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LiteraturaPeriodismoBiografía

Reyes, Salvador (1899-1970).

Poeta, narrador, ensayista, periodista, dramaturgo y diplomático chileno, nacido en Copiapó (capital de la III Región de Atacama) el 16 de agosto de 1899 y fallecido en Santiago de Chile el 27 de febrero de 1970. Autor de una extensa y brillante producción literaria que progresa con maestría y soltura por los géneros más variados, está considerado como una de las voces más significativas de las Letras chilenas del siglo XX. Entre los prestigiosos galardones con que se reconoció su obra, figura el Premio Nacional de Literatura, que le fue otorgado en 1967.

Vida y obra

Nacido en el seno de una familia acomodada que desempeñaba un importante papel en la política local de finales del siglo XIX y comienzos de la siguiente centuria -su padre, Arturo Reyes, había sido nombrado máxima autoridad de su ciudad natal durante la Guerra del Pacífico (1879-1883)-, pasó los primeros años de su infancia en Antofagasta y Taltal, donde cursó sus estudios primarios y secundarios, y comenzó a dar muestras de una acusada vocación literaria que le inspiró sus primeros poemas. En Taltal asumió sus primeras obligaciones laborales en un almacén de maderas y frutas del país, al tiempo que iniciaba tímidamente su trayectoria periodística, en calidad de colaborador en el rotativo El Día.

Ya en plena juventud, impulsado por el deseo de vivir cerca del mar, se trasladó a Valparaíso, ciudad que le causó un poderoso deslumbramiento, más tarde plasmado en sus relatos y narraciones extensas. Inmerso, por aquel entonces, en una azarosa vida bohemia, compaginó su trabajo como secretario de un abogado con la lectura entusiasta de novelas de aventuras en las que la piratería, la navegación y la intriga constituían los ingredientes básicos de un universo de ficción que fue conformando sus gustos literarios, centrados durante aquel período de aprendizaje en las obras de Walter Scott (1771-1832), Alexandre Dumas (1802-1870), Herman Melville (1819-1891), Jules Verne (1828-1905), Robert L. Stevenson (1850-1894), Joseph Conrad (1857-1924) y, entre otros grandes nombres de la narrativa decimonónica, Arthur Conan Doyle(1859-1930).

La combinación de estos mundos novelescos con el recuerdo vivo de su infancia y adolescencia en Valparaíso y los puertos nortinos habría de permitirle forjar, poco tiempo después, un rico y singular universo narrativo dominado siempre por la presencia del mar, ambientado en las calles y los locales públicos de dichas ciudades costeras, y protagonizado por marineros, balleneros, contrabandistas, filibusteros y otros muchos aventureros de las aguas. En los relatos y novelas de Salvador Reyes, el hombre apegado a la tierra firme aparece marcado por una serie connotaciones negativas que acentúan su cinismo, su insolidaridad y su tristeza; frente a él, se alza la figura imponente y positiva del hombre de mar, ciertamente primario en su continuo contacto con las fuerzas más incontroladas de la Naturaleza, pero por eso mismo libre, noble, sano y envuelto en un aura constante de ensueño y aventura.

Hacia 1920, Salvador Reyes se instaló en Santiago de Chile con el firme propósito de darse a conocer como escritor e integrarse en los principales foros y cenáculos literarios de la capital chilena. Pronto alcanzó un merecido prestigio periodístico merced a sus colaboraciones aparecidas en las publicaciones Zig-Zag, Las Últimas Noticias, La Nación y, sobre todo, la revista Hoy, donde hizo célebre su elocuente pseudónimo de "Simbad"; pero fue la aparición de su primer volumen de poemas, publicado bajo el título de Barco ebrio (Santiago: Ed. Nascimento, 1923), lo que le granjeó el reconocimiento unánime de la comunidad literaria chilena, pronto revalidado por el escritor de Copiapó con la publicación de la colección de relatos titulada El último pirata (1925) y las novelas El matador de tiburones (1926) y El café del puerto (1927), a las que siguió un nuevo volumen de narraciones breves presentado bajo el título de Los tripulantes de la noche (1929).

Este quinteto de obras publicado a lo largo de la tercera década del siglo XX consagró definitivamente a Salvador Reyes como una de las figuras más sobresalientes de la literatura chilena contemporánea, posición que se vio reafirmada en 1930 cuando el ya treintañero poeta y narrador fundó, junto a otros grandes escritores como Ángel Cruchaga Santa María (1893-1964) y Hernán del Solar (1901-1985), la prestigiosa revista Letras, que pronto se convirtió en una de las publicaciones periódicas más difundidas e influyentes de la cultura chilena de su tiempo, tanto por la inclusión en sus páginas de las voces más destacadas de la literatura nacional, como por su brillante y meritoria oferta de traducciones y comentarios de las obras más significativas de la creación literaria universal.

