Roger Serrano (1898–1936): El Torero Valencia II y su Legado de Valentía
Roger Serrano (1898–1936): El Torero Valencia II y su Legado de Valentía
Los Primeros Años y el Ascenso al Toreo
Orígenes y Familia Taurina
Roger Serrano, más conocido en el mundo taurino como Valencia II, nació el 18 de diciembre de 1898 en Madrid, en el seno de una de las familias más relevantes del mundo de la tauromaquia. Su figura se distingue no solo por su destreza en el ruedo, sino también por pertenecer a una dinastía que marcó una huella profunda en la historia de la tauromaquia española.
Su padre, José Roger y Durán, fue un reconocido banderillero, cuyo apellido se haría célebre en la profesión. La familia Roger estaba inmersa en el ambiente taurino desde varias generaciones atrás, lo que permitió que Victoriano creciera rodeado de la tradición y el espíritu de la tauromaquia. Desde su infancia, la influencia de su progenitor fue fundamental, pues le transmitió no solo el conocimiento técnico, sino también el valor y la pasión por el arte de torear.
Además, su hermano mayor, José Roger Serrano (más conocido como «Pepe Valencia»), también tuvo un destacado papel como matador de toros, lo que consolidó aún más el nombre de los Roger en el mundo del toreo. La saga de los Valencia fue creciendo con el paso de los años, incluyendo a sus sobrinos José Roger Martín («Valencia III») y Victoriano Cuevas Roger («Victoriano Valencia»), quienes siguieron el legado de la familia, asegurando que la marca Roger siguiera en lo más alto del toreo español.
Primeros Pasos en el Mundo del Toreo
Desde joven, Victoriano mostró una gran inclinación hacia el arte taurino. A los pocos años de nacer, ya estaba inmerso en los primeros ambientes taurinos, asistiendo a las corridas y observando a los más grandes toreros de la época. No es de extrañar, entonces, que con apenas unos años de edad, ya se viera trabajando como monosabio en la plaza de toros de Madrid, una de las más prestigiosas de la época. Esta experiencia fue crucial para el joven Roger, pues fue en estos primeros años cuando desarrolló un conocimiento profundo del toreo, observando las faenas y aprendiendo tanto de los toreros como de los animales con los que se lidiaba.
En el monosabio, Victoriano tuvo la oportunidad de trabajar con los varilargueros de la época, quienes, a diferencia de los modernos caballos con protección, solían montar caballos sin las armaduras de seguridad actuales. Este hecho incrementaba el peligro de las situaciones en la plaza, lo que permitió al joven toreador fortalecer su valentía desde su infancia, algo que sería característico de su estilo en los años venideros. En este periodo de aprendizaje, Victoriano Roger comenzó a fijarse en los movimientos, el valor y las técnicas de los más destacados toreros, comprendiendo que la valentía era uno de los aspectos fundamentales para destacar en este duro oficio.
Debut y Primeros Triunfos
Con su afición consolidada, fue en 1916 cuando Victoriano dio el salto al ruedo profesional. El 15 de marzo de ese año, en la plaza de toros de Vista Alegre, situada en Madrid, se celebró su debut con la novillería. En esta primera actuación, alternó con otros jóvenes novilleros como Francisco Torres y Juan Luis de la Rosa, dejando ya una impronta de su valentía y capacidad para enfrentar el peligro sin titubeos. A pesar de su inexperiencia, la actuación de Victoriano fue sobresaliente, lo que le permitió ganar notoriedad rápidamente y asegurarse nuevos contratos en plazas menores.
En menos de tres meses, el joven torero tuvo la oportunidad de saltar a la plaza de toros de Las Ventas en Madrid, la más importante del país. El 31 de mayo de 1916, hizo su debut en el coso madrileño, enfrentándose a un lote de novillos de la ganadería de don Félix Sanz. Fue una tarde difícil, ya que los novillos presentaron una gran dificultad, pero esto no detuvo a Victoriano, quien, con arrobo y valentía, demostró su coraje. Aunque no ejecutó su toreo con una estética depurada, algo que fue criticado por algunos, la valentía con la que se enfrentó a los toros le hizo ganar la admiración de la audiencia.
