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LiteraturaPeriodismoBiografía

Rodríguez, Mario Augusto (1917-VVVV).

Poeta, narrador, dramaturgo, ensayista, periodista y crítico literario panameño, nacido en Santiago de Veraguas el 12 de septiembre de 1917. Autor de una valiosa producción literaria que, en su vertiente genérica más destacada (la narrativa), profundiza con rigor en la realidad social y humana de su pueblo, está considerado como uno de los escritores panameños que mejor han sabido transformar en material literario la historia y la intrahistoria de su país.

Hombre de firme vocación humanística, mostró desde su infancia y juventud unas espléndidas dotes intelectuales que le empujaron al conocimiento de la literatura y las técnicas pedagógicas. Tras completar su formación secundaria, ingresó en la Universidad de Panamá, donde obtuvo los títulos de maestro de enseñanza primaria y profesor de educación secundaria con especialización en Lengua y Literatura castellana; pero, no contento con este brillante curriculum académico, cruzó el Atlántico y se instaló en Madrid, en cuya Universidad Central realizó varios cursos de posgrado enfocados siempre hacia esa especialidad humanística en la que se daban cita su vocación literaria y su curiosidad intelectual (la Lengua y Literatura). Posteriormente, siempre atento a las posibilidades de progresión profesional que podía brindarle la literatura, se trasladó a Ecuador para cursar nuevos estudios de posgrado en la Universidad Central de Quito, esta vez sobre materia periodística. De regreso a su país natal, comenzó a impartir clases en diferentes centros escolares, pero no fue la docencia la principal ocupación laboral que mantuvo a lo largo de toda su vida, sino el cultivo del periodismo, al que dedicó más de medio siglo (1934-1989). Entre sus mayores logros alcanzados en esta vía profesional, cabe citar su nombramiento como editor responsable de la revista Educación y su designación como director del "Suplemento Mensual" de la célebre publicación cultural Lotería, en la que -como en otros muchos rotativos y revistas istmeños- dejó numerosas muestras de su buen hacer como crítico literario. Consagrado -merced a sus abundantes artículos y colaboraciones aparecidos en la prensa panameña, así como al éxito de sus obras literarias- como una de las figuras más relevantes del panorama intelectual de su tiempo, fue llamado a ocupar cargos de alta responsabilidad política dentro de la administración cultural de su país, actividad que alcanzó su cota de mayor prestigio a finales de los años cincuenta, cuando fue nombrado director nacional de cultura del ministerio de Educación (1959-1963).

En su faceta de escritor, Mario Augusto Rodríguez se reveló como un consumado maestro en el complejo género de la narrativa breve, al que aportó algunos de los relatos de mayor calidad de las Letras panameñas contemporáneas. La mayor parte de los cuentos del autor de Santiago de Veraguas quedaron impresos en dos volúmenes recopilatorios, publicados bajo los títulos de Campo adentro (Panamá: Biblioteca Selecta, 1947) y Luna en Veraguas (Panamá: Ediciones del Departamento de Cultura del Ministerio de Educación, 1948). Además, sin salir del ámbito de la narrativa breve (ahora visitado en su condición de filólogo), Mario Augusto Rodríguez es autor del libro titulado Estudio y presentación de los cuentos de Ricardo Miró (Panamá: Editora Panamá-América, 1956). Pero, sin duda alguna, su obra maestra en el género del relato de ficción es la recogida bajo el título de Los ultrajados: Cuentos de la invasión... y de otros tiempos (Panamá: Editorial Universitaria / Universidad de Panamá [EUPAN], 1994), considerada unánimemente por críticos y lectores como una de las cimas de la narrativa breve hispanoamericana. Tras haber permanecido cerca de medio siglo sumido en un inquietante silencio creativo, el ya anciano Mario Augusto Rodríguez dio a la imprenta esta sorprendente colección de relatos de madurez, con la que vino a demostrar que, al cabo de cuarenta y cinco años, su talento como narrador no sólo no había menguado, sino que se había fortalecido, acrecentado y enriquecido de forma sorprendente. La crítica especializada le motejó entonces con el apelativo de "Hijo Pródigo" de las Letras panameñas, en alusión a la indescriptible sensación de gozo que trajo su ya por todos inesperado regreso a los anaqueles de las librerías; pero, por encima de este hecho anecdótico -o, cuando menos, ajeno a los valores estrictamente literarios-, celebró la recuperación de un narrador que, lejos de haber perdido sus virtudes de antaño, había incluso ganado en rigor histórico, calidad expresiva y facultades imaginativas, características que ya se habían revelado como las señas de identidad de su prosa de ficción en su primera etapa como narrador.