En la década de los años treinta, Salvador Reyes incrementó notablemente su producción literaria con nuevas obras que vinieron a corroborar su dominio del verso y de la prosa. Tras la publicación de una nueva colección de poemas titulada Las mareas del sur (1930), volvió a su peculiar mundo ficticio con los relatos recopilados en Lo que el tiempo deja (1932), para dar a la imprenta, dos años después, otro volumen de narraciones titulado Tres novelas de la costa (1934). La aparición, al año siguiente, de su novela Ruta de sangre (Santiago: Ed. Ercilla, 1935) le elevó a la cúspide de la narrativa chilena contemporánea y le convirtió en uno de los escritores más conocidos del ámbito cultural hispanoamericano, en el que se leyó con regocijo su narración de las incursiones realizadas por piratas y corsarios ingleses en las costas de Chile durante el período colonial. El autor de Copiapó se centra en el relato de los asaltos llevados a cabo por los corsarios en La Serena, donde dos habitantes del lugar -Emilia y Roberto- son raptados por los invasores y trasladados, en un periplo por el sur del Pacífico plagado de aventuras, hasta la isla de Robinson Crusoe, que forma parte del archipiélago Juan Fernández. Pero, al margen de las peripecias que viven estos dos personajes, Salvador Reyes pone todo su énfasis en destacar, por encima de todo, la hermandad y camaradería que reina entre aquellos aventureros navales que los han capturado, quienes se consideran hijos del Mar Antiguo y hermanos de la Costa, de los filibusteros de Morgan (1635-1688), del pirata francés "el Olonés" (1630-ca. 1670) y de tantos otros marinos y capitanes célebres.

Tras la publicación de una nueva narración extensa presentada bajo el título de Piel nocturna (1936), Salvador Reyes se dejó arrastrar por las vicisitudes políticas y sociales de aquellos difíciles años previos a la Segunda Guerra Mundial, y aceptó entrar en la carrera diplomática para ejercer como cónsul chileno en París (durante el conflicto bélico internacional), Madrid, Barcelona, Londres, Roma, Marsella (Francia), Puerto Príncipe (Haití), Atenas y Ankara (Turquía). El cumplimiento de estas misiones legatarias no le impidió seguir desplegando una intensa y fructífera actividad literaria, aunque no regresó a los anaqueles de las librerías hasta mediados de la década de los cuarenta, tras un largo silencio editorial que se prolongó por espacio de más de diez años. Publicó entonces una colección de novelas cortas presentada bajo el título de Norte y sur (1947), y al cabo de cuatro años volvió a sorprender gratamente a críticos y lectores con una nueva obra maestra, la novela titulada Mónica Sanders (Santiago: Ed. Zig-Zag, 1951), tal vez su narración más conocida y celebrada dentro y fuera de las fronteras chilenas. En ella, el autor de Copiapó presenta las tribulaciones amorosas de un hombre de mar que, enamorado de una mujer de tierra firme, se debate entre esa pasión que le vincula fuertemente a la costa y su inveterado espíritu de aventurero en alta mar, entregado en cuerpo y alma a la caza de ballenas (actividad descrita magistralmente por la pluma de Reyes). En los primeros compases de esta espléndida novela, el lector queda deslumbrado por la minuciosa pintura de la pesca ballenera en las aguas del sur del Pacífico, surcadas por la goleta Alcatraz, bajo el mando del capitán Julio Moreno. Éste conoce casualmente a Percy Roy, un vividor casado con la mujer que da título a la obra, quien se enamora de él después de haberlo encontrado y atendido en las calles de Valparaíso, tras un pendencia marinera de la que ha salido malparado el cazador de ballenas. Enamorado también de su benefactora, Julio Moreno se ve obligado a elegir entre el amor en tierra o un contrato de cinco años de duración para desempeñar su oficio en aguas de la Antártida; puesto en esta tesitura, el capitán renuncia a su pasión amorosa para seguir escudriñando, desde su puente de mando, el horizonte de grandeza, libertad y autoconocimiento que el mar pone siempre ante sus ojos.