La valentía de Valencia II pronto se convirtió en su sello personal. Frente a la escasa belleza en sus faenas, lo que destacó sobre todo fue el arrobo y la temeridad que mostraba frente a los animales. Esto atrajo rápidamente la atención del público y de los expertos en la materia, quienes vieron en él un torero con un futuro prometedor.
Consolidación como Novillero
A lo largo de los años siguientes, Valencia II comenzó a consolidarse como una de las figuras más destacadas en el escalafón novilleril. A lo largo de la temporada de 1918, dejó una huella imborrable con faenas de gran calado en la plaza de Tetuán de las Victorias y en Madrid. En 1919, el 6 de abril, consiguió una actuación memorable que le abrió nuevas puertas, confirmando su estatus como uno de los toreros noveles más prometedores del país.
Su estilo, marcado por un valor desmesurado y una ejecución poco refinada pero con mucha garra, hizo que la afición se volviera loca con él. Su destreza con el capote era sobresaliente; en sus verónicas y medias verónicas, Victoriano lograba torear de forma tan ajustada que parecía estar bailando una danza mortal con los toros. En esos momentos, la figura del torero y la bestia se entrelazaban de forma tan sincronizada que era difícil distinguir entre la furia del toro y la calma controlada de Roger.
Su valor y arrobo fueron las claves de su éxito durante estos primeros años de su carrera, y con el paso del tiempo, los contratos comenzaron a llegar de forma más abundante. De esta manera, Valencia II se ganó un lugar en las grandes plazas de España y se acercaba cada vez más a la alternativa que marcaría su entrada oficial como matador de toros.
El Apogeo y el Declive
La Alternativa y su Consagración
En 1921, tras varios años de esfuerzo y sacrificio, Valencia II alcanzó el hito más importante de su carrera: la alternativa. El 28 de marzo de ese año, fue el malogrado torero valenciano Manuel Granero Valls quien le otorgó la alternativa en la plaza de Las Ventas de Madrid. Durante esta histórica corrida, Valencia II se enfrentó a su primer toro como matador de toros, un burel negro zaino llamado Cigarrito, que pertenecía a la ganadería de Narciso Darnaude. Esta primera lidia fue todo un éxito, pues Victoriano, fiel a su estilo, ejecutó una faena valiente y arrojada, recibiendo una ovación estruendosa de parte del público madrileño, quien ya lo había observado durante sus años de novillero.
Tras la alternativa, Victoriano Roger consolidó su puesto en el grupo de toreros más importantes del momento. La valentía, junto con el carácter poco estilizado pero impactante de su toreo, hizo que las plazas de primera categoría de toda España lo recibieran con los brazos abiertos. Durante los primeros años de la década de 1920, destacó en numerosas plazas, realizando faenas memorables, y siendo reconocido como uno de los toreros más temerarios y admirados del momento.
Su Éxito en España y América
A lo largo de las temporadas de 1922, 1923 y 1924, Valencia II alcanzó la cúspide de su carrera. En especial, el 19 de junio de 1924 en Sevilla, dejó una de sus actuaciones más recordadas, con una faena que se convertiría en referente para aquellos que lo admiraban. Su estilo, impredecible y arriesgado, cautivó a los públicos más exigentes, lo que consolidó su popularidad y éxito en toda España. La combinación de arrobo, valentía y dominio de la faena le permitió mantenerse en las grandes plazas, convirtiéndose en una figura principal del toreo de la época.
Su fama cruzó los océanos, y durante la temporada de invierno de 1924-1925, Valencia II llevó su toreo a México, donde también cosechó una enorme admiración por parte de los aficionados taurinos mexicanos. En tierras aztecas, el torero madrileño confirmó su carácter, y los públicos se rindieron ante la bravura que transmitía en cada pase. La admiración por él se extendió, consolidando su estatus internacional.
