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HistoriaPolíticaBiografía

Rhodes, Cecil John (1853-1902).

Cecil John Rhodes.

Empresario y colonizador británico, nacido el 5 de julio de 1853 en Bishop's Stortford (Hertfordshire, Inglaterra) y muerto el 26 de marzo de 1902 en Ciudad de El Cabo (Sudáfrica). Fue el principal promotor de la expansión británica hacia los territorios zulúes emplazados al N del río Limpopo que, en honor suyo, pasaron a llamarse Rhodesia (actual Zimbabwe). Se trata del más grande de todos los exploradores económicos del África; algunos le conocían como el "rey sin corona de Sudáfrica" o como el "rey de los diamantes". Se dice de Rhodes que, en 1880, hallándose en su casa de Kimberley, punteó un día con la mano el mapa de África, de N a S, es decir, desde Egipto al Cabo y exclamó: "Todo esto inglés ¡he aquí mi sueño!". Y a la realización de este sueño consagró el resto de su vida.

Vida

Era hijo del vicario de Bishop's Stortford. Una dolencia pulmonar que se le declaró en la infancia le impidió recibir la cuidada educación de que disfrutaron sus hermanos. En 1870, con diecisiete años, fue enviado a Sudáfrica para trabajar en la plantación de algodón que su hermano Herbert poseía en la provincia de Natal. La plantación fracasó y ambos hermanos se trasladaron al Griqualand Occidental, donde acababan de descubrirse inmensos campos de diamantes. Cecil se estableció como buscador de piedras preciosas en el asentamiento minero de Kimberley. Allí comenzó a acariciar dos ambiciones: amasar una gran fortuna y utilizarla para extender las "bendiciones" del dominio colonial británico sobre toda África, desde El Cabo a Egipto.

En Kimberley, Rhodes desarrolló una gran admiración por los bóers o afrikáners, los descendientes de los primeros colonos holandeses que habían arrebatado sus tierras a los pueblos nativos. En 1872, una recaída en su enfermedad le obligó a realizar una viaje de convalecencia a los territorios del norte, donde quedó deslumbrado por el enorme potencial que para la expansión británica atesoraban aquellas tierras. Dos años después, tras otro periodo de enfermedad, decidió regresar a Inglaterra para matricularse en la universidad de Oxford. Durante los siguientes ocho años, Rhodes dividió su tiempo entre Inglaterra y Sudáfrica. En 1881 consiguió su diploma de graduado y regresó a Kimberley, donde sus especulaciones en el mercado de diamantes le habían convertido en un potentado con apenas diecinueve años. En Kimberley consiguió el control sobre la Compañía Minera De Beers, a través de la progresiva adquisición de sus yacimientos de diamantes. En 1888 dominaba todas las concesiones mineras de la región y, dos años después, su compañía, la De Beers Consolidated, controlaba el 90% de la producción de diamantes del mundo. Paralelamente, Rhodes invirtió en los yacimientos de oro del Transvaal a través de su Compañía de los Campos de Oro de Sudáfrica, fundada en 1887.

El imperialismo racial de Cecil Rhodes

Durante su época universitaria, Rhodes había desarrollado una serie de ideas acerca del imperialismo británico. Proclamando la superioridad de la raza blanca, decidió dedicar sus esfuerzos a lograr su segundo objetivo: el dominio británico sobre África. Obsesionado por la muerte, Rhodes escribió en 1877 el primero de sus siete testamentos, verdaderas profesiones de fe de su imperialismo místico. En él, además de donar su fortuna a la secretaría de Estado para las colonias, afirmaba: "Sostengo que somos la mejor raza del mundo y que cuanto mayor sea la extensión del globo que habitemos, tanto mejor será para la raza humana. Piénsese en esas zonas que ahora están habitadas por los más despreciables especímenes de los seres humanos: qué transformación se produciría si se llevaran a la órbita de influencia anglosajona...".

