Juan Manuel de Rosas (1793–1877): El Caudillo que Gobernó la Argentina con Mano de Hierro
Contexto y Orígenes
Buenos Aires a finales del siglo XVIII: El Entorno de un Futuro Líder
Juan Manuel de Rosas nació el 30 de marzo de 1793 en Buenos Aires, en una época de gran inestabilidad política, social y económica para las provincias del Río de la Plata. La ciudad portuaria, clave en las rutas comerciales de Sudamérica, era un escenario de intensos conflictos tanto internos como externos. La invasión inglesa de 1806, seguida de la intentona de invasión de 1807, marcaría el inicio de su vida pública, ya que este conflicto sería el primer gran desafío que enfrentaría como joven militar.
Orígenes Familiares y Primeros Años
Rosas provenía de una familia de la alta burguesía local, los Rosas, una estirpe vinculada al comercio y la ganadería. Su padre, Manuel de Rosas, era un estanciero y comerciante que había logrado una relativa prosperidad en la región. Desde joven, Juan Manuel demostró ser un hombre de carácter fuerte y dotado para el liderazgo, cualidades que se evidenciaron en su participación durante la defensa de Buenos Aires contra las invasiones británicas de 1807. En este escenario bélico, Rosas, aún adolescente, se unió a las milicias locales, combatiendo con valentía en la segunda invasión inglesa.
A pesar de la capitulación del general Whitelocke ante las fuerzas británicas, lo que resultó en la pérdida temporal de la ciudad, la figura de Rosas comenzó a destacar. Aunque el conflicto parecía haber terminado en derrota, para él representaba el inicio de una serie de decisiones que lo llevarían a convertirse en un caudillo regional. Tras la capitulación, Rosas abandonó el regimiento al que pertenecía y se retiró junto a su padre a la estancia familiar, Rincón de López, en las afueras de Buenos Aires.
Primeros Años como Estanciero y Empresario
Durante su retiro de la vida militar, Rosas se dedicó a administrar las propiedades familiares y a consolidar su posición en el campo. En 1813, se casó con Encarnación de Ezcurra, una mujer de la aristocracia porteña, lo que reforzó su posición social. Poco después, Rosas decidió abandonar la propiedad de sus padres y asociarse con dos prominentes figuras de la época: Juan Nepomuceno Terrero y Luis Dorrego. Juntos se involucraron en el negocio ganadero, con especial énfasis en la crianza y exportación de ganado hacia Cuba y Brasil, lo que lo hizo aún más influyente en el comercio de la región.
Con el auge de la ganadería, Rosas fundó la estancia Los Cerrillos, situada sobre el río Salado, donde continuó con éxito la cría de reses en gran escala, consolidándose como uno de los estancieros más prominentes de la región. Este éxito económico, basado en el modelo de explotación rural tradicional, le otorgó una poderosa base de apoyo, sobre todo entre los sectores más conservadores y rurales de Buenos Aires.
Inicios en la Política: Primeros Encuentros con el Caudillismo
El caudillismo, un sistema de liderazgo basado en la figura carismática de un líder local que dirige a sus seguidores mediante la influencia personal y el control de los recursos, sería la base de su futura carrera política. Su primer contacto directo con la política ocurrió en 1818, cuando fue convocado por el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón para formar parte de una comisión que evaluara la necesidad de abandonar Buenos Aires ante la amenaza de una invasión realista. Aunque este episodio no fue un enfrentamiento militar directo, marcó el inicio de su involucramiento en las tensiones políticas de la época.
En 1820, Rosas ya se destacaba como un líder natural entre los sectores rurales, y esa misma habilidad la trasladó al campo militar cuando, al observar el caos político en la ciudad, organizó a sus peones en un ejército personal de 400 hombres conocidos como los «colorados». Con este grupo, Rosas se dirigió a Buenos Aires para enfrentar la sublevación del coronel Pagola, quien intentaba tomar la ciudad. Su intervención fue decisiva y, gracias a su destreza militar, logró expulsar a los partidarios de Pagola de la ciudad.