La Década de 1930: Retos y Declive Profesional
Sin embargo, los años de gloria no serían eternos. Aunque en 1925 continuó sumando éxitos, el destino de Valencia II empezó a tomar un giro oscuro. El 13 de abril de 1925, sufrió una grave cornada en Madrid, que lo apartó durante algún tiempo de los ruedos. A pesar de la gravedad de la herida, su determinación lo llevó a seguir adelante con su carrera. En el año siguiente, participó en un total de 38 corridas, enfrentándose una vez más al riesgo y el sufrimiento propios del oficio, hasta que sufrió otra grave herida el 15 de julio de 1926 en la misma plaza de Madrid.
Aunque las cornadas fueron parte de su vida como torero, lo que realmente comenzó a marcar su declive fue la aparición de la apatía. Los años de luchas y heridas, sumados a la presión de mantenerse en la cúspide, empezaron a pasar factura a su espíritu. Si bien continuó actuando con gran valentía, los reportes de la época señalaron que su toreo ya no era tan fresco ni tan electrizante como antes. En 1929, actuó en 46 ocasiones, pero al siguiente año, esa cifra cayó drásticamente a solo 18 actuaciones.
Decidió hacer una pausa y se retiró temporalmente, enfrentando sus dudas y el desgaste físico que implicaba su estilo tan agresivo de toreo. Durante su retiro, fue consciente de que necesitaba recargar fuerzas, por lo que se ausentó del ruedo hasta principios de 1935.
El Regreso y la Trágica Muerte
Con renovadas ilusiones y esperanzas, Valencia II regresó a los ruedos en 1935. Aunque sus actuaciones no fueron tan brillantes como en sus años de juventud, demostró, en sus escasas participaciones, que aún conservaba ese valor desmesurado que tanto había caracterizado su estilo. Sin embargo, la falta de preparación adecuada para su regreso quedó en evidencia, y muchos de los expertos taurinos lo señalaron por su falta de ritmo y la escasa planificación de su reaparición. A pesar de esto, la afición continuó admirando su coraje y la valentía con la que se enfrentaba a los toros.
En 1936, a la edad de 37 años, y con la esperanza de recuperar su antigua posición, Valencia II se presentó en la plaza Monumental de Las Ventas, abriendo la temporada de ese año. Sin embargo, su regreso a la plaza se vio interrumpido trágicamente por la Guerra Civil española. En medio del caos y la violencia que envolvía al país, Victoriano Roger fue víctima de un asesinato el 18 de diciembre de 1936, día en el que cumplía 38 años. Su vida se truncó de manera abrupta en la carretera de Hortaleza, en las afueras de Madrid, mientras el país vivía uno de los momentos más sangrientos de su historia.
Reflexión sobre su Estilo y Legado
El historiador de la tauromaquia José María de Cossío dejó una profunda reflexión sobre la figura de Valencia II, destacando su enorme valor, pero también reconociendo la falta de depuración estética en su toreo. Según Cossío, la esencia del torero madrileño residía en una valentía extrema, que contrastaba con la ausencia de refinamiento en su estilo. Sin embargo, esta falta de elegancia era compensada por un toreo de gran impacto, que siempre emocionaba al público. Las verónicas y medias verónicas de Valencia II se hicieron legendarias, y su seguridad frente a los toros era inquebrantable.
A pesar de que Valencia II no fue un torero de gran técnica ni de líneas pulidas, su valentía y su capacidad para llevar al toro tan cerca de su cuerpo marcaron una diferencia crucial. Fue, sin lugar a dudas, uno de los más grandes exponentes de la tauromaquia valiente y arriesgada de principios del siglo XX.
Su legado perdura hasta hoy como un símbolo de arrobo y temeridad, y su vida, marcada por la tragedia y el coraje, sigue siendo un referente para los aficionados al toreo. Valencia II no solo fue un torero destacado, sino también un hombre que, a través de su valentía, dejó una huella indeleble en la historia del toreo español.
MCN Biografías, 2025. "Roger Serrano (1898–1936): El Torero Valencia II y su Legado de Valentía". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/roger-serrano-victoriano [consulta: 1 de octubre de 2025].