A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
Ocio y entretenimientoBiografía

Rivera Agüero, Francisco, o "Curro Rivera" (1951-2001).

Matador de toros mexicano nacido en Ciudad de México el 17 de diciembre de 1951 y fallecido el 23 de enero de 2001 en Ojuelos (Jalisco). En el planeta de los toros es conocido por el sobrenombre artístico de "Curro Rivera". Pertenece a una larga dinastía de acreditados matadores de reses bravas -hijo del famoso espada de San Luis de Potosí Fermín Rivera Malabehar-, entre sus antecedentes familiares resulta obligado recordar también la figura de su tío materno, el valeroso espada vizcaíno Martín Agüero Ereño. Considerado como una de las mayores figuras del toreo azteca de la segunda mitad del siglo XX, ha sido, además, el diestro mejicano que mayor número de triunfos ha cosechado en los ruedos españoles, en los que, durante su apogeo como matador de toros, llegó a torear tantas corridas como las principales figuras hispanas del escalafón.

Sus antecedentes familiares le permitieron criarse en un ambiente en el que resultaba fácil emprender la carrera taurina. Así, dio inició a una brillante trayectoria novilleril que le llevó a estrenar su primer terno de alamares el día 6 de agosto de 1967, en la plaza de toros de San Luis de Potosí, donde hizo el paseíllo acompañado por los jóvenes novilleros Mario Sevilla y Andrés Blanco, para dar cuenta entre los tres de un encierro procedente de la ganadería de Valparaíso. Cada vez más asentado en el oficio, no tardó en hallarse en condiciones de figurar entre los matadores de reses bravas, por lo que, el día 14 de septiembre de 1968, en las arenas de la plaza de Torreón (en el estado de Coahuila), hizo el paseíllo dispuesto a recibir la alternativa. Fue su padrino de doctorado el celebérrimo coletudo del estado de Puebla José Huerta Rivera ("Joselito Huerta"), quien, ante la circunspecta presencia del espada capitalino Jaime Rangel Jiménez, que hacía las veces de testigo, cedió al toricantano los trastos con los que había de dar lidia y muerte a estoque a Presidente, un burel criado en las dehesas charras de Tequisquiapán. En el momento de recibir este título de doctor en tauromaquia, el precoz "Curro Rivera" aún no había cumplido los dieciocho años de edad.

No obstante, esta vertiginosa progresión no iba en desdoro de los fundamentos técnicos y artísticos que ha de ir adquiriendo un matador novel en su período de aprendizaje del duro oficio taurino, ya que desde muy temprana edad había mostrado el joven "Curro Rivera" unas especialísimas condiciones innatas para el ejercicio del toreo. Así, en el transcurso de la temporada siguiente compareció ante sus paisanos de Ciudad de México para confirmar, ante la primera afición del país, la validez de su doctorado taurino, merced al padrinazgo del matador español Gabriel de la Casa Pazos, y al testimonio del estoqueador de Aguascalientes Manuel Espinosa Menéndez ("Armillita"). Corría, a la sazón, el día 16 de febrero de 1969, fecha en la que se jugó un encierro marcado con la señal de don Javier Garfias.

A partir de entonces, "Curro Rivera" fue escalando puestos rápidamente hasta situarse en los lugares cimeros del escalafón durante aquella misma temporada de 1969, al término de la cual se había vestido de luces en cuarenta y dos ocasiones. Consagrado, en fin, como una de las figuras aztecas de las postrimerías de los años sesenta, antes de haber cumplido la veintena había ya probado las mieles del triunfo y -por desgracia- también las hieles de la desgracia, presente, en forma de cornada seria, el día 21 de junio de 1970, cuando un toro le lesionó gravemente una de sus rodillas.

Pronto se echó de ver que la gran cualidad de su toreo radicaba en su facilidad para asimilar esa alegría pinturera que suele adornar a los espadas mejicanos, y combinarla al mismo tiempo con los rasgos que, procedentes de España, iban perfilando la técnica taurina de aquella época (velocidad en la ejecución de las suertes, predominio del movimiento sobre la quietud, y, sobre todo, buenos fundamentos técnicos dedicados siempre a la complacencia de las masas). Así, no es de extrañar que, precedido de la enorme fama que había logrado en su país natal, en 1971 viera cumplido el sueño de cualquier torero hispanoamericano que aspire a ser considerado como una gran figura del Arte de Cúchares: cruzar el Atlántico y someter su toreo al severo dictamen de la afición española.