Sus sueños megalómanos incluían la construcción de una línea férrea que uniera Ciudad de El Cabo y El Cairo, la reconciliación entre afrikáners y británicos bajo la dirección de estos últimos e, incluso, la recuperación del dominio colonial inglés sobre los Estados Unidos. Sobre dicha línea férrea, que debía extenderse sobre unos 11.000 km, afirmó:

"Señores, este país está en sus comienzos y también yo me hallo en mis comienzos. Mi vida pública acaba de empezar [...] Les he demostrado que tenemos dinero y un proyecto. Y tenemos el derecho de ir a Egipto. Pienso que la empresa absorberá siete u ocho años de mi existencia. Trabajaré para mi ferrocarril al Egipto y para mi telégrafo a Egipto y ustedes habrán de ayudarme en esta obra, la mayor de todas: la unión de los países... Tengo el dinero necesario para ir hacia el N, el dinero suficiente para todos los trabajos de los cinco años próximos, y espero que de Egipto vendrán también a nuestro encuentro. Veo prácticamente resuelta la cuestión del ferrocarril y el telégrafo transcontinental; es sólo una cuestión de tiempo."

Estos proyectos le llevaron a la política. En 1881 obtuvo un escaño, que conservaría durante toda su vida, en el parlamento provincial de la colonia de El Cabo, a pesar del desprecio que sentía hacia los métodos parlamentarios. Desde su inicio, la carrera política de Rhodes estuvo marcada por la colaboración estrecha con los boers, especialmente con la Unión Afrikáner, verdadero poder fáctico de la colonia. Asimismo, trató de mantener buenas relaciones con el Gobierno británico a través de su alto comisionado en El Cabo.

Rhodes tenía los ojos puestos en la expansión hacia el norte. Su objetivo era obtener el derecho exclusivo de prospección minera en los territorios al norte del río Limpopo que, entonces como ahora, dibujaba la frontera septentrional de los países sudafricanos. Los prospectores habían informado sobre la existencia de importantes yacimientos de oro en aquellas regiones, exagerados por los relatos que sobre las "minas del rey Salomón" comenzaron a difundir los pocos blancos que habían contemplado los impresionantes vestigios de la cultura zimbabwe. Pero las ambiciones de Rhodes suponían el enfrentamiento con la República bóer de Transvaal, que había obtenido la independencia de Gran Bretaña en 1881, tras una breve guerra. Por otra parte, la expansión británica hacia el norte chocaba con los intereses de las otras potencias coloniales (Alemania, Bélgica y Portugal), en su dura pugna por el control sobre los territorios ignotos del centro del continente.

El área crucial en disputa era Bechuanaland (actual Botswana), país atravesado por la ruta de los misioneros hacia el interior de África. Rhodes deseaba utilizar esta ruta para forzar la expansión británica hacia los territorios septentrionales de Mashonaland, el país de los shona, y Matabeleland, el reino de los matabele o ndebele, actualmente en Zimbabwe. En estas zonas, los planes de Rhodes se veían obstaculizados por el expansionismo de los afrikáners del Transvaal, que habían establecido dos pequeñas repúblicas en los territorios fronterizos de Stellaland y Goshen. En 1882 Rhodes participó en una comisión encargada de trazar los límites fronterizos entre las zonas de dominación británica y bóer. Dos años después, Alemania estableció de forma unilateral un protectorado sobre los territorios al norte de Transvaal. Rhodes presionó al Gobierno británico para que interviniera, a fin de evitar que El Cabo quedara aislado de las prometedoras tierras del norte. En la Convención de Londres celebrada en 1884 para tratar este asunto, la República de Transvaal perdió Stellaland y Goshen y quedó establecido el protectorado británico sobre Bechuanaland, bajo el control colonial de El Cabo. Ese mismo año, Rhodes fue nombrado tesorero general de la colonia, cargo que sólo mantendría durante un breve periodo.

