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HistoriaBiografía

Ricardos y Carrillo, Antonio (1727-1794).

Militar Español del siglo XVIII, más conocido como general Ricardos, nacido en Barbastro (Huesca) el 12 de septiembre de 1727 y muerto en Madrid el 13 de marzo de 1794. Como militar se destacó en las campañas realizadas por los ejércitos borbónicos hispanos en Italia y el Rosellón. Fue un táctico muy destacado, según se decía en su época, el mejor que existía. Persona de gran preparación intelectual, receptor de la influencia enciclopedista más avanzada y con un gran patriotismo, amor a España y sus reyes, sus ideales le impulsaron a perseguir la mejora de la formación de los oficiales españoles, en especial de los del arma de caballería, a la que él pertenecía.

Procedía de una familia de tradición militar y nació en la misma casa que el linaje de los Argensola. Su padre, de origen gaditano, era el teniente general Felipe Nicolás Ricardos. Inició sus primeros estudios en la ciudad de Cádiz, de donde era su padre. A los catorce años ingresó en el ejército como cadete con el grado de capitán de caballería debido a que era hijo de noble, realizó el ingreso en el mismo regimiento que por aquel entonces mandaba su padre, el de caballería de Malta, en el que pronto sobresalió. Cuando alcanzó los diecisiete años se incorporó al servicio activo en el ejército. Su primer destino bélico le llevó hasta Italia, en donde combatió de forma sobresaliente en 1744. Allí, la monarquía hispánica se había enzarzado en una serie de conflictos, cuyo fin era la obtención de la soberanía sobre ciertos ducados para miembros de la familia real española. Estos conflictos se mezclaron además con la Guerra de Sucesión de Austria, que se desarrolló entre 1741 y 1748. En esta campaña se distinguió especialmente en la batalla de la ciudad de Piacenza y del río Tedone, sus intervenciones fueron destacadas, hasta el punto que llegó a suceder a su padre en el mando del regimiento, cuando contaba con sólo diecisiate años de edad. Cuando se formalizó la paz de Aquisgrán, regresó a España, tenía entonces veinte años de edad y en su patria fue considerado por sus contemporáneos como uno de los mejores oficiales que tenía el arma de caballería. Tras este conflicto combatió en la guerra contra Portugal.

Cuando finalizó el mismo se dedicó a perfeccionar su educación así como su preparación en asuntos militares. A este último respecto, prestó atención de forma intensiva a los estudios militares, en los que analizó y estudió de forma especial la organización militar prusiana y las campañas que había realizado el rey de Prusia Federico II. En 1763 recibió la orden por la que marchó a la plaza o presidio norteafricano de Orán, ciudad reconquistada hacia poco por la monarquía hispánica, y que era considerada en aquel tiempo una magnífica escuela de soldados. Esto era debido a que estaba rodeada por una población constantemente hostil y por que además en ella se formó la primera academia de matemáticas, dentro del cuerpo de ingenieros militares, de España. Sin embargo permaneció poco en este destino. El rey Carlos III, que era sabedor de su gran preparación teórica y de su valor en la práctica, le destinó a la ciudad de Veracruz con la misión de ordenar el ejército que existía en el virreinato de Nueva España, muy necesitado de reformas por aquel entonces ya que las tropas para la defensa del territorio era de unos 4.000 soldados para el conjunto de las actuales México, Nuevo México, California, Colorado y Arizona.