Entre los méritos de "Curro Rivera" a lo largo de su aventura hispánica, tal vez el más destacable fuera su pronta adaptación a las condiciones del ganado bravo español (adaptación que no supieron hallar muchos otros espadas mejicanos tenidos allí por figuras). En efecto, la mayor fiereza y presencia física de los toros de la Península no amilanó al hábil estoqueador de Ciudad de México, como quedó patente en los cincuenta y ocho paseíllos que realizó en las arenas españolas a lo largo de aquella campaña de 1971; entre ellos, fue especialmente significativo el verificado el día 18 de mayo en la madrileña plaza de Las Ventas, que le sirvió para confirmar ante la primera afición del mundo su condición de matador de reses bravas. Como padrino de esta alternativa peninsular, actuó aquella tarde el afamado espada madrileño -aunque nacido accidentalmente en Caracas- Antonio Mejías Jiménez ("Antonio Bienvenida"), quien, bajo la atenta mirada del gran torero zamorano Andrés Mazariegos Vázquez ("Andrés Vázquez"), que comparecía a guisa de testigo, facultó a "Curro Rivera" para que trasteara y despenara a Beluco, un morlaco negro zaino, de 528 kilos de peso, que se había criado en las dehesas de Samuel Hermanos. Anduvo fino e inspirado el torero azteca ante el riguroso público venteño, que premió su labor con un apéndice auricular y reclamó su inmediata repetición en los carteles de Las Ventas.

Así las cosas, al cabo de una semana "Curro Rivera" volvió a hollar el redondel de la capital, esta vez acompañado en el paseíllo por otras dos figuras de la talla del malagueño Antonio Ordóñez Araujo y el sevillano Francisco Camino Sánchez ("Paco Camino"). Se jugó aquella tarde un encierro perteneciente a la vacada del duque de Pinohermonso, y el joven diestro mejicano volvió a triunfar y a ser premiado con una oreja de uno de sus dos enemigos. Tanto gustó a la afición de la capital de España, que al término de aquel ciclo ferial isidril "Curro Rivera" compartió con el susodicho "Antonio Bienvenida" -uno de los toreros más queridos en Madrid- el cartel de la corrida extraordinaria de Beneficencia, en la que se corrieron reses adornadas con la divisa de don Felipe Bartolomé.

De estas tres acertadas actuaciones en Las Ventas le llovieron numerosas ofertas para torear en las principales plazas de provincias, en algunas de las cuales "Curro Rivera" ya gozaba de un merecido predicamento. Así, v. gr., en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, donde unos días antes de sus triunfos madrileños había protagonizado un episodio sin parangón en la historia del toreo mejicano, al salir a hombros por la Puerta del Príncipe después de haber cortado tres orejas, en presencia de dos diestros tan relevantes como el madrileño Victoriano Cuevas Roger ("Victoriano Valencia") y el "Faraón de Camas" Francisco Romero López ("Curro Romero").

Tras esta excepcional temporada de 1971 en suelo español, no es menester ponderar el apoteósico recibimiento de que fue objeto a su regreso a México, donde pronto demostró que sus triunfos en la Península no habían sido casuales. Así, el 27 de febrero de 1972 enjaretó una faena de tal plenitud y brillantez al toro Payaso, de la vacada de Torrecilla, que consiguió el indulto de la res y uno de sus mayores éxitos en las arenas de su patria. Retornó, pues, a España "Curro Rivera" aún más sereno y confiado, dispuesto a refrendar sus triunfos del año anterior; y no sólo consiguió de inmediato rayar a idéntica altura, sino que pronto superó con creces la grata impresión que causara en la pasada campaña. De ello volvieron a ser responsables sus actuaciones en Las Ventas, donde se convirtió en el espada azteca que ha cosechado los triunfos más clamorosos.