Rosas como Comandante: La Primera Muestra de su Carácter Militar
Tras la victoria, Rosas fue reconocido por su valentía y liderazgo, y en 1821, con el grado de comandante, se unió al ejército de Buenos Aires bajo el mando del general Martín Rodríguez. Sin embargo, a pesar de su éxito, Rosas decidió retirarse de la vida militar para regresar a sus actividades en el campo, donde continuó con su trabajo como estanciero y ganadero. A partir de entonces, se dedicó a la crianza de ganado y a la defensa de sus estancias contra las incursiones de los pueblos indígenas, quienes atacaban regularmente las propiedades rurales de Buenos Aires.
Este episodio de la vida de Rosas es crucial porque le permitió afianzar su reputación como defensor de los intereses rurales y de la provincia. A la vez, su habilidad para manejar tanto la política como la guerra le daba una ventaja considerable sobre muchos de sus contemporáneos. Su capacidad para movilizar a los sectores rurales y organizarlos en un ejército personal le otorgó una gran influencia, tanto en el campo militar como en el político, lo que le permitió cimentar su ascenso a los niveles más altos del poder en la región.
Carrera Política y Ascenso al Poder
El Conflicto entre Unitarios y Federales: Rosas en el Epicentro
La década de 1820 fue un período de intensas luchas políticas en el Río de la Plata. La división entre unitarios y federales dominaba el escenario político argentino, con Buenos Aires como el centro de la controversia. Los unitarios, que buscaban un gobierno centralizado en la ciudad de Buenos Aires, se enfrentaban a los federales, que defendían una organización federal que otorgara mayor autonomía a las provincias.
En este contexto, Rosas se alineó con los federales, quienes, liderados por figuras como Manuel Dorrego, luchaban contra el centralismo unitario. Su primer gran acto político fue en 1828, cuando se opuso abiertamente al nuevo gobierno unitario de Juan Lavalle, quien había derrocado al gobernador federal Dorrego. La ejecución de Dorrego a manos de los unitarios fue un acto que enfureció a muchos, incluido Rosas, quien decidió actuar para vengar la muerte de su aliado y reafirmar su compromiso con la causa federal.
Rosas, junto con otros caudillos federales como Vicente López, se levantó en armas contra el nuevo gobierno unitario, lo que culminó en la batalla de Puente de Márquez, el 26 de abril de 1829. Tras la victoria de los federales, Lavalle fue obligado a retirarse y negociar, lo que resultó en la firma de un acuerdo que permitió la organización de elecciones para elegir al nuevo gobernador de Buenos Aires. En los comicios de diciembre de 1829, Rosas salió victorioso y fue elegido gobernador plenipotenciario, lo que le otorgó un poder considerable sobre la provincia y, por extensión, sobre las decisiones políticas en el resto del país.
El Ascenso Definitivo al Poder: La Tiranía de Rosas
El ascenso de Rosas al poder no fue solo el resultado de su habilidad militar, sino también de su astucia política. Con el apoyo de las provincias del litoral, como Santa Fe y Entre Ríos, y el respaldo de sectores rurales, Rosas consolidó su poder. La firma del pacto federal con estas provincias dio origen a la Confederación Argentina, una alianza que estableció una base de apoyo sólida para su gobierno.
En 1832, cuando la Sala de Representantes de Buenos Aires le ofreció nuevamente el cargo de gobernador, Rosas pidió facultades extraordinarias para poder gobernar con un control absoluto. Sin embargo, al no obtenerlas, rechazó la oferta y optó por una estrategia más audaz: la campaña del desierto. Esta campaña tenía como objetivo someter a las poblaciones indígenas del interior y expandir los límites de la provincia de Buenos Aires hacia el sur. En 1834, después de un exitoso avance en esta campaña, Rosas fue obsequiado con la isla Choele-Choel por parte del gobierno como muestra de gratitud.
Pero el poder de Rosas no se limitaba solo al campo militar. En 1835, fundó la Sociedad Popular Restauradora, un movimiento que, respaldado por su esposa Encarnación Ezcurra, se dedicó a organizar a las clases populares en defensa de la causa federal. Este movimiento fue crucial para la consolidación de su régimen, ya que logró movilizar a las masas a su favor, utilizando la violencia y el terror contra los opositores políticos, especialmente los unitarios.