En 1768, cuando ya había regresado a España, formó parte de una Comisión hispanofrancesa que tenia que fijar la línea fronteriza divisoria exacta entre ambas naciones. Los varios y valiosos servicios que había prestado a la monarquía le sirvieron como méritos por los que obtuvo el hábito de la Orden de Santiago, así como una encomienda de la misma. Tenía ya el grado de teniente general, que obtuvo en 1771, cuando recibió la orden y marchó, como jefe de la misma, con la expedición que fue a Argelia, y que se malogró por los avisos que desde Francia se hicieron a los argelinos. Fue nombrado en 1773 general inspector del arma de Caballería y desde este cargo, creó el colegio de Ocaña de donde se propuso sacar oficiales instruidos en las últimas teorías militares para lo que propuso una instrucción que se basaba en métodos modernos para su época. Así, logró un cuerpo de oficiales con una preparación superior y de los que estaba muy necesitado el Ejército español de la época. Pero además reorganizó todos los servicios administrativos y militares del arma de caballería. Fue igualmente en esta época cuando fundó en Madrid, junto con otras personalidades, la Real Sociedad Económica Matritense. Sus ideas innovadoras y que él había tomado de las que por aquel entonces predominaban en la Francia ilustrada e enciclopedista, hicieron que fuera perseguido tanto por la Inquisición, como por Floridablanca. Respecto a los primeros, el ser beneficiario de un hábito de la Orden de Santiago, sirvió como freno ante sus detractores. Sin embargo respecto a la última persecución, de carácter político, ésta era debida a que Floridablanca consideraba que era Ricardos uno los jefes del partido o facción aragonés del conde de Aranda. Con este motivo le alejó en 1788 de la corte, y lo envió a Guipúzcoa.

Este destierro fue disimulado con la misión que se le dio de vigilar la frontera del Bidasoa, pues ya en aquel tiempo se temía que los sucesos que se venían desarrollando en Francia, pero sobre todo en Paris, la capital, obligaran a España a intervenir militarmente. Cuando España declaró la guerra a Francia, lo que ocurrió tras la ejecución en la guillotina del rey Luis XVI de Francia, Manuel Godoy, favorito de la reina, Príncipe de la Paz y auténtico jefe de las acciones políticas de la monarquía hispánica, se asesoró de él para las acciones a tomar. El rey Carlos IV lo promovió entonces, en 1793, al cargo de Capitán General de Cataluña, con competencias de gobernador del territorio y bajo esta condición se hizo cargo del mando del ejército que se había preparado para invadir el Rosellón. Entre abril y septiembre tomó la ciudad de Arles, el río Tec y la localidad de Bellegarde. Sus condiciones de estratega y táctico le hicieron vencedor, en las batallas de Mas Deu y de Truillás, en la que causó unas bajas estimadas de seis mil muertos al ejército enemigo. Su rival en el lado francés, Dagovert, no pudo con él, todo ello a pesar de que el general Ricardos estaba falto de apoyos, y hubo de retirarse con cerca de 20.000 hombres y 106 piezas artilleras de su ejército. En esta retirada las tropas españolas eran acosadas a poca distancia, pese a lo que, sin perder ni hombres ni equipo, aguantó con su ejército casi un mes en sus atrincheramientos y además, tras resistir tres ataques generales y once combates, no cedió territorio ni pertrechos ante el enemigo.

Pese a lo desesperado de su situación aún pudo vencer a los ejércitos de la Convención republicana en Asprés, cuando logró las conquistas de Port Vendres, Santelme y Collioure, por lo que de esta manera dominaba toda la costa rosellonesa. Pero sin medios para continuar una campaña, que estaba alcanzando gran resonancia en Europa, regresó a Madrid con la intención de solicitar apoyo a Godoy. Fue cuando estaba realizando esta gestión cuando falleció el 13 de marzo de 1794 víctima de una pulmonía, llevaba un mes escaso en Madrid. Desde el momento de su muerte la guerra en el Pirineo oriental comenzó su inexorable declinar para las armas españolas. El ejército estaba falto de un jefe que pudiera suplir las virtudes humanas y profesionales con las que se había caracterizado el general Ricardos. Este fue a su vez condecorado post mortem con la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, que era la más alta distinción de la Monarquía. Igualmente su muerte supuso para su viuda que se le otorgase el titulo de condesa de Truillás, en recuerdo de la victoria de su marido en la batalla del mismo nombre y como prueba de lo que la monarquía debía a este distinguido servidor. Sin embargo su obra más querida, la Escuela Militar de Ocaña, no pudo continuar tras su muerte.

En marzo de 1894, el primer centenario de su muerte, la ciudad de Barbastro conmemoró tan señalada fecha y además en el Circulo Militar de Madrid se celebró una velada necrológica. De su experiencia como soldado y oficial al mando, Ricardos dejó escrito para la posteridad un Diario de campaña.

Bibliografía

  • LÓPEZ CEREZO, Fco. J., El general Ricardos y la campañas del Rosellón. Madrid, 1893.

  • VV. AA., Aragoneses Ilustres. Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1983.

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