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PolíticaHistoriaLingüísticaBiografía

Rivadeneyra, Adolfo (1841-1882).

Diplomático, viajero, aventurero, lingüista y orientalista español nacido en Santiago de Chile el 10 de abril de 1841 y muerto en Madrid en 1882. Fue hijo del impresor Manuel Rivadeneyra. Perteneció a la Sociedad Geográfica de Madrid y fue correspondiente de la Academia de la Historia.

En 1848 se trasladó junto con su familia a Madrid donde residió durante algún tiempo. Recibió una educación muy cuidada y cosmopolita. Durante su infancia y juventud viajó por España, Bélgica, Francia y Alemania.

De regreso en España inició estudios como ingeniero, pero desistió rápidamente y a los veinte años de edad ingresó en el cuerpo diplomático como Joven de Lenguas en el consulado de Beirut. Dicho empleo carecía de remuneración económica, pero sirvió a Rivadeneyra para ampliar su formación lingüística y aprender árabe a la perfección, lo que logró en tan sólo cincuenta días. A estas alturas ya hablaba perfectamente inglés, alemán, francés, italiano, y conocía el griego y el latín. Desde su destino en Beirut pasa dos meses en el monasterio de Ain-Warka, en el Líbano, donde escribió Estudio sobre el mecanismo de la lengua árabe. También estudió el sánscrito y los dialectos índicos, aunque estos nunca llegó a dominarlos. Posteriormente solicitó el traslado a Constantinopla con el fin de estudiar la lengua turca.

En 1866 viajó a Jerusalén como cónsul interino y al año siguiente regresó de nuevo a Beirut, esta vez como vicecónsul. Más tarde fue destinado a Ceilán. En 1869 viajó a Egipto con motivo de la inauguración del Canal de Suez. En 1874 fue trasladado a Teherán, desde donde pasó a Singapur y Mogador. En 1879 regresó a España.

Sus sucesivos traslados, así como su misión diplomática de analizar la situación económica y social de los países en los que estuvo destinado, le sirvieron para escribir: De Ceilán a Damasco (1873) y Viaje al interior de Persia (1876). Estos libros son una mezcla de descripción geográfica, información social y económica, aventura, pero sobre todo son la descripción del mundo que le rodea con sus diferencias culturales.

En 1880 fue nombrado representante de la Sociedad Geográfica de Madrid en el Congreso de Exploradores de África. En los últimos años de su vida fue miembro de la Real Academia de la Historia y colaboró en el negocio editorial familiar llevando a término la publicación de la Biblioteca de Autores Españoles iniciada por su padre. Tres años después de su regreso a España falleció en Madrid. Murió apenas cumplidos los cuarenta años, a causa de alguna enfermedad contraída en Oriente.

Viaje de Rivadeneyra a Persia

La inquietud lingüística y arqueológica de Rivadeneyra le llevó a interesarse por Persia, tanto por su cultura milenaria como por su lengua. En 1874 aprovechó la intención del Ministerio de Estado español de entablar relaciones comerciales con Persia para viajar a dicho país como embajador de España. Persia era en esos momentos un país completamente desconocido en Europa.

Partió de Constantinopla con dirección al Cáucaso y de allí hasta Bacú. En esta localidad se embarcó hacia la costa meridional del Caspio y de allí a Teherán. A su llegada a Persia, Rivadeneyra, se encontró con una país profundamente atrasado con respecto a Europa, en el que el shah Naser el-Din intentaba introducir las costumbres occidentales.

Rivadeneyra escribió en el transcurso de su viaje el libro Viaje al interior de Persia, en el que dio una detallada descripción de los lugares y las costumbres de las diferentes localidades que visitó, pero en el que sobre todo nos habla de las gentes que habitaban estos lugares. Nos ofrece una detallada descripción de ropas, armas, tradiciones, su aspecto físico y su lenguaje. Del mismo modo, Rivadeneyra ofrece en su crónica un amplio estudio sobre el paisaje y las condiciones naturales de Persia, haciendo hincapié en lo inhóspito del territorio. También obtuvo algunas piezas arqueológicas de interés que entregó a Museo Arqueológico Nacional a su regreso a España.

Rivadeneyra no aprovechó, en su viaje, su condición de diplomático para disfrutar de mayores comodidades, sino que mantuvo su anonimato con el fin de conocer en profundidad a las gentes en su vida cotidiana. Fue una figura singular en la España del siglo XIX. Lingüista, viajero romántico, y, en cierto modo, aventurero, se interesó por la arqueología oriental y recorrió, con los autores clásicos en la mano, numerosos lugares que logró describir con una sensibilidad desacostumbrada.

JACJ.

Autor

  • Juan Antonio Castro Jiménez