El 7 de marzo de 1835, Rosas fue investido como gobernador con “la suma del poder público”, lo que significaba que controlaba tanto el poder ejecutivo, legislativo y judicial. Esto marcó el comienzo de una dictadura en la que Rosas concentraba todo el poder en sus manos, convirtiéndose en una figura omnipresente en la vida política de Argentina. La primera medida que tomó fue convocar un plebiscito en el que confirmó sus facultades extraordinarias, garantizando su control absoluto sobre el gobierno.
El Conflicto con los Opositores Internos: La Violencia Contra los Unitarios
La oposición a Rosas, aunque en su mayoría dispersa y desorganizada, no desapareció. En Buenos Aires, un grupo de intelectuales afrancesados, agrupados en el “Salón Literario” y la “Asociación de Mayo”, encabezados por figuras como Esteban Echeverría, Juan B. Alberdi y José Mármol, se opusieron abiertamente al régimen rosista. Aunque estos intelectuales tuvieron un impacto limitado en el ámbito político, sus críticas al régimen de Rosas fueron constantes, y el gobierno respondió con medidas represivas. Las protestas de estos grupos fueron sofocadas sin piedad, y muchos de sus miembros fueron perseguidos, exiliados o encarcelados.
La posición de Rosas frente a la oposición se fortaleció en gran parte gracias a su control absoluto de los recursos y a su habilidad para manejar las fuerzas sociales y militares que apoyaban su gobierno. Las reformas en la administración, la defensa de la religión católica como pilar del Estado y su férrea defensa de la “causa de la Federación” le otorgaron una base de apoyo popular, pero también lo hicieron objeto de críticas y resentimiento por parte de los sectores más liberales y unitarios.
Conflictos Internacionales: El Bloqueo y la Guerra con Bolivia
En el ámbito internacional, el gobierno de Rosas enfrentó varios desafíos. Uno de los más significativos fue el conflicto con Francia, que se desató en 1838 debido a un decreto que exigía el cumplimiento del servicio militar por parte de los extranjeros residentes en Buenos Aires. La respuesta de Francia fue inmediata: un bloqueo naval al puerto de Buenos Aires, que afectó profundamente la economía de la provincia. En respuesta, Rosas utilizó su astucia diplomática para negociar un acuerdo con los franceses, mientras mantenía el control sobre la situación interna.
Además, en 1837, Rosas declaró la guerra a Bolivia, una nación que se encontraba bajo la influencia de la Confederación Perú-Boliviana. Aunque el conflicto fue breve y no tuvo un gran impacto militar, los gastos para el tesoro argentino fueron considerables. La política exterior de Rosas, como su política interna, estaba marcada por una visión de unidad y autonomía, lo que le permitió mantener el control sobre el país a pesar de las presiones externas.
Declive y Legado
La Ruptura con Urquiza y la Caída de Rosas
A medida que consolidaba su poder, Rosas comenzó a enfrentar desafíos internos inesperados. Uno de los principales fue su ruptura con Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos y aliado crucial en su lucha contra los unitarios. El motivo de esta ruptura fue el decreto de Rosas que reimplantaba la clausura de la navegación de los ríos, lo que afectaba gravemente la economía de los ganaderos entrerrianos, entre ellos Urquiza. A esta tensión se sumó la creciente insatisfacción de las provincias del interior con el régimen rosista, lo que finalmente condujo a la sublevación de Urquiza en 1851.
Urquiza, apoyado por Brasil y la Banda Oriental, lanzó un pronunciamiento en su contra, marchando hacia Buenos Aires con un ejército de 10,000 hombres. A pesar de los esfuerzos de Rosas por defender su poder, su ejército no pudo contener la ofensiva. El Ejército Grande de Urquiza, que contaba con apoyo internacional y la alianza de unitarios, derrotó a las fuerzas federales en la decisiva batalla de Monte Caseros, el 3 de febrero de 1852. Esta derrota fue catastrófica para Rosas, quien, tras la caída de su régimen, se vio obligado a abandonar Argentina.