Poco después consiguió forzar la destitución del comisionado británico para Bechuanaland, al que acusaba de ser "amigo de los negros" y de obstaculizar el buen entendimiento con los poderes boers; el propio Rhodes le sustituyó al frente del protectorado. Tras una nueva ocupación bóer de Goshen, Rhodes firmó un acuerdo con el presidente de Transvaal, Paul Kruger, para la devolución de este territorio. Pronto los proyectos de Rhodes chocaron con los intereses del Gobierno de Londres, especialmente cuando la secretaría para las colonias decidió dividir Bechuanaland en dos zonas: la septentrional, que permanecería bajo régimen de protectorado, y la meridional, que pasaría a formar parte de la Colonia de El Cabo. Rhodes, que pretendía que la totalidad del territorio se integrara en El Cabo, presentó su dimisión en marzo de 1885. A partir de entonces dedicó todos sus esfuerzos a conseguir la transferencia de Bechuanaland a la administración sudafricana.

La fundación de Rhodesia

Dos factores se interponían, no obstante, en su camino: de un lado, los boers del Trasnvaal, que, bajo el lema "África para los afrikáners", impedían cualquier intento de colaboración con los británicos; de otro, Lobengula, rey de los matabele -nombre que daban los ingleses a la nación zulú de los ndebele-, quien se resistía tenazmente a permitir la penetración blanca en su territorio. Lobengula desconfiaba de Rhodes. Tenía la certeza de que los "cazadores de concesiones" se servirían de cualquier acuerdo con las autoridades nativas para socavar el poder zulú y abrir el camino a la colonización europea. Empleando una certera metáfora, el rey decía sentirse como una mosca acechada por un cauteloso camaleón. Acosado por Rhodes y por sus competidores de la industria minera, Lobengula llegó a enviar una misión diplomática ante la reina Victoriapara pedir su consejo. La soberana desautorizó los proyectos de Rhodes, asegurando que "los ingleses que han ido a Matabeleland y pedido autorización para excavar en busca de piedras no lo han hecho en nombre de la reina. La reina aconseja a Lobengula que no otorgue apresuradas concesiones de tierras ni permisos para excavar. Un rey da al extranjero un buey, no todo su rebaño de ganado".

En esos momentos existían en Londres poderosos intereses financieros contrarios a las pretensiones de Rhodes. Parte de la clase política desconfiaba de él, entre otras razones por su costumbre de ofrecer sustanciosas "compensaciones" a cambio de favores políticos. Estos "favores" estaban dirigidos no sólo a intereses económicos (como cuando ofreció una importante aportación al Partido Liberal a cambio de que el Gobierno no abandonara el control sobre Egipto), sino también a hacer realidad sus ideales imperiales (como cuando negoció con los nacionalistas irlandeses para que aceptaran un estatuto de autonomía supeditado a un parlamento federal). Pero, en realidad, Rhodes resultaba de gran utilidad al Gobierno británico, ya que estaba dispuesto a financiar de su bolsillo la explotación de nuevas áreas de expansión colonial.

Ante la respuesta de la reina, Rhodes reaccionó con un plan maestro que acabó con la presión de sus competidores: adquirió la mayor parte de sus títulos mineros y los integró en una nueva empresa, la Compañía Británica Sudafricana, con la que pretendía emprender la conquista del norte. La oposición a su plan se difuminó rápidamente y, el 29 de octubre de 1889, el Gobierno británico otorgó a la Compañía una carta de privilegio que incluía la capacidad para establecer "tratados" con los poderes nativos al norte del Limpopo. Rhodes interpretó este privilegio como una delegación en toda regla de los poderes gubernativos sobre esas regiones, incluyendo la promulgación y aplicación de leyes, la organización de fuerzas policiales y la explotación de los recursos económicos del territorio. Cualquier objeción de los jefes nativos sería considerada como "rebelión". Poco después, Lobengula recibía otra carta de la reina Victoria: "Dondequiera que hay oro... es imposible que (el rey) excluya al hombre blanco; por lo tanto, lo más acertado y seguro para él es que se avenga a razones, no con algún que otro blanco por separado, sino con un organismo autorizado". Este organismo era, naturalmente, la Compañía Británica Sudafricana de Rhodes. Lobengula, comprendiendo el cariz que tomaba la situación, cerró sus fronteras.