En efecto, el 17 de mayo de 1972, en compañía del ya mencionado "Paco Camino" y del espada gaditano José Luis Feria Fernández ("José Luis Galloso"), se enfrentó en Madrid con seis toros de Osborne Domecq y se llevó en su esportón una oreja de uno de sus oponentes. Pero el éxito más rotundo le llegó cinco días después, en el transcurso de una de las corridas más memorables que jamás ha contemplado la afición de Las Ventas. Aquel 22 de mayo, en plena Feria de San Isidro, se anunciaron en los carteles seis reses bravas de don Atanasio Fernández, para los diestros "Andrés Vázquez", Sebastián Palomo Martínez ("Palomo Linares") y "Curro Rivera". El valiente espada zamorano cortó una oreja en la lidia de su primer enemigo, y nada pudo hacer frente al segundo astado de su lote; por su parte, "Palomo Linares" protagonizó su día más glorioso en toda su carrera profesional, pues se llevó las dos orejas del segundo toro de la tarde y las dos orejas y el rabo del quinto, de nombre Cigarrón, última res a la que se le ha arrancado el rabo en Las Ventas hasta la fecha (2000). En medio del delirio de la afición, "Curro Rivera", que ya tenía en su haber los dos apéndices auriculares de su primer enemigo, se enfrentó al sexto toro de la tarde como si fuera un principiante que necesitara ganarse el puesto a costa de lo que fuera, y brindó otra espléndida faena que fue galardonada, también, con las dos orejas de su oponente. Hasta entonces, ningún lidiador mejicano había cortado cuatro trofeos en el redondel madrileño en una sola tarde.

Curiosamente, entre el triunfo del 17 de mayo de 1972 y esa apoteosis taurina que tuvo lugar cinco días después, "Curro Rivera" había protagonizado su único fracaso en Las Ventas, motivado por el mal comportamiento del ganado de don Antonio Pérez. Fue el día 19 de aquel recordado mes de mayo, fecha en la que el diestro de Ciudad de México hizo el paseíllo acompañado del ya citado "Andrés Vázquez" y del alicantino José María Dols Abellán ("José Mari Manzanares").

En 1973 sólo intervino en cuatro funciones taurinas en España, pues era evidente que su carrera había entrado, de repente, en una franca decadencia. No regresó a la Península hasta la campaña de 1977, en la que firmó nueve contratos que, lejos de reportarle una parte de su antigua gloria, sólo le causaron pesares (uno de ellos, verificado en Gijón el 12 de agosto, de cierta gravedad, pues fue herido por asta de toro en el muslo derecho).

Sin embargo, en México y en otros lugares de Hispanoamérica siguió toreando y triunfando "Curro Rivera", en una dilatada andadura profesional que, al llegar a la primavera de 1982, ya reflejaba un palmarés de mil festejos toreados. Para celebrar este millar de actuaciones, el espada de Ciudad de México mató en solitario catorce toros en la Feria de San Marcos de Aguascalientes, el día 24 de abril, fecha en la que fue el único espada anunciado en dos carteles diferentes. En el primero de ellos, previsto para las cinco de la tarde, mató siete reses de su propia ganadería (y obtuvo como premio seis orejas); en el segundo, que dio comienzo a las nueve de la noche de aquel mismo día, "Curro Rivera" se enfrentó con otros siete astados, cada uno de un hierro distinto (en esta ocasión, se llevó en el esportón cuatro orejas y dos rabos). De las mil corridas conmemoradas en tan magno evento taurino, ochocientas sesenta se habían celebrado en suelo mejicano, ciento dos en plazas españolas, doce en Colombia, diez en Francia, siete en Venezuela, otras tantas en Ecuador y un par de ellas en cosos lusitanos.

Por aquel entonces, su precoz veteranía era ya uno de los mayores atractivos del panorama taurino azteca, en el que el triunfador vástago de Fermín Rivera continuó presente durante muchos años, siempre en los puestos cimeros del escalafón. Así, en la campaña de 1985 toreó cincuenta y cinco corridas, y en 1986 se enfundó el terno de luces en sesenta y ocho ocasiones; y en temporadas posteriores anduvo siempre cerca de las cincuenta intervenciones (cuarenta y ocho en 1989 y cuarenta y cuatro en 1990). Se retiró el 20 de noviembre de 1992 para reaparecer en agosto de 2000. Murió el 23 de enero del año siguiente, a consecuencia de un infarto, mientras toreaba una vaquilla en su finca La Alianza de Ojuelos (Jalisco, México).

Bibliografía.

  • ABELLA, Carlos y TAPIA, Daniel: Historia del toreo (Madrid: Alianza, 1992). 3 vols. (t. 3: De "Niño de la Capea" a "Espartaco").

  • COSSÍO, José María de: Los Toros (Madrid: Espasa Calpe, 1995). (2 vols.).

  • GUARNER, Enrique: Historia del toreo en México (México, 1979).

  • ORTIZ BLASCO, Marceliano: Tauromaquia A - Z (Madrid, 1991). (2 vols.).

  • Diccionario de la Tauromaquia (Madrid: Espasa Calpe, 1995).

  • VINYES RIERA, Fernando: México, diez veces llanto (Madrid: Espasa-Calpe, 1987).

Autor

  • JR.