El golpe de estado de Urquiza y su victoria en Monte Caseros marcaron el fin de la Confederación Argentina bajo el liderazgo de Rosas. Justo José de Urquiza se convirtió en el nuevo líder de la federación, dando lugar a la firma de la Constitución de 1853 y la disolución de la centralización rosista. Con su caída, Rosas dejó atrás un país dividido y en crisis, pero también un legado perdurable.
Exilio en Inglaterra: El Final de una Era
Tras su derrota, Rosas se exilió en Southampton, Inglaterra, donde pasó el resto de su vida. A pesar de que vivió en un relativo anonimato en Europa, nunca dejó de ser una figura controvertida. Durante su exilio, mantuvo un bajo perfil, dedicándose a sus negocios y viviendo en una finca en la región inglesa. Su tiempo en el exilio estuvo marcado por la nostalgia y la reflexión sobre el país que dejó atrás.
Rosas murió el 14 de marzo de 1877 en Southampton. Su muerte no solo cerró un ciclo en la historia de Argentina, sino que también dejó una huella profunda en la memoria colectiva del país. En vida, Rosas fue visto como un héroe por muchos y como un tirano por otros. Su figura dividió profundamente a la sociedad argentina, y su legado permaneció polémico hasta la actualidad. A lo largo del siglo XIX y XX, diferentes sectores políticos de Argentina lo reivindicaron o lo denunciaron según su propia ideología.
Impacto Histórico y Legado Duradero
El legado de Rosas ha sido objeto de un intenso debate en la historia argentina. Para muchos, fue el garante de la unidad nacional y de la autonomía de las provincias frente a los intereses centralistas de Buenos Aires. Para otros, su gobierno fue sinónimo de dictadura y represión. Sin embargo, su influencia en la política argentina fue incuestionable.
En la literatura argentina, Rosas se convirtió en un símbolo de la lucha entre el autoritarismo y el liberalismo. Escritores como Esteban Echeverría, Domingo Faustino Sarmiento, y Bartolomé Mitre, entre otros, lo denunciaron en sus obras, acusándolo de ser un obstáculo para el progreso y la modernización del país. Sarmiento, por ejemplo, lo calificó de «tirano» y lo señaló como responsable del atraso cultural y político de la nación.
En contraste, sectores del nacionalismo y del federalismo lo vieron como un protector de los intereses de las provincias y como un líder que defendió los valores tradicionales frente a la invasión de ideas extranjeras. Su figura fue reivindicada por aquellos que lo consideraban el defensor del orden, la tradición y la soberanía nacional.
Aunque su poder terminó con la derrota en Monte Caseros y la posterior promulgación de la Constitución de 1853, la Confederación Argentina que él había construido sobrevivió como modelo de organización política, en particular para las provincias que buscaban una estructura federal. Rosas fue, sin duda, un personaje esencial en la formación de la Argentina moderna, aunque su método autoritario de gobierno lo dejó marcado como uno de los caudillos más controvertidos de la historia del país.
En términos políticos, el modelo federal que él propugnó perduró, y muchas de las tensiones que caracterizaron su gobierno siguen siendo relevantes en la política argentina contemporánea. A través de la lucha entre unitarios y federales, la Argentina vivió un proceso de construcción nacional que Rosas, sin quererlo, ayudó a moldear, dejando una marca indeleble en la historia del país.
El Recuerdo de Rosas: Un Personaje Divisivo
La figura de Juan Manuel de Rosas sigue siendo una de las más divisivas en la historia argentina. A pesar de haber sido desterrado y de haber pasado sus últimos años en el exilio, su nombre y su legado continúan siendo discutidos y reivindicados por distintos sectores. Para algunos, es el ejemplo de un líder que defendió la soberanía y el orden nacional; para otros, es el símbolo de la opresión y el autoritarismo. Sin importar las opiniones sobre su figura, Rosas dejó una huella profunda en la política y la historia de Argentina que perdura hasta hoy.
MCN Biografías, 2025. "Juan Manuel de Rosas (1793–1877): El Caudillo que Gobernó la Argentina con Mano de Hierro". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/rosas-juan-manuel-de [consulta: 3 de octubre de 2025].