Son, en efecto, los relatos de Mario Augusto Rodríguez un prodigio de observación atenta y rigurosa de la realidad humana de su entorno y, al mismo tiempo, un alarde de fecunda y portentosa capacidad fabuladora, lo que le permite imprimir siempre un toque de inconfundible originalidad (por lo común, a través de la agridulce ironía plasmada en los desenlaces) a los episodios más relevantes de la historia panameña. Y es que el suyo es, sin duda alguna, uno de los mayores esfuerzos de compromiso histórico realizado por un artista panameño contemporáneo; o, si se prefiere, un desbordado amor hacia una patria, un territorio y unos compañeros de andadura histórica que, tanto en los más señalados hitos de su historia como en los menos relumbrantes detalles de su intrahistoria, brindan al autor de Santiago de Veraguas ese material narrativo que le permite plasmar en sus páginas la desgarrada recreación literaria de la aventura colectiva de su pueblo. No es de extrañar, por ende, que algunas de las obsesiones temáticas recurrentes en los cuentos de Mario Augusto Rodríguez sean el esfuerzo por reflejar las formas de vida del campesinado istmeño y la lucha constante del hombre de su tierra contra las fuerzas desatadas de la naturaleza, junto a otros temas más íntimos como el de la persecución del amor o el de la satisfacción del deseo de venganza.

Idénticas preocupaciones argumentales forjan los contenidos de su producción poética, en la que uno de los más reputados estudiosos de las Letras istmeñas, Rodrigo Miró, ha querido resaltar "el tono y la emoción de lo panameño, en la tendencia ensoñadora y amorosa, en ese reflejar, acaso sin proponérselo, la angustian nacida de la incertidumbre en que vive cierto sector de nuestro pueblo" (MIRÓ, Rodrigo: Cien años de poesía en Panamá [Panamá: Imprenta Nacional, 1953], p. 50). Sus composiciones líricas quedaron recogidas en el cancionero titulado Canto de amor para la patria nova (Panamá: Departamento de Bellas Artes y Publicaciones del Ministerio de Educación, 1957), obra galardonada con el segundo premio en el certamen literario más prestigioso del país, el Concurso Ricardo Miró (en su modalidad de poesía y su convocatoria de 1956).

Además de sus brillantes aportaciones a la narrativa y la poesía panameñas, Mario Augusto Rodríguez también realizó algunas notables incursiones en la escritura teatral, género en el que mostró las mismas inquietudes temáticas que dominan el resto de su obra. Entre sus piezas más aplaudidas por la crítica y el público, cabe citar Pasión campesina y El Dios de la justicia. Y conviene recordar también esa faceta suya como ensayista, apuntada ya a la hora de mencionar su edición filológica titulada Estudios y presentación de los cuentos de Ricardo Miró (Panamá: Editora Panamá-América, 1956). Humanista fecundo y polifacético, escribió otros estudios de tema literario, como el titulado Introducción a las páginas escogidas de Ignacio de J. Valdés Jr., pero también mostró su interés por la historia contemporánea y la política universal de su época, plasmado en algunos ensayos tan relevantes como La Revolución Panameña (Panamá: Ministerio de Educación / Universidad de Panamá, 1970), Corea, país de Zuche (Panamá, 1978), Kim Il Sung (Panamá, 1980) y La Operación Just Cause en Panamá (Panamá: Fundación Omar Torrijos, 1992). Además, es autor de una interesante colección de crónicas de viajes publicada bajo el título de Israel: milagro de ayer y de hoy (Bogotá, 1969).

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.