersas, versos sueltos o pequeños fragmentos) pueda compararse a la contemplación de un gran mosaico antiguo del que sólo se conservan algunas teselas aisladas o, a lo sumo, un grupo de pequeñas figuras que bastan para justificar la grandeza artística de lo que debió de ser la obra completa.

A través de estos fragmentos -que, en algunos casos, son ininteligibles, o no permiten imaginar ni siquiera el esbozo del poema al que pertenecieron- se ha podido averiguar, no obstante, gran información acerca de la vida de la propia autora. Así, parece ser que se dedicó, en su escuela, a enseñar su técnica y estética literarias al grupo de jóvenes mujeres con las que solía mantener relaciones amoroso-sexuales antes de que salieran del internado para contraer matrimonio (de hecho, muchas de las odas nupciales de Safo no obedecían a un encargo externo, sino que estaban destinadas a sus propias pupilas). Esta sospecha de homosexualidad, patente en gran parte de los versos de Safo, quedó confirmada poco después por el testimonio expreso de un gran poeta perteneciente a la siguiente generación, Anacreonte, quien dejó escrito que el nombre de la isla de Lesbos arrastraba fuertes connotaciones de homosexualidad femenina, y sentó así las bases para acuñar, en muchos idiomas, algunos términos como "safismo" o "lesbianismo", referidos al amor de las tríbadas.

Al margen de su contenido, la poesía de Safo -escrita en lesbio vulgar, una rama del griego eólico- deslumbra por su perfección formal y su limpieza y tersura en la dicción. La poetisa fue la inventora de un molde estrófico que lleva su nombre (la "oda sáfica"), consistente en tres versos endecasílabos rematados por un pentasílabo adónico. La elevada altura poética de su obra originó que muchos vates griegos posteriores tomaran a Safo como modelo de inspiración, tanto en la intensidad y emoción de la expresión del sentimiento amoroso como en la utilización de sus recursos formales (así, v. gr., el siracusano Teócrito en sus célebres Idilios).

La vida de Safo no siempre se desarrolló en las amables condiciones que le ofrecían, primero, su ventajoso matrimonio con Cérciclas de Andros y, posteriormente, su famosa "casa de las servidoras de las Musas". Dentro de dicho halo mítico-legendario, las especulaciones sobre sus andanzas llegan hasta el mismo final de sus días. Se cree que la poetisa sobrellevó una vejez apacible y sosegada, en armonía con la naturaleza, aunque sujeta a unas condiciones económicas bastante precarias (según se desprende de sus poemas de madurez). Sin embargo, la leyenda creada en torno a su azarosa existencia la pinta enamorada hasta la locura de un joven marino, Faón, quien, con su reiterado desdén, provocó su suicidio en los acantilados de Léucade, una pequeña isla situada en la costa occidental de Grecia. En la actualidad, esta supuesta desesperación de Safo no es admitida por los estudiosos de su obra, quienes sitúan en el trágico escenario del suicidio a una cortesana de idéntico nombre, enamorada del susodicho Faón. (Otros autores suponen que esta supuesta relación amorosa entre Safo y Faón, incluido el dramático final de la figura femenina, procede de una antigua comedia griega, hoy desaparecida).

Sean cuales fueren las circunstancias en que acaeció su óbito, lo cierto es que tras la desaparición de Safo se produjo de inmediato el unánime reconocimiento, por parte de sus paisanos, del elevado valor de su legado literario. En diferentes lugares relacionados con su vida se erigieron estatuas conmemorativas de su estancia o paso, e incluso llegaron a acuñarse monedas con su efigie. Pronto se le adjudicó el honroso epíteto de "Décima Musa", apelativo que, al cabo de dos siglos, todavía utilizaba Platón para referirse con admiración a la sensual e inteligente poetisa de Lesbos.

Bibliografía.

  • - GARCÍA GUAL, Carlos. Antología de la poesía lírica griega (siglos VII-IV a.C.) (Madrid: Alianza Editorial, 1980).

- HOWATSON, M. C. (ed.) Diccionario de la Literatura Clásica (Madrid: Alianza Editorial, 1991).

- SAFO. Poemas y fragmentos. Ed., trad. y notas de Juan Manuel Rodríguez Tobal (Madrid: Hiperión, 1990).

Autor

  • JR.