Cuatro años después de la primera edición de Mónica Sanders vio la luz otra novela magistral de Salvador Reyes, Valparaíso, puerto de nostalgia (Santiago: Ed. Zig-Zag, 1955), en la que los bares y las callejas portuarias de la bellísima ciudad del norte de Chile cobran un protagonismo relevante. Salvador Reyes recrea en esta narración las vivencias de un grupo de amigos bohemios que elige el bar Kiel como sede para su club de fumadores de pipa, y ambienta con pulso firme pero emocionado las inquietudes, los anhelos y las aventuras de sus personajes en las calles y el puerto de Valparaíso, hasta lograr que las figuras más destacadas de su historia (el pintor Pedro, el marino Eduardo y, entre otros, don Edgardo, el dueño del establecimiento de bebidas) se vayan desdibujando en la atmósfera nocturna y nostálgica de la ciudad y el puerto. La tristeza de la despedida de los barcos que zarpan y el rumbo incierto de cada uno de los personajes quedan diluidos en las luces vacilantes de las instalaciones portuarias, en el crujido de sus maquinarias y en los olores acres procedentes de su aduana y sus almacenes, en medio de una visión poética del lugar plagada de evocaciones nostálgicas de la infancia y la juventud del autor.

Tras la publicación de dos volúmenes misceláneos en los que recogía algunos de sus trabajos periodísticos -como las crónicas que conforman El continente de los hombres solos (1956) y las entrevistas de Rostros sin máscaras (1957)-, Salvador Reyes regresó al cultivo de la prosa de ficción con la novela Los amantes desunidos (1959), a la que pronto siguió una nueva recopilación de crónicas periodísticas publicada bajo el epígrafe de Saludos al pasar (1959). Un año después, la intelectualidad del país andino reconoció la valía de la producción literaria del escritor de Copiapó con su inclusión en la Academia Chilena, en la que Salvador Reyes pronunció un brillante y emotivo discurso de ingreso dedicado a justificar la elección de esos argumentos marítimos que constituían el eje temático central de su obra: "Yo deseaba por ejemplo, escribir una novela acerca de la caza de la ballena en nuestras costas. Empecé por realizar esa caza, y luego los personajes fueron apareciendo por sí solos y entrando en la atmósfera. Unos, que conocía desde hacía mucho tiempo, se hicieron presentes, por considerarse adecuados para desempeñar un papel, otros surgieron en el momento mismo. Claro está que muchos de ellos no venían con su exacta apariencia de todos los días. Se compusieron tal como el autor los necesitaba, o deseaba. Tal vez se intercambiaron algunas características o pidieron prestados por ahí alguno atributos. Lo cierto es que iban tomando vida a lo menos para mí-, a medida que los tipos de la máquina de escribir golpeaban el papel".

El resto de su copiosa bibliografía literaria comprende el volumen de relatos Los defraudados (1963), la recopilación de crónicas Andanzas por el desierto de Atacama (1966), el ensayo Fuego en la Frontera (1968), la tardía incursión teatral La redención de las sirenas (1968) y el libro póstumo Crónicas de Oriente (1973), que recoge las impresiones recibidas por Salvador Reyes durante algunos de sus largos desplazamientos por el extranjero. La muerte sorprendió al escritor chileno en la capital del país el 27 de febrero de 1970, cuando aún no había cumplido los setenta y un años de edad. En cumplimiento de una última voluntad que resumía su pasión literaria y vital por el mar, sus cenizas fueron esparcidas en las aguas del océano Pacífico, frente a las instalaciones portuarias de Antofagasta.

Respecto a su particular estilo literario, cabe citar, por último, las sabias palabras de Montes y Orlandi, dos de los mejores conocedores de su obra: "En la técnica de Salvador Reyes es posible encontrar la huella de Conrad, Kipling, Farrere, Mac-Orlan y Stevenson, pero su estilo tiene un sello muy personal: hay sobriedad expresiva, no exenta de originalidad; plasticidad en las descripciones y emoción en el fondo, derivada de su tendencia evocadora y nostálgica".

Bibliografía

  • ALARCÓN, Justo. "Reyes, Salvador", en MEDINA, José Ramón [dir.]: Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina (DELAL) (Caracas: Biblioteca Ayacucho/Monte Ávila Editores Latinoamericana: 1995), vol. III, págs. 4085-4086.

  • "Cartillas biobibliográficas de autores chilenos", en Boletín del Instituto de Literatura Chilena (Santiago), VII-VIII, ns. 15-16 (1968), págs. 5-15.

  • CORREA LARRAÍN, Magdalena y CRUZ-COKE MADRID, Eduardo. "Salvador Reyes [1899-1970]", en Grandes escritores chilenos (Santiago: Ed. Andrés Bello, 1989), págs. 88-90.

  • GARCÍA OLDINI, Fernando. Doce escritores (Santiago: Ed. Nascimento, 1929), págs. 83-93.

  • TEILLIER, Jorge. "Salvador Reyes", en Árbol de Letras (Santiago), I, nº 2 (1968), págs. 12-13.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.