En 1890 Rhodes, que acababa de ser elegido primer ministro del Gobierno provincial de El Cabo, inició la ocupación de los territorios al norte del Limpopo enviando una columna de doscientos pioneros, en su mayoría británicos, escoltados por medio millar de policías británicos armados. A la cabeza de la expedición iba su lugarteniente, Leander Starr Jameson. Ante la mirada impotente de los shona, los pioneros penetraron en Mashonaland y fundaron un primer asentamiento, Fort Salisbury. Al año siguiente, la Compañía estableció un Gobierno comisionado sobre la región y procedió a fijar las fronteras con Matabeleland, sin tener en cuenta las reiteradas protestas de Lobengula. Casi inmediatamente estalló la guerra. En 1893, tras una durísima resistencia, los ndebele fueron diezmados por las tropas británicas, armadas con artillería de campo y ametralladoras. El propio Lobengula desapareció y los jefes que le sucedieron fueron obligados a firmar la paz con los británicos. En 1894, Rhodes tenía bajo su poder un inmenso territorio al que comenzó a darse el nombre de Rhodesia.

La explotación de Rhodesia y la lucha contra los boers del Transvaal

Durante sus cinco años como primer ministro de El Cabo, Rhodes desarrolló una política de marcado signo populista. Sus logros más visibles fueron la construcción de una magnífica mansión que donó para residencia oficial de los futuros primeros ministros de la provincia, y las excelentes relaciones que mantuvo con los poderes boers. En cuanto a su política hacia la población indígena, Rhodes ideó un sistema de explotación colonial que alcanzaría gran difusión. La colonización británica requería mano de obra barata y de ella los británicos se adueñaron por la fuerza. Haciendo uso de un racismo adaptado a los intereses empresariales, Rhodes difundió la idea de que los "nativos" era perezosos por naturaleza; dada su falta de entusiasmo por trabajar para el hombre blanco, sugirió aplicarles "el suave estímulo del impuesto sobre la mano de obra". En efecto, la población zulú de Rhodesia fue sometida a impuestos que sólo podía pagar trabajando para los blancos. En 1894, al defender esta medida ante la Cámara de Representantes de El Cabo, Rhodes afirmó: "Les retirarán de esa vida de indolencia y holgazanería, les enseñarán la dignidad del trabajo y les harán contribuir a la prosperidad del Estado aportando algún beneficio en pago de nuestro prudente y buen gobierno". Para entonces, los ndebele y los shona habían perdido todo cuanto poseían: su tierra, su ganado, su independencia y el control sobre su trabajo.

En 1894 estalló un nuevo conflicto con los boers de Transvaal cuando su presidente, Kruger, ordenó el cierre de los vados del río Vaal para impedir el paso de mercancías desde El Cabo. Sólo la intervención del Gobierno británico forzó a Kruger a levantar el bloqueo. Entretanto, la Compañía Británica Sudafricana iba anexionándose franjas de territorio en Maniza (Mozambique) y Barotseland (Zambia).

