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LiteraturaBiografía

Rivera, Andrés (1928-VVVV).

Narrador argentino, nacido en Buenos Aires en 1928. Poseedor de una trayectoria literaria tan singular como sorprendente, para asomarse a su obra hay que tener en cuenta la producción de ésta en dos etapas profundamente distintas, tan alejadas entre sí que, al inicio de la segunda, el propio autor, la crítica y los lectores consideraron sus nuevas entregas narrativas como el producto de un autor diferente al que había elaborado las anteriores.

Primera etapa

Procedente de la clase proletaria (trabajó durante muchos años como obrero en una empresa dedicada a la elaboración de prendas textiles), en la década de los años cincuenta Andrés Rivera se incorporó sorprendentemente a la polémica sobre el realismo que entonces reinaba en las Letras argentinas, aportando el valioso punto de vista que le ofrecía su procedencia de un mundo ajeno a los foros intelectuales y artísticos. Su militancia en las filas del Partido Comunista y su pertenencia a la clase trabajadora le animó a incorporar por vez primera a la literatura austral la figura literaria del dirigente sindical, como protagonista de obras de ficción en las que dicho debate sobre la conveniencia o no del realismo se despojaba de su excesiva intelectualización teórica para presentarse desde la óptica pragmática de quien lo vivía como una realidad cotidiana. Así, en oposición a la actitud de escritores realistas del grupo Contorno (que cifraban la esperanza de un cambio social en la actuación comprometida de los intelectuales), Andrés Rivera introdujo en la literatura argentina los cánones del realismo socialista y postuló la necesidad -ejemplificada en las novelas de su primera etapa- de que el modelo del cambio fuera ese obrero militante en el que se daban cita tanto las virtudes como los defectos de su clase, pero que, en definitiva, era quien mejor podía representar a dicha clase proletaria. En novelas tan renovadoras (desde el punto de vista de los contenidos) como El precio (1957), Los que no mueren (1959), Sol de sábado (1962), Cita (1966), El yugo y la marcha (1968) y Ajuste de cuentas (1972), consideradas -no sin razón- como las primeras narraciones obreras de la prosa argentina contemporánea, el antiguo trabajador textil analizó los comportamientos e inquietudes de unos personajes tal vez demasiado esquemáticos, pero plenamente representativos -en su abigarrada tipificación- de un grupo social que, pese a haber protagonizado los mayores episodios históricos del siglo, jamás había tenido una digna representación en las Letras australes. De ahí que, en la mayoría de las narraciones recién citadas, Rivera buscase premeditadamente el tema de la huelga obrera como espacio idóneo para representar los conflictos externos e internos de unos personajes que se ven forzados a evaluar su grado de compromiso social y político y a actuar en consecuencia.

Segunda etapa

Esta actitud ideológica, nítidamente enfocada hacia la clase obrera a la que pertenecía, desaparece por completo en la narrativa de Andrés Rivera a partir de los años ochenta, cuando "reaparece" prácticamente como un autor distinto con la publicación de Una lectura de la historia (1982) y Nada que perder (1982), dos obras que inauguran en su trayectoria literaria un nuevo procedimiento narrativo basado en ciertos desvíos de la novela histórica. A partir de entonces, las escasas referencias bio-bibliográficas que brinda el propio autor a los encargados de repasar su andadura literaria "olvidan" por completo la mención de los títulos de su primera etapa, por la que pasan de puntillas con someras indicaciones como ésta: "Alguna vez fue obrero textil".

La crítica y los lectores aceptaron con agrado las nuevas narraciones del "nuevo" Andrés Rivera, respaldadas con algunos de los galardones más prestigiosos del país. Así, en efecto, en 1985 su novela titulada En esta dulce tierra (1984) fue galardonada con el Segundo Premio Municipal de Novela convocado por la ciudad de Buenos Aires; y al cabo de tres años, tras haber dado a la imprenta otra interesante entrega novelesca publicada bajo el título de Apuestas (1986), el ya maduro escritor -que estaba a punto de alcanzar la condición de sexagenario- se hizo acreedor del Premio Nacional de Literatura, por su novela La revolución es un sueño eterno (1987).

Ya en la década de los noventa, el escritor de Buenos Aires -aunque afincado en la ciudad interior de Córdoba- regresó a los anaqueles de las librerías dispuesto a renovar el favor de la crítica y los lectores con La sierva (1992), una magnífica novela que fue designada en 1993, por parte de la Fundación "El Libro", el mejor libro publicado en 1992. Al cabo de dos años, Andrés Rivera siguió cosechando los principales galardones del panorama literario argentino, ahora con El verdugo en el umbral (1994), distinguida en octubre de 1995 con el Premio del Club de los XIII. Poco después, su novela histórica (marbete genérico rechazado por el propio escritor) titulada El farmer (1996) se convirtió en uno de los grandes éxitos editoriales del momento, y permaneció durante varias semanas en los puestos más destacados de las listas de libros más vendidos en Argentina. La crítica inmediata ha señalado esta novela de Andrés Rivera -centrada en los años finales del mandato de Juan Manuel de Rosas- como su obra maestra de esta segunda etapa de su andadura literaria, al tiempo que la sitúa entre las grandes narraciones publicadas en suelo austral en la última década del siglo XX.

Otras obras notables del autor bonaerense (que, entre otras afirmaciones tajantes, asegura que "escribir da placer, mucho placer") son las tituladas Los vencedores no dudan (1989), El amigo de Baudelaire (1991), Mitteleuropa (1993) y La lenta velocidad del coraje (1998).

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.