El escollo que significaba la existencia de la República bóer de Transvaal llevó a Rhodes a iniciar una política de agitación soterrada en el interior de dicho Estado. El Gobierno bóer de Kruger había negado a los Uitlanders (trabajadores extranjeros de los yacimientos de oro) todo derecho ciudadano y Rhodes quiso aprovechar en su beneficio el descontento de los mineros. Promovió la formación de un Sindicato Nacional que integrara a los Uitlanders, a cuyo frente puso a su hermano Frank. En 1895 Kruger volvió a cerrar los pasos del Vaal. Rhodes preparó entonces un golpe de mano contra el Gobierno bóer. Su plan consistía en organizar una rebelión "espontánea" de los Uitlanders, a la que seguiría la intervención militar de la Compañía Británica Sudafricana, con la sanción de Joseph Chamberlain, ministro británico para las colonias. La rebelión se frustró por la indecisión de los Uitlanders y Rhodes y Chamberlain decidieron abandonar el proyecto. Sin embargo, el 29 de octubre de 1895 Jameson decidió por su cuenta lanzar un ofensiva armada contra el Transvaal. La "incursión de Jameson" acabó en una estrepitosa derrota y causó un escándalo internacional. Rhodes fue acusado de conspiración y, aunque no pudo probarse su implicación directa en los acontecimientos, su prestigio quedó dañado para siempre. A pesar de que exoneró de toda responsabilidad a Chamberlain, el Gobierno británico le obligó a renunciar a todos sus cargos públicos, tanto en el Gobierno de El Cabo como en la Compañía.

Últimos años

Pasó el resto de su vida promoviendo diversos proyectos empresariales en Rhodesia. En 1896 tuvo su última oportunidad de intervenir en los asuntos del Estado, cuando fue llamado para actuar de mediador ante los ndebele, que habían vuelto a rebelarse contra el dominio británico. Despojado de su poder, sus antiguos colaboradores de la Unión Afrikáner le volvieron la espalda, al igual que el nuevo comisionado británico, Alfred Milner. En los años siguientes, Rhodes realizó largos viajes por Europa y Egipto por problemas de salud. Cuando regresó a El Cabo en 1898, encontró a Milner dispuesto a emprender la guerra contra los boers del Transvaal. Rhodes asumió la dirección del Partido Progresista, fundado para promover los intereses británicos en Sudáfrica y, aunque no volvió a ocupar cargos en el Gobierno, ejerció una influencia decisiva sobre los sucesivos Gobiernos y sobre el propio Milner.

En octubre de 1899 estalló la Guerra de los Boers. Rhodes dirigió, con el rango de coronel, la defensa de Kimberley, cercada por el ejército del Transvaal. Tras la retirada de los afrikáners permaneció en Rhodesia, elaborando proyectos de explotación para después de la guerra, mientras presionaba a Milner para que acelerara la colonización de los territorios septentrionales y sellara la paz.

Sus últimos días estuvieron teñidos por el escándalo. Su amante, la aristocrática e intrigante princesa Radziwill, fue llevada ante los tribunales de El Cabo en 1901, acusada de utilizar sus influencias políticas en contra del Gobierno colonial. Rhodes, muy quebrantada su salud por una dolencia cardiaca, fue llamado a declarar en el juicio. Su última intervención pública fue para apoyar la suspensión de las garantías constitucionales decretada por Milner antes del fin de la guerra boer.

Murió el 26 de marzo de 1902, a los 49 años, antes de que se acordara la paz que consolidó el dominio británico sobre los países sudafricanos. Fue enterrado en el lugar elegido por su megalomanía: una colina de los montes Matopo a la que dio el nombre de Visión del mundo. En su séptimo y definitivo testamento legó más de tres millones de libras para la creación de las Becas Rhodes de la Universidad de Oxford, destinadas a los jóvenes blancos de Gran Bretaña, Estados Unidos y Alemania que regirían el África meridional, bajo el lema "igualdad de derechos para todos los blancos al sur del Zambeze".

Bibliografía

  • DAVIDSON, B. Historia de África. Barcelona, 1992.

  • LOCKHARDT, J.G. y WOODHOUSE, C.M. Rhodes. Londres, 1963.

  • MASON, P. The Birth of a Dilemma. Londres, 1961.

  • TREUE, W. La conquista de la Tierra. Barcelona, Ed. Labor, 1948.

Autor

  • Victoria Horrillo Ledesma